Capítulo tres

MADRID ANTIGUO 3

Barrio de las letras
La Carrera de San Jerónimo
Calle de Alcalá
La Gran Vía
Barquillo-Chueca-Salesas
Maravillas-Malasaña
Amaniel
Los Bulevares
Pza. España a Universidad
Chamberí
Prado, Recoletos, Castellana
Barrio de Salamanca

 

BARRIO DE LAS LETRAS

Debe su nombre a la intensa actividad literaria desarrollada a lo largo de los siglos XVI y XVII. En esta zona fijaron su residencia algunos de los literatos más destacados del Siglo de Oro español, como Cervantes, Lope de Vega, Quevedo o Góngora.

Barrio de las Letras

En la recta final de su vida, Cervantes vivió en la calle Huertas y luego en la de Francos — calle de Cervantes—, y muy cerca de su enemigo, Lope de Vega, del que se conserva la casa que habitó en el número 11, muy esmeradamente reconstruida y convertida en museo.

Casa de Lope de Vega
Casa de Lope de Vega

Entre ambos mediaron diferencias nada desdeñables. Era público que se intercambiaban puyas y mal intencionadas muestras de respeto en sus escritos. Ambos formaban las dos caras de una moneda. Lope era un dramaturgo de éxito, adinerado, amado por el pueblo y por las mujeres. Cervantes era un novelista poco reconocido y sin dinero.

En la iglesia del cercano convento de las Trinitarias descalzas, fundado por Felipe III en 1612 en la calle Lope de Vega, antes de Cantarranas, fue enterrado Cervantes, sin que se sepa con certeza el lugar exacto. Hubo en 2014 campaña mediática para encontrar sus restos, pero tras meses de exhaustiva investigación, en lo encontrado (huesos fragmentados y mezclados de varias personas), sólo hay evidencias históricas y arqueológicas del enterramiento, pero no prueba de ADN de que alguno de ellos pertenezca al autor del Quijote.

Una hija natural suya, Isabel, profesó en este convento, al igual que otra de Lope, sor Margarita de San Félix. Y también cercana está la parroquia de San Sebastián, en la calle de Atocha en la que fue enterrado Lope y en la que una noche lúgubre y desquiciada el poeta José Cadalso desenterró a su rubia y añorada amante para prolongar contra natura su interrumpido idilio. En una de las capillas se venera a la Virgen de la Novena, mediadora habilísima en contratos escénicos y éxitos teatrales.

Convento de las Trinitarias
Convento de las Trinitarias

En la misma calle de Atocha, en el número 85, una lápida recuerda que allí, en la imprenta de don Juan de la Cuesta, se imprimió la primera parte del Quijote.

Imprenta de Juan de la Cuesta, donde se imprimió la primera parte del Quijote
Lapida que recuerda la imprenta de Juan de la Cuesta, donde se imprimió la primera parte del Quijote

En la pequeña calle de Quevedo entonces llamada del Buen Pastor y del Niño, vivió Góngora («He alquilado una casa que, en el tamaño es dedal y, en el precio, de plata»). La casa luego la compró Quevedo, que aprovechó para echar sin miramientos al sevillano, razón por la que aumento la enemistad que entre ambos se tenían.

Nos encontramos también aquí con dos hombres opuestos. Quevedo tenía una gran personalidad, era asiduo a los prostíbulos y a los ambientes marginales de la época, y muy querido por ser un hombre cercano al pueblo. Góngora, por su parte, generaba antipatía en la gente de su alrededor.

Corral de la Pacheca
Corral de la Pacheca

Entre los vecinos de esta zona se encontraba María Pacheco, muy popular tras ceder en 1561 su corral de gallinas para pequeñas representaciones teatrales. El Corral de la Pacheca, que en 1583 se convertiría en el Corral del Príncipe, fue el lugar de esparcimiento de los madrileños, que acudían cada vez en mayor número a ver las obras de Calderón de la Barca y, posteriormente, de Lope de Vega. En la actualidad siguen interpretándose obras clásicas en el mismo enclave, transformado en 1849 en el Teatro Español, obra del arquitecto Juan de Villanueva, ubicado frente a la plaza de Santa Ana.

Corral del Príncipe
Corral del Príncipe
Teatro Español
Teatro Español

Muy cerca, en la confluencia de las calles de la Cruz y Núñez de Arce, estaba situado el Corral de la Cruz, que inició su andadura en 1584 y fue demolido en 1856. Fue el lugar en el que más le gustaba representar sus obras a Lope de Vega.

Los corrales eran patios al descubierto con el escenario en la cabecera. En la trasera se ubicaba a las mujeres; en el patio, sobre el suelo, los asientos para la gente de condición humilde y un espacio para los que no pudiendo pagar el asiento, tuvieran la posibilidad de verlo de pie, y a los lados, en pisos superiores, los anfiteatros para gente noble.

Las horas que duraba el espectáculo eran cuatro o cinco, con entremeses, farsas breves, entreactos y piezas pequeñas, que se escenificaban antes o después de la obra principal.

Plano del Corral de la Cruz  El famoso actor Juan Rana

Plano del Corral de la Cruz y Juan Rana, uno de los más famosos actores que trabajó en este corral. Contrahecho y enano se especializó en papeles de marido cornudo y gracioso. Se dice que era homosexual, pero la protección de Felipe IV y luego de Carlos II evitó su condena por parte de la Inquisición. Quizás fue también un pequeño escudo frente al Santo Oficio. Su fama y talento le llevó a tener el honor de que el mismísimo Calderón de la Barca hiciera un entremés sobre su vida que, lógicamente, interpretó él

Existió en el barrio el famoso Mentidero de Representantes, lugar de reunión al que acudían autores, artistas y todo el mundillo relacionado con el teatro. Estaba en la calle del León, en una especie de plazoleta, y allí se contrataban las compañías teatrales y comentaban éxitos, fracasos, lujos y bellezas de las artistas, envidias y demás chismes.

Pasados los años, cobraron gran importancia dentro del mundillo literario que se movía y se mueve por el barrio las tertulias literarias en los distintos cafés. Preludio de todas ellas fue la que a finales del siglo XVIII se originó en el café y fonda de San Sebastián, en la plaza del Ángel, frecuentada por los Moratines, Iriarte, Cadalso, Jovellanos, Meléndez Valdés, Iriarte o Pérez de Ayala. Luego vendrían la del Café del Príncipe, en los bajos del Teatro Español, con la tertulia romántica de El Parnasillo, en la que participaron personajes tan distinguidos dentro del mundo literario como lo fueron Larra, Espronceda, Bretón de los Herreros y Ventura de la Vega; la del Café del Ángel; La Fontana de Oro, en la calle de la Victoria; la del Sólito, el Venecia, la del Prado, El Dorado, el Iberia, todos en la calle del Prado; El Suizo, donde se pudo ver a Baroja, Cajal y Lagartijo; El Gato Negro, en la calle del Príncipe, donde tenía su tertulia D. Jacinto Benavente; las de los cafés de Francia y París en Pasaje Matéu, y tantos otros por la zona ya más cercanos en el tiempo.

Cuevas de Sésamo
Cuevas de Sésamo

Mención especial a Cuevas de Sésamo, en la calle del Príncipe. Aunque ahora sea uno de los lugares obligatorios para que los guiris se tomen una sangría, en origen era un lugar de encuentro para las tertulias literarias. Su historia se remonta a mayo de 1951 y muy pronto se convirtió en uno de los sitios preferentes de literatos y artistas. Autores como Luis Goytisolo, Juan Marsé y Alfonso Grosso se dieron a conocer a raíz de la obtención del premio Sésamo. Camilo José Cela, González Ruano, Buero Vallejo, Dámaso Alonso, Adolfo Marsillach, Alvaro de la Iglesia, Edgar Neville, Luis Escobar, José Tamayo y otras gentes del teatro y las letras eran vistos en Sésamo con frecuencia. Hemingway también paso por Sésamo.

A esta intensa actividad relacionada con las letras y la cultura se une el Teatro de la Comedia, inaugurado en 1875 en la calle del Príncipe; la Real Academia de la Historia, con sede en el caserón llamado «Nuevo Rezado» en la calle del León, y el Ateneo, fundado en 1829 y que desde 1884 ocupa el edificio de la calle del Prado, y que tiene por lema «la formación de una sociedad patriótica y literaria para la comunicación de ideas, el cultivo de las letras y de las artes, el estudio de las ciencias exactas, morales y políticas y contribuir, en cuanto esté a su alcance, a propagar las luces entre los ciudadanos».

Teatro de la Comedia
Teatro de la Comedia
Fachada del Ateneo
Fachada del Ateneo

En otro orden, y además de los edificios ya citados, merece destacarse el palacio de Ugena, en la calle del Príncipe, construido por Pedro de Rivera entre 1730 y 1734 y sede actual de la Cámara de Comercio e Industria de Madrid.

Palacio de Ugena
Palacio de Ugena

El edificio Simeón, en la plaza de Santa Ana, frente al Teatro Español, construido entre 1919 y 1923 por Jesús Carrasco y Encina en el solar que dejó el palacio de los condes de Montijo del arquitecto Silvestre Pérez. La fachada presenta grandes miradores de hierro entre pilastras gigantes que abarcan los tres pisos, dos de los cuales se dedicaron a locales comerciales (Almacenes y Banco Simeón), mientras que el más alto estaba ocupado por el Hotel Victoria, lugar de reunión y hospedaje de los toreros que venían a Madrid, dando un ambiente muy especial a la plaza. Hoy todo se ha transformado en el Hotel Sol Melía Reina Victoria.

Edificio Simeón. Hoy Hotel Sol Melía Reina Victoria
Edificio Simeón

El edificio Pérez Villaamil en la plaza de Matute, una de las obras más importantes del modernismo madrileño, construido entre 1906 y 1908 por el arquitecto Eduardo Reynals para viviendas. Destaca la decoración exterior a base de molduras, ménsulas, cornisas y hierro forjado en los balcones, donde las composiciones a base de curvas y contra curvas tienden a simular tallos y formas vegetales.

Casa Pérez Villaamil
Casa Pérez Villaamil

La iglesia de Jesús de Medinaceli y convento de padres capuchinos (hasta la desamortización de Mendizábal, de trinitarios), fundado en 1606 por Francisco Gómez de Sandoval, duque de Lerma, aunque posteriormente se hicieron con su patronato los duques de Medinaceli. La edificación actual es de 1930. En él se venera la imagen del Nazareno que los madrileños, todos los viernes, especialmente los de Cuaresma, acuden en masa a venerar. Y Jesús de Medinaceli devuelve la visita todos los Viernes Santo en una emocionada e impresionante procesión que presencia medio millón de personas.

Iglesia de Jesús de Medinaceli
Iglesia de Jesús de Medinaceli

El Palacio del Hielo en la calle del Duque de Medinaceli. Destinado en principio al ocio y a modernos establecimientos comerciales, se erigió entre 1920 y 1922 con obras dirigidas por los arquitectos Gabriel Abreu y Fernando García Mercadal. Disponía en la planta baja de una pista de patinaje sobre hielo, salón estilo Luis XIV para bailar y tiendas; en el entresuelo, gradas y galerías que daban a la pista de hielo, restaurante y sala de fumadores; en el último piso había un establecimiento con exposición y venta de automóviles. Fue un fracaso y cerró. En 1928 lo adquirió el Estado para diversas dependencias y hubo de realizarse una remodelación profunda dirigida por Pedro Muguruza Otaño.

Y han desaparecido las Platerías de Martínez, al final de la calle de Moratín, creadas como fábrica y escuela de platería por Antonio Martínez, bajo la protección de Carlos III. El edificio, construido en trazas clásicas por el arquitecto Carlos Bargas, tenía una fachada principal encolumnada de orden dórico y en el ático un grupo escultórico que representaba a Minerva premiando a las artes. Tras desaparecer como platería a mediados del siglo XIX, fue destinado a diversos usos entre los que destaca la Junta de Pensiones Civiles. Posteriormente fue derribado.

Platerías de Martínez
Platerías de Martínez

El palacio de Medinaceli, donde se levanta el Hotel Palace.

El palacio de Xifre, curiosa construcción de estilo árabe derribada en los años cuarenta para edificar la Casa Sindical (hoy Ministerio de Sanidad). En la parte trasera estuvieron las instalaciones del diario Pueblo.

El oratorio y convento de San Felipe Neri. Los Filipenses permanecieron aquí hasta que, al ser expulsados los jesuitas en tiempos de Carlos III, pasaron a la casa de éstos en la plaza de Herradores. Con el derribo se amplió la plaza del Ángel.

Palacio Xifre
Palacio de Xifre

Desapareció Los Gabrieles, en la calle de Echegaray, antiguo local de prostitutas y luego bar convencional y de copas, con 106 años de vida. Los azulejos cubrían las paredes con coloridas escenas, sobre todo de anuncios de vinos de Jerez y otros caldos. Algunas composiciones eran reproducciones de cuadros de Velázquez y de Goya, e incluso una escena del Quijote

Llegó a ser el local favorito de los toreros, los cantaores, los artistas y los aristócratas. Su interior conservaba el aroma de tantas noches de flamenco, juerga, alcohol y lo que se terciara. Los ricos clientes disfrutaban de fiestas que duraban hasta el amanecer y pagaban a algunos de los principales cantantes de flamenco de la época, como Antonio Chacón y La Niña de los Peines, para que actuaran ante ellos.

En el sótano del establecimiento había una serie de cuartos tipo cueva, todos cubiertos de azulejos pintados, lugares donde la gente de bien se reunía para beber, divertirse y pasar a mayores.

Los Gabrieles
Los Gabrieles

La segunda planta estaba igualmente plagada de azulejos, con una barra antigua de madera, un retablo de la Macarena y dibujos con motivos de todas las ciudades de España.

Pero el edificio se remodeló por completo y el local tuvo que cerrar, pero — sí—, por ser espacio protegido, eran intocables los azulejos, que han sido restaurados.

Y también desapareció en 1810, durante el reinado de José Bonaparte, el convento de carmelitas de Santa Ana, fundado por san Juan de la Cruz en 1586. En el solar que ocupaba se formó la plaza de Santa Ana, que cuenta con las estatuas de Calderón de la Barca y de Federico García Lorca.

Cervecería Alemana
Cervecería Alemana
Villa Rosa
Villa Rosa

En la Plaza de Santa Ana, la calle de Huertas y alrededores se encuentra una de las mayores concentraciones de bares, tascas, cervecerías, discotecas y pubs de Madrid. Destacamos por su antigüedad o prestigio: la Cervecería Alemana, fundada en 1904, la Cafetería La Suiza, de 1858, la muy taurina Taberna Viña y la antigua Villa Rosa, con bella decoración de azulejos, en la plaza de Santa Ana; el Café Central, famoso por sus conciertos de jazz, en la plaza del Ángel; La Trucha y Viva Madrid, en Manuel Fernández González; La Venencia y Sol y Sombra, en Echegaray; Casa Alberto y Café Concierto Fídula, en Huertas; O´Connell´s (un irlandés), en Espoz y Mina; El Parnaso, en Moratín; La Dolores y Los Gatos, en la calle de Jesús.

En la parte cercana a Sol, el convento e iglesia de San francisco de Paúl, más conocido como de la Victoria, comprendía el espacio limitado por la carrera de San Jerónimo y las calles de la Victoria, Cruz, Cádiz Carretas y la Puerta del Sol. Derribado en 1838, sobre su solar se abrió el primer tramo de Espoz y Mina y más tarde el pasaje Mathéu que se proyectó inicialmente como pasaje comercial como los entonces de moda en Europa, con enormes tiendas de lujo y bazares. La galería o calle central estaba cubierta por una armadura de hierro y cristal, y sus entradas estaban formadas por cuerpos salientes rematados con esculturas de Francisco Pérez que personificaban el comercio y el lujo. Fue un fracaso para su propietario Manuel Matéu, que se arruinó. Hoy la cubierta y arcos de entrada han desaparecido y las tiendas han sido sustituidas por bares y restaurantes que extienden sus mesas al aire libre al menor indicio de buen tiempo.

Iglesia y convento de la Victoria
Iglesia y convento de la Victoria

Por toda esta zona, calles de Cádiz, Barcelona, Espoz y Mina, Cruz, Pozo, pasaje Mathéu, Álvarez Gato, la Victoria o Núñez de Arce, proliferan igualmente las pensiones, tabernas y restaurantes. Difícil es concebir el «chato» de vino o la «caña» de cerveza sin su correspondiente «tapa». Cualquier oportunidad es buena para transgredir las incómodas normas de la dietética y degustar los más indigestos y deliciosos manjares: los calamares, las gambas, los mejillones, los callos, la tortilla, el escabeche en grandes trozos, las aceitunas aliñadas, los caracoles y muchas otras preparaciones esperan tentadoras en los mostradores.

la casa del Abuelo
La Casa del Abuelo

Imprescindible visitar La Ría, en el pasaje, con los mejillones al limón y picantes; La Casa del Abuelo, en la calle de la Victoria, con su vino embocado y sus cazuelillas de gambas a la plancha o al ajillo; Las Bravas, en Álvarez Gato (el callejón del Gato), con tres especialidades: las patatas bravas (las mejores y auténticas), la tortilla y el pulpo, y con unos espejos mágicos, cóncavos y convexos, que hacen propaganda a los productos de la casa y reflejan las imágenes de los clientes: extremada delgadez a la entrada y obesidad desbordante a la salida. No son los espejos que viera Valle-Inclán en una antigua y desaparecida ferretería, pero, sin embargo, evocan su recuerdo. Las figuras grotescas y deformes que reflejaban a quien en ellos se contemplaba, causa de incesante peregrinación jocosa de los madrileños, fueron utilizados por Valle-Inclán para explicar el concepto de «esperpento» en su obra Luces de bohemia.

Las Bravas
Las Bravas
Pastelería del Pozo
Pastelería del Pozo

Y tampoco podemos dejar de acercarnos a la Pastelería del Pozo, en la calle —— del Pozo, fundada en 1830, y que presenta la estética de los comercios tradicionales, con una fachada compuesta por cuarterones de madera y paños de cristal en las puertas y el escaparate. El interior conserva el sabor de los antiguos obradores, de hecho se siguen elaborando de forma artesanal unos magníficos hojaldres que han dado fama al establecimiento.

 

LA CARRERA DE SAN JERÓNIMO

Desde la Puerta del Sol, cruzando la plaza de Canalejas, y hasta la de las Cortes, que prolonga la vía hasta la de Neptuno, va esta calle, una de las más animadas de Madrid.

En tiempos, desde la Puerta del Sol partían hacia el Prado varios senderos; uno de estos, al construirse el monasterio de San Jerónimo en 1503, aumentó su trasiego y se especializó en carrera (vía para carros) para ese destino concreto y cercano. Fue el origen de la Carrera de San Jerónimo. Y su importancia aumento al usar los Austrias el Buen Retiro como centro cuaresmal y de festejos, y cuando se incendió el Alcázar como palacio de la Corte de los primeros Borbones.

En el siglo XVI comenzaron las edificaciones, y pronto palacios y conventos inundaron la calle. Aquí estuvo, esquina con la Puerta del Sol, a la derecha, la iglesia y convento de mínimos de San Francisco de Paula, llamado de la Victoria, fundado en 1561y abatido en tiempos de la desamortización de Mendizábal.

En el chaflán con Espoz y Mina estuvo la librería de Fernando Fe, especie de parnasillo donde hacían tertulia escritores y poetas de finales del XIX. Luego pasó a la Puerta del Sol y también ha desaparecido.

Iglesia del Buen Suceso y a la derecha el convento de la Victoria
Plano de texeira de 1656. Iglesia del Buen Suceso y al lado el convento de la Victoria

En la esquina con la calle de la Victoria se encontraba la fonda y café de La Fontana de Oro, con tertulia política en tiempos de Fernando VII, donde atronaba apocalíptica la voz de Alcalá Galiano entre los más exaltados oradores. Galdós ambientó su novela La Fontana de Oro, sobre el trienio liberal (1820-1823) en este famoso café. Hoy se ha abierto un local con el mismo nombre en la calle de la Victoria y esquina con la del Pozo.

Lhardy
Lhardy

Sí permanece Lhardy, inaugurada en 1839 como pastelería y que poco después se convirtió en restaurante. Su aspecto exterior e interior casi no ha cambiado desde entonces. Si a media mañana apetece renovar fuerzas, hay que entrar y pedir un caldo, unas croquetas, unos hojaldritos o las célebres barquitas de ensaladilla o riñones como aperitivo. Y si lo que se tiene es ganas de algo más contundente, un cocido madrileño, la especialidad de la casa, en el restaurante interior.

De la misma época y estilo que el Lhardy, y situado poco más arriba, era el Prosper, que fracasó y hubo de cerrar.

En la otra acera estuvo hasta 1856 el muro del hospital e iglesia del Buen Suceso, con portada por la Puerta del Sol, fundado por Carlos I sobre un antiguo lazareto.

En el número 11 de la calle hubo un pasaje comercial, el Iris, que comunicaba con Alcalá, inaugurado en 1847 con una decoración fastuosa y sorprendente a base de espejos, y en él el café Iris, que luego pasó a denominarse Madrid, y que era de los más animados. Pero el fracaso comercial de los demás establecimientos obligó al cierre a finales de los años 60 del siglo XIX.

La plaza de Canalejas empezó a formarse en las primeras décadas del pasado siglo donde antes era una simple encrucijada conocida popularmente como «las Cuatro calles». Varios edificios la hermosean: la antigua sede del extinguido Banco Hispano Americano, en el número 1, construido por el arquitecto Eduardo Adaro entre 1902 y 1905. La fachada contiene elementos clásicos y dos esculturas en el primer piso, flanqueando los ángulos superiores de la puerta principal.

La casa Allende y el edificio Meneses
La casa Allende y el edificio Meneses

El edificio Meneses, en el 4, con vuelta por la calle del Príncipe, levantada en 1914 por los arquitectos José María Mendoza y Ussía y José de Aragón para la viuda del financiero Meneses. A pesar de los pocos metros de fachada, su perspectiva vertical quedó muy bien remarcada por la disposición de semicolumnas gigantes entrelazadas con miradores de hierro y cristal, y con el templete circular de la esquina.

La casa Allende, en el 3, promovida por Tomás Allende para viviendas y edificada entre 1916 y 1920 según un proyecto de Leonardo Rucabado. Es típica representación del llamado estilo español historicista.

La Violeta
La Violeta

En la plaza de Canalejas no podemos dejar de entrar en La Violeta, un pequeño y elegante establecimiento que desde 1915 vende unos caramelos con esencia de violetas y las delicadas violetas escarchadas elaboradas con pétalos de esa flor.

En el número 24 de la Carrera de San Jerónimo se encuentra el teatro Reina Victoria, inaugurado en 1916 y obra de José Espelíus, encuadrado arquitectónicamente en un modelo claramente historicista. Allí antes estuvo el palacio de la marquesa de Valdegena, en cuya planta baja se abría la botillería de Canosa y luego la Cervecería Inglesa.

Teatro Reina Victoria
Teatro Reina Victoria

Y enfrente, el Café de la Iberia uno de los más populares en el Madrid decimonónico, y posteriormente Las Candelas, de traza andaluza, lugar de reunión de comediantes, autores y periodistas. Y casi al lado, Los Italianos, también centro de reunión de gentes de teatro y de letras. Todo ha desaparecido.

Sí podemos admirar, antes de llegar a Cedaceros, el palacio de Miraflores, construido entre 1731 y 1732 para el conde de Villapaterna, con fachada atribuida a Rivera.

De la calle de Cedaceros partía y tenía su final una línea de tranvías de vía estrecha inaugurada en 1902, llamados primitivamente «cangrejos» por estar pintados de rojo

En la esquina con esa calle y vuelta a la antigua del Sordo (hoy de Zorrilla), en terrenos hoy de la ampliación del Congreso de los Diputados, se fundó a fines del siglo XVI el hospital de San Pedro y San Pablo para italianos.

En el número 30 de la Carrera está Casa Mira, la turronería que en 1885 aquí estableció Luis Mira, un labrador de Jijona (Alicante) que elaboraba artesanalmente el turrón como tantos de sus convecinos.

Casa Mira
Casa Mira

Donde estuvo el Hotel Rusia, en la esquina de la calle de Ventura de la Vega, una lápida recuerda que allí se efectuó, el 15 de mayo de 1896, la primera proyección de cinematógrafo en Madrid.

Y poco mas allá, antes de llegar a la calle de Santa Catalina, se levantaba el convento de la Concepción de monjas bernardas, más conocido como el de las monjas de Pinto por haber sido fundado en 1529 en ese pueblo y aquí trasladadas en 1588.

En la parte izquierda del declive hacia Neptuno se estableció en 1599 el convento de Espíritu Santo, de Padres Clérigos Menores, que quedó vació tras un violento incendio ocurrido en 1823 — que intencionadamente— mientras asistía a un acto religioso el duque de Angulema (el de los cien mil hijos de San Luis), y ya no se rehizo. En 1834 se habilitó la iglesia para acoger la reunión de las Cortes Generales hasta 1841, año en el que fue demolido y construido en su solar el nuevo y actual edificio del Congreso de los Diputados, obra del arquitecto Pascual y Colomer e inaugurado en 1850. Se trata de un edificio de trazas clásicas, articulado en torno a una planta rectangular sobre la que se distribuyen sus dependencias: un salón de sesiones semicircular, sala de conferencias, gabinete de ministros, salas de la presidencia, secciones y comisiones, además de archivo y biblioteca. En el exterior, destaca su fachada principal a la Carrera de San Jerónimo, con un pórtico de acceso corintio de seis columnas, rematado por un frontón con relieves de Ponciano Ponzano, que representan a España abrazando la Constitución. Los leones que flanquean la escalinata de acceso se añadieron en abril de 1872, siendo construidos por Ponzano con el bronce de unos cañones tomados al enemigo después de la Guerra de África de 1859-1860. Durante los años 80 del pasado siglo hubo de ser ampliado para habilitar despachos de los diputados, salas de prensa y de conferencias.

Convento del Espíritu Santo
Convento del Espíritu Santo
Congreso de los Diputados
Congreso de los Diputados

A espaldas del edificio del Congreso, hay que destacar que en la calle de Jovellanos se halla el teatro de la Zarzuela, inaugurado en 1856, destruido por un incendio en 1909 (se conservo intacta la fachada) y nuevamente reconstruido. En la calle del marqués de Cubas, antes del Turco, fue asesinado el general Prim el 30 de diciembre de 1870 cuando era presidente del Consejo de ministros. Y la calle del marqués de Casa Riera fue abierta en parte del solar que dejó el palacio del Marqués de Casa Riera, que a su vez lo había hecho sobre el del convento de la Natividad de Nuestra Señora y San José, de carmelitas recoletas calzadas, vulgarmente llamado de «Las Baronesas», fundado en 1650 y demolido en 1836.

Teatro de la Zarzuela
Teatro de la Zarzuela

Frente al Congreso de los Diputados, la plaza de Cervantes se abrió en parte del solar del convento de dominicas de Santa Catalina de Siena, fundado en 1510 para el cuidado y educación de hijas de familias nobles, y que aquí tuvo una de sus varias ubicaciones entre 1610 y 1810.

Las casas de los grandes alternaban con los conventos. En lo más bajo de la calle se veía el palacio del duque de Villahermosa, esquina al paseo del Prado, sede actual del Museo Thyseen, y, enfrente, la vasta fachada del palacio de Medinaceli con sus innumerables ventanas y el jardín a un lado, inmenso terreno donde el 12 de octubre de 1912 Alfonso XIII inauguró el Hotel Palace.

Palacio de Medinaceli
Palacio de Medinaceli

Cruzando el paseo del Prado y continuando por la calle de Felipe IV, mientras dejamos a un lado y a otro el Hotel Ritz, construido entre 1908 y 1910 para alojar a las personalidades asistentes a la boda de Alfonso XIII con Victoria Eugenia de Battenberg, y el Museo del Prado, con la colección de pintura española más completa de los siglos XI al XVIII, y muchas de las obras maestras de grandes pintores de importancia universal, como El Greco, Velázquez, Goya, El Bosco, Tiziano, Van Dyck o Rembrandt, llegamos a la iglesia de San Jerónimo, que es lo único que queda del antiguo monasterio.

Fue fundado por Enrique IV en 1460 junto al camino de El Pardo, y luego trasladado por los reyes Católicos, en 1503, al alto del llamado entonces Prado Viejo, su lugar actual. Felipe II mandó levantar, adosado a la parte oriental de la iglesia, un cuarto o aposento de retiro para sus oraciones. Más tarde, esta estancia habría de ser origen y dar nombre al palacio del Buen Retiro.

Los estragos a causa de la guerra contra los franceses fueron tremendos: del palacio quedó en pie únicamente el llamado “Salón del Reino”, en la calle de Méndez Núñez, y el “Salón de Baile” (Casón del Buen Retiro), en la calle de Alfonso XII, con vuelta a la de Felipe IV. Del monasterio sólo se salvaron los muros y cubierta de la iglesia. Se arreglo todo de forma precaria, pero los monjes jerónimos tuvieron que abandonarlo cuando llegó la época de la desamortización.

Iglesia de San Jerónimo
Iglesia de San Jerónimo en 1929, con el antiguo claustro a la derecha

Ruinoso y abandonado, la iglesia fue objeto de dos obras de restauración durante la segunda mitad del siglo XIX, una primera realizada por el arquitecto Narciso Pascual y Colomer entre 1848 y 1859, y otra en 1879 por Enrique María Repullés y Vargas.

En el antiguo claustro, el arquitecto Rafael Moneo ha levantado un edificio para ampliar las salas del Museo del Prado.

La Real Academia de la Lengua con entrada principal en la calle de Ruiz de Alarcón, es otro de los edificios cercano a los Jerónimos. La Institución fue creada en 1713 con la misión de cultivar y fijar la pureza y la elegancia de nuestro idioma. Su sede actual, obra del arquitecto Miguel Aguado de la Sierra, fue inaugurada en 1894.

 

CALLE DE ALCALÁ

La calle Alcalá es una de las más populares y representativas de Madrid, y se extiende 10,5 Km desde la Puerta del Sol hasta la avenida de la Hispanidad, en el límite noroeste de la ciudad.

La calle de Alcalá en 1750
La calle de Alcala en el cuadro de Antonio Joli (1750) contemplada desde poco más abajo de la Puerta de Alcalá y con en centro de Madrid al fondo. La fuente de Cibeles se instaló en 1782. Se aprecia un puente de piedra para atravesar el arroyo que corria por los ahora paseos del Prado y Recoletos, el llamado del Bajo Abroñigal o Valnegral, o también de la Castellana

Para sentir de verdad el latido entrañable del madrileñismo, de lo señorial, mezclado con el gusto por lo castizo y popular, hay que pasear por las aceras de la calle de Alcalá, y principalmente en la parte más antigua, de Sol a la Cibeles.

Por la calle de Alcalá...«Por la calle de Alcalá,
con la falda almidoná
y los nardos apoyaos en la cadera,
la florista viene y va
y sonríe descará
por la acera de la calle de Alcalá.
El buen mozo que la ve
va y le dice: «venga usted
a ponerme en la solapa lo que quiera,
que la flor que usted me da
con envidia la verá
todo el mundo por la calle de Alcalá…»

Su trazado surge a comienzos del siglo XV de un antiguo camino que conducía hacia Alcalá de Henares y hasta Aragón, y se llamó en un principio de los Olivares, por dos muy frondosos que, con un repecho y una fuentecilla, constituían los «Caños de Alcalá».

Casa del marqués de Torrecilla
La calle de Alcala hacia 1880. En primer término, la casa del marqués de la Torrecilla, arranque de las Diligencias Peninsulares. A continuación el Ministerio de Hacienda, antigua Casa de la Aduana

La calle nació, pues, viaria y carreteril, con mesones, herreros y alquiladores de coches y mulas, y hasta fue arranque de las Diligencias Peninsulares, con acomodada fonda en la casona del marqués de Torrecilla, junto al Ministerio de Hacienda, construida por Pedro de Ribera y hundida por bombardeo durante la Guerra Civil. A la marquesa, a quien acompañaba siempre un eunuco, la cortejaba el marqués de la Ensenada, y por ese motivo alguien puso un letrero en la puerta: «Por aquí pasó don Cenón, la marquesa y un campón»

A raíz del nombramiento de Madrid como capital de España en el siglo XVI, y a medida que la población de la ciudad crecía, las aceras de la calle de Alcalá se fueron poblando de mansiones de la aristocracia y de conventos, convirtiendo el antiguo camino en parte de la ciudad.

Al inicio, a la derecha, con portada por la Puerta del Sol, estuvo hasta 1856 la iglesia y hospital del Buen Suceso, fundado por Carlos I sobre un antiguo lazareto. Luego, el Hotel París, el más elegante entonces de Madrid, y en los bajos el Café de la Montaña, que tenía también entrada por la Puerta del Sol. En él perdió su brazo Ramón de Valle-Inclán de resultas de la agresión del periodista Manuel Bueno cuando los dos se enzarzaron en una violenta discusión.

Café de la MontañaValle-Inclán
El Café de la Montaña y don Ramón del Valle-Inclán

Poco más allá, el Salón de Actualidades, galante, con actuación de cupletistas.

A continuación, el pasaje comercial Iris, abierto en 1847, que comunicaba con la Carrera de San Jerónimo, y en él el café Iris. El fracaso económico obligó al cierre a finales de los años 60 del siglo XIX.

Y el edificio de la antigua compañía de seguros La Equitativa, con fachada también a la calle de Sevilla. Fue construido entre 1882 y 1891 siguiendo un proyecto del arquitecto José Grases Riera en un estilo ecléctico muy original. Destacan en su fachada las ménsulas en forma de cabeza de elefante que sustentan el balcón del primer piso, y el cuerpo semicircular del ángulo esquinero, coronado por una torrecilla con reloj y templete.

Edificio de la Equitativa
A la izquierda, el edificio de la antigua Equitativa. A la derecha, el Casino de Madrid, la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y el Ministerio de Hacienda

Si iniciáramos el recorrido por la acera de la izquierda, podríamos en tiempos pasados haber entrado en dos cafés: el Colonial y el Madrid. O en la Horchatería Candela, atendida por camareras.

Interior del Café Madrid
Interior del Café Madrid

Sigue la calle con el Ministerio de Hacienda, antigua Casa de la Aduana, que sí permanece, construido en tiempos de Carlos III por Sabatini, y en cuya ampliación de 1944 se aprovechó la portada barroca de la desaparecida y antes referida casa del marqués de la Torrecilla

Contiguo queda el edificio de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, construido entre 1724 y 1725 por el arquitecto José Benito Churriguera como casa-palacio de Francisco Miguel de Goyeneche, conde de Saceda, y renovado más tarde por Diego de Villanueva. Mas de mil cuadros atesora, entre los que destacan la obra de Goya: Autorretrato, La Tirana, El entierro de la Sardina, Penitentes de la Inquisición, Toros en un pueblo, La casa de los locos y el Príncipe de la Paz, maravilloso retrato que hizo a Godoy.

Otra construcción noble ocupa el Casino de Madrid, en el solar que dejó el palacio de Villarroel. Vale la pena visitar su interior, la suntuosa escalera, los grandes salones con espejos, arañas, tapices y toda clase de servicios. Se construyó entre 1905 y 1910 con obras dirigidas por José López Salaberry según planos de la familia de arquitectos Farge. En el exterior destaca el balcón corrido del primer piso.

Escalera del Casino de Madrid
Escalera del Casino de Madrid

Esquina a Peligros estuvo el convento de Nuestra Señora de la Piedad, de monjas bernardas, vulgarmente llamado de las Vallecas, fundado en 1473 en el entonces pueblo de Vallecas y trasladado a Madrid en 1522. Fue la primera construcción que se hizo por aquellos parajes. Desapareció en tiempos de la desamortización de Mendizábal. Allí se veneraba una talla de Nuestra Señora, de origen africano, conocida como Virgen de los Peligros.

El solar de las Vallecas fue ocupado sucesivamente por la Bolsa de Comercio (una de las varias ubicaciones que ha tenido antes de recalar definitivamente en la plaza de la Lealtad); por un teatro, el del Museo; por un conocidísimo café, el Fornos, y por el edificio del Banco Vitalicio.

El Fornos, uno de los locales de más animada vida del Madrid alfonsino, llenó todo un capítulo en la historia amable de nuestra villa. El café, que permanecía abierto toda la noche, era local para juergas galantes y sede de tertulias de comediantes, escritores, políticos, artistas, aristócratas, financieros o toreros. Famosas eran sus cenas baratas a la salida de la «cuarta» del Apolo, la última sesión (de una a dos de la noche) en el cercano y desaparecido Teatro Apolo.

Café de Fornos
El Café de Fornos en 1908

Al lado, cruzando la calle de Peligros, la elegante iglesia de las Calatravas, que perteneció al Monasterio Real de la Concepción, derribado en 1872 y que aquí se estableció a finales del siglo XVII. En el interior destaca el soberbio retablo de la capilla mayor, realizado por José Benito de Churriguera entre 1720 y 1724, con esculturas de Pablo González Velázquez.

En ese tramo, desapareció el elegante Café Aquarium, donde tuvieron tertulia Antonio Díaz-Cañabate y José María de Cossío.

Desde las Calatravas a Cibeles había plantados en la segunda mitad del siglo XIX, dos filas de pinos, formando un paseo, que con guasa se llamó el «pinar de las Gómez», frecuentado por las más cursis a la salida de la misa dominical para lucirse y buscar novio.

La calle de Alcalá a finales del siglo XIX
Finales del siglo XIX. Carros por la calle de Alcalá junto a la iglesia de las Calatravas. A la izquierda, el Fornos
La calle de Alcalá en 1900
1900.La calle de Alcalá, las Calatravas y los primeros tranvías. También se aprecia el famoso «pinar de las Gómez»

En la esquina con vuelta a Caballero de Gracia, e inicio de la Gran Vía, el palacete de estilo francés de la Unión y el Fénix, iniciado por los arquitectos Jules y Raymond Fevrier y terminado en 1910 por el español Luis Esteve. Su cúpula estuvo coronada en un principio por un ave fénix que simbolizaba la antigua compañía, pero en 1975, cuando se hizo cargo del edificio la Compañía Metrópolis, fue sustituido por una victoria alada obra de Federico Coullaut Valera.

Casa del Ataud
1910. La calle de Alcala y en el centro la «Casa del Ataud», llamada así por su delgadez. Estaba situada en la confuencia con las calles de Caballero de Gracia
y la desaparecida de San Miguel, antes de abrirse la Gran Vía. En esa esquina se encuentra ahora el edificio Metrópolis
Edificio Metrópolis
El edificio Metrópolis y el inicio de la Gran Vía

Tras cruzar la Gran Vía y la calle del Marqués de Valdeiglesias, encontramos la Casa del Párroco, primer edificio que se construyó, entre 1910 y 1912, como parte de las obras de la Gran Vía. Considerado como prototipo del neobarroco madrileño, ocupa el solar de la antigua vivienda del párroco de la vecina iglesia de San José.

La iglesia barroca de San José, que escapo de milagro a los derribos por la construcción de la Gran Vía, perteneció al convento de San Hermenegildo, fundado en 1586 y abatido en tiempos de la desamortización, y más conocido con el nombre del Carmen Descalzo por estar habitado por religiosos de dicha orden.

Iglesia de San José a finales del siglo XIX
Iglesia de San José en 1905, con la antigua casa del párroco
Salida de misa iglesia de San José en 1908
Salida de misa en la iglesia de San José en 1908. Aquí también se aprecia el «pinar de las Gómez»

En el solar del convento estuvo el Teatro Apolo, durante muchos años considerado «catedral del género chico». Tenía un aforo de 2.500 personas y fue inaugurado en 1873. A pesar del excesivo precio de sus entradas (18 reales), se convirtió en uno de los teatros más emblemáticos del Madrid de la Restauración. Allí se estrenaron algunas de las zarzuelas más conocidas, como La verbena de la Paloma (1894), La Revoltosa (1898), o Doña Francisquita (1923). Cerró sus puertas en 1929, al ser comprado por el Banco de Vizcaya para su sede en Madrid.

Teatro Apolo
Teatro Apolo

Si retomamos el paseo por la acera derecha, tras el cruce de la calle de Sevilla, lo primero que contemplamos es el edificio que para el Banco de Bilbao construyó Ricardo Bastida entre 1920 y 1923. Destacan en él las vidrieras y murales de su rotonda central, las esculturas de la fachada y, sobre todo, las dos cuadrigas monumentales que coronan ambos torreones del edificio, realizadas en bronce por Higinio de Basterra.

Antes estuvo allí el Salón Japonés, donde se dio a conocer La Fornarina interpretando «El pachá Bum-bum y su harén», provocando un gran escándalo al aparecer en escena desnuda encima de una bandeja de aparente plata, que desembocó en el cierre del teatro. Y también el Café Suizo, centro de conspiraciones y parnasillo literario de la generación del 98. Y mucho antes una hospedería de cartujos con una alabada imagen de San Bruno.

Edificio Banco Bilbao
Edificio Banco Bilbao
el Café SuizoLa Fornarina
El Café Suizo y Consuelito Bello «La Fornarina»

Sigue el Teatro Alcázar, construido en 1921 por Eduardo Sánchez Eznarriaga. Inicialmente se le conoció como Palacio de los Recreos por albergar un teatro, una sala de fiestas y salones para tertulia. Pero antes abría allí sus puertas El Trianón Palace, considerado la «catedral del género cupletista y sicalíptico», que había sido inaugurado en 1911.

Al lado también estaba el Café Lyon d´Or, con tertulia de gentes del teatro y de las letras. Y esquina a Cedaceros, el Café Marfil, donde pasó Jacinto Benavente sus últimos días como tertuliano

Trianon Palace. 1911
Sala del Trianón Palace en 1911

La sede del Ministerio de Educación, del arquitecto Ricardo Velázquez Bosco, se inauguró en 1929 y dispone de un hermoso salón de Goya y de una completa galería de retratos de todos los titulares. En ese solar, entre 1790 y 1920, estuvo la Casa de los Heros, que fue palacio presidencial en la primera República y más tarde sede de la Presidencia del Consejo de Ministros.

El edificio siguiente, donde antes había estado establecida la fonda de la Cruz de Malta, fue levantado por el arquitecto Manuel Martín Rodríguez en 1802 como sede de la Dirección Hidrográfica, para conservar todos los fondos, cartas y estudios oceanográficos. En la actualidad forma parte del contiguo Ministerio de Educación.

Salón Goya. Ministerio de Educación
El Salón Goya en el Ministerio de Educación

Por allí estuvo el convento de la Natividad de Nuestra Señora y San José, de carmelitas recoletas calzadas, vulgarmente llamado de las Baronesas, fundado en 1650 y demolido en 1836. Su solar fue ocupado por los jardines y palacio del marqués de Casa Riera, también desaparecido, y luego se abrió la calle del Marqués de Casa Riera y se alza parte del Círculo de Bellas Artes.

El Círculo de Bellas Artes inició su andadura en 1879, cuando una veintena de pintores, encabezados por Plácido Francés, se juntaron para formar una asociación de artistas, que poco a poco fue creciendo en número de socios. Después de varias sedes provisionales, Antonio Palacios construyó entre 1921 y 1926 el edificio de la calle de Alcalá. Del interior destaca la escalera barroca de doble tiro que va uniendo las distintas plantas del edificio, que, a su vez, se estructuran en tres partes diferentes según los diversos usos. El exterior se encuentra decorado con esculturas de Capuz y Adsuara y coronado por una Minerva de Juan Luis Vasallo. Dispone el Círculo, además, de un teatro, un cine estudio y un restaurante-cafetería. De entre las tradiciones de la institución destaca el baile de máscaras que se celebra todos los años durante las fiestas de carnaval.

Círculo de Bellas Artes. La Pecera
La Pecera, famosa cafetería del Círculo de Bellas Artes

Lindando con el Círculo de Bellas Artes, otros dos cafés lujosos y con tertulia desaparecidos: La Granja del Henar y Negresco.

Granja del Henar
Tertulia en La Granja del Henar con don Ramón María del Valle-Inclán
Café Negresco
Terraza del Café Negresco en 1935

En el último tramo antes de llegar a Cibeles encontramos a la derecha el Banco de España, grandioso edificio construido entre 1882 y 1891 donde antes tuvo su palacio el marques de Alcañices, duque de Sesto. Las obras se realizaron según proyecto de Eduardo Adaro y Severiano Sainz de la Lastra. La ultima ampliación que ha tenido — esquina con Marqués de Cubas—, obra de Rafael Moneo, concluyo en 2006. El Banco de España fue fundado en 1846 para aunar instituciones anteriores, como el Banco de San Carlos, el de San Fernando o el de Isabel II.

Palacio de Alcañices
Palacio de Alcañices
Banco de España
Banco de España

A la izquierda, en el chaflán con la calle del Barquillo, donde antes estuvo el palacio del marqués de Casa Irujo, ahora nos miran las enormes cariátides del Instituto Cervantes, organismo cultural público para la promoción y enseñanza de la lengua española. El edificio fue construido por Antonio Palacios y Joaquín Otamendi entre 1910 y 1918 para el antiguo Banco del Río de la Plata, fusionado luego con el Banco Central.

Y a continuación, la verja del amplio jardín del palacio de Buenavista en la antigua huerta de Juan Fernández. Se inicio su construcción en 1.769 para los duques de Alba, que no llegaron a ocuparlo, con proyecto en principio de Ventura Rodríguez, sustituido después por el de Pedro Arnal. Quien sí habitó una parte del palacio fue la nieta de los anteriores, la celebre duquesa de Alba que inmortalizara Goya, María Teresa Cayetana de Silva Álvarez de Toledo. En 1.807, el Ayuntamiento de Madrid compró el palacio para regalarlo al favorito Manuel Godoy, pero las tragedias de 1808 frustraron el propósito, incautándose el Estado del edificio en 1816. Tras diversos usos, incluso residencia de Baldomero Espartero cuando ejerció la Regencia, en 1848 se convirtió en sede del Ministerio de la Guerra. Actualmente alberga el Cuartel General del Ejército de Tierra.

Instituto Cervantes
El Instituto Cervantes, los jardines del palacio de Buenavista, Cibeles y al fondo la Puerta de Alcalá
Cibeles antes de 1884
Fotografía de J. laurent anterior a 1884. Se ve el palacio de Alcañices a la izquierda y la fuente de Cibeles en su primitivo emplazamiento, junto al palacio de Buenavista y mirando a la fuente de Neptuno

Llegamos a la emblemática plaza de Cibeles, trazada en tiempos de Carlos III, con la fuente que le da nombre, diseñada por Ventura Rodríguez y esculpida la estatua por Francisco Gutiérrez y los leones por Roberto Michel, agregándose a comienzos de este siglo los angelitos que hay detrás. Y al fondo, la bella perspectiva de la Puerta de Alcalá, algo afeada por la Torre de Valencia, justo detrás, que empequeñeció y quitó protagonismo a esta hermosa construcción.

Fuente de la Cibeles
La Cibeles

En los otros dos chaflanes de la plaza, al fondo, flanquean el Palacio de Linares, hoy Casa de América, a la izquierda, y el palacio de Comunicaciones, hoy palacio de Cibeles y sede del Ayuntamiento, a la derecha.

El Palacio de Linares fue construido para el financiero José Murga, marqués de Linares, por el arquitecto Carlos Colubí en 1873. Destaca el chaflán cilíndrico de la fachada principal, los bajorrelieves de los frontones de las ventanas y frisos, y la lujosa decoración del interior. Estuvo mucho tiempo deshabitado y dio lugar a leyendas de aparecidos, fantasmas y psicofonias de las que se escribió largo y tendido. Actualmente es la Casa de América.

El palacio de Comunicaciones (Central de correos y telégrafos) se construyó de 1.905 a 1.918 y es obra de Antonio Palacios y Joaquín Otamendi, en un estilo inspirado en el gótico, lo que le da un aire de catedral.

Plaza de la Cibeles
Plaza de Cibeles

Subiendo, en la acera izquierda abrían dos emblemáticos locales, lamentablemente cerrados en su día y hoy nuevamente abiertos, pero con distinto… encanto: la Cervecería de Correos, que tuvo peña de Federico García Lorca, y el Café Lión, con su famosa cripta — Ballena Alegre— decorada con pinturas al fresco, y en el que hubo varias tertulias frecuentadas entre otros por Valle-Inclán, Penagos, Bergamín y Francisco Ayala; personajes tan dispares políticamente como Azaña, Calvo Sotelo o José Antonio Primo de Rivera, y, tras la Guerra Civil, Dámaso Alonso y Vicente Aleixandre…

Pero antes de todo esto, este tramo de la calle, hasta la Puerta de Alcalá, estaba dominado a la izquierda por El Pósito o Alhóndiga, almacén de trigo creado a partir de 1679 para regular su mercado, como reserva para tiempos de escasez y para asegurar el precio justo del pan. Formaba un complejo con almacenes de grano, que llegaron en tiempos de Carlos III a tener una capacidad de un millón de fanegas, hornos, casa para los empleados y hasta una capilla dedicada a la Virgen del Sagrario. Luego fue ocupado por instalaciones militares.

Pósito
El Real Pósito y la Huerta del Rey. Al fondo, la antigua Puerta de Alcalá
Dependencias del Pósito en 1855
Dependencias del Pósito en 1855

Y en la derecha, los jardines del Buen Retiro (no el parque del Retiro), en terrenos de la llamada Huerta del Rey o de San Juan, por la ermita allí existente. También hubo un palacete del infante don Francisco de Paula, hijo de Carlos IV. Tras la revolución de 1868 se abrieron al público y se arrendaron a una empresa privada. Disponía de paseos, quioscos de helados, un templete para bandas de música y un teatro al aire libre. Contiguo también hubo otro teatro, el Felipe, amplio barracón de madera inaugurado en 1885 por un empresario muy popular, simpático y desvergonzado de entonces, Felipe Ducazcal (también tenía en arriendo el anterior), y en el que se estreno en 1886 la zarzuela Gran Vía, de Chueca.

Calle de Alcalá y Cibeles antes de 1891
La calle de Alcalá antes de 1891. El edificio de la derecha es el Banco de España, aún en construcción. En la plaza de Cibeles, en el lugar del antiguo Palacio de Comunicaciones se ve la arboleda de los jardines del Buen Retiro
Jardines del Buen retiro
Jardines del Buen Retiro

Llegados a la plaza de la Independencia, hay que hablar de la Puerta de Alcalá.

«De pronto me paro, alguien me observa,
levanto la vista y me encuentro con ella.
Y ahí está, ahí está.
Ahí está, viendo pasar el tiempo,
la Puerta de Alcalá…»

Erigida en 1778, en tiempos de Carlos III, fue diseñada por Sabatini. Consta de tres arcos de medio punto y dos puertas cuadradas, sobre las que se alza un gran friso, rematado por diversos símbolos militares. Y era una puerta auténtica, debido a que ambos lados aún existía la cerca delimitadora de la ciudad.

La Puerta de Alcalá
Puerta de Alcalá

Antes hubo otra puerta, construida con ladrillos, que se ubicaba un poco más al oeste, construida en 1599 con motivo de la llegada a la ciudad de Margarita de Austria, esposa de Felipe III. Tenía un arco central y dos más pequeños en cada lado.

A la entrada de lo que hoy es calle de Serrano, enclave que en tiempos fue lugar de ejecución de las sentencias del Santo Oficio, estuvo la primitiva plaza de toros de Madrid, edificada en 1799. Fue el ruedo de los grandes éxitos de Pepe-Hillo, que en ella murió el 11 de mayo de 1801, corneado por el toro Barbudo, imagen inmortalizada en el último grabado de la serie La tauromaquia de Goya.

La antigua plaza de toros junto a la Puerta de Alcalá
Antigua plaza de toros junto a la Puerta de Alcalá. El grabado representa la visión de Madrid desde el exterior, con la ciudad al fondo. Aquí también se aprecian las edificaciones del Pósito Real y los jardines del Buen Retiro

Pocos pueden imaginarse actualmente un Madrid con actividad ganadera, pero en tiempos estaba en el camino de la Mesta, el que recorrían los rebaños de ovejas trashumantes buscando nuevos lugares para apacentar según la temporada del año. Y concretamente la calle de Alcalá era parte de una de las variantes de la Cañada Real Segoviana, cuyo recuerdo queda hecho piedra en esta plaza de la Independencia, junto a la Puerta de Alcalá, con un mojón de granito guadarrameño que curiosamente ha aguantado el paso de los años.

Mojón Cañada Real Segoviana
Mojón de la Cañada Real Segoviana junto a la Puerta de Alcalá

Aquí terminaba el antiguo Madrid por esta zona y partía el camino real de Aragón. Hoy continúa la calle de Alcalá, que ha ido aumentando tal y como lo hacía la ciudad.

Por allí había varios mesones: el de San José, con taberna, herrería, carretería y establos; el de Salas, amplio y confortable, y el de Muñoz, además de otras casas donde se despachaba vino y comida.

Y estuvieron los Campos Elíseos, el primer gran parque de atracciones que abrió en Madrid, inaugurado en 1864 entre la calle de Alcalá y las actuales de Claudio Coello, Hermosilla y Príncipe de Vergara. Disponía de amplio y lujoso teatro, plaza de toros, ría navegable para barcas y un vapor, quiosco de música, cafés, jardines y paseos, casa de baños, fonda, montaña rusa, columpios, carrusel, pistas de tiro, salón de baile, explanada para fuegos artificiales y otros muchos ingenios. Frecuentado por la alta sociedad, desapareció en 1881 al construirse el barrio de Salamanca.

Campos Elíseos
Los Campos Elíseos

Ahora, dejando a la derecha la verja del Retiro, lo más destacable es la iglesia de San Manuel y San Benito, de traza neobizantina, con una esbelta cúpula y airoso campanile, construida en 1911 por Fernando Arbox. En el ángulo con O´Donnell, la estatua del general Espartero, erigida en 1886 y obra del escultor Pablo Gibert. Pero la estatua tiene una peculiaridad: el tamaño superlativo de los testículos del caballo. Tanto es así que se han hecho famosos y han sido el origen del dicho «Tiene los cojones más grandes que el caballo de Espartero», que se usa para aludir a la valentía o bravura de alguien en alguna situación complicada.

Estatua de Baldomero Espartero
Estatua de Baldomero Espartero

Unos metros más adelante, la Escuelas Aguirre, de estilo neomudéjar, obra del arquitecto Emilio Rodríguez Ayuso y por iniciativa de don Lucas Aguirre y Juárez, filántropo conquense que a su muerte legó gran parte de su fortuna para el sostenimiento de establecimientos educativos. Hoy alberga departamentos oficiales del Ayuntamiento.

Precisamente aquí estaba, y hasta bien entrado el siglo XX, el límite municipal de Madrid y el comienzo del de Vicálvaro.

Hasta llegar a la plaza de Manuel Becerra, nombre que ha recuperado tras perderlo (sólo oficialmente) durante el franquismo, y que antes tuvo el de la Alegría, nada hay que destacar, salvo la iglesia de Covadonga en la misma plaza, en cuyo altar mayor se venera una imagen de la Virgen con esa advocación que perteneció al convento de San Plácido de la calle del Pez.

Mesón de la calle de Alcalá
Antiguo mesón de la calle Alcalá

Hasta finales del XIX todo era casi descampado, con pocas casas aisladas, predominio de huertas y tierras de labor y un barracón, acreditado merendero de La Alegría, en terrenos de la plaza. También un fielato, que luego fue trasladado a la zona de Ventas. Luego fueron surgiendo otras casas de «recreo», con bailes y juegos de azar, de tal manera que se convirtió en un enclave periférico de diversión.

Merendero de la calle de Alcalá
1900. Merendero en la calle Alcalá

La historia del siguiente tramo de calle se reduce a que fue camino que conducía a la ermita y a la Venta del Espíritu Santo, además de a otros destartalados y sucios merenderos. Y que a principios del siglo XX, aparte de aumentar en número los garitos, bailes y tabernas, que atraían a gentes ávidas de fiesta y jolgorio, empezaron a construirse, sin ninguna planificación previa, modestas viviendas de una creciente población obrera.

Las Ventas del Espíritu Santo
Merendero «La Gloriosa» en las Ventas del Espíritu Santo. Principios del siglo XX
puente de las Ventas en la decada de los años 30
Puente de las Ventas en la década de los 30 del siglo pasado

La plaza Monumental de Las Ventas, que tuvo dos antecesoras, una junto a la Puerta de Alcalá y otra donde ahora se levanta el Palacio de los Deportes, fue construida en estilo neomudéjar por Manuel Muñoz Monasterio y José Espeliú, e inaugurada en 1931.

Plaza de la Ventas. Años 30
La Plaza de las Ventas por los años 30
Plaza de la Ventas
La Plaza de las Ventas

A su alrededor, multitud de tabernas: La Tienta, La Divisa, La Monumental, Los Timbales, El Albero, Los Tarantos… Los días que hay corrida, y sobre todo en las fiestas de San Isidro, se convierten en foros espontáneos de discusión taurina.

Los Timbales
Los timbales

Y la calle de Alcalá, sigue y sigue, cruza la M-30, atraviesa los distritos de Ciudad Lineal y San Blas y termina, corriendo paralela a la avenida de América, en el Nudo Eisenhower, donde se cruzan la A-2 (carretera de Barcelona) y la M-14 (también llamada avenida de la Hispanidad o carretera del Aeropuerto).

 

LA GRAN VÍA

Ya desde mediados del siglo XIX se venía pensando en la apertura de una vía que comunicara el noroeste y el centro de la ciudad y facilitara el tránsito por el entramado de callejuelas que conformaban el centro histórico.

Un primer proyecto, en 1882, pretendía prolongar la calle de Preciados, desde Callao, hasta la calle de Alcalá.

A éste le siguió en 1886 el concebido por Carlos Velasco como un pasillo de notables proporciones que conectaba la calle de Alcalá con la plaza de España (entonces de San Marcial), ligeramente por encima del trazado actual, de tal manera que atravesaba la Corredera de San Pablo a la altura de la iglesia de San Antonio de los Alemanes. El proyecto no se llevó a cabo por la oposición de los vecinos y la falta de presupuesto.

Cartel de la zarzuela Gran Vía
Cartel de la zarzuela Gran Vía

Pero la idea de que Madrid tuviera una gran avenida interior quedó fijada en la imaginación de los madrileños, e incluso fue recogida por el teatro popular en la zarzuela La Gran Vía, estrenada en el Teatro Felipe (junto a la plaza de la Cibeles) el 2 de enero de 1886, con letra de Felipe Pérez y música del maestro Chueca. Los cantables de la «Menegilda» con el «pobres chicas, las que tienen que servir…»; lo de «Caballero de Gracia me llaman…», o el «te espero en el Eslava, tomando café», se hicieron pronto populares.

Por fin, en 1897, los arquitectos municipales José López Sallaberry y Francisco Octavio Palacios fueron encargados de hacer un nuevo proyecto, aprobado en 1904, aunque los trabajos no comenzaron hasta 1910 cuando Alfonso XIII dio unos golpecitos con una piqueta de plata en la ventana de la casa del cura de la iglesia de San José, que iniciaban simbólicamente los derribos.

Alfonso XIII inaugurando obras Gran Vía
Alfonso XIII derribando simbolicamente con una piqueta de plata la casa del cura de la iglesia de San José, inaugurando así las obras para la construcción de la Gran Vía.

Con una longitud total de 1.316 metros, constituyó la operación de cirugía urbana más importante que se había realizado en España hasta ese momento. Afectó a una superficie total de 141.510 metros cuadrados, de los cuales 101.409 correspondían a expropiaciones (315 casas y 43 solares), y supuso la demolición de gran cantidad de caserío, la desaparición total de 14 calles y la transformación de otras 34.

La construcción se llevó a cabo en tres etapas, por eso cada uno de los tramos de la Gran Vía ofrece distintos aspectos, incluso recibieron al principio nombres distintos.


El primero, entre Alcalá y Montera, en paralelo a la calle del Caballero de Gracia y siguiendo el trazado de la antigua de San Miguel, se realizó entre 1910 y 1917. Recibió el nombre de calle del Conde de Peñalver en homenaje al alcalde que firmó el comienzo de las obras (hoy esta denominación corresponde a otra calle de la ciudad).

Primer tramo de la Gran Vía

Se demolieron importantes edificios, como el colegio de Nuestra Señora de la Presentación, conocido popularmente como «de las Niñas de Leganés» en honor a su fundador, el general Espínola, marqués de Leganés, y que estaba en la calle de la Reina; el palacio Masserano, lugar donde vivó Víctor Hugo niño, que luego albergó la famosa fonda Geneys y posteriormente la sede del El Heraldo de Madrid, en la calle de la Reina también; el palacio de los condes de Santa Coloma, esquina con Hortaleza, famoso por el olor de sus cocinas, del que se decía que alimentaba a muchos que pasaban exclusivamente por allí para deleitarse con tan sustanciosos aromas; el palacio de la duquesa de Sevillano, en la desaparecida calle de San Miguel, esquina a la calle del Marqués de Valdeiglesias, o la llamada por su estrechez Casa del Ataúd, en la esquina con Alcalá, donde hoy está el edificio Metrópolis. Sí se mantuvo la iglesia oratorio del Caballero de Gracia, joya neoclásica de Madrid, de Juan de Villanueva, con entrada principal en la calle de ese nombre, cuyo ábside quedó al descubierto al ser derruida la casa que lo ocultaba.

construcción del edificio Metrópolis. 1910
Construcción del edificio Metrópolis. 1910
Obras en el primer tramo de la Gran Vía
Derribos para la construcción del primer tramo de la Gran Vía. 1912

Los nuevos edificios que se levantaron en el primer tramo, la mayoría de estilo historicista y otros de estilo francés, con la planta baja dedicada a establecimientos y oficinas, y en algunos la mayor parte de los pisos y hasta la casa entera, vinieron a enfatizar la modernización de la ciudad, de sus gentes y de sus actividades económicas. Muchos fueron los comercios de lujo. Cabe destacar tiendas de moda como Samaral o Sánchez-Rubio; joyerías como Aldao, Brooking, Grassy, Perera o Sanz; concesionarios de automóviles como Chenard-Walker, Fiat, Ford o Hispano-Suiza; cafés como el Abra, Chicote, Pidoux o Molinero; compañías de seguros como La Unión y el Fénix o Seguros La Estrella; y hoteles, como el de Roma. Aunque todavía perdura alguna firma de prestigio, a partir de los años sesenta del pasado siglo este uso comenzó a decaer, dando paso a otros establecimientos menos especializados. También se instalaron en esta zona varios casinos, los centros de reunión de la alta burguesía de principios del siglo XX.

Y entre los edificios a distinguir:

  • Edificio Metrópolis, de inconfundible inspiración francesa, obra de los arquitectos Jules y Raymond Février. No pertenece a esta calle, ya que es el número 39 de la de Alcalá, pero, subiendo desde la plaza de Cibeles, sirve de presentación de la Gran Vía.
  • Gran Vía 1, de Eladio Laredo y Carranza, en el chaflán con Caballero de Gracia. De estilo ecléctico con relieves y azulejos modernistas. A lo largo de su historia ha estado ocupado por el café Molinero, el restaurante Sicilia-Molinero o la joyería Grassy.
Primer tramo de la Gran Vía
Primer tramo de la Gran Vía
  • Edificio de La Gran Peña, en el número 2, de Eduardo Gambra Sanz y Antonio de Zumárraga. La fachada presenta aspecto lujoso, pero sobrio y discreto, con el chaflán en curva, una constante en la Gran Vía, y un segundo piso totalmente acristalado.
  • Edificio de Seguros La Estrella, en el 7, de Pedro Mathet, con enormes aleros de estilo montañés y adornos de cerámica. Aquí estuvo el Pidoux American Bar.
  • Gran Vía 8, de Francisco Pérez de los Ríos. La primera casa que se terminó de construir en la nueva avenida. Aquí se abría el Salón de Té de don Aquiles Caseta, que cobraba seis reales por un servicio completo de té.
  • Gran Vía 10, también para Seguros La Estrella, de Pedro Mathet.
  • Gran Vía 12, de Eduardo Reynals, en estilo neoplateresco. En 1932 se abrió en sus bajos el Bar Chicote.
  • Casino Militar, en el 13, de Eduardo Sánchez Eznarriaga. Con influencia barrocas y uno de los más bellos de la Gran Vía.

Casino Militar

Centro Cultural de los Ejércitos, más conocido como Casino Militar
  • Oratorio del Caballero de Gracia, en el 17. Desde la Gran Vía sólo se observa el ábside de esta iglesia, obra de Juan de Villanueva. Carlos de Luque diseñó una nueva fachada alineada con el resto de los edificios, y en los años setenta del pasado siglo, Javier Feduchi Benlliure dejó a la vista el ábside practicando un gran arco en la fachada.
  • Gran Vía 18, antiguo Hotel Roma, de Eduardo Reynals. Otro ejemplo de buen gusto.
  • Círculo de la Unión Mercantil e Industrial, en el 24, de Joaquín y Luis Sainz de los Terreros. Impresiona su enorme tamaño y su poderosa torre redonda del chaflán. Albergó en sus bajos las renombradas “Pañerías y Sederías Red de San Luis”. Hoy abre allí, desde 2014, sucursal del Casino de Aranjuez, después de que por prohibición del juego desapareciera el último en 1924 y de que tras su nueva aprobación en 1980, sòlo se permitiera que los casinos estuvieran a una distancia de 29 Km de los centros urbanos.
Almacenes Rodríguez
Primer tramo de la Gran Vía desde la Red de San Luis en la década de los 70.
A la derecha, los desaparecidos Almacenes Rodríguez durante las obras de su desmantelamiento y el Oratorio de Caballero de Gracia
Primer tramo Gran Vía
Primer tramo de la Gran Vía desde la Red de San Luis en la actualidad

Y desaparecieron, en el número 3, un edificio de estilo renacimiento construido en 1917 por Javier y Luis Ferrero, con adornos de forja y de cerámica, sustituido por otro impersonal. Y en el 19, los populares Almacenes Rodríguez. Hoy, reformado totalmente el edificio, acoge al Juzgado Contencioso y Administrativo


El segundo, entre la Red de San Luis y Callao, siguiendo aproximadamente el antiguo trazado de Jacometrezo, una calle sórdida y estrecha, abundante en casas hospitalarias de toda especie y cafetuchos de baja galantería, se realizó entre 1917 y 1922. Antes de finalizar las obras, se constató que el bulevar arbolado del proyecto original dificultaría el tráfico rodado, por lo que se decidió suprimirlo Se denominó avenida de Pi y Margall en recuerdo del que fuera presidente de la Primera República Española.

Segundo tramo de la Gran Vía
Obras en el segundo tramo de la Gran Vía. 1921
Obras en el segundo tramo de la Gran Vía. 1921

La apertura de la estación de Metro de la Gran Vía en 1919, correspondiente a la Línea 1, fue la principal causa del continuo trasiego que acompañó a este tramo desde el momento mismo de su inauguración, convirtiéndose en el mejor escaparate de los locos años 20 madrileños.

Metro gran Via. 1920
Apertura de la estación de Metro Gran Vía, con el templete de entrada ya desaparecido.
Al fondo, la calle de la derecha es Hortaleza, y la de la izquierda Fuencarral, con la Telefónica aún sin edificar
1926. Construccion de la Telefónica
Construcción de la Telefónica

Precisamente lo concurrido de la zona propició su elección como lugar idóneo para establecer los primeros grandes almacenes de la ciudad. Al ya citado Almacenes Rodríguez siguió Almacenes Madrid-Paris, abiertos en 1934 y dedicados a la venta de toda clase de artículos de comercio, desde tejidos y confecciones, zapatería y juguetes, hasta comestibles. Pero no tuvieron el éxito esperado y cerraron. En el edificio se instaló en 1925 una veterana emisora — SER actual, que antes fue Unión Radio y Radio Madrid—, y en los bajos, desde 1934 a 2002, SEPU (Sociedad Española de Precios Únicos), que basó su éxito en la venta de un surtido de artículos reducido, de fácil manejo, susceptible de venderse en grandes cantidades y con un precio de venta al público al alcance de prácticamente todos los bolsillos («Quien calcula compre en SEPU», decía su eslogan publicitario). Ahora, además de los estudios radiofónicos, en el edificio están instalados varios comercios de grandes marcas de ropa y, tras una gran reforma de su espacio interior, los almacenes Primark, que ocupan cinco plantas.

Almacenes Madrid-París
Almacenes Madrid-París
Almacenes Madrid-París
Almacenes Madrid-París
Almacenes SEPU
Almacenes SEPU en la década de los 50
Almacenes SEPU
Los Almacenes SEPU en la década de los 60, con el edificio modificado en altura
Almacenes Primark
Almacenes Primark

Y en la época del llamado desarrollismo, en el decenio de los sesenta del siglo XX, cuando España comenzó a dar los primeros pasos por la senda de la recuperación económica, en los alrededores de la plaza del Callao ya se ubicaban los dos símbolos emblemáticos de la sociedad de consumo: Galerías Preciados (ya desaparecido) y El Corte Inglés.

Otros establecimientos interesantes y asombrosos para las gentes que llegaban a la ciudad eran, por ejemplo, las agencias de viajes, que ofrecían destinos a países exóticos, como Viajes Carco, que estuvo situado en la planta baja del edificio de la SER, o la tienda de discos Rekord, con las novedades discográficas llegadas de Estados Unidos. También numerosas compañías de seguros, la mayoría propietarias de los edificios en que se ubicaban.

Viajes CarcoDicos Rekord

A partir de los años cincuenta, con el auge del turismo, numerosos hoteles y cafeterías como Miami, Zahara o Fuyma, frente al Palacio de la Prensa, esquina a Miguel Moya, con una decoración antigua que se mantuvo hasta los últimos días.

Y salas de fiestas, night-clubs o boites como Flamingo, el mítico Pasapoga, Royal Bus, Top Jat y la no menos mítica Discoteca J.J. en los bajos del Palacio de la Prensa. Y también, en el tercer tramo, el que nos acerca a la plaza de España: J´Hay, York Club o Elefante Blanco. Y cercana al inicio de Alcalá, Casablanca, en la Plaza del Rey, que fue el primer local madrileño que utilizó el innovador neón en el cartel publicitario.

Sin olvidar a la lotera doña Manolita, en el número 31, que ya forma parte de la historia de Madrid, pero trasladado ahora el despacho a la calle del Carmen.

Doña Manolita
Despacho de Loterías de doña Manolita en la Gran Vía (ahora en la calle del Carmen), junto a la también desaparecida cafetería Zahara

Ni por supuesto a las salas de cine. Hubo en la Gran Vía, desde la Red de San Luis a la Plaza de España, catorce cines: el Imperial, el Palacio de la Música, el Avenida, Callao (retranqueado en la plaza del mismo nombre), Palacio de la Prensa, Capitol, Rex, Actualidades, Rialto, Lope de Vega, Gran Vía, Pompeya, Azul y Coliseum, Y aún habría que añadir otros dos por su cercanía: el Montera, al final de la calle de ese nombre, y el Torre de Madrid, al inicio de Princesa. De todo ellos sólo permanecen el Callao, Palacio de la Prensa y Capitol. Los demás han desaparecido o se han convertido en teatros, como es el caso del Rialto, Gran Vía, Lope de Vega, Pompeya y Coliseum.

Ni a los teatros que desaparecieron: el Fontalva, el Club y el café teatro King. Y mucho antes, en 1922, uno con el nombre de Gran Vía que pronto pasó a ser cine y que fue abierto en 1911 junto a la plaza de Callao, en terrenos cedidos por el Ayuntamiento hasta que las obras de la calle llegaron a ese enclave.

Teatro Fontalba
El Teatro Fontalva en los primeros años de la dácada de los 20 del siglo pasado. Y tras pasar la calle siguiente, los Almacenes Madrid-París

Unos y otros hicieron y hacen de la Gran Vía el «Broadway» madrileño. Toda la ciudad allí acude, sobre todo los fines de semana, y al igual que ocurría en las décadas de los 40-70 del pasado siglo, época dorada del cine, son frecuentes las colas en las taquillas de los distintos locales.

La plaza del Callao ya existía antes de la gran reforma que supuso la construcción de la Gran Vía, aunque de menores proporciones que las actuales y por supuesto con muy distinta fisonomía. Su nombre se dio en honor al combate naval del Callao (Perú), en 1866, en el trascurso del incidente hispano-sudamericano o Guerra del Pacífico.

Plaza del Callao. 1915
La plaza del Callao en 1915. Tras el edificio con la mediana al aire, se aprecia el teatro-cine Gran Vía
Obras en Callao

1928. Obras en la plaza de Callao. A la izquierda, el edificio del cine Callao, finalizado en 1927, que tenía en la terraza un cine de verano (se puede apreciar la pantalla) y el torreón se convertía en un faro que anunciaba el cine por las noches. En el centro, el solar destinado al edificio Capitol, que se terminaría en 1933. Y a la derecha, el Palacio de la Prensa en construcción , concluido ese mismo año en que se tomó esta foto.

Los edificios del segundo tramo de la Gran Vía son de estilo más afrancesado y algunos de estilo americano. Entre los más destacados:

Gran Vía 23, de Vicente Agustí Elguero y José Espelius Anduaga. En estilo ecléctico con casi toda la fachada a la calle de la Montera. En la esquina abría la lujosa joyería Aleixandre, transformada en hamburguesería por los años 70.

Joyería Aleixandre
Marquesina en la entrada de la antigua joyería Aleixandre

Hotel Gran Vía, en el 25, de Modesto López Otero, con influencias de estilo americanista. Aquí estuvo la emblemática cadena de venta de discos Madrid Rock, abierta por los años 80. Y al lado, apostados a la altura de donde estuvo esta tienda, muchos habrán visto dos rockeros heavies de pelo gris, pantalones de pitillo y brazos tatuados: los gemelos Emilio y José Alcázar, que protestaron en su día por el cierre y ahí se mantienen todas las tardes, rodeados de muchachas y muchachos «góticos» que quedan en ese cruce («nos vemos donde los heavies») como igual pudieran quedar en Sol junto a la estatua del Oso y el Madroño.

Madrid RockLos rockeros de la Gran Vía
La desaparecida tienda de discos Madrid Rock y los hermanos Alcázar, los rockeros de la Gran Vía

Casa Matesanz, en el 27, de Antonio Palacios, un edificio de uso comercial «a la americana» con influencia de la escuela arquitectónica de Chicago.

La Telefónica, en el número 28, de Ignacio de Cárdenas sobre planos de Louis S. Weeks. En un edificio de concepción art-decó, la parte alta se decora con pináculos a manera de una catedral gótica y la fachada con adornos neobarrocos. Fue el primer rascacielos de la ciudad al estilo americano

La Telefónica
La Telefónica al poco de ser inaugurado el edificio en 1929

Casa del Libro, en el 29, de José Yarnoz Larrosa, para la editorial Espasa-Calpe. Inspirada en el barroco madrileño.

Edificio del antiguo Teatro Fontalba, en el 30, de Salaberry y Teodoro Anasagasti. Sólo quedan los dos bloques gemelos que flanqueaban al teatro, desaparecido en 1954. Era éste más bajo, con entrada clásica de tres arcos y coronado con un grupo escultórico. Sobre él se construyó un altísimo edificio, revestido de cristales, de dudoso gusto.

Gran Vía 31, de José Miguel de la Quadra Salcedo. De estilo francés. En sus bajos estuvo la cafetería Zahara.

Segundo tramo de la Gran Vía

La cafetería Zahara, de pequeña fachada pero norme espacio interior, fue abierta en 1930 y concebida por los arquitectos Secundino Zuazo, Martín Domínguez y Carlos Arniches Moltó. Su decoración primitiva, muy alterada a lo largo de los años, tenía un cierto regusto árabe, que se transformaba en colonial en quizá su espacio más singular, el llamado American Bar Miami (en la fotografía), mayoritariamente visitado por extranjeros y turistas. En 2010 cerró su puertas por no poder asumir los altos alquileres del local que imperan en la zona

Edificio Madrid-París, en el número 32, de Sallabarry y Anasagasti. Se le añadieron cinco plantas a los pocos años de ser inaugurado y entonces fue el edificio más alto hasta 1929, en que fue superado por el de la Telefónica. Construido para los almacenes que han dado nombre perdurable al edificio, luego pasó a propiedad de la cadena SER. En los bajos estuvo SEPU y el cine Imperial (antes Madrid-París).

Palacio de la Música, en el número 35, de Secundino Zuazo Ugalde, quien lo concibió como un edificio con fachada claramente clasicista e interior con decoración barroca pero multifuncional: sala de cine y conciertos con un aforo de unas 2000 butacas, sala de fiestas bajo el patio de butacas o teatro (el Club), y un cine de verano al aire libre en la azotea, que no llego a realizarse. Sufrió una reforma por los años 80 para convertirlo en multicines y cerró en 2008.

Cine Palacio de la Música
Segundo tramo de la Gran Vía cuando aún estaba abierto el Cine Palacio de la Música

Cine Avenida, en el número 37, de José Miguel de la Quadra Salcedo a imitación del contiguo palacio de la Música. Desapareció el cine y desapareció en los bajos la sala de fiestas Pasapoga, decorada con un fausto y una suntuosidad extraordinaria. Fue lugar de moda y de alterne durante varias décadas.

pasapogaPasapoga

Sala de fiestas Pasapoga. Su nombre era un acróstico formado con las dos primeras letras del apellido de cada uno de sus cuatro propietarios: Patuel, Sánchez, Porres y García. Se caracterizaba por su planta en forma de herradura, al modo de los teatros tradicionales, y su exuberante decoración, que se ha conservado junto con la del cine Avenida en la nueva utilización comercial del edificio

Entrada al Pasapoga
Entrada al Pasapoga

Seguros la Adriática, en el número 39, esquina a Callao, obra de Luis Sáinz de los Terreros. La esquina se remata con un potente templete circular y las esculturas de la fachada son de estilo art-decó.

Palacio de la Prensa, en el número 46, de Pedro Muguruza Otaño, para sede social de la Asociación de la Prensa de Madrid. En ladrillo muy cocido, fue diseñado como un edificio multifuncional de tipo norteamericano, ya que además de la sede administrativa de la Asociación, albergaba un café concierto, viviendas de alquiler y oficinas, y el cine, que ha sufrido varias reformas. Magnífica su torre.

Palacio de la prensa
Palacio de la Prensa

Hotel Florida, en la plaza de Callao. Construido por Antonio Palacios en 1924. Toda su fachada era de mármol y tenía 200 habitaciones, todas ellas con cuarto de baño. Fue el establecimiento que alojó a la mayoría de los corresponsales extranjeros destacados en Madrid durante la Guerra Civil Española. En 1964 fue derribado para construir un anexo de Galerías Preciados, que luego pasó al Corte Inglés.

Cine Callao, situado en la plaza del mismo nombre y construido por Luis Gutiérrez Soto. Esta compuesto de dos bloques: en el primero está el cine, con fachada rematada con un torreón esquinero y una decoración interior abigarrada y profusa en dorados, en clara aproximación al art-déco; en el segundo, con entrada por Jacometrezo y destinado a oficinas, hubo un cine de verano en la terraza.

Hotel Florida

Hotel Florida. John Dos Passos, tras una mañana de bombardeos en Madrid durante la Guerra Civil, inmortalizó su estancia en el Florida como corresponsal de guerra en un artículo llamado «Habitación con baño en el Hotel Florida», publicado por la revista Esquire en enero de 1938: «Por todas partes se abren de repente las puertas de los balcones que rodean la fuente acristalada.5 Hombres y mujeres a medio vestir huyen precipitadamente de las habitaciones del frente, arrastrando maletas y colchones hacia las habitaciones traseras. Un camarero con el cabello ondulado sale una y otra vez de varias puertas distintas, siempre rodeando con el brazo a diferentes chicas que ríen o lloriquean. Gran exhibición de peinados y lencería. Abajo, los corresponsales se mueven por allí adormilados…»

Ciner Callao
Cine Callao

Y desapareció de este tramo el laureado templete de entrada a la boca de Metro en la Red de San Luis, icono de la ciudad durante decenios y obra de Antonio Palacios, desmontado en 1972 y trasladado a Porriño (Pontevedra), localidad natal del arquitecto. Por él se accedía a la estación, bien por unas larguísimas escaleras o más cómodamente por unos ascensores, uso éste que incrementaba el billete en una perra gorda.

Antiguo templete del Metro en la Red de San Luis
Antiguo templete del Metro Gran Vía en 1969

Tercer tramo de la Gran Vía

El tercer tramo, entre las plazas de Callao y de España, fue construido entre 1925 y 1931, aunque algunos edificios no se concluirían hasta después de la Guerra Civil. Se denominó calle Eduardo Dato, en homenaje al que fuera presidente del Gobierno. Fue el de más difícil construcción de los tres, ya que al contrario de lo que ocurrió con los dos primeros, en éste último no había ninguna vía que sirviera de guía, por lo que hubo que hacer numerosos desmontes y derribar muchas manzanas.

Obras en el tercer tramo de la Gran Vía
Obras en el tercer tramo de la Gran Vía. Al fondo, la plaza de Callao, con el edificio de Seguros la Adriática y el Hotel Florida

Uno de los principales problemas surgió por la necesaria demolición de la Casa Profesa de la Compañía de Jesús, recién abierta hacía unos años, a finales del siglo XIX, en la calle de la Flor (la Gran Vía la dividió en dos: Flor Alta y Flor Baja), a lo que los jesuitas se negaron y recurrieron judicialmente. Todo acabó cuando el 1 de mayo de 1931 un grupo de personas la prendió fuego. Esto, sumado a la disolución de la Compañía de Jesús a comienzos del siguiente año por el gobierno de la República, hizo que se archivara el caso y se continuasen las obras.

En ese solar de los jesuitas hubo antes un convento de religiosas capuchinas que más tarde pasaría a ser de dominicos, y tras la exclaustración, un teatro y el popular barracón de proyecciones cinematográficas Flor.

Quema de la Casa Profesa de los jesuitas
Quema de la Casa Profesa de los Jesuitas

Desapareció también el antiguo mercado de los Mostenses (ahora hay uno nuevo cercano al lugar). Se alzaba en parte del actual edificio rotulado con el número74, donde estuvo el cine Azul. Era muy similar al antiguo de la Cebada, con estructura de hierro, aunque de menor tamaño, y a su vez construido en 1876 sobre el solar que dejó el derribo de la iglesia de San Nomberto, de los premostratenses.

Mercado de los Mostenses
Mercado de los Mostenses en 1929

Este tercer tramo albergó desde el principio espacios destinados al ocio, como cines, teatros, salas de fiestas y cafeterías; librerías y tiendas de tejidos, entre otros comercios, y edificios dedicados completamente a oficinas. Durante la Guerra Civil, por su proximidad al frente situado en la Ciudad Universitaria y en la Casa de Campo, esta zona de la Gran Vía fue la que más se resintió, sufriendo un parón estrepitoso en su actividad. Incluso obligó a algunos comerciantes a tapiar los escaparates de sus establecimientos.

Comercio de la Gran Vía en la Guerra Civil
Farmacia y perfumería de María Luisa Conde Picavea en la Gran Vía durante la Guerra Civil

Se construyeron edificios más modernos, de estilo racionalista, aunque también hay algunos en los que perdura el art-decó y el eclecticismo anteriores. A destacar:

Edificio Carrión, en el número 41, de Luis Martínez Feduchi y Vicente Eced y Eced. Quizá el más llamativo, audaz, moderno e impresionante de la Gran Vía. Una especie de barco o de transatlántico varado en la ciudad con la proa desafiante como icono de Madrid. En él se abre el cine Capitol.

Edificio Capitol
Edificio Carrión o Capitol

Gran Vía 43, de Luis Gutiérrez Soto, que se inspiró en la Casita del Príncipe de Aranjuez. Albergó el cine Rex.

Gran Vía 49, de Eugenio Fernández Quintanilla y José Osuna Fajardo, de estilo racionalista. Desapareció la cafetería California, y luego la Mórrison, con una fantástica decoración.

Gran Vía 52, de Luis Díaz de Tolosa. Obra maestra en art-decó con influencias egipcias. En él estuvo el Café Iruña.

Cine RexCafetería california
El Cine Rex y el Che Guevara en la Cafetería California en 1959, cuando en Madrid hizo escala de unas horas camino de El Cairo, donde iba a asistir a la Cumbre de
Países No Alineados. El entonces dirigente cubano hizo turismo por un día, visitó plazas de toros y avenidas, compró en Gran Vía y evitó cualquier contacto político

Edificio Lope de Vega, que ocupa los números 53, 55, 57 y 59, de los hermanos Joaquín y Julián Otamendi. Aquí estuvo en parte la Casa Profesa de los jesuitas. Ahora alberga el hotel Emperador, con piscina en la terraza, y el teatro Lope de Vega, que ha recuperado su primera función después de ser muchos años sala cinematográfica, y que fue inaugurado en 1949 con el espectáculo Tonadilla de Concha Piquer. Y albergó un gran centro comercial subterráneo, Los Sótanos, pionero de todas las modernidades de la urbe, con multitud de locales, entre ellos la mítica Discoplay, tienda de venta de discos por correo, y el salón de juegos electrónicos y automáticos, el primero instalado en Madrid, imán para todos los niños y jóvenes madrileños de la época.

Edificio del cine Rialto, convertido ahora en teatro, en el número 54, de José Aragón y José María Mendoza. El cine se inauguró en 1930 con Variedades sonoras de la Paramount. El 6 de mayo de 1957 se estrenó aquí El último cuplé, el éxito arrollador de Sara Montiel. Y aquí estuvo la Sociedad Española de Librería, nombre que su dueño cambió posteriormente por el de Librería Franco Española de acuerdo con los tiempos que corrían.

Cine Rialto
Cine Rialto. Reponiendo carteles tras 39 semanas de proyección de El último Cuplé, el gran éxito de Sara Montiel, que permanecía en cartel durante casi un año

Edificio del Banco Hispano de Edificación, en el 60, de Emilio Ortiz de Villajos. Está rematado por una escultura de Victorio Macho.

Edificio del cine Gran Vía, ahora teatro, en el número 66, de Germán Álvarez Sotomayor.

Gran Vía 70, de Juan Panda Torre, en la línea tradicionalista de posguerra. Albergó el cine Pompeya, reconvertido en una sala teatral.

Paseando por la Gran Vía
Señoritas paseando por la Gran Vía. Fotografía realizada por Catalá Roca en 1953

Gran Vía 72, de Enrique Colás Fontán. Fue el último edificio construido en la Gran Vía.

Edificio del Hotel Menfis, en el 74, de los hermanos Manuel y Cayetano Cabanyes. Albergó el cine Azul, que antes fue Velussia.

Edificio Coliseum, en el 78, de Casto Fernández-Shaw y Pedro Muguruza. Fue encargado por el compositor Jacinto Guerrero. Su sala de cine, ahora teatro, que también podía ser transformada en sala de conciertos, fue inaugurada el 10 de diciembre de 1932 con la película Champ, de King Vidor.

Tercer tramo de la Gran Vía

En el número 48, esquina a Tudescos, desapareció a principio de los años 60 el edificio Actualidades, obra de Muñoz Casajús, de fortísima influencia holandesa, en cuyos bajos estaba el cine del mismo nombre. En su lugar se edificó otro de José Manuel Fernández Plaza, que han hecho bien en derribar para edificar de nuevo uno de Rafael de la Hoz.


A lo largo de su historia, la Gran Vía ha tenido diversos nombres oficiales, y también otros populares. Además de los citados, tres meses antes de comenzar la Guerra Civil, los dos primeros tramos pasaron a denominarse avenida de la CNT. Ya en tiempos de la Guerra, serían conocidos como avenida de Rusia, y poco más tarde por el de avenida de la Unión Soviética.

Durante este período de guerra también tuvo otros nombres populares como «avenida de los obuses» o «avenida del quince y medio», en referencia a los proyectiles que el ejército franquista lanzaba sobre los pisos superiores del edificio de la Telefónica, que era usado por su altura como observatorio militar. En 1937 el tramo tercero, llamado Eduardo Dato, recibió el nombre de avenida de México.

Avenida de los obuses
Obuses impactando en la Telefónica durante la Guerra Civil

Al finalizar la Guerra Civil, toda la calle pasó a llamarse avenida de José Antonio, aunque la inmensa mayoría la llamaban Gran Vía, su nombre popular de siempre.

En 1981, siendo alcalde de Madrid Enrique Tierno Galván, el Ayuntamiento cambió el nombre de veintisiete calles, entre ellas el de la avenida de José Antonio, que desde entonces se denomina simplemente Gran Vía.

La Gran Vía, en fin, nació como un hito de modernidad, fue lugar de reunión de intelectuales y espacio donde se aglutinaban los corresponsales de prensa en la Guerra Civil. Su arquitectura aúna los más importantes estilos de la primera mitad del siglo pasado. Ahí tenemos los edificios majestuosos que se apostan a los lados, y entre ellos el Metrópolis, el de la Telefónica y el Capitol, los colosos que custodian cada uno de los tramos.

Ejemplo de ser espacio para la innovación y la modernidad fue la instalación del primer semáforo que se colocaba en Madrid, en la esquina de la Gran Vía con Alcalá, en 1926; aunque los madrileños no entrábamos por el aro en eso de respetar los colores de aquel llamativo artilugio. Ni aún con coplillas alusivas:

El primer semáforoDetente si luce el rojo

porque quiere decir ¡ojo!

Cuando sale el amarillo

te esperan un momentillo.

Y si el verde ves brillar

te decides a cruzar.

Si luce el intermitente

cruzar muy prudentemente.

Por la Gran Vía pasearon todo tipo de personajes de la escena nacional e internacional, astronautas, actores de Hollywood, políticos, tiranos, desfiles reales, desfiles del Orgullo Gay, ¡hasta los Reyes Magos!, y miles de ciudadanos anónimos que seguimos paseando todos los días, del foro y venidos de fuera. Un desfile permanente que tiene en las terrazas, con las sillas desplegadas en plena acera, el palco adecuado para contemplar escenario tan sorprendente.

Astronautas en la Gran Vía
Tras su aterrizaje en la Luna, el 21 de julio de 1969, tres meses despues los astronautas estadounidenses del Apolo 11, Edwin Aldrin, Michael Collins y Neil Armstrong, fueron convertidos en ídolos, recibidos en Madrid y aclamados por la multitud en la Gran Vía
Ava Gardner con Perico Chicote
Ava Gardner con Perico Chicote

Hoy sigue siendo una de las principales arterias de Madrid, pese a que ya perdió parte de su glamour antiguo, cuando toda ella era una fiesta en los estrenos de sus catorce cines. Una Gran Vía que se caracterizó por el lujo y los excesos, cuando todo estaba abierto hasta las tantas. Aquí se localizaban las tiendas de las grandes marcas y los locales con las prostitutas de altos vuelos más famosas. El Pasapoga era el local de moda del momento, donde ir a bailar y pasarlo bien; el Chicote, un bar en el que estar si querías ser alguien socialmente y el Abra, lleno de «pilinguis», un sitio de puterío fino para el galanteo amable o para lo que se terciara.

PasapogaEl Abra

 

BARQUILLO-CHUECA-SALESAS

El sector de Barquillo, con la calle del mismo nombre como eje fundamental y aglutinador de la zona, podría estar comprendido entre la Gran Vía, las calles de Hortaleza, Fernando VI y Bárbara de Braganza, y el Paseo del Prado.

Barquillo-Chueca-Salesas

Es en el siglo XVIII cuando la calle de Barquillo adquiere importancia, de modo especial por la edificación del palacio de Buenavista para los duques de Alba, obra de Ventura Rodríguez, sustituido después por Pedro Arnal. Actualmente alberga el Cuartel General del Ejército de Tierra.

Palacio de Buenavista
Fotografía antigua del palacio de Buenavista

A la calle de Barquillo daba la huerta del desaparecido convento de San Hermenegildo, de carmelitas descalzos, cuyo templo — José— tiene la entrada por la calle de Alcalá. En parte de los derribos efectuados se abrió la plaza del Rey. Y en esta plaza permanece en uno de sus lados la Casa de las Siete Chimeneas, construida entre 1574 y 1577 por el arquitecto Antonio Sillero para Pedro de Ledesma, secretario de Antonio Pérez, y en la que se funden leyenda e historia, tal como que la casa sirvió de reclusión a una hija ilegítima de Felipe II y que después de muerta todavía habitaba en ella su fantasma. Durante algún tiempo fue residencia del Marqués de Esquilache, contra quien el pueblo madrileño se amotinó en 1766 dejando las huellas de su descontento en la casa. En la actualidad es sede del Ministerio de Cultura

Casa de las Siete Chimeneas
Casa de las Siete Chimeneas

Sí desapareció de la plaza el Teatro del Circo, en el que se realizaron muchas temporadas de ópera, incendiado en 1874 y reconstruido nuevamente para sede del Teatro Circo Price (antes había estado en el Paseo de Recoletos), de añorado recuerdo, con espectáculos de todo tipo, y que sucumbió también a la piqueta en 1970

Antiguo Circo PricePinito del Oro
Antiguo Circo Price. Hoy abre otro en la Ronda de Atocha

Al lado, en la confluencia con la calle de San Marcos, estuvo a mediados del siglo XIX el Circo de Paul, uno de los lugares más animados del Madrid decimonónico, que también sirvió como pista de patinaje, salón de baile (rivalizando con otro famoso de la calle de Capellanes) y tablao flamenco.

No me lleves a Paul
que me verá papá.
Llévame a Capellanes,
que estoy segura
que allí no irá.

Donde está el Teatro Infanta Isabel hubo un barracón para proyecciones cinematográficas.

Y al final, en el esquinazo con la calle de Belén, estuvo la Casa de Tócame-Roque, una corrala con más de setenta familias y buenos talleres de fragua y herrería en los bajos, los famosos y castizos «chisperos», gente de rompe y rasga y nombre con el que se conocía de antiguo a los moradores del barrio, por dedicarse muchos de ellos a los trabajos con el hierro.

Las trifulcas eran continuas en esta casa por la dificultad del casero en cobrar los arriendos a los inquilinos, que incluso se amotinaron cuado se intentó derribarla, tema de un pintoresco sainete de don Ramón de la Cruz.

Casa de Tócame RyquePlaca en donde estuvo la casa de Tócame Roque
Recreación de la «Casa de Tócame Roque», en un cuadro de Manuel García «Hispaleto», y placa en el lugar donde estuvo, al final de la calle de Barquillo»

La calle de Barquillo fue en su día conocida como “la calle del sonido”, por su muchas tiendas especializadas en el mundo de la electrónica. Hoy han desaparecido casi todas y abundan las de moda, locales de copas o restaurantes muy en la línea moderna y sofisticada de todo el barrio.

Otra calle importante es la de Hortaleza, antiguo camino hacia ese pueblo. El enorme edificio de las antiguas Escuelas Pías de San Antón, del que sólo se han respetado la iglesia, las murallas y la llamada Fuente de los Galápagos (en la esquina con Santa Brígida y obra de Ventura Rodríguez), se ha convertido en sede del Colegio de Arquitectos de Madrid, además de albergar una serie de equipamientos para el barrio como piscina cubierta y centro de mayores.

En la iglesia de San Antón, realizada a mediados del siglo XVIII por el arquitecto Pedro de Ribera y cedida ahora a la Fundación Mensajeros de la Paz, se celebra todo los años, el 17 de enero, la tradicional bendición de animales, con el consiguiente desfile (las «vueltas» de San Antón) y la venta de rosquillas que aseguran prosperidad económica.

antigua sede de las Escuelas Pías de San Antón
Antiguas Escuelas Pías de San Antón, hoy sede del COAM y de varias instalaciones municipales
Fiesta de san Antón
Bendición de animales en el día de san Antón

Enfrente está la sede del sindicato UGT, antiguo convento de Santa María Magdalena, vulgarmente conocido como Recogidas por recoger mujeres de mala vida arrepentidas o jóvenes embarazadas víctimas de engaños y falsas promesas de casamiento. De allí salía la Ronda del Pecado Mortal para recoger a las descarriadas de la calle, coreando al son de una campanilla:

«Alma que estás en pecado, si esta noche murieras, piensa a dónde fueras»

Recogidas
Antiguo convento de Recogidas de la calle Hortaleza, hoy sede de UGT

Abundaban en la calle de Hortaleza los comercios dedicados a la venta y arreglo de máquinas de escribir, artilugios mecánicos que han desaparecido de nuestras vidas y que ya muchos ni han conocido.

Máquinas de escribir
Bar Los Pepinillos en la calle HortalezaLos Pepinillos. Cuadro de Antonio Izquierdo Ortega
Desaparecido bar Los Pepinillos en la calle Hortaleza 59. Fundado en 1890, era lugar vetusto, lleno de sabor y decorado con multitud de botellas, pellejos, barricas, toneles y frascas. Su dueño, Eugenio Vara, fue especialista en picantísimos pepinillos rellenos de anchoa o boquerón, según gusto y apetencias. El óleo es de Antonio Izquierdo Ortega

En la calle de la Reina desapareció el colegio llamado popularmente de las Niñas de Leganés, fundado en el siglo XVII y derribado para construir la Gran Vía. Esta calle tiene mucho que ver, al igual que la paralela Infantas con la creación del convento de los Capuchinos de la Paciencia, edificado en 1639 en el espacio de la actual plaza de Pedro Zerolo (antes de Vázquez de Mella), en desagravio a la ofensa que unos judíos hicieron a una imagen de Cristo Crucificado. A la inauguración del convento asistieron doña Isabel de Borbón, primera esposa de Felipe IV, y las Infantas María y Margarita. La plaza se formó en 1836 al ser demolido el convento. En ella estuvo el teatro Benavente y antes, en el mismo solar, el Salón Cine Venecia. También desapareció en la calle Infantas la sala cinematográfica del mismo nombre, de reestreno, con sesión continua desde por la mañana.

Colegio de las Niñas de Leganés
Colegio e iglesia de las Niñas de Leganés para niñas desamparadas. Tenían preferencia las más guapas, ya que se consideraba que, a causa de su belleza, debían enfrentarse a mayores peligros en la vida y tenían más posibilidades de “perderse” que las demás niñas en su situación.
Convento de Capuchinos de la Paciencia
Convento de Capuchinos de la Paciencia

En la calle de Pelayo subsiste la tienda de ropa para caballero Casa Pajares, antiquísima, peculiar y económica. Siempre está llena, incluso con cola por fuera. Las pruebas de las prendas se realizan casi en público, apenas tapados por una especie de biombo. Y no usan bolsas de plástico; hacen unos liotes con papel de seda atados con cuerdas.

La calle de Barbieri antes fue del Soldado, por la dramática leyenda de un joven militar que, al no ser correspondido por su amada, que tenía intención de profesar en un convento, la asesinó cortándole la cabeza, siendo luego él ajusticiado. En la calle Barbieri abrió Manolo Caracol el mítico tablao Los Canasteros.

En la calle de la Libertad estuvo el convento de Mercedarias Calzadas de San Fernando, Orden especialmente dedicada al rescate de los que sufren privación de libertad. Desapareció en 1869 y en su terreno se edificó el Teatro de la Alambra, en el que tuvieron cabida desde la opera hasta el género de variedades.

En la calle de Válgame Dios, dice la leyenda que una mujer pronunció ese grito angustiado en trance de ser asesinada.

Casa PajaresLos Canasteros
Casa Pajares y Manolo Caracol en Los Canasteros

En la calle de Augusto Figueroa tuvo su finca el marques de la Torrecilla, y allí había un cuadro de la Virgen de la Soledad en un sencillo retablillo, al que acudían las gentes a orar. Ante esta devoción popular el marqués construyó una capilla, que es la que se conserva en la calle de Fuencarral, esquina con esta calle. Abundan en ella las tiendas de zapatería, especialmente las que venden modelos de muestrario. Entre las calles de Barbieri y Libertad se levantaba el Mercado de San Antón, inaugurado en 1945 y renovado en 2010 con un moderno centro comercial. Pero hubo otro anterior, construido en 1849 y con fachadas a Augusto Figueroa, Pelayo (antigua de San Antón) y San Bartolomé.

Primer Mercado de San Antón
Antiguo mercado de San Antón

En la calle de San Gregorio estuvo en tiempos de la Segunda República el despacho de vinos de mi abuelo Antioco Alarcos, a disposición de las Bodegas Populares Manchegas (BOPOMAN) de la Cooperativa de Colonos y Arrendatarios de Campo de Criptana, que él había promocionado.

Despacho de vinos de mi abuelo Antioco
Despacho de vinos de mi abuelo Antioco Alarcos en la calle de San Gregorio

En la calle de Luis de Góngora, dedicada erróneamente al famoso escritor, nos encontramos con el convento de Nuestra Señora de la Concepción de religiosas mercedarias descalzas, que se conoce como de las Góngoras por haber sido fundado por Juan Jiménez de Góngora, ministro del Consejo de Castilla en tiempos de Felipe IV. Su iglesia es uno de los ejemplos más típicos del barroco madrileño.

La calle de Belén lleva el nombre por una antigua capilla o ermita fundada por la marquesa de Castellar y dedicada a la Virgen María y a San José, a la que acudían las gentes en romería por Navidad. Una pequeña iglesia actual, la conocida como Trocito de Cielo, continúa la tradición piadosa del lugar.

Convento de las Góngoras
Las Góngoras

En la calle del Piamonte, en el palacio que fue del duque de Bejar, se ubicó la primera Casa del Pueblo de la UGT en Madrid, escenario de la histórica foto en que los trabajadores la abarrotan el día de la inauguración, el 20 de junio de 1908. En la parte trasera, por la calle Gravina, estaba el teatro y sala de conferencias de la institución sindical.

Casa del pueblo. Madrid 1908
Casa del Pueblo de Madrid en la calle del Piamonte en el día de su inauguración
Casa del pueblo calle del Piamonte Pablo Iglesias. Inauguracion Casa del Pueblo
Detalle de la Casa del Pueblo en la calle del Piamonte y su inauguración por Pablo Iglesias el 20 de junio de 1908

En la calle de Prim se abre el teatro Marquina y da la parte norte del palacio de Buenavista (Cuartel General del Ejército de Tierra). Y junto con la calle de Almirante, la del Conde de Xiquena y Piamonte concentran tiendas de moda de diseñadores famosos, zapaterías, galerías de arte, tiendas de artesanía y locales de copas de lo más «chic» y glamuroso de todo Madrid. Míticos son el bar Oliver, creado en 1966 por Adolfo Marsillach, y Toni2, un piano-bar para amantes de las melodías de siempre, y con voluntarios que se pueden arrancar al micro.

En la calle de Tamayo y Baus se encuentra el Teatro María Guerrero (ante de la Princesa), inaugurado en 1885.

Teatro de la Princesa
Teatro María Guerrero cuando aún era de la Princesa

Y he dejado para el final de este sector de Barquillo la plaza de Chueca, abierta por derribo de unas casas y corazón del conocido hoy popularmente como barrio de Chueca, que comprende las calles de los alrededores, si no todo la zona entera, e incluso con serios amagos de expandirse. En los años 90 se convirtió definitivamente en el barrio gay de Madrid, al haber sido progresivamente elegido como lugar de esparcimiento y residencia de gran número de homosexuales, que conviven en armonía con la población autóctona, la de toda la vida. En sus callejuelas podemos encontrar, además de los comercios tradicionales, otros enfocados a este tipo de público, como sex shops, saunas, pubs nocturnos o tiendas de ropa.

Uno de los mayores atractivos de Chueca son las fiestas de celebración del Orgullo Gay, que tienen lugar anualmente a finales de junio. Ya se han convertido en todo un clásico para los madrileños o visitantes con ganas de marcha.

Barrio de Chueca
Plaza de Chueca. Zona gay como bien indica la señal de paso de peatones marcada con el círculo

Es así como Chueca, una de las zonas más degradadas de Madrid por los 70 y 80 del pasado siglo, con mucha venta de droga y prostitución, se ha convertido en una de las vecindades más cosmopolita y fashion de la ciudad y con los alquileres más altos. Un barrio en constante desarrollo, con rehabilitación de edificios, tiendas, restaurantes y locales. Y todo coexistiendo con restos del Madrid más tradicional. Prueba de ello es la aún permanencia de la Bodega Ángel Sierra en la calle de Gravina, frente a la plaza, un bar que conserva intacto todo su encanto de 1900, con sus pinturas murales en el techo y su barra de madera y zinc con los chorros de agua permanentemente fluyendo, y muy frecuentado para tomar el vermú, unas cañitas y las tapas de escabeches y encurtidos.

Bodegas Ángel Sierra Bodegas Ángel Sierra
Fotografías antiguas de la Bodega Ángel Sierra
Bodega Ángel Sierra
Preciosa fachada de la Bodega Ángel Sierra

Más al norte, la calle de Fernando VI, que es la separación con la zona de las Salesas, muestra con orgullo el trazado modernista del palacio Longoria, obra del arquitecto José Grasés y sede de la Sociedad General de Autores. Al lado, la preciosa fachada de la pastelería La Duquesita, fundada en 1914 y presidida por una figurita de alabastro a la que debe su nombre.

Palacio Longoria
Palacio longoria, sede de la Sociedad General de Autores
La Duquesita
La Duquesita

Se conserva en la calle de Fernando VI, en el número 3, el edificio de dos alturas y traza neoclásica construido en 1925 para Casa Ripoll, dedicada a la venta de de artículos de hojalata, cinc y palastro. Después de otros varios negocios, en los años 40 se instaló allí la fábrica de Cervezas de Santander, con la marca Cruz Blanca, y es entonces cuando se remató el edificio con los pingüinos con la jarra de cerveza y el barril bajo el brazo. Tras la desaparición de esta fábrica, en 1969 se abrió de nuevo como Pub Santa Bárbara, que cerró por los 90.

Pub Santa Bárbara
Antigua fábrica de la Cruz Blanca de Cervezas de Santander

Y en Fernando VI, esquina a Regueros, estuvieron los talleres de Lamarca Hermanos, dedicados a la construcción de carruajes de lujo. Es un bello edificio industrial, con viviendas en la planta superior y torreones, con aires neoclásicos y alguna ornamentación modernista, que fue inaugurado en 1902. También se conserva y restaurado.

Lamarca Hermanos
Edificio de los antiguos talleres de carruajes de Lamarca Hermanos

La calle de Bárbara de Braganza, continuación de la anterior, lleva el nombre de la reina esposa de Fernando VI, que en 1748 fundó el convento de la Visitación de Nuestra Señora, también llamado de las Salesas Reales, para asegurarse un lugar tranquilo donde residir en caso de la muerte del Rey. El convento, enorme y suntuoso, obra de Francisco Moradillo, inspiró un popular pasquín de la época: «Bárbara reina, bárbaro gusto, bárbara obra, bárbaro gasto». Actualmente, la iglesia acoge a la parroquia de Santa Bárbara y el resto, incautado por el Estado en 1870 y reedificado tras sufrir un incendio en 1910, es sede del Tribunal Supremo.

La plaza de la Villa de París se formó en la extensa huerta de las Salesas, más precisamente en la parte dedicada a jardín.

Salesas reales 1880
Las Salesas Reales en 1880

En la calle del Marqués de la Ensenada hubo a finales del siglo XIX, un frontón, el Euskal-Jai, convertido después en Teatro Lírico, que sólo dio una temporada de ópera y pasó a programar géneros varios con el nombre de Gran Teatro. Se incendió en 1920. Emblemática en esta calle fue la discoteca Boccaccio, con gente del espectáculo e incondicionales de la noche, y que contribuyó a la transición de la dictadura franquista a la libertad al celebrarse allí numerosas reuniones entre políticos y periodistas de la época.

Teatro Lírico
El Teatro Lírico en una postal de 1903

Las calles de Santa Teresa, Argensola, Justiniano y Campoamor se trazaron en terrenos del convento de Santa Teresa, de carmelitas descalzas, fundado en 1684 por el duque de Medina de las Torres, con iglesia renovada en el XVIII y finalmente derruido en 1869.

Convento de Santa Teresa
Convento de Santa Teresa

Todas estas calles, junto con las ya comentadas de Almirante y alrededores, están llenas de sofisticados locales de copas y tiendas de ropa y complementos con el gusto y estilo más exquisito, lo que las hace foco de la gente más a la moda de la capital.

Repostería Niza
Repostería Niza, en la calle Atgensola, lamentablemente desaperecida. Sus pastelitos salados de hojaldre eran los mejores de Madrid

Finalmente, en la plaza de Santa Bárbara, en terrenos donde hoy nace la calle Orellana, estuvo el convento de Santa Bárbara, fundado en 1606 sobre una antigua ermita allí existente por el religioso mercedario Juan Bautista del Santísimo Sacramento. Y en el solar que hace esquina a Sagasta, la famosa cárcel del Saladero, que permaneció hasta que en 1876 se construyó la Modelo de la Moncloa. El nombre de Saladero se debía a estar instalada en un edificio que a mediados del siglo XVIII había construido Ventura Rodríguez para matadero de cerdos y salazón de tocinos. Sí permanece la cervecería Santa Bárbara, abierta en 1947 como local insignia de esta fábrica de cervezas que se había fundado en 1815 en el número 2 de la calle de Hortaleza.

Plaza de Santa Bárbara
Maqueta de Madrid de León Gil de Palacio realizada en 1830.
1-Convento de Santa Barbara. 2-Espacio de la actual plaza de Santa Bárbara. 3-El Saladero. 4- Puerta de Santa Barbara
Cervecería Santa Bárbara
Cervecería Santa Bárbara

Y al lado, por la hoy glorieta de Alonso Martínez, pasaba la cerca que mandó construir Felipe IV en 1625, con la puerta de Santa Bárbara que entonces daba salida al campo.

 

MARAVILLAS-MALASAÑA

El 1 de febrero de 1627, un convento de Carmelitas Calzadas fundado por aquellos años en la calle de la Palma, recibió en donación una imagen de Ntra. Señora que había sido retirada del culto en un pueblecito de Salamanca. Al día siguiente fue presentada a los fieles, vestida al gusto barroco de la época y con una imagencita del Niño Jesús en sus manos, que las monjas habían encontrado en el huerto junto a unas matas de maravillas. Nació en ese momento en Madrid la advocación mariana de Ntra. Sra. de las Maravillas, y esa fecha, 2 de febrero, instituida como el día de su fiesta. El convento de la calle de la Palma empezó también a ser conocido como de Maravillas, nombre que se extendió rápidamente a todo el barrio, entonces la zona más al norte de la ciudad. Precisamente la cerca que mandó construir Felipe IV en 1625, y que rodeaba el Madrid de aquel tiempo, pasaba por lo que hoy son las calles de Carranza y Sagasta. Y más allá, el campo.

Maravillas-Malasaña

El convento desapareció en 1869, pero sí permanece, junto a la plaza del Dos de Mayo, la iglesia, barroca, típicamente carmelitana, construida en 1647 para sustituir a la anterior capilla. Y también permanece la Virgen.

Iglesia de Maravillas
Parroquia de Nuestra Señora de las Maravillas y de los Santos Justo y Pastor por la calle de la Palma

La plaza del Dos de Mayo es el centro neurálgico actual del barrio. Se formó en 1869 en parte de los solares resultantes de la demolición del convento de Maravillas y del Parque de Artillería de Monteleón, que hasta 1807 había sido palacio suntuoso (sufrió un pavoroso incendio) de los duques de Monteleón. E igualmente se trazaron las calles de Ruiz, Monteleón, Malasaña, Galería de Robles y prolongación de Divino Pastor, que para todo eso daba el derribo. Aquí fue donde los famosos héroes Daoiz y Velarde presentaron batalla a las tropas francesas y murieron junto a otros muchos madrileños en la jornada gloriosa del 2 de mayo de 1808. En el centro de la plaza permanece un monumento conmemorativo, obra de Antonio Solá, que representa a los héroes combatiendo contra los franceses, bajo el arco de entrada del antiguo cuartel de artillería.

Plaza del Dos de Mayo
Plaza del Dos de Mayo

La parte más antigua del barrio se extiende desde las calles de Daoiz y Velarde (entonces formaban una sola con el nombre de San Miguel) en dirección sur, hasta la Gran Vía. Buena prueba de ello es la barbería que no ha mucho desapareció en la calle de San Andrés esquina a Palma, en cuya puerta rezaba, grabado en el cristal, el rótulo: «Se aplican sanguijuelas», reminiscencias sin duda de otras épocas en las que los barberos, que también actuaban como sacamuelas y sanadores, utilizaban este método curativo de manera habitual.

Ruinas de Monteleón
Ruinas de Monteleón. A la izquierda se ve el arco de entrada y el convento de Maravillas aún sin demoler

Y no peor prueba, en la misma calle de San Andrés, la famosa farmacia de los Laboratorios Juanse, con su preciosa y castiza fachada de azulejos anunciando su preparados, entre ellos el Diarretil, con un niño con el culo en pompa.

Laboratorios Juanse
Laboratorios Farmacia Juanse
Laboratorios Juanse
Laboratorios Juanse. El Diarretil

El mercado de madera de San Ildefonso, en la plaza del mismo nombre, fue el primero que se hizo cubierto en Madrid, pero se extendía por todas las calles de los alrededores con multitud de tenderetes al aire libre. Desapareció a finales de los años 60. Y también en la plaza, la iglesia a este santo dedicada.

El Rastrillo de Maravillas, en la actual placita de Juan Pujol, era la versión mini del Rastro madrileño. Allí iban a parar los domingos por la mañana todos los utensilios, muebles, ropas y cachivaches averiados con el tiempo, castigados por la fortuna o, acaso — esto nunca falta—, substraídos por el ingenio o por la fuerza a sus legítimos dueños.

Mercado de San Ildefonso
Mercado de San Ildefonso
Mercado de San Ildefonso
Tenderetes al aire libre junto al mercado de San Ildefonso en 1930

Y porqué no citar, en la calle de la Palma, la fábrica de hielo La Industrial, recuperada para viviendas, o el desaparecido restaurante-espectáculo Noches del Cuplé, en donde Olga Ramos deleitaba al personal con las atrevidas y picantes letras de viejos cuplés.

Casa Camacho
Casa Camacho en la calle de San Andrés

En tiempos, la ermita de San Pablo, aproximadamente al final de la hoy Corredera, era la única construcción. Allí se celebraba una verbena la víspera de la fiesta del santo. Hacer la romería se convertía en hacer la «corredera», visitando cada uno de los entoldados que se plantaban a lo largo del camino.

En la Corredera Baja abría sus puertas el cine Cervantes, que fue primero barracón de proyecciones cinematográficas y luego sala de teatro (el local es hoy un supermercado), y el teatro Lara, abierto en 1879 y llamado «la bombonera» por su coqueta decoración con un cierto aire art-noveau.

Teatro Lara
Teatro Lara

En la esquina con la calle de la Puebla se levanta la bellísima iglesia de San Antonio de los Alemanes, de principios del siglo XVII, capilla que fue de un hospital destinado a atender enfermos de esa nacionalidad y luego de la Hermandad del Refugio, famosa por su célebre «Ronda del pan y el huevo», que recorría las calles buscando mendigos. Ha desaparecido la Ronda, pero persiste la obra pía de dar comida a los indigentes.

San Antonio de los Alemanes
San Antonio de los Alemanes

La calle de la Puebla, especializada en tiendas de lámparas y su fornitura, cruza las de la Ballesta y del Barco (ambas en su día con multitud de meretrices en busca de clientela y numerosos garitos y clubes de alterne) y tiene en su inicio, en la esquina con Valverde, el enorme convento de Nuestra Señora de la Concepción, de religiosas mercedarias descalzas, más conocido por el de Don Juan de Alarcón, ya que fue fundado en 1609 por el sacerdote Don Juan Pacheco de Alarcón. Y, un poco más arriba, en Valverde, la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, en un edificio neoclásico proyectado por Antonio Cuervo en 1749.

Mercedarias de Don Juan de Alarcón
Mercedarias de Don Juan de Alarcón

En la manzana de esta calle, con vuelta a la del Desengaño y a la del Barco, estuvo el Teatro de los Basilios, en el solar que dejó el convento allí existente de padres basilios. En él se hizo el estreno de Don Juan Tenorio de Zorrilla. Luego pasó a llamarse de Lope de Vega.

En la calle del Desengaño se encuentra la iglesia de San Martín, barroca, de la segunda mitad del siglo XVII, con portada atribuida a Churriguera.

Y cerraron los Cines Luna, frente a la plaza de Santa María Soledad Torres Acosta, un local que fue precursor en eso de las salas múltiples. Hoy se abre allí un complejo de ocio que incluye un teatro restaurante, zona comercial, hotel, gimnasio y terraza con piscina. La plaza se formó por derribo de varias edificaciones, entre ellas el palacio de los condes de Sastago, en cuya planta baja hubo otro teatro, el Buenavista, y uno de los cafés famosos de Madrid, el de la Luna. Cercano estaba el bodegón del «Traganiños», punto de encuentro de maleantes, borrachos y rameras.

Y un teatro más desaparecido y cercano fue el Calderón de la Barca, en la calle de la Madera Baja, de corta existencia, cuyo local fue ocupado sucesivamente por la redacción y talleres de varios periódicos: El País (antiguo), La Libertad e Informaciones.

De la calle de la Luna, esquina a San Roque, desapareció en 1994, después de estar en activo casi 150 años, la fábrica de chocolates El Indio, uno de los últimos reductos del comercio tradicional en la zona. Era una tienda preciosa, con el interior prácticamente igual que en el momento de su fundación, que además de la elaboración de chocolates tenía a la venta otros productos de confitería, como caramelos o galletas.

Chocolates El IndioChocolates El Indio
Chocolates El Indio

En la calle de Silva fue fundado en 1564 el Hospital de la Buena Dicha, en cuyo cementerio fueron enterrados muchos de los patriotas muertos en la jornada heroica del 2 de mayo de 1808, y entre ellos Manuela Malasaña. Desapareció todo bien entrado el siglo XIX y en su lugar se levanto la iglesia actual, con el mismo nombre, regida por padres mercedarios.

La antigua calle de Ceres pasó a llamarse de Libreros, pues en ella se establecieron más de una docena — apenas quedan— de librerías de lance y de ediciones antiguas de gran valor. Inolvidable La Felipa, que vendió y recompró libros de texto a muchas generaciones de estudiantes. Era un comercio muy decimonónico: mitad usura, mitad cariñoso paternalismo; y se podía regatear el precio.

Librería Felipa La Felipa
Librería Felipa

En la calle del Pez, que ve poco a poco desaparecer su prestigioso comercio de antaño (durante años patrocinaron programas radiofónicos, anunciándose como Comercios Asociados de la calle del Pez) sí permanece el Teatro Alfil, que antes fue cine, y enfrente, con entrada por la calle de San Roque, el convento de San Plácido.

El convento, fundado en 1623 por doña Teresa Valle de la Cerda y Alvarado, ha dado origen a varias leyendas, una de ellas salpicó incluso al rey Felipe IV. Se dice que el monarca quedo prendado de la belleza de una monja llamada Margarita, con la que mantuvo relaciones. Enterada la abadesa (la propia doña Teresa Valle) de los hechos, dispuso una lúgubre y fingida muerte de Margarita para librarla de los galanteos del rey. Y así la encontró don Felipe, rígida sobre un túmulo vestido de negro, con un crucifijo a la cabecera y entre cuatro velones encendidos. Fue entonces cuando, en desagravio por el romántico episodio, el rey regaló al convento un famoso reloj ya desaparecido cuyas campanadas imitaban al toque de difuntos. Y también ordenó a su pintor de corte, Velázquez, que pintara para ellas el famoso Cristo Crucificado, hoy en el Museo del Prado.

San Plácido
San Plácido

Hubo y hay muchos palacios por la zona. En la misma calle del Pez, esquina a la de la Madera Alta, el del duque de Bornos, del arquitecto Silvestre Pérez, hoy rehabilitado como edificio de pisos y apartamentos, y el del duque de Baena, haciendo esquina con la calle de Pozas, construido en 1860 por Wenceslao Gaviña y habilitado igualmente para viviendas. En la calle de Jesús del Valle, el sobrio y elegante palacio del marqués de Santa Ana. En la calle de la Luna, casi frente a la de Pizarro, el de Talara, de principios del XVIII, que a medio derruir pudo ser recuperado, y un poco más abajo, entre las calles de Andrés Borrego y de la Cruz Verde, el del marqués del Llano. En la calle de la Flor Alta, el de Altamira, de finales del siglo XVIII, que estuvo llamado a ser uno de los más hermosos del Madrid si no hubiera sido por la falta de recursos o, según se contaba, por las trabas que puso la Corona a la hora de su realización, pues a Carlos IV no le gustaba que hubiera un palacio en la Corte mejor que el suyo. Así, del proyecto original que Ventura Rodríguez había diseñado en 1772 sólo se materializó una pequeña parte.

Palacio de Altamira
Palacio de Altamira

Y en la calle de San Bernardo, una de las importantes del barrio, el antiguo palacio del marqués de Camarasa, sobre cuyo solar se levantó el Noviciado de los Jesuitas. En 1842, en época de Isabel II, se creó la Universidad Central, ubicándose en el antiguo Noviciado las principales facultades universitarias, que estuvieron allí hasta la creación de la moderna Ciudad Universitaria de la Moncloa. Fue un momento de declive, pues hasta entonces el barrio había sido durante casi un siglo el refugio de los estudiantes. Todo él estuvo sembrado de pensiones, restaurantes económicos, tascas y cafés, librerías, talleres de imprenta… Los universitarios daban vida y recursos.

Universidad Central
Antigua sede de la Universidad Central. Hoy acoge el Paraninfo de la Universidad Complutentense y varias instituciones

También en la calle de San Bernardo: el palacio de la marquesa de Sonora, convertido en 1851 en Ministerio de Justicia; el palacio Bauer, desde 1952 Escuela Superior de Canto; el de Parcent, ocupado por dependencias del Ministerio de Justicia; el de Castromontes, que muy reformado es hoy sede de Instituto Lope de Vega; el del conde de Agreda, que acoge la Comisaría general de Abastecimientos y Transportes, y el Barradas, obra de Silvestre Pérez, transformado en apartamentos.

Palacio de los Bauer
Salón teatro en el palacio Bauer

Y por supuesto en San Bernardo, hermoseándola, el monasterio e iglesia barroca de Montserrat, fundado por Felipe IV en 1642, con la impresionante torre de Pedro de Ribera, y las Salesas Nuevas, edificado entre 1789 y 1801 en estilo neoclásico.

Salesas Nuevas y Montserrat
Salesas Nuevas y Montserrat

El 24 de junio de 1858, con motivo de la inauguración del Canal de Isabel II, se instaló delante de los benedictinos un gran pilón con un surtidor que elevaba el agua a una altura de unos treinta metros. Alguien dijo de forma ocurrente que era «el río Lozoya puesto en pie».

Inauguración Canal de Isabel II
Inauguración Canal de Isabel II

Calle fundamental en el barrio es la de Fuencarral, trazada sobre el camino a ese pueblo, hoy anexionado a la capital. En el inicio, la construcción del edificio de la Telefónica, el primer rascacielos que tuvo Madrid, significó el taponamiento de la calle del Desengaño, que antes tenía salida a Fuencarral.

Calle Fuencarral
Calle Fuencarral

En el solar de las casas números 20 y 22 estuvo, con vuelta por la calle de Hortaleza, el convento de los Agonizantes de San Camilo, desaparecido en tiempos de la desamortización de Mendizábal.

Haciendo esquina con la calle de Augusto Figueroa se encuentra la capilla de la Virgen de la Soledad, oratorio que perteneció a la casa de don Francisco de Feloagán y Ponce de León, marqués de Navahermosa. Parece una ermita campesina en cuyo torno hubiera crecido de pronto la ciudad.

Humilladero de la Virgen de la Soledad
Humilladero de la Virgen de la Soledad en la calle Fuencarral

En el pasaje o galería hacia la Corredera, entre las calles de San Vicente Ferrer y San Joaquín, estuvo el Hogar Canario, que organizaba famosos bailes en las tardes dominicales de los años sesenta, al que acudían chicos y chicas de todo Madrid. Sin proponérselo, fue el Hogar Canario un tímido precursor entonces de la invasión juvenil que hoy sufre el barrio durante los fines de semana.

Donde se halla el Tribunal de Cuentas estuvo antes la casa-palacio de don Pedro Alberca y Bolea, conde de Aranda, ilustre militar y poderoso ministro de Carlos III.

El antiguo Hospicio, hoy Museo de Historia de Madrid (antes Museo Municipal), construido en 1722, se extendía hasta la calle de Mejía Lequerica. Su portada barroca, de Pedro de Ribera, es monumento nacional.

Tribunal de Cuentas y Hospicio
Tribunal de Cuentas y Hospicio

A continuación del Hospicio se ubicaban los Pozos de la Nieve, ocupando el amplio solar hasta la glorieta de Bilbao y Mejía Lequerica. La nieve, traída en carros desde la sierra, era en aquella época indispensable por no existir, ¡naturalmente!, ni frigoríficos ni fábricas de hielo. Se clausuró en 1863, se cegaron los pozos y se abrieron las calles de Barceló, Apodaca, Churruca y Larra.

Donde se encuentran las Hijas de María Inmaculada, más conocidas como monjas del «Servicio Doméstico», habitando en dos antiguos palacios del conde de Vistahermosa (uno de ellos esquina a la calle del Divino Pastor), estuvo hasta la primera mitad del siglo XIX la casa y jardín de don Francisco de Bringas, que se extendía por toda la manzana y que fue inmediatamente transformada en centro de recreo con el nombre de Jardines de Apolo. Dicen las crónicas que era un parque muy frondoso y que contaba con teatro, pista de baile y merendero.

Iglesia de María Inmaculada
Iglesia de María Inmaculada

Otro tercer palacio, propiedad como los anteriores del conde de Vistahermosa, fue derribado para construir el ya desaparecido colegio de los Sagrados Corazones. Hoy su lugar lo ocupa un moderno inmueble que albergó el Drugstore Fuencarral y actualmente un local de estilo semejante de la cadena comercial Vips.

El solar de la finca siguiente, de nueva construcción, albergó el palacio del conde de Eleta y luego los almacenes Mazón.

Tremenda metamorfosis es la que se ha producido en toda la calle, ahora peatonalizada hasta el cruce con Hernán Cortés y en tiempos casi irremediablemente abocada a un triste y rápido deterioro. De ser el escaparate tradicional de la industria del calzado, ha pasado a convertirse en una continua galería especializada en la moda más agresiva, más vanguardista y más rabiosamente juvenil. Si las calles de Serrano, Ortega y Gasset o Preciados están consideradas como «millas de oro» por la importancia de las tiendas instaladas y el precio del suelo comercial, la aún más castiza calle de Fuencarral se ha convertido en la «milla de acero», un material más acorde con la estética de los jóvenes y sus tendencias de moda.

Calle de Fuencarral
Fuencarral, la calle de la moda más agresiva, más vanguardista y más rabiosamente juvenil, sobre todo en el primer tramo, entre la Gran Vía Y Tribunal

En la batalla por la subsistencia, muchísimos han sido (si no todos) los establecimientos comerciales antiguos desaparecidos. Recordamos, entre otros: los almacenes Eleuterio, San Mateo («Si no lo veo no lo creo…») y los ya citados Mazón; la ferretería Subero, el bar-restaurante La Criolla, Confecciones Roan, Ortopedia Alonso, la taberna Corripio y, mucho antes, el bazar Orsolich, precursor y adelantado a las hoy populares tiendas de «todo a cien».

La calle de Fuencarral en 1910
La calle de Fuencarral en 1920 con el bazar Orsolich (todo a 65 céntimos)
Ortopedia Alonso
Ortopedia Alonso
Corripio
Sidrería Corripio

La glorieta de Bilbao toma el nombre de la puerta que aquí hubo, que del antiguo nombre de los Pozos de la Nieve pasó a denominarse en 1837 de Bilbao, en honor a la heroica defensa de la ciudad vasca ante el asedio de las tropas carlistas. Y en la glorieta, sí permanece, como bastión incólume, el Café Comercial, abierto en 1887.

La glorieta de Bilbao en 1920
La glorieta de Bilbao en 1920
El Café Comercial
El Café Comercial

A principios del siglo XIX se empezaron a construir, no muy alejados de la actual glorieta, hacia el oeste, algunos de los primeros camposantos de la ciudad: el General del Norte y el de San Luis. Y poco después empezaron los primeros asentamientos, la mayoría clandestinos del futuro Chamberí, una de las zonas del chabolismo de entonces.

En calles aledañas a Fuencarral hay que hacer mención, en la de la Farmacia, de la sede, como no podía ser menos, de la Real Academia de Farmacia, edificio neoclásico construido por Pedro Zengotitabengoa en 1827 para albergar la facultad de Farmacia, que aquí estuvo hasta su traslado a la Ciudad Universitaria.

En la calle de Santa Brígida desapareció por los años ochenta el teatro Martín, construido en 1860 por Manuel Felipe Quintana para el empresario Casimiro Martín. Fue el «templo de la revista musical a la española».

Teatro Martín
Teatro Martín

En la calle de San Mateo se encuentra el Museo Romántico, antes palacio del marqués de Matallana. En 1924, Benigno de la Vega-Inclán y Flaquer, II marqués de la Vega-Inclán, convirtió el edificio en el Museo Romántico, donando para tal efecto su colección personal de muebles, cuadros, porcelanas, libros, y otros interesantes recuerdos de los personajes, escritores y artistas de aquella agitada época romántica.

Al final de la calle de San Mateo, esquina a Mejía Lequerica y ocupando toda la manzana, está el palacio que perteneció al Conde de Villagonzalo, construido por Juan de Madrazo y Kunt entre 1862 y 1866 con una estética medieval.

Enfrente, en Mejía Lequerica, esquina a Hortaleza, la Casa de los Lagartos, de estilo modernista, con el único adorno de los enormes lagartos que sujetan la cornisa del edificio.

Casa de los Lagartos
Detalle de la Casa de los Lagartos

En la calle de la Beneficencia, el que fuera palacio de los duques de Veragua, construido entre 1860 y 1862 por el arquitecto Matías Laviña Blasco y hoy sede del Servicio Nacional de Productos Agrarios. Y la Iglesia Reformista Episcopal, levantada en 1893 por Enrique Repullés Segarra para albergar una capilla protestante.

En la calle de Barceló, los Jardines del Arquitecto Rivera (una de las escasísimas zonas verdes del barrio), con la Fuente de la Fama en un lateral (dentro de un espacio cerrado con una verja de nueva construcción, para evitar los actos de vandalismo); el grupo escolar Isabel la Católica; el complejo arquitectónico del nuevo Mercado de Barceló en sustitución del antiguo, que incluye equipamientos deportivos y culturales, y el magnífico edificio racionalista con toques de art-déco del antiguo Cine Barceló, construido por el arquitecto Luis Gutiérrez Soto en 1930, y que perdió su función inicial para convertirse en discoteca famosa.

La calle de Barceló en 1960
La calle de Barceló en 1960

En la calle de Larra, los edificios rotulados con los números 11 a 15 y 19 a 21, y en la de Churruca, el 12 y el 18, todos ellos de estilo historicista y obra del arquitecto Luciano Delage Villegas.

Edificio historicista en la calle ChurrucaCalle Churruca
Edificio historicista en la calle de Churruca

Y en la calle de Manuela Malasaña, esquina a San Andrés, el Teatro Maravillas, de nueva construcción en los bajos de un hotel, que sustituye al antiguo demolido en 2002

Manuela Malasaña, de diecisiete años, fue detenida cuando regresaba del trabajo camino de su casa en la gloriosa jornada del 2 de mayo de 1808. Al ser registrada por los soldados franceses y ver que llevaba unas pequeñas tijeritas, propias de su oficio de bordadora, fue acusada de portar armas y fusilada esa misma noche. La historia real es así. La leyenda que la presentaba dando cartuchos a su padre y muriendo en Monteleón era una deformación, comprensible en aquellos momentos de confusión, de la verdadera realidad.

Pues bien, Manolita Malasaña, se convirtió en musa y símbolo de la «movida madrileña» de los años setenta y ochenta. De tal manera, que este barrio, que oficialmente forma parte del de Universidad, y que de día ejerce popularmente entre sus vecinos como de castizo, muy madrileño y casi provinciano Maravillas, por la noche se convierte para todos los que a él acuden los fines de semana a sus numerosos bares y pubs, o para practicar el llamado botellón, en el cosmopolita Malasaña. Malasaña es, pues, metáfora de la noche.

Botellón en Malasaña
Botellón en Malasaña

La «movida madrileña» fue un movimiento contracultural underground surgido durante los primeros años de la España posfranquista, que se prolongó hasta finales de los años ochenta. Y que se extendió miméticamente a otras capitales y ciudades españolas. Esta imagen de una España moderna, o cuanto menos abierta a la modernidad, fue utilizada internacionalmente para combatir la imagen negativa que el país había adquirido a lo largo de cuatro décadas de dictadura.

Aunque nadie sabe quién le dio ese nombre, todos los que en ella estuvieron inmersos están de acuerdo hoy en que si algo les unía, eran las ganas de divertirse y de gozar plenamente la libertad en aquel Madrid efervescente de entonces. Acudir desde los barrios periféricos al centro de Madrid, concretamente a Malasaña, se puso de moda y se convirtió en todo un rito juvenil.

Alaska, Almodóvar y McNamara
Olvido Alaska, Pedro Almodóvar y Fabio McNamara

La revista La Luna, fue el baluarte del movimiento, que halló reflejo en algunos programas televisivos como La bola de cristal, Si yo fuera presidente (de Fernando García Tola) y La edad de oro (de Paloma Chamorro). Tuvo su cronista en el escritor y periodista Francisco Umbral desde su columna en el diario El País. Sus cantantes en Enrique Urquijo y Olvido Gara, más conocida como Alaska Su poeta en Eduardo Haro Ibars, su graffitero en Juan Carlos Argüello (Muelle), sus ídolos artísticos en Andy Warhol y Miquel Barceló y sus lugares de culto en El Penta, La Vía Láctea y, de corte intelectual y poético, en Manuela, Café de Ruiz o el Parnasillo. Además de otros fuera de Malasaña, como Rock-Ola (Padre Xifre) Carolina (Bravo Murillo) o El Sol (Calle Jardines).

El Penta
El Penta en la Corredera Alta de San Pablo esquina a la calle de la Palma
La Vía Lactea
La Vía Lactea en la calle de Velarde
El Parnasillo
El Parnasillo en la calle de San Andrés

La «movida» produjo estilos y vertientes nuevas en la pintura y fotografía, en la moda, en el cine (con Pedro Almodóvar como máximo exponente), en el cómic, en la literatura y sobre todo en la música

Años después de esta época, se hizo una encuesta sobre los temas musicales más populares y emblemáticos de la movida, cuyos resultados fueron los siguientes, por orden desde el más votado:

Nacha PopChica de ayer (Nacha Pop)
Para ti (Paraíso)
Déjame (Los Secretos)
Cadillac solitario (Loquillo y los Trogloditas)
Perlas ensangrentadas y Ni tú ni nadie (Alaska y Dinarama)
Groenlandia (Zombies)
Cuatro rosas (Gabinete Caligari)
Cuando brille el sol (La Guardia)

 

AMANIEL

Varias son las partes bien diferenciadas de esta zona de Madrid que venimos a considerar: el entramado de calles en los alrededores de la de Amaniel, el Cuartel del Conde Duque, el Palacio de Liria, las dependencias militares en lo que fue Seminario de Nobles y el antiguo barrio de Pozas hoy ocupado por el Corte Inglés.

Barrio de Amaniel

A pesar de los desmontes y obras de nivelación llevadas a cabo desde que se comenzó la edificación masiva de estos parajes, lo abruto del terreno se aprecia en el acusadísimo desnivel entre la travesía de la Parada y la plaza de los Mostenses, salvable mediante una escalinata. O en la necesidad del pretil que sostiene la única acera de la calle del Duque de Osuna y que corona el gran terraplén sobre la calle de la Princesa, con acceso a la plaza de Cristino Martos también mediante gradas.

En tiempos lejanos, todos estos terrenos estaban ocupados por las fértiles huertas del convento de San Martín, huertas regadas por un arroyo, llamado de Leganitos, que discurría por la actual calle de los Reyes y se precipitaba en torrentera a un barranco en la ahora plaza de España. Y se extendía hacia el norte la Dehesa o Eras de Amaniel, zona boscosa donde proliferaba la caza, y cuyo nombre vino de su dueño, Lope de Amaniel, ballestero que fue del rey Enrique II de Castilla. Cuando se formó la calle de Amaniel en tiempos de Felipe IV, tomó el nombre de los terrenos.

Desnivel en Princesa
Escalinatas entre la calle de la Princesa y la plaza de Cristino Martos

En la plaza de los Mostenses estuvo el convento de Santa Catalina, luego de San Norberto al ser ocupado en 1611 por los premostratenses, vulgarmente conocidos por los mostenses, y que fue derribado por José Bonaparte. En el solar se edificó en 1876 el antiguo mercado de los Mostenses, muy similar al antiguo también de la Cebada, con estructura de hierro y derribado con las obras de construcción de la Gran Vía. Ahora uno nuevo, de mucho menor tamaño, se levanta cercano a donde estuvo el anterior.

Antiguo mercado de los Mostenses
Antiguo mercado de los Mostenses

En la plaza del Conde de Toreno desapareció el convento de Capuchinas de la Concepción.

A la calle de los Reyes da una de las fachadas de la vieja Universidad y, junto a ella, el Instituto Cardenal Cisneros.

En la calle del Noviciado se encuentra una de las capillas evangélicas más populares de Madrid, la iglesia del Salvador, en estilo neomudéjar.

En la empinada calle de Amaniel, esquina con la travesía del Conde-Duque, se instaló en 1719 el colegio de Nuestra Señora del Patrocinio y Amparo de niñas huérfanas, en unas casas que fueron propiedad del conde de Monterrey. Por eso, desde entonces fue conocido como colegio de las niñas de Monterrey. Subsistió hasta 1824, cuando Fernando VII regaló el edificio para el emplazamiento del hospital de Jesús Nazareno, de mujeres incurables, que desapareció por los años setenta del siglo pasado.

Hospital de Jesús NazarenoEntrada Hospital de Jesús Nazareno
Hospital de Jesús Nazareno de mujeres incurables

Mejor suerte ha tenido la antigua fábrica de cervezas Mahou, construida entre 1892 y 1894 por Francisco Andrés Octavio en estilo neomudéjar, ahora sede del Archivo Histórico de la Comunidad de Madrid.

La Mahou, nació de una añeja fábrica de pinturas en la calle Amaniel que Casimiro Mahou Birhans fundó en el siglo XIX. En 1889, un nieto, Casimiro Mahou García, y varios bisnietos decidieron abrir la cervecera con el eslogan de «Hijos de C. Mahou. Fábrica de hielo y cerveza». Y aquí estuvo hasta 1962, año en el que se trasladó al paseo Imperial, junto al estadio Vicente Calderón. Ahora se encuentra en Guadalajara.

Antigua fábrica de la Mahou
Antigua fábrica de la Mahou
Antigua fábrica de la Mahou. 1930
Antigua fábrica de la Mahou. 1930

Por los años 50 se abrió un bar con terraza junto a la fábrica de Amaniel, para poder disfrutar de la cerveza bien fría, pero cerró al poco tiempo a pesar de la afluencia masiva de gente. Esta tradición de cerveza bien tirada, como mandan las buenas costumbres en Madrid, la continúan en El Cangrejero, frente a la plaza de las Comendadoras.

El Cangrejero
El Cangrejero

El convento de las Comendadoras, en la encantadora plaza de ese nombre, fue fundado en 1650 y es obra de Manuel y José del Olmo. Lo más destacable es la iglesia (parroquia de Santiago), de planta cruciforme con gran cúpula central y cuatro exedras semicirculares, así como la sacristía de planta elíptica construida entre 1745 y 1754 por Francisco Moradillo. En 1773, Francisco Sabatini reorganizó las dependencias conventuales, dándoles el aspecto actual.

Las Comendadoras
Las Comendadoras

En la calle de Quiñónes, entre la plaza de las Comendadoras y San Bernardo, estuvo la imprenta de doña Elvira Quiñónes, al parecer una de las primeras que hubo en Madrid. Y dan los muros laterales del convento de los benedictinos de Montserrat, habilitado desde 1842 hasta entrado el XX como Casa Galera o cárcel de mujeres.

Cárcel de mujeres de la calle de Quiñones
Cárcel de mujeres de la calle de Quiñones

Más arriba, en la calle de San Hermenegildo, esquina a San Bernardo, estuvo el Cuartel de Voluntarios del Estado, del que salió una compañía al mando del capitán Goicochea, y en la que figuraba el teniente Ruiz, para auxiliar a los defensores del cercano Parque de Artillería de Monteleón el 2 de mayo de 1808.

En la calle del Cristo, al otro lado de la calle de Amaniel, tenía su finca don Juan de Amezqueta, y en ella una ermita-oratorio con un cuadro de Jesús Crucificado, cuadro que dio nombre a la calle y que, permanentemente alumbrado con un farol, era conocido como el Cristo de la Luz. Amezqueta pasó a la posterioridad en las páginas de la primera edición del Quijote, ya que fue el firmante, dada su condición de miembro del Consejo y Cámara de Felipe III, del privilegio real concedido a Miguel de Cervantes para su publicación. Cuando murió, fue enterrado en la iglesia de Maravillas, junto a la plaza del Dos de Mayo, y allí pasó también el famoso cuadro del Cristo, que aún sigue y podemos contemplar.

Cristo de la Luz
El Cristo de la Luz. Parroquia de Ntra. Sra. de las Maravillas y de los Santos Justo y Pastor. Calle del Dos de Mayo

En San Leonardo se alza la iglesia de San Marcos, en cuyo primer templo, levantado en la segunda mitad del siglo XVII, intervinieron Marcos López, Pedro de Rivera y José Benito de Churriguera. Pero Felipe V, para conmemorar la victoria en la batalla de Almansa, entablada el día de san Marcos de 1707, mandó sustituirla por la actual, obra de Ventura Rodríguez entre 1749 y 1756. Está considerada como una de las joyas de la arquitectura madrileña. Destaca sobre todo la planta, muy original, la cual está formada por tres elipses, una de gran tamaño en el medio — la que se levanta la cúpula—, y dos de menor tamaño en los extremos. También es muy interesante la soberbia fachada, constituida por dos pilastras de orden compuesto, sobre las que descansa el frontispicio triangular del remate.

Iglesia de San Marcos
Iglesia de San Marcos

La calle de San Bernardino, entre las plazas del Conde de Toreno y Cristino Martos, tiene ese nombre por ser en tiempos el camino directo al convento de franciscanos y luego asilo de San Bernardino, situado extramuros (en la actual calle de Isaac Peral), y al que se acudía saliendo por un portillo de la antigua cerca que rodeaba Madrid situado en la hoy calle de la Princesa.

Asilo de San Bernardino
Asilo de San Bernardino, uno de los lugares seleccionados en Madrid para concentrar a todos los pobres y menesterosos de la ciudad»

La plaza de Cristino Martos es bastante más reducida que la antigua de Afligidos (toda esta zona está muy cambiada por los desmontes y nivelación que se hizo en la calle de la Princesa por los años cuarenta del pasado siglo), a la que daba el convento de San Joaquín, de premostratenses, en el que se veneraba a la Virgen de los Afligidos, y la iglesia de Nuestra Señora de La Concepción, llamada por todos la de la Cara de Dios por albergar un lienzo de la Verónica que dio lugar a una verbena — es así— que se celebraba todos los Viernes Santo.

Iglesia de la Cara de Dios
Desmontes en la calle de la Princesa. A la izquierda se aprecia una pequeña parte de la iglesia de la Cara de Dios

El Cuartel del Conde Duque, en la calle del mismo nombre, siempre se creyó que se asentaba sobre los terrenos del antiguo palacio de don Gaspar de Guzmán, conde-duque de Olivares y famoso valido del rey Felipe IV; sin embargo, otra hipótesis indica que el palacio perteneció al conde de Aranda y duque de Peñaranda, e investigaciones nuevas apuntan a que fue propiedad del tercer duque de Berwick y Liria, conde de Lemos. En cualquier caso, el cuartel fue mandado construir por Felipe V en 1717 para albergar a las compañías de los Reales Guardias de Corps, un cuerpo militar de élite que había sido creado en 1704 para la custodia y escolta de los reyes.

La realización del proyecto fue encomendada al arquitecto Pedro de Ribera, quien lo concibió como un grandioso cuartel de estilo barroco, capaz para 600 guardias y 400 caballos. Su planta, rectangular, consta de tres patios, siendo el central más amplio que los laterales. Destaca la portada principal, muy llamativa, de estilo churrigueresco, que resulta ser el ornamento más importante de la construcción.

En 1854 fue destinado a cuartel de Caballería. Y en 1869 un fuerte incendio destruyó los pisos superiores, y casi hizo desaparecer la torre situada en la fachada oeste, que había sido utilizada como prisión para numerosos personajes políticos. Este hecho provocó la decadencia de las instalaciones. En 1969 lo adquirió el Ayuntamiento de Madrid y, rehabilitado en sus trazas originales, se ha convertido en un centro cultural y de ocio, donde son programados conciertos, exposiciones y ferias.

Cuartel del Conde Duque
Cuartel del Conde Duque

Pegado al Cuartel del Conde Duque está el Palacio de Liria, del que hay que precisar que no se construyó por encargo de la Casa de Alba, ya que en origen perteneció a otra saga aristocrática, los duques de Berwick. Fue en 1802, al morir sin descendencia la duquesa Cayetana, musa de Goya, cuando los linajes Álvarez de Toledo (Alba) y Fitz-James (Berwick) se unieron bajo un mismo titular.

El primer duque de Berwick, James Fitz-James, hijo ilegítimo de Jacobo II de Inglaterra, echó las raíces de su saga en España cuando entró al servicio del pretendiente Felipe de Anjou (futuro Felipe V) en la Guerra de Sucesión española. El duque de Berwick recibió del nuevo rey Borbón los ducados de Liria y Jérica por su triunfo en la decisiva batalla de Almansa (1707). Y en tales circunstancias, decidió erigir su residencia madrileña en un barrio cerca del Real Alcázar, en una zona de gran presencia militar.

Las primeras trazas del palacio de Liria se encargaron a un tal Guilbert, pero las obras quedaron interrumpidas y retomadas décadas después por un nieto del primer duque, ya al gusto neoclásico con planos del arquitecto Ventura Rodríguez. El inicio de las obras se sitúa hacia 1770, y se dieron por terminadas en 1779. En 1936 fue incendiado y posteriormente reconstruido por Edwin Lutyens.

Palacio de Liria
Palacio de Liria

Al modo de los palacios franceses, se ubica en el centro de una amplia parcela vallada y no en primera línea de la calle, con un jardín delantero que sigue la estética romántica inglesa, en el que no faltan fuentes y estatuas, y otro trasero, geométrico, al modo de Versalles.

La planta del palacio adopta la forma de un rectángulo inusualmente largo, pero la fachada evita la monotonía dividiéndose en cinco cuerpos verticales realzados con pilastras. El cuerpo central, con cuatro columnas, recuerda a la fachada sur del Palacio Real de La Granja y se corona con una espadaña con temas heráldicos.

Los tesoros artísticos e históricos que alberga el Palacio de Liria son asombrosos: muebles de singular calidad, manuscritos, incunables, esculturas, tapices y una riquísima colección de pintura, en particular retratos excepcionales de Tiziano y Goya, que ha ido creciendo con la incorporación de obras de Picasso, Miró, Eugène Boudin, Renoir, Marc Chagall y otros. Todo ello hace de la fastuosa mansión un extraordinario museo vivo.

En la gran manzana entre Princesa, Serrano Jover. Santa Cruz de Marcenado y Mártires de Alcalá se encontraba el antiguo Seminario de Nobles, fundado por Felipe V el 21 de septiembre de 1725, como un centro educativo en donde se impartían a los jóvenes nobles las enseñanzas propias de su estamento. Estuvo en un principio bajo la dirección de padres de la Compañía de Jesús, quienes lo regentaron hasta la expulsión de la Orden en 1767, año en que se puso bajo la dirección de maestros laicos directamente nombrados por el rey.

Seminario de Nobles
Seminario de Nobles

Convertido en cuartel durante la invasión francesa, fue de nuevo rehabilitado y devuelto a los jesuitas en 1826. En 1836 se instaló en él la Universidad trasladada desde Alcalá, y en 1841 pasó a ser Hospital Militar hasta que en 1889 sufrió un incendio y fue derribado. Desde entonces, las nuevas edificaciones han estado destinadas a diversas dependencias militares.

Plano barrio de Pozas
Plano de Ibáñez de Ibero de 1872. Triángulo del antiguo barrio de Pozas entre las calles de la Princesa, Alberto Aguilera (antiguo
paseo de Areneros) y Serrano Jover (ronda del Conde Duque), entonces en las afueras de Madrid

Y por último, el pequeño, recoleto y desaparecido barrio de Pozas, que durante más de un siglo existió en el triángulo que forman las calles de Princesa, Alberto Aguilera y Serrano Jover, que la piqueta de la especulación derribó en 1971 — heroica y numantina defensa por parte de un ilustre morador, el dramaturgo Lauro Olmo— para sustituirlo por el centro comercial del Corte Inglés. Desaparecía así un trazado viario simétrico y homogéneo formado por varios edificios levantados en 1860 por Ángel de las Pozas, que dio su apellido al barrio, para dar vivienda digna a obreros que malvivían hacinados en las típicas pero insanas corralas del centro y espacio para una vida apacible y humana. Dicho conjunto constituía un auténtico pueblo con tres calles, Valdecilla, Hermosa y Solares, una plaza con arbolado, mercado propio, escuela de Artes y Oficios y, posteriormente, hasta cuartelillo de la Guardia Civil y estafeta de correos.

Barrio de Pozas. calle de la Princesa
Casas del barrio de Pozas en la calle de la Princesa
Barrio de Pozas. calle de la Princesa
Casas del barrio de Pozas en la calle de Alberto Aguilera (antiguo paseo de Areneros). El bar de las Cuatro Puertas hacía esquina con el pasaje de Valdecilla

Las calles eran adoquinadas, pero no del adoquín madrileño de basalto gris, sino de piedra de río que daba a las calles un tono amarillento al dar el sol en el suelo.

 

LOS BULEVARES

Los bulevares son paseos arbolados, con o sin pavimento, en el centro de grandes avenidas o de calles anchas.

Los tuvimos en Madrid y alguno aún queda. Los primeros fueron realizados entre 1870 y 1901, en las calles de Alberto Aguilera (entonces Areneros), Carranza y Sagasta, a los que se sumaron posteriormente los de Génova y Marqués de Urquijo. Constituyeron así, un paseo continuado por las rondas de la parte norte de la ciudad, rondas que discurrían junto a la cerca construida por Felipe IV en 1625 que abrazaba el caso antiguo. Al ser demolida la cerca en 1869, hubo espacio suficiente, unos 30 metros de anchura, para distribuirlo en un paseo central de 10 metros, arbolado a doble hilera cada 5 metros y con numerosos bancos para sentarse; dos calzadas de 8 metros, para la circulación rodada, y dos aceras de 2 metros. Fueron los bulevares por antonomasia, y, aun hoy, así es nombrado ese eje que sirve de comunicación entre el barrio de Salamanca y el de Argüelles, y que marca el límite del antiguo Madrid con Chamberí, el entonces nuevo barrio en el llamado Ensanche, plan que a partir de 1869, y según trazas del ingeniero y urbanista Carlos María de Castro, supuso triplicar la superficie edificada de la ciudad.

Cerca de Felipe IV
Parte norte de Madrid en 1831. Los títulos en rojo son las actuales calles trazadas por la ronda que discurría junto a la antigua cerca de Felipe IV construida en 1625

Esta misma opción, pareja a los bulevares exteriores de París o de Bruselas o a la Rambla de Barcelona, se adoptó también, con medidas más o menos similares, en la avenida de Reina Victoria y las calles del General Ibáñez de Íbero, Raimundo Fernández Villaverde, Joaquín Costa, Francisco Silvela y Doctor Esquerdo hasta la calle de Ibiza; en las calles de Ibiza y Alcalde Sainz de Baranda; en Juan Bravo y parte de las de María de Molina y López de Hoyos; en las calles del Príncipe de Vergara, Menéndez Pelayo y Velázquez, y en las rondas de Toledo, Valencia y Atocha.

De todos ellos, sólo se conservan algunos tramos del de Reina Victoria y los de las calles de Juan Bravo, Ibiza y Alcalde Sainz de Baranda. El de López de Hoyos fue el último en desaparecer; los demás lo hicieron por los años sesenta del pasado siglo.

Bulevar de Príncipe de Vergara en 1930
Bulevar de Príncipe de Vergara en 1930

Fue una lástima, pues los bulevares proporcionaban espacio para el juego infantil y un paseo ancho sin interrupciones para los viandantes, favorecían el desarrollo simétrico y con grandes copas de los árboles sin molestar en balcones ni interferir luces y vistas de edificios, aseguraban una mejor protección de las calles contra la radiación solar en días calurosos y el viento en días fríos, generaban sombra fresca en un ambiente sereno y acogedor, y evocaban la naturaleza con el piar de los pájaros y con las distintas texturas, colores y fragancias del ciclo de las estaciones.

Antiguos bulevares
Mapa de los antiguos bulevares

Hace unos años, algún descerebrado en el Ayuntamiento nos pretendió vender a bombo y platillo la recuperación de los bulevares en el eje Sagasta-Carranza-Alberto Aguilera. Quizá creyó que los madrileños éramos unos incautos, pues el ridículo bulevar, de apenas unos palmos de ancho, sólo es una medianería para separar los dos sentidos de los carriles de circulación, que apenas da soporte al crecimiento de unos exangües arbolitos, y que en la mayoría de las veces provoca confusión a los viandantes — atropellos— por la no sincronización de los semáforos de ambos lados en los distintos cruces de peatones.

Algo sí se ha hecho bien en la calle de Fuencarral, entre las glorietas de Bilbao y Quevedo, aumentando considerable las aceras, sobre todo la de la izquierda, que ha quedado como un agradable y animado paseo, con abundantes bancos de asiento, con doble fila de árboles en los últimos tramos (en los primeros la existencia de un parking subterráneo lo impide, pero se suple con jardineras de superficie e ingeniosos parasoles) y con espacio suficiente para extender terrazas de los bares y cafeterías de la zona y para la instalación de zonas acotadas para parques infantiles.

También se pueden considerar bulevares la parte central arbolada de la alargada plaza de Santa Bárbara y, por supuesto, los paseos del Prado, Recoletos y Castellana.

Los bulevares genuinos
Los bulevares genuinos

Ciñéndonos a los bulevares genuinos, la calle de Génova, inicio del gran paseo, se formó sobre la ronda de Recoletos, exterior a la antigua cerca que rodeaba la ciudad, y que iba desde el portillo de Recoletos (en la actual plaza de Colón) hasta la puerta de Santa Bárbara (Alonso Martínez). Tres conventos compartían entonces sus propias tapias con el muro de la cerca: el de las Salesas, el de Santa Teresa y el de Santa Bárbara (todos desaparecidos). En terrenos del de Santa Teresa se abrieron en 1869, con el convento recién derribado, los Jardines Orientales, lugar de entretenimiento para las noches veraniegas.

Hoy, la calle se inicia con el famoso y emblemático edificio de las Torres de Colón, dos rascacielos gemelos levantados en 1976 por Antonio Lamela, con la particularidad de que se fueron construyendo de arriba abajo, con toda la estructura suspendida sobre dos grandes pilares centrales. El remate verde que las corona («el enchufe») se añadió posteriormente.

Torres de Colón
Las torres de Colón

De la calle de Génova desaparecieron dos locales cinematográficos muy populares de su tiempo: el Príncipe Alfonso y el Colón (antes Royalty).

Los terrenos sobre los que ahora se abre la plaza de Alonso Martínez fueron zona extramuros, junto a la puerta de Santa Bárbara de la antigua cerca. Al lado, en un paraje conocido como Campo del Tío Mereje, había un campamento gitano del que habla Cervantes en su novela La Gitanilla. Y allí luego se instaló en 1720 la Real Fábrica de Tapices, para la que se trajo desde Flandes a un prestigioso fabricante, Juan de Vardengoten, que fue el primer director del establecimiento. Allí estuvo la fábrica hasta 1889, año en el que fue trasladada a las inmediaciones de la basílica de Atocha. En ella trabajó como pintor de cartones para tapices Francisco de Goya.

Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara
Fábrica de Tapices de Santa Bárbara

En 1846 se construyó por la zona un hipódromo, con graderíos y palcos, para carreras de carros y caballos, que disponía de un pabellón destinado a café y a salón de baile. Sobre su solar se levantó en 1890 el Circo Colón, en madera, famoso en la vida madrileña de finales del XIX por sus pantomimas acuáticas, los números cirquenses de la escultural Geraldine Wade, las primeras prácticas hipnóticas de un tal Onofroff, la exhibición de cintas de actualidad por el Biógraph-Lumiere y las danzas de la Bella Chiquita, que escandalizaban a la sociedad biempensante de entonces.

Circo ColónCirco Colón
Circo Colón

También por los alrededores se estableció el Casino de Santa Bárbara, un lugar de recreo y diversión al aire libre con baile, columpios y exhibición de titiriteros y saltimbanquis. Parece que las ganas de juerga y jarana de los madrileños de entonces eran muchas.

Dentro de la cerca, en el edificio que perteneció al convento de Santa Bárbara, desaparecido en 1835 y con fachada a la plaza del mismo nombre, estuvo instalada entre 1839 y 1861 la Fundición Bonaplata, con más de 80 obreros, que construía máquinas de vapor, ruedas hidráulicas, prensas, faroles, ventanas y balcones y muchos otros productos férricos.

Una vez urbanizada la plaza de Alonso Martínez, en el centro se puso la estatua de Quevedo que hoy adorna la glorieta de su nombre.

Inauguración del monumento a Quevedo en la plaza de Alonso Martínez
Inauguración, el 2 de enero de 1902, del monumento a Quevedo en la plaza de Alonso Martínez

La calle de Sagasta se formó sobre la antigua ronda de Santa Bárbara, extramuros, que tenia a un lado el Saladero, edificio construido en 1768 para matadero de cerdos y salazón de tocinos que pasó a ser Cárcel de la Villa entre 1831y 1876, y por el otro lado, cerca de la actual glorieta de Bilbao, otro paraje denominado las Charcas de Mena, lugar en donde abundaban los tejares y yeserías. No en vano, los primeros asentamiento clandestinos que por allí se hicieron, embrión del futuro Chamberí, eran conocidos como barrio de los Tejares.

El último trozo en urbanizar de la calle fue el que corresponde al encuentro con la calle de Mejía Lequerica, taponado con una antigua construcción adosada a la cerca, trozo que se mantuvo hasta final de los años veinte del pasado siglo.

Ronda de santa Bárbara
Ronda de Santa Bárbara en un plano de 1831

En la calle de Sagasta desapareció en 1912 el Teatro Nuevo, que se levantó en el solar donde antes estuvo el Saladero. Era un barracón de madera, como había tantos en aquella época, muy sólido y espacioso (1800 espectadores), decorado con gusto y construido en 1905. Funcionaba con espectáculos de variedades, representaciones dramáticas y, en los últimos años, con sesiones cinematográficas. Y también el Teatro de la Infancia, con espectáculos de guiñol y cine en un barracón con muy pocas condiciones de higiene y seguridad, instalado entre 1903 y 1906 en un solar entre las calles de Antonio Flores y Hermanos Álvarez Quintero.

Bulevar de Sagasta a finales del siglo XIX
Bulevar de Sagasta a finales del siglo XIX. A la derecha, dos hotelitos ya desaparecidos entre las calles de Francisco de Rojas y Manuel Silvela
Bulevar de Sagasta en 1927
Otra fotografía del bulevar de Sagasta en 1927

La glorieta de Bilbao toma el nombre de la antigua puerta del mismo nombre que aquí estuvo situada, y que abría paso a la ciudad en la cerca que mandara construir Felipe IV. La puerta era llamada al principio de los Pozos de la Nieve, por hallarse junto a unos situados en esta salida de Madrid, ocupando un amplio solar que llegaba hasta la calle de Barceló, pero en 1837 pasó a denominarse de Bilbao en honor a la heroica defensa de la ciudad vasca ante el asedio de las tropas carlistas en 1836.

Los Pozos de la Nieve fueron construidos en 1607 y no se clausuraron hasta 1863. La nieve, traída en carros desde la sierra, era en aquellos tiempos indispensable por no existir, ¡naturalmente!, ni frigoríficos ni fábricas de hielo. La llegada de la primavera comportaba un agradable cambio en la fisonomía de los alrededores. A los muchos merenderos y ventorrillos establecidos de fijo, se añadían los puestos ambulantes de agua de cebada, horchata, limonada y helados. Eran consumidores obligados de la apreciada nieve y la cercanía del suministro resultaba fundamental.

Vendedor de sorbetesMerendero
Vendedor de sorbetes y antiguo merendero

Entre 1833 y 1835 se plantaron en los alrededores de la hoy glorieta, fuera de la cerca, más de tres mil árboles de distintas especies en doble y hasta triple fila, pues quiso el Ayuntamiento convertir la zona — «El Bosquecillo» sería conocida— en parque de recreo público.

La primera mitad del siglo XIX no sólo vio nacer por el futuro Chamberí árboles, también gratos paseos hacia las necrópolis que por aquí se abrieron (todas hoy desaparecidas) en un amplio espacio entre las actuales calles de Rodríguez San Pedro y Cea Bermúdez: el General del Norte, el de San Ginés y San Luis, el de San Martín y el de la Patriarcal.

Y contempló igualmente un sinfín de construcciones irregulares que no cesaron hasta que, derribada la cerca en 1869, se acometió la urbanización general según el llamado Plan Castro.

Puesto ambulante de refrescos
Puesto ambulante de bebidas por los primeros años del siglo pasado

A finales del XIX se acrecentó la actividad lúdica de la ya formada glorieta. Todas las noches de verano, con gran concurrencia de público, se celebraban conciertos de música o se organizaban alegres y bullangueros bailes amenizados por orquestinas de amplio y moderno repertorio. Los más pequeños tenían del mismo modo asegurada la diversión, pues varios tiovivos y otras atracciones de feria se establecían aquí casi de fijo.

Glorieta de Bilbao en 1920
La glorieta de Bilbao en 1920

Mientras tanto, con las nuevas edificaciones se llenó la plaza de cervecerías y cafés que han ido poco a poco desapareciendo. Sólo se mantiene, como bastión incólume, el Café Comercial, abierto en 1887. También permanece en pie en la calle de Sagasta, pero dentro del ámbito de la glorieta, un establecimiento con el escueto nombre de «Vinos», galdosiano, cuidadísimo, con su castiza fachada de madera en rojo bermellón.

Desaparecieron los cafés Europeo (antes, Nueva York), Marly y Kühper, las cervecerías Vinces, La Campana y La Española, y la confitería Montecarlo.

café Comercial en 1910
Año 1910. Un charlatan vendedor de crecepelo junto al Cafe Comercial, entonces decorada su fachada con madera
Vinos el 2 de Sagasta
Vinos el 2 de Sagasta

El cinematógrafo llegó a Madrid al año siguiente de su presentación en París por los hermanos Lumiere. Fue el día de San Isidro de 1896, en el hotel Rusia, en la esquina de la Carrera de San Jerónimo con Ventura de la Vega. Inmediatamente aparecieron numerosos barracones de madera para la proyección de esas películas mudas de forma continuada, proyección que necesitaba generalmente de la ayuda de un «explicador» y de un pianista para describir y ambientar los diversos lances de la acción. Y el primero de estos barracones en Madrid, ¡nada menos que el Palacio de Proyecciones Animadas Maravillas!, se montó en 1899 al lado de la glorieta, en la calle de Fuencarral esquina a Sandoval, donde antes había existido un teatro llamado también Maravillas, dedicado a las variedades y al género chico. Luego seguirían todas las salas conocidas. Sin olvidar los muchos cines de sesión continua de los alrededores, todos desaparecidos.

Barracón cinematógrafo
Barracón cinematógrafo

En el solar que hoy ocupa el edificio de «El Ocaso» estuvo instalado el segundo de los teatros llamados de Maravillas (el tercero, en Malasaña). Era un barracón de madera en donde se representaban revistas de tipo satírico y político, que casi siempre terminaban en tumultuosos enfrentamientos entre el «respetable» y precipitado desalojo a cargo de las fuerzas del orden. Allí mismo se construyó luego una sala cinematográfica, también en madera, que desapareció al edificarse el inmueble actual.

Entre 1902 y 1960 estuvo presidiendo la glorieta la estatua de Bravo Murillo, a quien se debe la traída de aguas a Madrid desde el río Lozoya. Ahora se encuentra frente a las instalaciones del Canal, en la calle a él dedicada, esquina a Abascal.

La glorieta de Bilbao y la calle de Carranza
La glorieta de Bilbao y la calle de Carranza

La calle de Carranza ocupa la ronda de Bilbao que discurría junto a la antigua cerca.

En ella, entre 1853 y finales de los años ochenta del siglo XIX, todo el margen derecho estuvo ocupado por la fundición Sanford, que elaboraba toda clase de piezas de hierro fundido y maquinaria. Era conocida vulgarmente como los «Tubos de Sanford» por tener siempre muchos de ellos y de diferentes diámetros en el exterior, preparados para ser transportados en grandes carros. En la montonera de tubos los niños jugaban, no sin riesgo de sufrir algún percance, y los viejos se sentaban a tomar el sol.

Frutería y Huevería en la calle Carranza. 1900
Frutería y Huevería en la calle Carranza. 1900

Cuando en el año 1869 se derribó la cerca y se hizo la urbanización y explanación, se descubrió que en algunos cortes del terreno afloraba una viscosa capa de betún grasiento y negro, procedente de la consunción de cientos de cuerpos carbonizados por el fuego purificador del brasero inquisitorial que durante años estuvo situado en la hoy glorieta de Ruiz Jiménez. Por tal motivo, se dio a esta calle el nombre de una famosa víctima del Santo Oficio, Fray Bartolomé de Carranza, cuya inocencia fue reconocida al cabo de los años.

Bulevar de la calle Carranza en 1937
Bulevar de la calle Carranza en 1937

En la glorieta de Ruiz Jiménez, antes de San Bernardo, estuvo la puerta de Fuencarral de la antigua cerca, y a su salida, el quemadero de la Inquisición ya citado, donde tantos desgraciados sufrieron horrible suplicio.

Portillo de Fuencarral
1860. Puerta de Fuencarral en la cerca de Felipe IV de 1625

En ese lugar se edifico en 1857 el Hospital de la Princesa para conmemorar el natalicio de la infanta Isabel Francisca, entonces, como primogénita de Isabel II, heredera de la corona y princesa de Asturias. Su enorme y singular estructura subsistió hasta 1955 con el mismo cometido, salvo los años de la guerra civil (1936-39) que fue convertido en cuartel.

Hospital de la Princesa
Antiguo hospital de la Princesa en 1905.
En el centro de la hoy glorieta de Ruiz Jiménez, la escultura de Lope de Vega inaugurada el 5 de junio de 1902. Allí permaneció hasta 1908
Hospital de la Princesa
Antiguo hospital de la Princesa

Sobre su solar se levanta ahora un imponente inmueble de viviendas militares, una especie de amasijo de cemento y macetas que desarrolla algunos conceptos arquitectónicos que traen a la memoria la no muy lejana «Casa de las Flores», magnífico edificio que proyectó Secundino Zuazo en la calle de Rodríguez San Pedro, esquina a Hilarión Eslava. A este de la glorieta, se le denomina chuscamente la «Casa de las Acelgas».

Casa de las Acelgas
Casa de las Acelgas

En el centro de la glorieta estuvo la estatua de Lope de Vega, hoy en la plaza de la Encarnación, y el grupo escultórico dedicado al Pueblo del 2 de Mayo, de Aniceto Marinas, hoy en los jardines del General Fanjul, en el distrito de La Latina. Se plantó este último monumento el 4 de mayo de 1908, y cuando pasado el verano vinieron las lluvias, las gentes vieron con sorpresa que las esculturas se desconchaban y desteñían. Era que por no estar acabado en el día previsto para la inauguración, se había colocado un modelo en escayola pintado en color de bronce, que en noviembre de es mismo año fue repuesto por el original.

La calle de Alberto Aguilera fue el antiguo paseo de Areneros, exterior de la cerca que rodeaba la ciudad.

A ella se abre, con algunas medianerías mal solucionadas, la enorme plaza del Conde de Valle de Suchil, solar de antiguos cementerios y luego de cocheras de la Compañía General de Tranvías.

Mediada la calle se encuentra, en un inmenso edificio de ladrillo con reminiscencias neomudéjares, el conocido como Colegio de Jesuitas de Areneros, el ICAI (Instituto Católico de Artes e Industrias), que inició su andadura en 1909. Hoy es sede de la Universidad Pontificia de Comillas.

ICAI
Instituto Católico de Artes e Industrias (ICAI) cuando fue incendiado el 11 de mayo de 1931

De la calle de Alberto Aguilera desaparecieron los cines Bulevar y La Flor, este último, casi esquina a la glorieta de Ruiz Jiménez, al derribarse el edificio que lo albergaba, pero en el nuevo se ha abierto otro con el nombre de Conde Duque.

Cine de La Flor en 1928
Cine de La Flor en 1928

La gasolinera o estación de servicio «Petróleos Porto Pi», en la esquina con Vallehermoso, construida en 1927 por Casto Fernández-Shaw con clara tendencia racionalista, fue destrozada sin sentido en 1977, pero afortunadamente reconstruida por Carlos Loren Butragueño en 1996.

Antigua gasolinera Porto Pi
Antigua gasolinera Porto Pi
Actual gasolinera Porto Pi
Actual gasolinera Porto Pi

Justo enfrente estaba una famosa heladería decorada con estalactitas de hielo que le daban un aspecto muy particular. Helados Americanos figuraba escrito en la fachada, y vendían helados artesanos de cucurucho o tipo sándwich y polos (hielo con sabor) de naranja, fresa, limón, menta y hasta de chufa (horchata helada). Luego pasó a ser Helados Royne, con productos industriales.

Bulevar de Alberto Aguilera en 1930
Bulevar de Alberto Aguilera en 1930

Por último, la calle del Marques de Urquijo, antigua cuesta de Areneros, nos baja hasta el paseo de Rosales y el parque del Oeste. También vimos desaparecer desgraciadamente de ella un cine, convertido en sus últimos años en sala de arte y ensayo: el Urquijo.

Bulevar de Marqués de Urquijo
Bulevar de Marqués de Urquijo

 

DE LA PLAZA DE ESPAÑA A LA CIUDAD UNIVERSITARIA

Dos son los alcores más altos de Madrid. Uno de ellos, el del antiguo Alcázar, hoy Palacio Real de Oriente. El otro, la Montaña de Príncipe Pío, lugar en el que, durante los siglos XVII y XVIII, en su falda hacia el río Manzanares se encontraba una villa suburbana o palacio-casa de campo suntuosa, mandada construir por el marqués de Castel-Rodrigo. Una hija suya, doña Juana Moura, casó con el príncipe Pío de Saboya, que dio nombre al lugar. La finca sobre la que se asentaba, llamada de la Florida, y que ocupaba toda la montaña, pasó a poder de la Corona en tiempos de Carlos IV, con la inclusión también de la colindante finca de la Moncloa, convirtiéndose todo en el Real Sitio de la Florida Sobre él se levanta la zona que nos ocupa, en la depresión hacia el río y en la plataforma o meseta superior, fruto de llamado Ensanche, que a partir de 1869, y tras el derribo de la antigua cerca que rodeaba y constreñía la villa histórica, puso en marcha el ingeniero y urbanista Carlos María de Castro, y que supuso triplicar la superficie edificada de la ciudad. Por su altura, es como una fachada de Madrid, como un balcón privilegiado frente al espléndido paisaje de la sierra de Guadarrama.

Palacio de la Florida
Real Sitio de la Florida. El camino de tierra de la izquierda es el actual paseo de la Florida
Desde la plaza de España a la Ciudad Universitaria

Y entre ambos, la barranca de San Vicente, por la que desaguaban el arroyo de Leganitos y las aguas que procedían de Amaniel. La plaza de España, hoy incorporada a la cornisa abalconada, fue en principio una alcantarilla que servía de drenaje a la ciudad. El campo que allí se encontraba, el Prado de Leganitos, durante siglos sirvió de lugar de regocijo y esparcimiento de los madrileños en romerías y fiestas campestres.

En ese prado, Carlos III levantó un convento nuevo para los franciscanos de San Gil («Los Gilitos»), para sustituir al que ya tenían por la actual plaza de Oriente, por lo que hubo que efectuar desmontes y nivelaciones dado lo accidentado del terreno. Terminado en 1797, en tiempos de Carlos IV, nunca fue ocupado por los religiosos — que la reina María Luisa se opuso a ello por temor a ser espiada por los monjes, dada la cercanía con el Palacio Real—, por lo que fue destinado posteriormente a cuartel de guardias de Corps y luego albergó fuerzas de Caballería y de Artillería. Célebre por las varias asonadas que de él partieron en los turbulentos finales del siglo XIX, este cuartel de San Gil desapareció en 1908. Poco después, y con sus terrenos, se agrandó la plaza que junto a él se había formado, la de San Marcial, que con los años, ya con el nombre de plaza de España, ha ido tomando la fisonomía actual. El monumento a Cervantes, obra de los arquitectos Rafael Martínez Zapatero y Pedro Muguruza y del escultor Lorenzo Coullant Valera se erigió en tiempos de la dictadura de Primo de Rivera y se completó tras la Guerra Civil.

Cuartel de San Gil
Cuartel de San Gil en 1900

En el frente oriental de la plaza, el edificio España, de enormes proporciones, obra de los arquitectos Joaquín y Julián Otamendi, fue construido entre 1948 y 1953; la Torre de Madrid, en la esquina con Princesa, también de los mismos arquitectos que el anterior, estuvo acabada en 1957 y fue en su momento el inmueble más alto de Madrid; en la esquina con Bailén, la antigua sede de la Real Compañía Asturiana de Minas, fue levantada entre 1891 y 1899 por Manuel Martínez Ángel en estilo ecléctico monumental, y en el otro frente, entre Ferraz y la cuesta de San Vicente, se encuentra el templo de Santa Teresa y convento de padres carmelitas, construido por Jesús Carrasco Muñoz entre 1923 y 1928 en un estilo marcadamente medievalista.

Plaza de España
La plaza de España en 1948, con el edificio España apenas iniciada su construcción y el solar vacío donde en 1954 empezaría a levantarse la Torre de Madrid
Plaza de España en 1961
La plaza de España en 1961

La cuesta de San Vicente bordea los jardines de Sabatini y el Campo del Moro, para llegar a la glorieta de San Vicente. Allí hubo un portillo de ese nombre construido en 1727 por Pedro de Ribera, sustituido en 1775 por una puerta obra de Sabatini, que fue desmontada en 1890 y no ha podido ser recuperada. La actual es una reconstrucción realizada en 1995, con la particularidad de que esta girada 180 grados respecto a la primitiva, puerta que perteneció a la antigua cerca de Felipe IV que rodeaba la ciudad, y que en la zona que estudiamos, desde la calle de Santa Cruz de Marcenado bajaba por Serrano Jover, Princesa (donde estaba el portillo de San Bernardino), Ventura Rodríguez, Ferraz y cuesta de San Vicente.

Antigua Puerta de San Vicente en 1880
La Puerta de San Vicente en 1880

En la cuesta desaparecieron los talleres de una importante empresa de encuadernación e imprenta: Sucesores de Rivadeneyra.

Y en la glorieta fundó la reina María Victoria, esposa de Amadeo I, el llamado Asilo de Lavanderas, para acogerlas cuando estuvieran enfermas y para que pudieran dejar a sus hijos menores de cinco años mientras ellas lavaban la ropa en el cercano río Manzanares.

Primitivo Asilo de Lavanderas
Primitivo Asilo de Lavanderas. A finales del siglo XIX había un centenar de lavaderos en el río Manzanares y casi 4.000 lavanderas. Tras la guerra civil el asilo
desapareció y en 1946 fue reedificado entre los paseos de Pontones e Imperial, pero dejó de dársele este uso por la cada vez menor actividad de esta profesión.
Fue la primera guardería de España

Uno de los factores que más intervinieron en el cambio de fisonomía de la antigua Montaña del Príncipe Pío, fue la construcción de la Estación del Norte para la línea Madrid-Irún, cuyo primer embarcadero abrió sus puertas en 1861 y se mantuvo en plan provisional hasta la inauguración en 1882 del nuevo edificio. El proyecto corrió a cargo de los ingenieros franceses Biarez, Grasset y Ouliac, de quienes toma su nombre el puente que salva el río al final de la avenida de Valladolid. Los 155 metros de longitud por 21 de fondo de la estación, sus 14,50 metros de altura en la nave central, sus más de 40 metros de cubierta de los andenes centrales y su arquitectura de hierro fue todo un ejemplo de modernidad y de la capacidad técnica del momento.

Estación del Norte
La estación del Norte

La estación del Norte o del Príncipe Pío, destinada preferentemente a viajeros, fue la segunda en importancia tras la de Atocha, pero la construcción de la estación de Chamartín, ya proyectada desde tiempos de la Segunda República, supuso su fin. Fue cerrando poco a poco servicios y se clausuro totalmente en 1993, para transformarla en un gran intercambiador de transporte subterráneo en el que confluyen varias líneas de metro, trenes de cercanías y autobuses, y que coexiste desde 2005, respetando la estructura, con un centro comercial en superficie.

Construcción del Puente de los Franceses (1860-62)
Construcción del Puente de los Franceses (1860-1862)

El paseo de la Florida va perdiendo el carácter que le confería la proximidad a la estación. Han ido desapareciendo de la zona las empresas de transporte de mercancías y viajeros, los talleres e industrias, algunos de los bares y tabernas, las muchas pensiones por allí establecidas y las numerosas casas de comida. Y, por otra parte, la clausura de las instalaciones ferroviarias permitió liberar terrenos para convertirlos en zonas dotacionales, verdes y residenciales.

Fue el paseo de la Florida en tiempos el camino del popular merendero de la Bombilla (la «Bombi» de los castizos), situado al final de la avenida de Valladolid (antiguo camino del Pardo). Hubo otros merenderos: el del Jardín de la Federica, la Huerta y Casa Juan. Hoy en el lugar hay un parque denominado La Bombilla en recuerdo de todo aquello.

La Bombilla
La Bombilla

Y es también el camino a la ermita de San Antonio, construida en 1792 por Felipe Fontana y único resto arquitectónico de aquel Real Sitio de la Florida. Carlos IV encargó a Goya la decoración interior, que tardó ciento vente días en realizarla. Hubo antes otras ermitas dedicadas a San Antonio y construidas más cerca de la glorieta de San Vicente: una por Churriguera en 1720 y otra por Sabatini en 1770. Para preservar los frescos de Goya, en 1928 se edificó otra ermita gemela, que es donde se realiza el culto.

Fresco de Goya en la cúpula de la ermita de San Antonio
Detalle del fresco de Goya en la cúpula de la ermita de San Antonio, representando uno de los milagros de san Antonio de Padua
La dos ermitas de San Antonio de la Florida
Las dos ermitas de San Antonio de la Florida

La ermita de San Antonio es lugar de famosa verbena y romería, al que acuden muchos madrileños, y sobre todo el gremio de modistillas, que aún mantienen la tradición de pedir un novio formal al Santo y de cumplir con el rito de poner la mano sobre una pila de alfileres; la tradición indica que el número de alfileres que se quedan pegados al levantar la mano son el número de novios que tendrá la chica al año.

Verbena de San Antonio
Modistillas y acompañantes por la Gran Vía en 1933. La fiesta acabará junto en la verbena de san Antonio de la Florida.
«Llévame a la verbena de San Antonio, que por ser la primera no hay que faltar…»

Pidiendo novio a san Antonio

«A San Antonio
como es un santo casamentero
pidiendo matrimonio
le agobian tanto
que yo no quiero
pedirle al santo
más que un amor sincero.
Yo señorita
que soy soltero
y enamorado
la veo tan bonita
y soy sincero:
estoy pasmado
de que un soltero
no lleve usted a su lado…»

Mazurca de las sombrillas de la zarzuela Luiza Fernanda

Al final del paseo de la Florida existe aún un viejo merendero, lleno de sabor del antiguo Madrid, Casa Mingo.

casa Mingo en 1935
Casa Mingo en 1935

La parte alta de Montaña del Príncipe Pió se vio alterada por la construcción entre 1860 y 1863 del Cuartel de la Montaña, bajo la dirección del contratista Ángel de las Pozas. Se trataba de una mole de ladrillo y granito, de gran sobriedad, preparada para albergar una guarnición de tres mil soldados, y que por su posición dominante y cercana al centro de la ciudad, resultaba una fortaleza inexpugnable.

Cuartel de la Montaña
Cuartel de la Montaña

El 19 de julio de 1936, el general Fanjul se hizo fuerte en él junto con 1.500 de sus hombres (de los que había unos 140 oficiales y unos 180 falangistas) y proclamó el estado de guerra. No tuvo éxito, pues la rebelión fue sofocada en otras guarniciones militares de la capital. Esa tarde, el cuartel fue rodeado por tropas leales al gobierno de la República, guardias de Asalto, civiles y milicias populares. Al amanecer del día 20, se inició el cañoneo del cuartel con el empleo también de la aviación, resultando prácticamente destruido Fue imposible detener entonces a la muchedumbre enfurecida. Se contabilizaron entre 150 y 300 muertos. Sí se pudo detener vivo al general Fanjul y a otros oficiales, que juzgados por rebelión militar el 15 de agosto, se les fusiló a los pocos días.

Armas incautadas a los rebeldes en el Cuartel de la Montaña
Armas incautadas a los rebeldes en el Cuartel de la Montaña. 20 de julio de 1936

Después de la guerra se barajaron diversas ideas para aprovechar el solar, como por ejemplo, la edificación de la Casa de la Falange o la construcción de un nuevo ministerio. Ningún proyecto salió adelante y el solar fue utilizado durante años para unas instalaciones deportivas algo cutres, con pistas y campos de ceniza y vestuarios e instalaciones sanitarias innombrables (el actual polideportivo José María Cagigal, un poco alejado, junto al Puente de los Franceses, es un sucesor de ellas). Finalmente se abrió en él un parque público en 1970, en el que se instaló el Templo de Debod, cedido a España por Egipto. Fue en gratitud a la colaboración en la misión arqueológica de la UNESCO para salvar los monumentos que quedarían anegados en el valle de Nubia por la construcción de la presa de Asuán

Parque y Templo de Debod
Parque y Templo de Debod

El Templo de Debod fue mandado construir en el siglo IV a. de C. por el faraón Azakheramón, en honor al dios Amón.

La vistas que se gozan desde el parque de Debod son estupendas, como corresponde a un lugar alto y punto de mira del amplio contorno de las riberas del Manzanares e inicio de la sierra de Guadarrama. Mucha gente acude expresamente a ultimas horas de la tarde para contemplar los bellos atardeceres.

El parque del Oeste fue inaugurado en 1906 por Alberto Aguilera, entonces alcalde de Madrid, y proyectado por Cecilio Rodríguez adaptándose a los grandes desniveles y a las condiciones naturales de terreno en rampa de bajada hacia el río Manzanares. Durante la Guerra Civil fue casi completamente destruido, y luego recuperado pese a la dificultad que presentaba retirar las bombas que permanecían enterradas sin estallar.

Parque del Oeste
La Rosaleda del parque del Oeste

En la parte baja se encuentra la Escuela de Cerámica, creada en 1911 por los hermanos Jacinto y Francisco Alcántara. Ocupa la antigua Fábrica de Loza de la Moncloa, levantada por Fernando VII en 1917 en sustitución de la Real Fábrica de Porcelana del Retiro, destruida en 1812 por los franceses. La famosa y emblemática Tinaja no es otra cosa que un horno de cocción de cerámica.

La Tinaja
La Tinaja. Escuela de cerámica

Y casi escondido, igualmente en la parte baja se halla el pequeño cementerio de la Florida, donde fueron enterrados los 43 madrileños que, huidos del Parque de Monteleón en la jornada gloriosa del 2 de mayo de 1808, ese mismo día fueron apresados y fusilados de madrugada por las tropas francesas en la montaña del Príncipe Pío.

Cementerio de la Florida
Cementerio de la Florida

Pero el antiguo aspecto de la Montaña del Príncipe Pío cambió principalmente cuando en la parte alta, en la meseta, a partir de 1856 empezaron a abrirse las calles del nuevo barrio de Argüelles, diseñado como parte del Ensanche por Carlos María de Castro. Tuvo varias etapas: una primera hasta la calle Quintana; en 1856 se continuó hasta Marques de Urquijo, donde terminaba la montaña del Príncipe Pío y comenzaba la antigua posesión o finca de la Moncloa, y a partir de 1871 se continuó con el resto.

La calle de la Princesa empezaba antes a la altura de la plaza de Cristino Martos, pues hasta allí llegaba la calle de Leganitos. Luego, al ampliarse la plaza de San Marcial para formar la actual plaza de España, hasta allí se traslado el inicio y fue necesario hacer un desmonte de varios metros en la rasante para que pudiera ser prolongación de la Gran Vía. Por eso el desnivel con la calle paralela del Duque de Osuna es tremendo, y hubo que construir un muro de contención con talud ajardinado y escalinatas de acceso

Obras de nivelación en la calle Princesa
Obras del enlace de la calle Princesa con la plaza de España y la Gran Vía (al fondo). La primitiva calle del Duque de Osuna, prolongación de la de Leganitos,
tenía una pendiente de un 5% que dificultaba mucho el tráfico. Hubo que desmontar hasta tres metros y medio en la citada calle para nivelar Princesa.
En la imagen se aprecia, a la izquierda, el solar vacío y vallado del futuro edificio España. Hacia 1947.

Tras el edificio de la Torre de Madrid, hay una plaza, la de Emilio Jiménez Millas, más conocida como la de los «Cubos», abierta en el solar que dejó el convento de las Adoratrices, donde hay una amplia oferta de ocio que se extiende a las calles colindantes, con cines, restaurantes, cafeterías, pubs y discotecas.

Plaza de los Cubos
Plaza de Emilio Jiménez Millas, popularmente conocida como plaza de los Cubos por el monumento abstracto que ocupa su centro en forma de cubos,
obra del escultor Gustavo Torner de la Fuente de 1972

Entre las calles de Quintana y Buen Suceso estuvo el hospital e iglesia del Buen Suceso, con emplazamiento primitivo en la Puerta del Sol, entre Alcalá y la Carrera de San Jerónimo. Fue construido en 1867 por Agustín Ortiz de Villajos y derribado en 1975. En su lugar se levanta una nueva iglesia de estilo moderno y un gran edificio comercial y de oficinas con fachada de acero inoxidable.

Antigua Iglesia del Buen Suceso
Antigua iglesia y hospital del Buen Suceso en la calle de la Princesa

La calle de la Princesa es una zona muy comercial, con montones de tiendas de ropa, zapatos, accesorio, y un gran almacén, El Corte Inglés, en la esquina de Alberto Aguilera, que ocupa la manzana del desaparecido barrio de Pozas, levantado en 1860 como si fuera un auténtico pueblo, con tras calles, para dar vivienda digna y espacio para una vida apacible y humana.

Barrio de Pozas
1943. Toda la gran manzana en forma de triángulo perfecto entre las calles Princesa (el frente), Alberto Aguilera y Serrano Jover era el ya desaparecido
barrio de Pozas, hoy ocupado en su mayoría por el Corte Inglés. Enfrente, en la parte de la derecha, la antigua iglesia y hospital del Buen Suceso
Alberto Aguilera
1931. Fotografía tomada desde el inicio la calle de Marqués de Urquijo. Se ve la estatua de Agustín Argüelles, entonces en ese enclave, y al fondo, la calle de
Alberto Aguilera, con su entonces bulevar arbolado. A la derecha, en la esquina con la calle de la Princesa, una de las casas del barrio de Pozas, y a la inquierda,
esquina a Gaztambide, muy pequeña parte de la casa que se derrumbó en 2001 causando un muerto y varios heridos

La plaza de la Moncloa es una plaza fronteriza porque en ella acaba Madrid y se abren los caminos hacia la Ciudad Universitaria, El Pardo y la carretera de la Coruña. Allí se inauguró en 1883 la Cárcel Modelo, construida por los arquitectos Tomás Aranguren y Eduardo Adaro, y que sustituía a la del Saladero de la plaza de Santa Bárbara. Tenía forma de abanico, con cinco galerías convergentes y 200 celdas en cada una, 100 en cada lado, distribuidas en cuatro pisos, y una torre central de vigilancia. Fue destruida durante la Guerra Civil y en su lugar Luis Gutiérrez Soto levantó en diseño clásico tipo escurialense, la arquitectura oficial del franquismo, el edificio del Ministerio del Aire, hoy Cuartel General del Ejército del Aire.

Cárcel Modelo
Parte trasera de la Cárcel Modelo antes de la Guerra Civil. Al fondo Moncloa
Cárcel Modelo
Entrada a la Cárcel Modelo en 1937, con destrozos producidos por los bombardeos

El edificio redondo en la confluencia con la calle de Fernández de los Ríos, con trazas de panteón, hoy sede de la Junta Municipal del Distrito de Moncloa, pretendió ser un monumento a los Caídos, erigido en el contexto de un proyecto urbanístico que planeó la dictadura para el entorno, que incluía al ya citado Cuartel General del Aire y al Arco de la Victoria, construido éste por Modesto López Otero y Pascual Bravo Sanfeliú en 1956 para mayor gloria de Franco.

Arco de Triunfo Moncloa
Arco de Triunfo en Moncloa, uno de los monumentos franquistas que aún quedan en Madrid. Al fondo, el edificio circular de la hoy Junta de Distrito de Moncloa

Y debajo de todo esto, subterránea, la estación de metro y el moderno intercambiador de transportes.

El paseo del Pintor Rosales es como un balcón abierto al parque del Oeste y al admirable panorama de la Casa de Campo y de la Sierra de Guadarrama, con una acera de grandes edificaciones residenciales y otra, al borde de los jardines, salpicada de kioscos que extienden sus terrazas a modo de paseo marítimo. Constituye una de las zonas más bellas de Madrid.

De él parte el teleférico que llega hasta la Casa de Campo. Y donde desemboca Marqués de Urquijo, durante años hubo un kiosco en el que en verano daba sus conciertos la Banda Municipal.

Paseo del Pintor Rosales a finales del siglo XIX
Paseo del Pintor Rosales a finales del siglo XIX
Paseo del Pintor Rosales
Paseo del Pintor Rosales hoy
Kiosco de musica en el paseo del Pintor Rosales
1923. Kiosco de música en el paseo del Pintor Rosales, frente a la desembocadura de la calle de Marqués de Urquijo

En el arranque de la calle de Ferraz, esquina a la plaza de España, se encuentra el edificio que quizá sea el más bello de toda la zona, la Casa Gallardo, representativo en Madrid de la corriente arquitectónica del modernismo. Destaca por unas suaves curvas en su composición, el esbelto chaflán coronado por cúpula de pizarra, así como una serie de elementos decorativos en la fachada que convierten al arquitecto, Federico Arias Rey, casi en escultor. Se realizó en 1911 como reforma de un palacete anterior.

La Casa Gallardo
Edificio Gallardo al inicio de la calle Ferraz

La calle de Martín de los Heros, es el eje sobre el que gira la llamada Manzana del Cine, con salas de proyecciones en versión original y otras muchas propuestas culturales alrededor de la cinematografía. Y es que aquí se encuentra la mayor concentración de salas de este tipo en cuatro cines de culto: los Golem (antiguos Alphaville), Renoir Princesa, Renoir Plaza de España y Princesa.

El Museo Cerralbo está situado a la entrada de la calle de Ventura Rodríguez, en el palacio que fue residencia de don Enrique de Aguilera y Gamboa, marqués de Cerralbo, quien promovió excavaciones arqueológicas y reunió una de las colecciones de arte más importantes de España. Falleció en 1922 y su colección pasó al Estado. Es un museo singular, pues mantiene casi intacta su ambientación de época, con una acumulación de muebles, antigüedades y pinturas. De hecho, el mismo edificio, de influencia italiana, se proyectó más como museo que como domicilio, con amplios salones para las colecciones más relevantes y espacios más reducidos para el uso diario.

Museo Cerralbo
Museo Cerralbo

En la calle de Quintana se encuentra el palacio del conde de Cerrajería, luego residencia de la Infanta Isabel de Borbón (la popular «Chata»), hija primogénita de Isabel II, en el que vivió hasta que, tras el 14 de abril de 1931, proclamada la Segunda República, marchó al exilio a Francia. Hoy contiene dependencias del Ejército del Aire.

En la calle del Buen Suceso se halla el asilo de ese nombre de las Hermanitas de los Pobres, fundado en 1895 por el marqués de Larios. Fue muy dañado durante la Guerra Civil y posteriormente restaurado y ampliado.

En la calle de Isaac Peral estuvo el asilo de San Bernardino para mendigos, fundado en 1834 en el antiguo convento del mismo nombre de franciscanos descalzos, que a su vez había sido abierto en 1570. Se cerró en 1907 y en su solar, por los años 40 del pasado siglo se edificó la Junta de Gobierno de la Universidad y la Residencia de Profesores.

Toda esta zona esta muy modificada por la construcción de las casas militares con arcos en la plaza de la Moncloa, que antes era una explanada enorme frente a la Cárcel Modelo que incluía también la actual calle del Arcipreste de Hita. Era lugar donde se celebraba la romería de san Fernando y donde se asentaban feriantes y todo tipo de kiosquitos y merenderos.

Moncloa en 1948
Moncloa en 1948, con el edificio del antiguo Ministerio del aire aún sin terminar y la zona sin urbanizar
Moncloa en 1954

Moncloa en 1954. En el descampado existente entonces frente al Ministerio del Aire se instaló una barraca con la famosa ballena asesina Moby Dick, aprovechando el tirón de la novela de Herman Melville (la película aún no había sido estrenada). El enorme cetáceo, de 20 metros de largo y 60 toneladas de peso, había sido pescado en el Atlántico y se exhibió en Madrid, claro está cobrando la entrada, unas dos pesetas.El negocio acabó pronto, cuando el cetáceo, víctima de los calores, empezó a descomponerse. Aquello olía a demonios, lo que obligó a suspender la exposición.. Como recuerdo de esta historia quedó la expresión “huele a ballena”, que formó parte durante un tiempo del acervo cultural madrileño

Y tenía, en plena plaza, que ahora corresponde a la esquina de Arcipreste de Hita con Fernando el Católico, la fabrica de gaseosas, sifones, vermouth, jarabes, licores, aguardientes y cervezas El Laurel de Baco, fundada en 1898, con merendero y bar anexo. Y también sucursal en la calle de la Princesa, frente al barrio de Pozas (hoy Corte Inglés). Cesó en su actividad en 1968.

Laurel De Baco
Edificio del Laurel de Baco con los destrozos prodicidos por el impacto de los obuses durante la Guerra Civil

Y al lado, en terrenos del actual complejo Galaxia, la fabrica de colonias, jabones y demás productos de baño y belleza de Perfumería Gal, allí trasladada en 1915 y fundada en 1898 en la calle de Ferraz. Era un edificio de ladrillo con rasgos neomedievales y neomudéjares, mezclado con elementos modernistas, obra de Amós Salvador y Carrera. En 1919 se construyeron unas instalaciones complementarias en la actual calle de Isaac Peral, con vuelta a Fernández de los Ríos, que constituye el único testimonio del antiguo complejo industrial, trasladado en 1963 a Alcalá de Henares. Su alta chimenea era una señal en todo el barrio de Argüelles.

Fábrica Gal
Fabrica de Perfumerías Gal
Fábrica Gal
Imagen aérea de los setenta en Moncloa que muestra ya la nueva calle de Arcipreste de Hita, las casas militares con arcos, el edificio redondo de la actual
junta de Distrito de Moncloa y el solar dejado por el derribo de la Gal. No mucho después se construiría allí el complejo “Galaxia”

En la plaza de Cristo Rey, donde hoy de levanta la clínica de la Concepción (la popular «Concha») de la Fundación Jiménez Díaz, estuvo el Instituto Rubio, una de las instituciones más prestigiosas de finales del XIX, fundado en 1880 por el cirujano y también político Federico Rubio y Gali en el antiguo Hospital de la Princesa (en la glorieta de Ruiz Jiménez), para la formación de médicos posgraduados. El antiguo edificio fue destruido en la Guerra Civil; el nuevo, con sucesivas ampliaciones es de 1953.

Instituto Rubio
Instituto Rubio. Quedó totalmente destruido durante la Guerra Civil. En su lugar se encuentra ahora la clinica de la Concepción

Carlos Jiménez Díaz, que alcanzó en 1926 la cátedra de Patología médica con tan sólo 24 años, pronto concibió la idea de lo que — con la docencia universitaria y el trabajo clínico hospitalario y privado— iba a constituir la razón de su vida: la creación de un Instituto, que reuniera clínicas y laboratorios, dedicado a la investigación al servicio de la Medicina. Primero estuvo instalado en una de las alas de la Facultad de Medicina, y en 1953 pasó a la plaza de Cristo Rey.

Y a la espalda de la Concepción, el Hospital Clínico, obra de Manuel Sánchez Arcas y Eduardo Torroja, terminado de construir en 1936. Durante la Guerra Civil se convirtió en un improvisado frente de batalla, disputándose en su interior uno de los momentos más sangrientos de la batalla de Madrid, puesto que se luchó piso por piso, y habitación por habitación. Totalmente devastado, tuvo que ser reconstruido entre 1941 y 1946.

El Hospital Clínico en 1937
El Hospital Clínico en 1937

Y más allá, y desde el parque del Oeste, la Ciudad Universitaria, donde se ubican la mayor parte de las facultades y escuelas superiores de la Universidad Complutense y de la Politécnica, así como más de treinta Colegios Mayores e instalaciones de la Universidad Nacional de Educación a Distancia.

La creación de esta zona es el resultado de un proyecto urbanístico llevado a cabo en torno a 1927, en el que se pretendía abandonar el viejo emplazamiento de la calle de San Bernardo y reunir las grandes universidades de la ciudad en los terrenos cedidos por el rey Alfonso XIII. Estaba casi finalizada cuando estalló la Guerra Civil, y al ser línea de frente, fue prácticamente arrasada y hubo después que reconstruirla.

Escuela de Arquitectura tras la Guerra Civil
La Escuela de Arquitectura, en la Ciudad Universitaria, como ejemplo de la barbarie de la Guerra Civil
Ciudad universitaria hoy
La Ciudad Universitaria hoy. Los Portadores de la Antorcha (un homenaje a la herencia de la civilización occidental), de la escultora estadounidense
Anna Hyatt Huntington en la plaza Ramón y Cajal. Al fondo, a la facultad de Odontología

Todo el conjunto de la Montaña del Príncipe Pío, el parque del Oeste, el barrio de Argüelles y sobre todo La Ciudad Universitaria fueron línea de fuego en la defensa de Madrid. El Clínico, edificado en un cerro, actuó como punto estratégico, como una ciudadela inexpugnable. Y a sus pies, los edificios de las distintas Facultades sirvieron de trincheras y fortines en la resistencia a los ataques del ejército franquista, que no tuvo muchos miramientos en bombardear impunemente con la aviación y la artillería a una población indefensa del barrio de Argüelles.

Calle Ferraz. Guerra Civil Iglesia Buen Suceso. Guerra Civil
Ejemplos del bombardeo contra la población indefensa del barrio de Argüelles: una casa en la calle de Ferraz y la Iglesia del Buen Suceso en Princesa

También dentro de la Ciudad Universitaria, la Casa de Velázquez, de 1928, para residencia de artistas franceses pensionados para estudiar arte, con portada prestada del derribado palacio de Oñate de la calle Mayor. Y —¡cómo no!— destruida en la Guerra Civil y luego recuperada.

Antigua casa de Velázquez
Antigua Casa de Velázquez destruida en la Guerra Civil y nuevamente reconstruida en una muy relativa imitación a la primitiva.
La portada de Ribera, que habia antes pertenecido al palacio de Oñate, en la calle Mayor, quedo muy destruída y sólo pudo salvarse la parte inferior.
Lo del nombre se debe a que según la leyenda, ese emplazamiento, frente a la Sierra de Guadarrama, era el lugar preferido del pintor para instalar su caballete.

Tras la contienda y reconstrucción, las instalaciones universitarias hicieron que la zona aledaña de Argüelles-Moncloa tuviera y tenga una gran animación juvenil, un carácter especial, bullicioso, donde la presencia de estudiantes ha generado toda una serie de establecimientos a ellos dirigidos, como librerías, apartamentos, pensiones, casas de comidas, bares, restaurantes, pubs, boutiques… Y que sea una de las zonas de ocio nocturno preferidas por la gente joven.

Y dentro del ámbito de la Ciudad Universitaria, junto a la avenida de Puerta de Hierro, se encuentra el palacio de la Moncloa, cuyo primitivo edificio, destruido en la Guerra Civil y luego reconstruido, data de 1642 y perteneció al virrey del Perú don Melchor Antonio Portocarrero, conde de Monclova, de cuyo nombre, por deformación lingüística, deriva el actual del palacio. Después de pasar por varios propietarios, Carlos IV lo compró en 1802 para añadirlo al Real Sitio de la Florida. En 1866 fue cedido al Estado y hoy es la residencia del Presidente de Gobierno.

Antiguo palacete de la Moncloa
Antiguo palacete de la Moncloa destruido en la Guerra Civil

Para salir del centro de Madrid por esta zona hacia la carretera de A Coruña, actualmente se hace por la avenida del Arco de la Victoria, pero por los años XX del pasado siglo, antes de construirse la Ciudad Universitaria, al salir en esa dirección, se encontraba una plaza con el monumento a Daoiz y Velarde, actualmente en la plaza del Dos de Mayo. Luego, siguiendo adelante, a la derecha, más o menos por donde hoy se levanta el Faro de la Moncloa, estaba Parisiana, un local de espectáculos con restaurante, terraza , salón de té, salón de juego, y lugar de tertulias literarias, y, al lado, el Asilo de Santa Cristina, para ancianos, niños e indigentes, fundado en 1895. Más allá, al frente y también a la izquierda, estaba la finca de la Moncloa, de gran extensión, donde luego se construyó buena parte de la Ciudad Universitaria. Del Asilo de Santa Cristina, destruido igualmente en la Guerra Civil, sólo queda la imagen de la Inmaculada Concepción que había en su capilla, ahora emplazada en un templete construido sobre el mismo lugar, entre el Hospital Clínico de San Carlos y el Museo de América

Parisiana
Salida de Madrid por Moncloa en los años 20 del pasado siglo. A la izquierda, el monumento a Daoiz y Velarde, y a la derecha el centro de recreo Parisiana

Y más allá, la Puerta de Hierro (construida en 1753 por Felipe Moradillo en la tapia que cerraba El Pardo), el Club de Campo Villa de Madrid, el Hipódromo de la Zarzuela, el Parque Deportivo Puerta de Hierro (antiguo Parque Sindical o «Charco del Obrero»), el Real Club Puerta de Hierro (abierto en 1912 con el primer campo de golf y de polo que tuvo Madrid), el parque de la Dehesa de la Villa (único resto que queda de la antigua dehesa de Amaniel), el Club El Tejar de Somontes, la antigua Playa de Madrid (tuvo la primera playa artificial de España y hoy es club privado), el Palacio de la Zarzuela… y El Pardo.

Puerta de Hierro
La Puerta de Hierro en 1930
Esperando la camioneta del Parque Sindical. 1963
1963. Esperando en Moncloa la camioneta del Parque Sindical
Parque Sindical
El Parque Sindical en 1966

 

CHAMBERÍ

Hasta 1869 Madrid estuvo encorsetado por la tapia que Felipe IV mandara levantar en 1625. La zona que nos ocupa, al norte de la ciudad histórica, por encima de los antiguos bulevares entre Colón y Argüelles, hasta bien entrado el siglo XIX era sólo terreno de eriales y basureros, con varios caminos, como los de Alcobendas, Fuencarral y Hortaleza y la carretera Mala de Francia; algunas casas de labor diseminadas que servían de criadero de cerdos; varios tejares y yeserías cerca de la actual glorieta de Bilbao, en un paraje denominado las Charcas de Mena, y la Real Fábrica de Tapices junto a la puerta de Santa Bárbara, en la actual plaza de Alonso Martínez, en otro paraje llamado Campo del Tío Mereje, y que allí estuvo entre 1720 y 1889, año en el que fue trasladada a las inmediaciones de la basílica de Atocha.

Barrio de Chamberí
Barrios del distrito de Chamberí

El aspecto sucio y desolador de todo este lugar se subsanó entre 1833 y 1835, cuando el Ayuntamiento decidió la creación de varios paseos arbolados en doble y hasta en triple fila y, por la hoy glorieta de Bilbao, de un parque de recreo público conocido como «El Bosquecillo». En ello colaboraron también los muchos merenderos y ventorrillos que se abrieron por los alrededores y, llegada la primavera, los puestos ambulantes de agua de cebada, horchata, limonada y helados, que en los cercanos Pozos de la Nieve (entre la glorieta, Fuencarral y Barceló) tenían su suministro fundamental.

La primera mitad del siglo XIX no sólo vio nacer por el futuro Chamberí árboles y gratos paseos, también las necrópolis (todas hoy desaparecidas) en un amplio espacio entre las actuales calles de Rodríguez San Pedro y Cea Bermúdez: el General del Norte, el de San Ginés y San Luis, el de San Martín y el de la Patriarcal.

Y contempló igualmente el establecimiento de un sinfín de asentamientos, la mayoría irregulares y clandestinos, por la zona de la actual plaza de Olavide, embrión del futuro Chamberí, y que en un principio fue conocido como barrio de los Tejares por los muchos que por allí había.

Zona norte de madrid en 1850
Zona norte de madrid en 1850

Este miserable arrabal, fue refugio de todos aquellos que no podían pagarse una habitación en la superpoblada ciudad y que no cabían materialmente en los humildes barrios del sur. De ahí el cariz que el barrio tomó desde su fundación. El casticismo propio del sur vino a rebrotar en el punto opuesto de la capital.

Mejoraron con el tiempo las construcciones y el adecentamiento general de las calles. Hubo promotores, como José Arango, que construyeron pequeñas barriadas. Había escuelas, boticas, tiendas, almacenes, talleres, muchos despachos de vino y de comida y hasta iglesia en la hoy glorieta del Pintor Sorolla.

Zona norte de Madrid en 1850
Primitiva iglesia de Santa Teresa y Santa Isabel incendiada y destruida en 1936. En la glorieta del Pintor Sorolla (Iglesia)

Y agua, que como al resto de la capital también se benefició con la inauguración del Canal de Isabel II en 1856. Antes se abastecía de un pequeño manantial que surgía en la actual calle de Luchana, esquina a Juan de Austria.

Cuando en 1869 se derribó la cerca que rodeaba y constreñía la villa histórica y empezó en esta zona la urbanización general del llamado Ensanche, diseñado por el ingeniero Luis María de Castro, y que supuso triplicar la superficie edificada de la ciudad, muchas fueron las variaciones al proyecto original, de cuadrícula perfecta, por la oposición de los vecinos ya radicados, que lucharon por mantener el trazado preexistente y el nombre de sus antiguas calles.

El Ensanche
Proyecto de Ensanche de Madrid propuesto por Carlos María de Castro en 1857.
El llamado Ensanche de Madrid estuvo segregado socialmente: un barrio aristocrático en el eje de la Castellana, zona burguesa en el barrio de Salamanca, barrios
obreros en Chamberí y al sur de Retiro, barriadas residenciales y zonas verdes en Argüelles-Moncloa (area no incluida inicialmente y construida en parte dentro de
la antigua cerca) y de expansión industrial a partir de los paseos de Delicias, Acacias, Chopera y riveras del Manzanares

En 1884, coincidiendo con la inauguración del cementerio de la Almudena, se dispuso el cese de las inhumaciones en los de Chamberí, aunque en el de San Martín se siguió enterrando hasta 1902. Y entre 1958 y 1906 se construyeron los grandes depósitos subterráneos del Canal de Isabel II. Ambas cosas alteraron igualmente el desarrollo normal del Plan Castro.

Como parte de Chamberí se diseñó en un principio como zona fabril, aquí se instalaron varias fábricas y talleres: de gaseosas y sifones El Gallo en Cardenal Cisneros, de lejía y Fundición Sanford en Carranza, de cervezas La Deliciosa en Santa Engracia, de bujías La Iberia en Bravo Murillo y de artes gráficas Espasa-Calpe en Ríos Rosas, donde luego hubo una sede de la Telefónica. Y varias de aquellas pioneras fábricas de electricidad destinadas en principio para suministrar alumbrado público y privado: Sociedad de Electricidad de Chamberí, en la calle de Trafalgar c/v a Palafox; subestación de la Hidráulica Santillana, en Rodríguez Sanpedro, que recibía la energía de la central de Navallar, en el río Manzanares, y Compañía Eléctrica Madrileña de Alumbrado y Fuerza, en la gran manzana que forman las calles de Manuel Cortina, Manuel Silvela, Nicasio Gallego y Francisco de Rojas.

Fábrica de espumosos El GalloSifón El Gallo
Fábrica de Espumosos El Gallo en la calle del Cardenal Cisneros
Sifones El Gallo
Fábrica de gaseosas y sifones El Gallo en la calle del Cardenal Cisneros, cuando ya llevaba cerrada durante años. Fotografía de Francisco Torrents para su blog
Experiencias curiosas (o no) de Francisco Torrents, cedida casi inmediatamente para su publicación a su buen amigo Ángel Alda para su blog El Ángel de Olavide

Y hasta hubo una antigua central telefónica, la de Jordán, que empezó a prestar sus servicios en 1917 como parte de la Compañía Madrileña de Teléfonos, con una plantilla de ochenta y siete operadoras. En 1924, pasó a formar parte la Compañía Telefónica Nacional de España, y en 1926 se instaló en ella el primer equipo para llamadas automáticas. Hoy aloja, en un nuevo edificio, modernas instalaciones telefónicas.

Central telefónica de la calle Jordán
Antiguo edificio de la subcentral telefónica de la calle Jordán

Chamberí ha estado siempre muy bien comunicado. Los populares «simones», antecesores de los taxis actuales, tuvieron parada en la glorieta de Bilbao. En 1871, la compañía Asher Morris estrenó la primera línea de tranvías, desde el barrio de Salamanca al de Pozas, en Argüelles, con itinerario por los antiguos bulevares. Eran coches sobre raíles arrastrados por dos mulas. En 1878, la Compañía de Tranvías del Norte inició su actividad en Sol-Quevedo-Cuatro Caminos. La estación principal y cochera estaba en la calle de Santa Engracia, esquina a Caracas, con capacidad para dieciocho coches y cuarenta y seis mulas.

Tranvías de mulas en Madrid
Tranvías tirados por mulas en la calle de Alcalá

La primera línea de tranvías eléctricos fue la Sol-Serrano, pero al principio del siglo XX ya tuvo Cuatro Caminos su nuevo tranvía, con trayecto por Chamberí.

Tranvía por Santa Engracia
Tranvía circulando por la calle de Santa Engracia

Parte del solar de los antiguos cementerios General del Norte y de San Luis se utilizó para zona de cocheras, talleres y fábrica de electricidad de los primeros tranvías eléctricos. El complejo ocupaba toda la actual plaza del Conde del Valle de Súchil, cruzaba la calle de Fernando el Católico y llegaba a Escosura.

Pero el salto más cualitativo en el transporte para el barrio se produjo en 1919 con la apertura de la línea 1 del Metro entre las estaciones de Sol y Cuatro Caminos, con paradas intermedias en Red de San Luis (Gran Vía), Tribunal, Bilbao, Chamberí (clausurada en 1966 y hoy convertida en museo), Martínez Campos (hoy Iglesia) y Ríos Rosas.

Antigua estación del Metro de Chamberí
Antigua estación de Metro Chamberí

En la calle de Alenza están los autobuses La Continental, que enlazan con pueblos y ciudades del norte.

El distrito de Chamberí está hoy dividido en seis barrios que corresponden a los nombres de Trafalgar, Arapiles, Gaztambide, Vallehermoso, Ríos Rosas y Almagro.


En el de Trafalgar, primer núcleo habitado de Chamberí, la plaza de Olavide es el centro neurálgico. Allí hubo un mercado al aire libre, que se cubrió en 1875 con dos crujías de hierro y cubierta de zinc trasladadas desde el antiguo mercado de la Cebada. En 1934 Javier Ferrero edificó un mercado octogonal, que lamentablemente fue volado en 1971. Hoy la plaza es una sucesión continua de terrazas en un muy bien resuelto ajardinamiento, tras la polémica de anteriores intentos fallidos.

Primitivo mercado de Olavide
Primitivo mercado de Olavide
Plaza de Olavide en 1913
Plaza de Olavide en 1913
El mercado de Olavide de Javier Ferrero
El mercado de Olavide construido por Javier Ferrero en 1934
Voladura del mercado de Olavide en 1971
Voladura del mercado de Olavide en 1971

En la plaza de Chamberí, plaza Vieja en tiempos, con agradable jardín, fuente y airoso kiosco de música, la estatua de Loreto Prado, que con su compañero en la vida y en la escena, Enrique Chicote, hizo las delicias de tantos aficionados al teatro. Y el convento de las Siervas de María (monjas de la noche, cuidadoras de enfermos), en edificio del Marqués de Cubas de 1883. Donde se levanta el edificio de la Junta Municipal estuvo la casa llamada de las Torres, edificio principal de la enorme quinta del marqués de Santiago, que fue lugar de fiestas, en ocasiones acompañadas de alboroto y escándalo, a principios del siglo XIX.

1907. Reparto de pan en la Tenencia de Alcaldía de Chamberí
1907. Reparto de pan a familias humildes en la Tenencia de Alcaldía de Chamberí por la huelga de panaderos
Teatro Cine Chueca
Teatro Cine Chueca. Inaugurado en 1926 como Teatro del Cisne por estar en la plaza de Chamberí, al inicio del entonces paseo del Cisne, ahora de Eduardo Dato

La Iglesia de Santa Teresa y San José, en la glorieta del Pintor Sorolla (las gentes siguen nombrándola glorieta de Iglesia) es la parroquia del barrio y data de 1856. Fue incendiada en 1936 y luego reconstruida. En ella se venera a la Virgen del Carmen, la patrona, con famosa verbena.

verbena del Carmen en 1899
Verbena del Carmen en el barrio de Chamberí en 1899
verbena del Carmen. 1920
Verbena del Carmen en la calle de Trafalgar y plaza de Olavide. 1920

En la calle de Santa Engracia, esquina a Nicasio Gallego, se encuentra el Patronato de Enfermos para socorro de los pobres, construido en estilo regionalista por Luis Ferrero en 1924, con zaguán y rótulo sobre la puerta en azulejos. Entre las calles de Caracas y Zurbarán, el convento de las Salesas Reales, aquí levantado cuando las religiosas tuvieron que abandonar el de la calle de Bárbara de Braganza. Entre García de Paredes y Viriato estuvo la Fundición Bonaplata, trasladada aquí en 1861 desde su anterior emplazamiento en la plaza de Santa Bárbara; cuando se marcharon en 1928 dejaron un campo que era aprovechado por los chicos para jugar al fútbol. En el número 118, el Parque de Bomberos nº 1, construido en 1871 junto al desaparecido Almacén General de la Villa, que ha sido sustituido por bloques de viviendas con una gran plaza de comunicación. Enfrente, el depósito elevado neomudéjar del Canal de Isabel II, hoy rehabilitado como sala de exposiciones.

Fábrica de chorizos santa Engracia 69
En la calle de Santa Engracia, en el número 69, junto a la glorieta de Iglesia, hubo una curiosa carnicería y salchichería adornada con unos
paneles de cristal pintados. Uno de ellos, muy ingenuo e infantil, ¡fascinante!, era la máquina maravillosa de la elaboración de los embutidos
y del corte de las piezas de carne. No hay duda que del cerdo se aprovechaba todo. «Del cerdo me gustan…hasta los andares»

El trozo de Fuencarral que pertenece a Chamberí, desde la glorieta de Bilbao, está considerado como la calle de los cines, y ahora remodelada, con amplias aceras, sobre todo la de la izquierda, ha quedado como un agradable y animado paseo, recuerdo de los antiguos bulevares, con espacio suficiente para extender terrazas de los bares y cafeterías de la zona y para la instalación de zonas acotadas para parques infantiles. Los domingos y fiestas incluso se cierra al tráfico.

El cinematógrafo se presentó en Madrid en 1896, en el hotel Rusia, en la esquina de la Carrera de San Jerónimo con Ventura de la Vega. Inmediatamente aparecieron numerosos barracones de madera para la proyección de esas películas mudas. Y el primero de ellos, Palacio de Proyecciones Animadas Maravillas, se montó en 1899 en la calle de Fuencarral esquina a Sandoval, donde antes había existido un teatro llamado también Maravillas, dedicado a las variedades y al género chico.

En 1912 se montó otro justo en la acera de enfrente, en terrenos del luego cine Bilbao, que tras el lamentable y trágico hundimiento de su marquesina en 1993, se reestructuró y convirtió en una recinto más pequeño, el cine Bristol, cerrado en 2004.

Antiguo Cine Bilbao, luego Bristol
Antiguo cine Bilbao, luego Bristol

Se abrieron otros. Esquina a Olid, se inauguró en 1908 un cinematógrafo en un pabellón con cubierta de cartón y lona embreada y amplia terraza para el verano. Fue el embrión del cine Proyecciones, ahora totalmente renovado desde 2004.

Muy efímeros fueron el Cinematógrafo X, en la glorieta de Bilbao, en el solar del edificio de El Ocaso, y el Molino Rojo, en la calle de Luchana, que figuró una temporada como Olímpic Cinematograph.

Algunos nacieron con vocación exclusivamente veraniega, incluso con sillas extendidas en la misma calle, que así era Madrid entonces. De esta guisa los teníamos en la calle del General Álvarez de Castro y en Ríos Rosas.

A partir de 1927, año en el que se rueda el primer film sonoro, El cantor de jazz, empezaron a surgir las monumentales salas de vertiginosas alturas. Y muchos fueron los cines que se abrieron en aquel espacio mágico que fue cinematográficamente hablando Chamberí, sin olvidar los de sesión continua, todos desaparecidos.

Éstos eran los de estreno, los de lujo, además de los ya citados Proyecciones y Bristol: el Conde Duque (antes Flor), totalmente renovado, en la calle de Alberto Aguilera; el Amaya, en General Martínez Campos, transformado en teatro; el Fuencarral (cerrado en 2004, y derribado su antiguo edificio), Paz, los Roxy A y B (cerrados en 2012 y 2013) y Minicines (desaparecidos en 2002), en la calle de Fuencarral; el Luchana (reabierto como multisala de teatro después de una etapa como multicine) y Palafox, en la calle de Luchana; el María Cristina, en Manuel Silvela, muy rápidamente abatido por la piqueta, y el Multicine Picasso, también desaparecido, en Francisco de Rojas. Y las salas especiales de arte y ensayo Pequeño Cine Estudio Magallanes, al principio de la calle de Magallanes; Galileo, convertido en 1985 en la sala de conciertos Galileo Galilei, en la calle Galileo; el Rosales (en la actualidad un supermercado), en la calle de Quintana; el desaparecido Urquijo, en Marqués de Urquijo, y California, afortunadamente restaurado y recuperado como Sala Berlanga, en Andrés Mellado.

Antiguo Cine Fuencarral
Antiguo cine Fuencarral

Y de programa doble en sesión continua, palacios de las pipas: El Princesa, en la calle Princesa; el Emperador, Apolo y Españoleto, en Fernández de los Ríos; el Iris, en Guzmán el Bueno; Bulevar, en Alberto Aguilera; Vallehermoso, en Donoso Cortés; Magallanes, en la calle de Magallanes; Quevedo y Cartago (ahora Verdi, sala especial en versión original), en Bravo Murillo; Voy, en General Álvarez de Castro; Cinema Chamberí, en Ponzano; Chamberí, en la glorieta del Pintor Sorolla (Iglesia); Cinema Teatro El Cisne (luego Chueca), en la plaza de Chamberí; Espronceda, en Alonso Cano; Alvi, en Santa Engracia; Metropolitano, en Reina Victoria, y Regio, en Raimundo Fernández Villaverde.

En la parte alta de la calle de San Bernardo se encuentra el hospital y residencia de la antigua fundación denominada Congregación de Presbíteros Naturales de Madrid, más conocida como la de San Pedro de los Naturales, y al lado su iglesia aneja, la parroquia de los Dolores. Hasta el siglo XVII, por aquí estuvo la ermita de San Marcos donde se celebraba la romería del Trapillo, a la que asistía mucha gente cubierta de andrajos para alardear de su indigencia (ir de trapillo) y grandes señores rícamente ataviados para reírse cruelmente de la plebe desarrapada (los nobles a ver el trapo y los pobres a orearlo).

En la glorieta de Quevedo, la estatua del genial escritor, obra de Agustín Querol, que antes estuvo en Alonso Martínez.

Glorieta de Quevedo en 1920
Empedrado de la glorieta de Quevedo en 1920
Glorieta de Quevedo
Glorieta de Quevedo

Al lado, en la calle de Eloy Gonzalo, antiguo paseo de la Habana, el hospital Homeopático, felizmente recuperado después de años de abandono. Fue construido en 1874 para la Sociedad Hahnemanniana Matritense, pionera en España en este sistema de medicina.

Hospital homeopático San José
Hospital Homeopático San José en la calle de Eloy Gonzalo

En la calle de Bravo Murillo, antigua de Mala de Francia por ser el camino de la diligencia que llegaba hasta su frontera, a partir de la calle de Donoso Cortes, a la izquierda, el gran espacio que en su día fue cementerio de la Patriarcal, hoy está ocupado por dependencias del Parque Móvil y viviendas de sus funcionarios, con callecitas interiores y una placita privada que se abre a Bravo Murillo, con la iglesia de San Cristóbal al fondo. En la esquina de Cea Bermúdez se levanta el complejo de los Teatros del Canal, de la Comunidad de Madrid, con varios espacios escénicos. A continuación, en el antiguo Campo de Guardias, lugar donde se practicaban las ejecuciones capitales, los primeros depósitos de aguas, uno a cada lado, del Canal de Isabel II. En la esquina de Abascal, y frente a estas instalaciones del Canal, se encuentra la estatua de Bravo Murillo, ministro con Isabel II y al que se debe la iniciativa de la traída de aguas desde el río Lozoya. Y llegando a la glorieta de Cuatro Caminos, fin del distrito de Chamberí, nos encontramos con el bello edificio y capilla del colegio evangélico El Porvenir y poco más allá con la iglesia parroquial de Nuestra Señora de los Ángeles.

Colegio El Porvenir
Colegio evangélico El Porvenir

En la calle de Luchana desaparecieron los Almacenes Quirós, origen del actual Cortefiel; Muebles López, enorme almacén que por los años 50 y 60 del pasado siglo patrocinaba grandes seriales en Radio Madrid; el tenebroso asilo y capilla de Jesús de San Martín, entre Trafalgar y Garcilaso, construido en 1866 en estilo neogótico para huérfanos pobres, y las oficinas de la Casa Nestlé, en el núm. 29, donde se recogían los regalos y se podían conseguir los cromos que nos faltaran de las diversas colecciones que salían en las tabletas de chocolate.

La calle de Luchana en 1900
La calle Luchana en 1900. A la izquierda, el asilo de Jesús de San Martín, y a la derecha la antigua fábrica de electricidad de la Compañía Eléctrica Madrileña de Alumbrado y Fuerza
Asilo de jesús de San Martín
Asilo de Jesús de San Martín
Almacenes Quirós
Almacenes Quirós en el número 15 de Luchana, embrión de los almacenes Cortefiel de las familias Hinojosa y García Quirós

Entre Francisco de Rojas y Manuel Silvela, en una plazoleta que se forma por el retranqueamiento del edificio frontero, se encuentra el monumento a los Chisperos, obra de Coullant Valera. Se levantó en honor de Ramón de la Cruz, Ricardo de la Vega, Barbieri y Chueca, como representación de los que llevaron a la escena el costumbrismo madrileño.

La iglesia del Perpetuo Socorro, en Manuel Silvela, en ladrillo y piedra blanca, con dos torres, se levantó en 1919 en estilo neogótico.

Toda esta zona, entre Luchana, Sagasta y Santa Engracia era conocida antes de urbanizarse como Campo del Tio Mereje. En ella, Fernández de los Ríos proyectó en su época de concejal del Ayuntamiento madrileño tras la revolución de 1868, la creación de una enorme plaza rectangular, terminada en sus lados menores con dos hemiciclos, y a la que concurrirían catorce calles. Esta plaza, que se llamaría de Europa y que no pudo llevarse a cabo, pretendía unir el nuevo barrio de Chamberí con el antiguo Madrid.

Plaza de Europa
Plaza de Europa proyectada en el Campo del Tío Mereje por Fernández de los Ríos en 1869

De las calles del cardenal Cisneros o Hartzenbusch han desaparecido muchos de los antiguos talleres artesanales, aunque conservan gran cantidad de pequeños comercios, algunos desposeídos de su inicial finalidad, y siguen estando llenas de bares y mesones como lo fueran en sus orígenes.

Bar Los Molinos
Desaparecida taberna Los Molinos en la calle Cardenal Cisneros
La Nueva Zamorana
Desaparecida taberna La Nueva Zamorana en la calle Cardenal Cisneros

En la calle de Alburquerque, la mítica sala Clamores, club de jazz, con música en directo.

Atracción del tubo de la risa
El tubo de la risa en 1923. Era una atracción muy popular en las primeras décadas del siglo XX y consistía en un cilindro acolchado que giraba, con el público dentro, como si fuera el tambor de una lavadora

Las verbenas del Carmen y su ferial se montaban en sus primeros años en los barrancos que hoy forma la calle y glorieta de Álvarez de Castro. Los bailes populares, las barracas de los fenómenos, el tubo de la risa y los tiovivos convocaban a los madrileños en los calurosos días de julio.


El distrito de Arapiles se extiende por los terrenos de los antiguos cementerios.

El General del Norte, inaugurado en 1809 y construido por Juan de Villanueva, estaba situado entre las calles de Magallanes, Fernando el Católico, Rodríguez San Pedro y la plaza del Conde Valle de Súchill. En 1831 se abrió el de San Ginés y de San Luis, con muy bellos jardines, situado entre las calles de Magallanes, Fernando el Católico, Vallehermoso y Donoso Cortes. Y el de la Patriarcal, inaugurado en 1849, entre las de Joaquín María López, Vallehermoso, Donoso Cortés y Magallanes, que era la vía de acceso a los tres y conocida como «callejón de los muertos».

Cementerio General del Norte
Patio de los Pobres el día de los Difuntos en el Cementerio General del Norte. Ilustración de Alejandro Ferrant. Año 1874

En 1845, junto a la glorieta de Quevedo se construyó un grupo de casas que luego fue creciendo en número alrededor, pero sus condiciones de higiene y salubridad no eran las más deseables por la cercanía de los cementerios, sobre todo en los días que soplaba viento desde esa dirección y sus habitantes recibían el olor de la putrefacción.

Los cementerios se clausuraron en 1884, pero la legislación obligaba a que pasara un cierto tiempo hasta que pudieran derribarse, por lo que la zona quedó durante años abandonada y en continua degradación.

En el solar del cementerio general del Norte, la Compañía Madrileña de Tranvías construyó a partir de 1901 sus cocheras y fábrica de electricidad. Su derribo en los años 60 dio lugar a la plaza del Conde de Valle de Súchil y zona aledaña.

Plaza del Conde de Valle de Súchil
Plaza del Conde de Valle de Súchil

En el de San Ginés se edificaron bloques de viviendas, Y en el de la Patriarcal, que no fue demolido hasta pasada la Guerra Civil, y que era utilizado por los niños para jugar al fútbol entre ataúdes rotos y huesos desperdigados (el «campo de las calaveras»), en 1952 el Estado levantó el Parque Móvil Ministerial y viviendas de sus funcionarios.

Plaza e iglesia de San Cristóbal en el complejo de viviendas del Parque Móvil
Iglesia de San Cristóbal en el complejo de viviendas del Parque Móvil, levantado sobre los terrenos del antiguo Cementerio de la Patriarcal

Años antes, en la década de 1880, el promotor Ángel de las Pozas había construido, a caballo entre los barrios de Arapiles y Gaztambide, una barriada obrera conocida como de Vallehermoso y situada entre Andrés Mellado, Fernando el Católico, Galileo y Fernández de los Ríos, muy similar a la que unas décadas antes había construido en la esquina entre Princesa y Alberto Aguilera, conocida como barrio de Pozas y hoy ocupado por el Corte Ingles. Se conservan aún — ahora— algunas casas, y dos de las pequeñas calles interiores que la cruzaban: travesía de Andrés Mellado y Abdón Terradas, que tiene un tremendo desnivel entre uno y otro extremo que se salva mediante pretil con escalerillas; otras han desaparecido, y la de Pontevedra es hoy un pasaje privado que abre bajo sendos edificios a ambos lados (Blasco de Garay y Galileo), con arcos protegidos con cancelas de hierro

Calle de Abdón Terradas
Calle de Abdón Terradas, superviviente de la antigua barriada obrera de Vallehermoso

En la calle de Galileo y por la proximidad de los cementerios se construyó en la esquina con Fernando el Católico el edificio de la Sociedad de Pompas Fúnebres, conocido como la Funeraria de Galileo. Cuando en 1987 fue convertido en centro cultural, desapareció el último vestigio fúnebre de la zona.

Al lado, la parroquia del Santísimo Cristo de la Victoria, la primera construida tras la Guerra Civil.

La mítica Sala de Conciertos Galileo-Galilei se inauguró en 1985 en el antiguo local del Cine Galileo. Es el templo musical por excelencia de la noche madrileña.

Y sin alejarnos mucho, Casa Ricardo, en Fernando el Católico, taberna ilustrada para saborear la cocina tradicional y los mejores callos de Madrid.

Casa Ricardo
Casa Ricardo

El Teatro de la Abadía, en Fernández de los Ríos, se inauguró en 1995 y ocupa la capilla de un antiguo colegio. Ahora el altar es el escenario, y el público está dividido en dos naves que antes servían para separar a los niños de las niñas.


Los orígenes del barrio de Gaztambide son la ya citada barriada de Vallehermoso construida por Ángel de las Pozas y la finca de Francisco Marconell, con casa, huerta, jardín, varios graneros, una capilla, escuela y tejares. A partir de 1880 el terreno fue parcelado por sus cinco hijos y vendido para la construcción de un barrio de casas para obreros — de Marconell o de Guzmán el Bueno— con calles interiores como el anterior (Calvo Asensio, Antonio Palomino, Francisco Ricci y Emilio Carrere, que se mantienen, al igual que alguna casa de entonces). El terreno era extensísimo y ocupaba la cuadricula comprendida entre Alberto Aguilera y las actuales calles de Guzmán el Bueno, Fernando el Católico y Vallehermoso, abiertas posteriormente por allí, siguiendo el plan Castro del Ensanche.

Calle de Francisco Ricci
Calle de Francisco Ricci, superviviente de la antigua barriada de Marconell

La última zona en urbanizarse, ya bien entrado el siglo XX, fue la que corresponde a parte del Cerro del Pimiento (entre las calles de Guzmán el Bueno, Donoso Cortés, Hilarión Eslava y Cea Bermúdez), con gran esfuerzo de hombres y bestias para allanar el terreno.

Con el tiempo se ha ido renovando, y las clases medias altas han ido reemplazando a las familias obreras, para las que fue concebido el barrio.

Por otra parte, la desaparición de conventos, colegios, fábricas e industrias ha dado lugar a bloques de viviendas de gran calidad: en solar de la antigua fábrica Gal, con frente por Isaac Peral (complejo Galaxia); en el de la fábrica de cervezas y gaseosas El Laurel de Baco, en Arcipreste de Hita c/v por Hilarión Eslava; en el del asilo del Cristo de la Victoria, en Andrés Mellado (los Patios de Aurrerá), o en el del colegio de los Escolapios en Gaztambide.

Casa de las Flores
Casa de las Flores, de Secundino Zuazo. En esta casa vivió el poeta Pablo Neruda en 1934

El edificio más singular del barrio posiblemente sea la Casa de las Flores, construida por Secundino Zuazo en 1932 entre las calles de Hilarión Eslava, Rodríguez San Pedro, Gaztambide y Meléndez Valdés con un gran patio central ajardinado y otros interiores de ventilación. Los arcos porticados originales de la planta baja fueron cerrados en su día para locales comerciales. En ese solar estuvo antes el primer campo de fútbol que hubo en Madrid, de la Real Sociedad Gimnástica Española.


El barrio de Vallehermoso se asienta sobre una de las áreas con más acusados desniveles del distrito. Los llamados Altos de Vallehermoso se extendían por casi toda la zona, y formando parte de ellos sobresalía el Cerro del Pimiento, al suroeste, que también sentaba sus reales en parte del barrio de Gaztambide (como ya se ha citado), Hospital Clínico y alrededores. Por eso fue lenta su urbanización, al tener que realizarse muchos desmontes.

También hubo aquí cementerio: el de San Martín, abierto en 1849 entre las actuales calles de Santander, Juan Vigón, Jesús Maestro e Islas Filipinas. Alrededor todo era un descampado entonces, con sólo algunas chozas y casuchas de gente muy humilde. En él se hicieron enterramientos hasta 1902 y permaneció en completo abandono hasta después de la Guerra Civil. Se pensó mantenerlo como suntuoso jardín, conservando algunas construcciones, pero finalmente se levantó en su solar el antiguo estadio Vallehermoso en 1952. Este mítico estadio fue derribado en 2008 y que para los amantes del atletismo fue como si les hubieran robado el alma. Se prometió un nuevo recinto acorde con los tiempos (mejor hubiera sido reformar el viejo), pero como no prosperó la candidatura olímpica de Madrid para 2020, a lo que se añadió la penuria económica del Ayuntamiento, el megalómano proyecto quedó reducido en 2014 a un centro deportivo de mucha menor dimensión, construido y explotado por una empresa privada. No tiene pista de atletismo pero sí ofrece pistas de pádel, gimnasio, dos piscinas (una de ellas cubierta), solarium y spa. Todo muy apropiado para ganar dinero.

Resto que permanecieron durante mucho tiempo del cementerio de San Martín
Restos que permanecieron durante mucho tiempo del Cementerio de San Martín
Estadio de Vallehermoso
Estadio de Vallehermoso

La elevación del barrio de Chamberí con respecto al antiguo Madrid fue idónea para que en él se construyeran los depósitos de Agua del Canal de Isabel II, los dos primeros a ambos lados de la calle de Bravo Murillo, en 1858 y 1879 respectivamente, pero que pronto quedaron pequeños y fue necesario un tercero en 1906, entre las calles de Islas Filipinas, Santander, San Francisco de Sales y Pablo Iglesias.

Primer depósito del Canal de Isabel II
Fuente del Lozoya en el primer depósito del Canal de Isabel II. Calle de Bravo Murillo

Cerca del cruce de las actuales Avda. Reina Victoria y Pablo Iglesias se situó el Partidor de Aguas para efectuar la distribución. Era zona de merenderos, rodeados de jardines.

Junto al antiguo camino de Aceiteros (actual San Francisco de Sales), en pleno Cerro del Pimiento y con entrada por la hoy Andrés Mellado, se empezó a construir en 1885, a raíz de una epidemia de cólera, el Hospital de Epidemias, obras pronto abandonadas y no retomadas hasta diez años después por el peligro de una nueva epidemia. Fue destinado a enfermos de tifus, pero su vida fue corta, ya que en 1905 se cerró.

En el mismo camino de Aceiteros se encontraba el Asilo de Santa Ana, para refugio nocturno de mendigos.

Colonia Metropolitano

La Colonia Metropolitano, entre las avenidas del Valle y de la Moncloa y el paseo de Juan XXIII, fue promovida en 1919 por la Compañía Urbanizadora Metropolitana, explotadora de la primera red de Metro de Madrid. Estaba formada por hotelitos, muchos de ellos al estilo de las casas vascas. En la actualidad se encuentra bastante desfigurada, y la mayor parte de las casas que sobreviven han sido modificadas y en muchos casos se dedican a clínicas, residencias universitarias o a colegios. Frente a esta colonia se erigió en 1923 el Stadium Metropolitano, del Atlético de Madrid, pero ya fuera del ámbito del distrito de Chamberí. En la fotografía de 1920 se ve el estadio aún en construcción, inaugurado en 1923 (desapareció en 1966) y algunos de los palacetes de la colonia

En los años veinte estaban ya construidos los hotelitos de la colonia Metropolitana (al norte del paseo de San Francisco de Sales), el Cuartel de la Guardia Civil (Guzmán el Bueno), el Instituto Geográfico (General Ibáñez de Ibero) y el convento de la Visitación (San Francisco de Sales). En los cincuenta, en la cúspide del Cerro del Pimiento (también Cerropimiento) se construyó el Colegio Mayor San Pablo, y en el solar del antiguo Hospital de Epidemias, los edificios de la Obra sindical del Hogar. La iglesia de Santa Rita, en Gaztambide, en 1966. El Parque de las Naciones (Guzmán el Bueno, frente a la Guardia Civil), el mayor complejo residencial de la zona, en 1968. Y el edificio del Tribunal Constitucional, en la esquina de Isaac Peral (antiguo camino de san Bernardino) y Doménico Scarlatti, en los años setenta. Son ejemplos de la sucesiva urbanización, a veces complicada por las necesarias obras de terraplenado, del barrio de Vallehermoso.

Colegio mayor San Pablo
Colegio Mayor San Pablo

También han pasado a públicas zonas antes privadas del Canal de Isabel II, como su club deportivo, sobre el primer depósito de agua, con entrada por Islas Filipinas; los jardines de Enrique Herrero, en la esquina de Cea Bermúdez con Bravo Murillo, y un centro de ocio y deportes, con amplias zonas ajardinadas, que ocupa toda la cubierta del tercer depósito y se une con el Parque de Santander, ocupando el conjunto el espacio entre la avenida de Filipinas, la calle de Santander y el paseo de San Francisco de Sales.


En el barrio de Ríos Rosas, cuyo terreno estaba ocupado por unas cuantas fincas y huertas, tan sólo se mantuvo el antiguo trazado del camino de Hortaleza, hoy calle de Santa Engracia, el resto es una cuadrícula perfecta según el Plan Castro del Ensanche. Empezó a urbanizarse a partir de 1880 con casas destinadas a familias modestas de dos, tres o incluso de una sola planta, pero ya en las primeras décadas del siglo XX se iniciaron las construcciones de bloques de viviendas destinadas a la burguesía. Y la renovación que a partir de los años sesenta se efectuó en muchos inmuebles con edificios de alto estatus, es lo que ofrece su actual fisonomía.

El segundo depósito de aguas del Canal de Isabel II, construido en 1879, ocupa el gran espacio entre las calles de Bravo Murillo, Abascal, Santa Engracia y Ríos Rosas.

Colonia de Maudes
Colonia Maudes
Colonia de Maudes
Calle de Raimundo Fernández Villaverde en 1960. A la izquierda se ve parte de la desaparecida Colonia Maudes coexistiendo con la ya modernidad de la zona

Al norte estuvo la colonia de casa baratas de Maudes, construida en los primeros años de la década de los treinta entre Raimundo Fernández Villaverde, Alenza, Maudes y Alonso Cano. Eran edificaciones de tres plantas, con jardín lateral y calles interiores para una cooperativa de Ayudantes de Ingeniería y Arquitectura. Desapareció en fases sucesivas en los años setenta y ochenta para levantar los edificios Géminis.

Entre los edificios más destacables está el antiguo Hospital de Jornaleros de Maudes, en la calle del mismo nombre, construido por Antonio Palacios en 1919 y hoy con dependencias oficiales de la Comunidad de Madrid.

Hospital de Maudes
Antiguo Hospital de Jornaleros de Maudes

En María de Guzmán, esquina a Ponzano, el Real Monasterio de Santa Teresa, de carmelitas descalzas de clausura, en sencilla construcción neomudéjar.

Los Nuevos Ministerios, obra de Secundino Zuazo, promovida por Indalecio Prieto, iniciada durante la Segunda República y terminada por otros arquitectos en 1942, tras la Guerra Civil, con importantes modificaciones. Ocupa el solar del antiguo Real Hipódromo, la manzana delimitada por el Paseo de la Castellana, las calles de Raimundo Fernández Villaverde y Agustín de Betancourt y la plaza de San Juan de la Cruz.

Hipódromo de la Castellana
Antiguo Real Hipódromo de la Castellana, espacio hoy ocupado por los Nuevos Ministerios
Nuevos Ministerios
Nuevos Ministerios

La parroquia de San Juan de la Cruz, en la plaza del mismo nombre, hasta los años cincuenta lugar de desmontes y emplazamiento habitual del Circo Americano.

La Escuela de Ingenieros de Minas, en la calle de Ríos Rosas, entre Alenza y Ponzano, levantada por Ricardo Velázquez en 1893, con laterales de cerámica de los hermanos Zuloaga. Y al lado, el Instituto Geológico y Minero.

También en Ríos Rosas, entre Alonso Cano y Ponzano, a la derecha, la casa y colegio de las Hijas de María Inmaculada, cuya sede central tienen en la calle de Fuencarral.

Escuela de Ingenieros de Minas
Escuela de Ingenieros de Minas

Y en el 39 de Abascal, el edificio del antiguo Auxilio Social, con amplio jardín, hoy sede ministerial.


Si el primer núcleo de población de Chamberí apareció alrededor de la hoy plaza de Olavide, el primero en urbanizarse, y de forma más señorial, fue el de Almagro, donde se respetaron los paseos arbolados ya existentes del General Martínez Campos (entonces paseo Novelesco y luego del Obelisco), Eduardo Dato (entonces del Cisne) y Almagro (del Huevo), y las actuales calles de Virtudes, Españoleto y Blanca de Navarra, donde se habían producido asentamientos arrabaleros.

Paseo del Cisne
Paseo del Cisne, actual Eduardo Dato

Sí existían muchas fincas por la zona, unas de recreo y las más de labor, y algunos propietarios, asociados, incluso intentaron en 1861 adelantarse a la ejecución municipal del Plan del Ensanche concebido por Castro y ser ellos los que realizaran privadamente tal urbanización. No fue posible, así que los terrenos se vendieron por separado y muchos fueron los que especularon con su valor. En ello se llevó la palma una sociedad francesa, la Parent Schaken et Compagnie, que compró una gran extensión de suelo, la llamada huerta de Loynaz, situada entre Almagro, Génova y la Castellana, para luego venderla parcelada. El resultado fue la construcción de residencias para las capas más adineradas de la sociedad en este sector.

Por la misma época, Miguel Sainz de Indo construía su palacio en el paseo de la Castellana, en el solar que hoy ocupa el edificio de la Unión y el Fénix, y alrededor una serie de lujosos hoteles de alquiler (el barrio de Indo) que también desaparecieron.

Palacio de Indo
Palacio de Indo

Otra finca importante junto a la Castellana, entre Zurbarán y Marqués de Riscal, era La Chilena, de Andrés Arango, que también poseía grandes terrenos en el barrio de Trafalgar y fue uno de sus principales promotores. Ésta no se parceló hasta 1893.

En la Castellana levantaron mansión el marqués de la Puente, el duque de Arión, el marqués de Fontalba, el duque de Santa Elena, el conde de la Eliseda, el marqués de Mudela, los condes de San Bernardo y el duque de Aliaga, entre otros. Tan abultado censo nobiliario continuaba en las calles interiores, compartiendo vecindad con otros opulentos que por allí se domiciliaron.

Esto ocurría en la parte oriental del barrio; por el contrario, al otro lado proliferaron las casas de vecindad y las instituciones religiosas o asistenciales.

En 1930 ya estaba el barrio edificado por completo.

Palacete Ocharán
Desaparecido palacete del empresario y polifacético artista don Luis Ocharán Mazas en el paseo del Cisne, hoy de Eduardo Dato
Bocetos de Palacete Ocharán
Bocetos modernistas del ceramista Daniel Zuloaga para el palacete Ocharán, en el antiguo paseo del Cisne. La fachada contenía frisos con motivos florales, faisanes y pavos reales

Hoy, las grandes mansiones y palacios han desaparecido para albergar edificios de oficinas o son sede de organismos oficiales o de embajadas. Y los inmuebles residenciales, en esa época en que se construyeron siempre basados en el sistema de alquiler, o fueron cedidos en venta a sus inquilinos o el progresivo y calculado deterioro dio pie a su renovación.

Y para finalizar, un recorrido por los edificios, instituciones o lugares (actuales o desaparecidos) dignos de interés.

La casa y colegio de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, que ocupan toda la manzana limitada por las calles de Abascal, Modesto Lafuente, García de Paredes y Alonso Cano. El edificio principal era el antiguo asilo de San Nicolás para convalecientes.

Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul
Casa y colegio de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul

En la manzana contigua se levanta la basílica de la Virgen Milagrosa, regida por los padres paúles, de estilo neogótico, construida en 1904 por el arquitecto Juan Bautista Lázaro, y al lado, el sanatorio de igual nombre, de gran prestigio científico y quirúrgico.

En el paseo del General Martínez Campos, en el número 14, el que fue edificio de la Institución Libre de Enseñanza, nacida en 1876 en torno a la figura de don Francisco Giner de los Ríos cuando es separado de su cátedra universitaria por el primer gobierno de la Restauración junto a otras altas figuras de la intelectualidad española. Fue un hermoso logro, cercenado por la dictadura franquista, de hacer entrar nuestra enseñanza en el contexto de lo que la Europa culta entendía a este respecto. La casa es hoy sede de la Fundación Francisco Giner de los Ríos.

Pared por medio, el convento, colegio e iglesia de las Esclavas del Sagrado Corazón. Y en el 18, el colegio María Inmaculada de Hijas de la Caridad, con comedor social para necesitados.

En la acera de enfrente, entre Alonso Cano, García de Paredes y Modesto Lafuente, hubo un solar llamado el «campo de lo Frailes» que fue utilizado para jugar al fútbol por el Rácing Club, que llegó a militar en segunda división. En ese lugar se levanta el teatro Amaya. Y en el 37, el museo Sorolla, en lo que fue su residencia, un hotelito de tres plantas construido en 1911 por Enrique María Repullés.

Museo Sorolla
Museo Sorolla

En la calle de Eduardo Dato, en el 2, el colegio Blanca de Castilla (las Damas Negras), de arquitectura modernista; en el 6, el colegio de San Diego y San Nicolás, antiguo asilo para niñas huérfanas, en estilo neomudéjar con elementos neogóticos, y frente a ellos, en el número 3, el Chamberí de los hermanos maristas. Y más abajo, en el 10, la iglesia de la Real Congregación de San Fermín de los Navarros, neomudéjar en el exterior y neogótica en el interior.

En la plaza de Rubén Darío, el palacete de Miguel Maura, durante muchos años sede de la Cruz Roja y hoy de una firma comercial.

Y continuando Eduardo Dato, esquina a Fortuny, en un edificio de estilo árabe, el Instituto Valencia de don Juan, museo creado para conservar las colecciones reunidas por los Condes de Oñate y de Valencia de Don Juan, y al lado, el palacio de la marquesa de Bermejillo, de estilo español, hoy sede del Defensor del Pueblo.

Palacete de Miguel Maura
Palacete de Miguel Maura, que fue en un tiempo sede de la Cruz Roja Española
Palacio Bermejillo
Palacio Bermejillo, sede actual del Defensor del Pueblo

En la calle de Fortuny, en el 56, la antigua Residencia de Señoritas (edificio ocupado actualmente por la Instituto Ortega y Gasset), primer centro oficial destinado a fomentar la enseñanza universitaria para mujeres en España, fundada en 1915 según el modelo de la Residencia de Estudiantes de la Institución Libre de Enseñanza.

En la calle del General Arrando, con vuelta a Zurbano, el Instituto Oftálmico, del arquitecto José Urioste, y en el 21, la Casa Ayala, construida por Joaquín María García Meléndez Valdés por encargo del conde Cedillo en estilo medievalista.

En la calle de Fernández de la Hoz, esquina con la de Españoleto, la iglesia de San José de la Montaña, construida en 1926 en estilo neogótico.

En Marqués de Riscal, el Frontón Beti-Jai, construido en 1894 por Joaquín Rucoba, con una cancha al aire libre (67 m de largo, 20 m de ancho y 11 m de alto) y dos graderíos para una capacidad de unas 4.000 personas. Dejó de funcionar en el año 1919, fue garaje, comisaría, lugar de ensayo de bandas de cornetas, taller de reparaciones de automóviles y es el único frontón de su clase que permanece en pié en todo el mundo.

Frontón Beti-Jai en 1900
El Frontón Beti-Jai en 1900
Frontón Beti-Jai
Lo que aún queda del Frontón Beti-Jai, pendiente de restauración

En la calle de Zurbano, 36, el lujoso Hotel Santo Mauro, construido en 1902 para residencia de los duques de ese título.

Y en la calle de Almagro, al comienzo, en la gran manzana delimitada además por las calles de Santa Engracia y Zurbarán, el asilo de las Hermanitas de los Pobres, de 1882, en estilo neomudéjar como muchas de las edificaciones religiosas decimonónicas de Madrid. En el número 38, el edificio de viviendas construido en 1914 para don Julián Martínez Mier por el arquitecto Augusto Martínez de Abaria, con motivos escultóricos de Sixto Moret. Y en el 44, la llamada Casa Garay, levantada igualmente en 1914 por Secundino Zuazo para don Antonio Garay Vitórica.

Casa Garay
La casa Garay

EL EJE PRADO, RECOLETOS, CASTELLANA

De un Madrid del siglo XVII en el que lindan con la periferia los paseos del Prado y de Recoletos, es en el XIX, con el llamado Ensanche que proyectó el ingeniero Luis María de Castro, y que se puso en práctica a partir de 1869 con el derribo previo de la antigua cerca de Felipe IV que encorsetaba la ciudad, cuando empiezan a urbanizarse los primeros tramos del hasta entonces extramuros paseo de la Castellana y surgen en él los tan numerosos y añorados palacetes de la aristocracia, la mayoría hoy desaparecidos.

La excepcional avenida que forman los tres paseos, con más de ocho kilómetros desde Atocha hasta la clínica de la Paz, límite actual de la Castellana por el norte, discurre por la antigua vaguada del Bajo Abroñigal o Valnegral — también llamado de la Castellana—, que nacía cerca de Chamartín y en Atocha se desviaba al sureste para desaguar en el Alto Abroñigal. Con zonas ajardinadas y abundante arbolado, calzadas central y laterales en la mayor parte del recorrido, bulevares de variable amplitud y aceras al lado de los edificios, llega a alcanzar su máxima anchura, unos 120 metros, frente al Museo del Prado.

Paseo del Prado a finales del XVII
Camino de Atocha hacia la mitad del s. XVIII en un cuadro de Antonio Joli.
Se ve la puerta de Atocha con un lienzo de la muralla, el camino de Ronda a la izquierda y el llamado Prado Viejo a la derecha

Y por si fuera poco, un túnel ferroviario horadado en su subsuelo enlaza las estaciones de Chamartín y Atocha, túnel ideado e iniciado por el gran arquitecto y urbanista Secundino Zuazo en tiempos de la Segunda República y que no fue terminado hasta 1967. El apelativo de «túnel o tubo de la risa» — se ha construido otro que se desvía por Sol y hay proyectado un tercero— viene de una atracción de feria que por aquellos años hacía furor. Consistía en un cilindro acolchado, de aproximadamente dos metros de diámetro y cuatro de longitud, que giraba, con el público dentro, como si fuera el tambor de una lavadora.


El paseo del Prado, entre la glorieta del Emperador Carlos V (popularmente conocida como de Atocha) y la plaza de la Cibeles, era en tiempos el Prado Viejo (hubo un Prado Nuevo por la actual plaza de España), lugar campestre recorrido por el arroyo citado, con arboledas, rodeado de huertas y cruzado por tres caminos: el que conducía al santuario de Nuestra Señora de Atocha, el que llevaba al monasterio de San Jerónimo (también se llamó a esta zona Prado de San Jerónimo) y el de Alcalá. Por su frondosidad y carácter apartado, fue lugar para citas y aventuras amorosas, intrigas y desafíos.

Paseo de PradoFuente de la Alcachofa
Paseo del Prado y fotografía realizada por Laurent hacia 1860 de la Fuente de la Alcachofa en su emplazamiento original al final del paseo del Prado, en Atocha
Paseo del Prado a finales del XVII
Esquina de la Carrera de San Jerónimo con el paseo del Prado a finales del siglo XVII, en un detalle del cuadro atribuido a Jan van Kessel III

Con el establecimiento de la Corte en Madrid en 1561 y la expansión de la ciudad, se transformó en su límite oriental y lugar habitual de paseo para las clases altas, que acudían en carrozas para aprovechar el sol en invierno y el frescor en verano. Incluso hubo un quiosco de música y un estanque de agua, mandado éste construir por Felipe II en 1570 para agasajar a la reina Ana con un simulacro de batalla naval. Ese mismo año se realizó la primera reforma urbanística del Prado Viejo, que consistió en la alineación de las casas que a él daban, fachada entonces de la ciudad por ese lado, y la plantación junto a ellas de una arboleda longitudinal dispuesta en tres hileras.

La importancia del camino al monasterio de San Jerónimo, del que sólo queda la iglesia, aumentó cuando el mismo rey Felipe II ordenó levantar, adosado a él, un cuarto o aposento de retiro para sus oraciones, estancia que habría de ser origen y dar nombre al palacio del Buen Retiro, mandado construir por el conde-duque de Olivares y terminado en 1640 para recreo y segunda residencia de Felipe IV. Y el prestigio alcanzó a todo el Prado cuando el Buen Retiro pasó a ser palacio de la Corte de los primeros Borbones, al incendiarse el Alcázar en 1734. Desafortunadamente, los estragos a causa de la guerra contra los franceses fueron tremendos, y de él queda en pie únicamente el llamado Salón del Reino, en la calle de Méndez Núñez; el Salón de Baile (Casón del Buen Retiro), en la calle de Alfonso XII, y los jardines (Parque del Retiro), que nada tienen que ver con el trazado y elementos originales, además de haber visto reducida su extensión a casi la mitad.

Prado de San Jerónimo

Copia de una pintura anónima realizada en tiempos de Carlos II. En primer termino se ve el Prado de San Jerónimo (paseo del Prado), atravesado por el Arroyo del Bajo Abroñigal, sobre el que se elevan dos puentecillos. Se ve también la calle de Alcalá, con la puerta primitiva de finales del XVII, y a la derecha y hasta el fondo, el Monasterio de San Jerónimo el Real y el Palacio y Jardines del Buen Retiro. En la torrecilla, junto al Prado, donde la arboleda es más frondosa, se tocaba la música para hacer más agradable el paseo

Pero el surgir auténtico del paseo del Prado no se dio hasta el reinado de Carlos III, momento en el que se inició la transformación de la zona y su acondicionamiento como una de las principales vías de la capital. El proyecto, bajo la dirección del ingeniero José Hermosilla, empezó en 1763 con la construcción de una mina que encauzaba las aguas del arroyo, y siguió con la nivelación del terreno y la urbanización en forma de paseo, en especial el llamado Salón del Prado, entre Neptuno y Cibeles.

Proyecto del Salón del Prado
Ordenación urbanística del Salón del Prado (Prado de los Jerónimos) y de los complementarios Prado de Recoletos y de Atocha, según proyecto de Hermosilla.

Consistía el Salón de Prado en una amplia superficie circoagonal, con las fuentes de Cibeles y Neptuno en los extremos y en el centro la de las Cuatro Estaciones o de Apolo, y separada de la calzada de carruajes por un antepecho de hierro bronceado. Disponía de paseos diferenciados para las distintas clases sociales: así, el pueblo llano paseaba por la antigua arboleda cercana al caserío en el lado occidental, la gente distinguida por el sitio amplio y despejado cerca de los coches, y aún hubo durante algún tiempo, una tercera acotación en este último para la crema de la elegancia, un estrecho espacio limitado por una serie de bancos y el antepecho.

Primitivo emplazamiento de la Cibeles
Fotografía de J. Laurent de 1870. Primitivo emplazamiento de la Cibeles al principio del paseo de Recoletos y mirando hacia Neptuno. El edificio del fondo es el palacio de Buenavista, que fue sede del Ministerio de la Guerra y hoy del Cuartel General del Ejército de Tierra
Salón del Prado. Fuente de Apolo
Fotografía de J. Laurent de 1870. Salón del Prado con la fuente de Apolo o de las Cuatro Estaciones. Al fondo se ve la fuente de Neptuno

A la muerte de Hermosilla en 1775 se hizo cargo de las obras Ventura Rodríguez, que fue quien se encargó del diseño final de las fuentes, realizadas por los mejores escultores de la época: la Cibeles de Francisco Gutiérrez y Roberto Michel (colocada entonces en el inicio del paseo de Recoletos y mirando a Sol), Neptuno de Juan Pascual de Mena (mirando hacia Cibeles) y la de Apolo de Alonso Giraldo Bergaz, rodeada de las Cuatro Estaciones de Manuel Álvarez. Y proyectó además un inmenso pórtico para que los paseantes encontraran cobijo en caso de lluvia, que no llegó a realizarse.

Salón del Prado. Fuente de Neptuno
Fotografía de J. Laurent de 1870. La fuente de Neptuno en su primitiva ubicación

Esta obra quedó complementada con la instalación de las cuatro fuentecillas del cruce con la calle de Huertas, la fuente de la Alcachofa en Atocha, obra también de Giraldo Bergaz, y al fondo, como parte de la cerca, con la puerta de Atocha o de Vallecas. Y se remató con el arreglo y ornato del paseo que desemboca en la Puerta de Alcalá, erigida en 1778 y diseñada por Sabatini.

Paseo del Prado. Las Fuentecillas
Dos de las cuatro Fuentecillas en el paseo del Prado, frente a la plaza de Murillo y a la embocadura de la calle de las Huertas
Salón del Prado. Fuente de la Alcachoha y Puerta de Atocha
Salón del Prado. La Puerta de Atocha y la Fuente de la Alcachofa, que en 1880 fue trasladada al Retiro. En la plaza del Emperador Carlos V (glorieta de Atocha) se levanta desde 1987 una réplica de esta fuente
La Puerta de Alcalá hacia 1852
La Puerta de Alcalá hacia 1852

El Salón del Prado, tan añorado, fue el sitio ideal para pasear el palmito y para lucir las nuevas modas, lugar para darse citas y para intentar la conquista amorosa, punto de encuentro para las tertulias en las noches de verano, alrededor de las farolas de gas, y territorio tradicional para el juego de los niños, que tenían para su diversión un carrito tirado por dos cabritillas, luego un carruaje con más plazas arrastrado por un borriquillo y hasta llegó a existir un tren infantil como reclamo de la cercana estación del Mediodía cuando ésta se inauguró en 1851. No faltaban los barquilleros, las floristas, los puestos de helados y los aguaduchos: un puesto pequeño, un mostrador y, en éste, agua, azucarillos y aguardiente.

Grabado antiguo: salón del Prado, Recoletos, Alcalá...
Salón del Prado, Recoletos, Alcala… Dibujo realizado en 1882 por Pedro Martínez Hebert

Fue escenario de las verbenas unidas de San Juan y San Pedro, las más animadas, ruidosas, concurridas y con mayor cantidad de atracciones, que llegaron a celebrarse hasta 1936. Y de los desfiles de Carnaval hasta 1895, trasladados aquel año al paseo de la Castellana.

Pero, equivocadamente, con la trasformación del Salón en jardín en 1904 todo fue poco a poco desapareciendo y se privó así a los madrileños de uno de sus espacios preferidos de diversión y esparcimiento.

El paseo del Prado en 1949
El paseo del Prado en 1949
Vine de verano en el paseo del Prado
Cine de verano en el paseo del Prado. Con la particularidad de tener la pantalla en el centro y sillas a ambos lados. Los espectadores del lado bueno pagaban diez céntimos, y los que veían la película al revés, con todos los personajes zurdos, una perra chica

A este ornato general del antiguo Prado Viejo se sumó la creación del Gabinete de Historia Natural (hoy edificio principal del Museo del Prado), y el Jardín Botánico, proyectados por otro de los grandes arquitectos del Carlos III: Juan de Villanueva.

Fue José I, durante la ocupación francesa, el primero que pensó crear un museo que albergara los objetos de arte del patrimonio real. La idea fue retomada posteriormente por Fernando VII, y para tal efecto, ordenó que la colección de pinturas reales se instalara en el viejo caserón que Juan de Villanueva empezó a construir en 1785 con destino a Gabinete de Historia Natural, y que por entonces se encontraba inconcluso. Empezaba así la andadura de la que hoy podemos considerar como la mejor pinacoteca del mundo. Cuando se abrió al público en 1819 contaba con solo tres salas y 311 cuadros; hoy supera los ocho mil quinientos ejemplares.

El Museo del Prado sobre 1870
Fotografía de J. Laurent sobre 1870. El Museo del Prado

Pero las colecciones del Prado no sólo son importantes por su cantidad, sino sobre todo por su excepcional calidad. En cuanto a la pintura española destacan, entre muchos otros, las obras de Velázquez, El Greco, Murillo, Zurbarán, Ribera, Ribalta, y sobre todo Goya, del que se exponen sus principales obras maestras. También es muy completa la colección de pintura italiana — citar a Fra Angélico, Botticelli, el Veronés, Tiziano y Tintoretto— así como la flamenca, con obras principales de El Bosco, Rubens o Van Dyck.

Para albergar tan extenso patrimonio, que se completa con otras colecciones de dibujos, grabados, monedas y medallas, ha sido necesario ampliarlo varias veces, la última y más polémica la realizada por el arquitecto Rafael Moneo en 2007, levantando un edificio en el antiguo claustro de los Jerónimos.

La Maja Desnuda de Goya
La Maja Desnuda de Goya. Museo del Prado

El Jardín Botánico tuvo su antecedente en el que Fernando VI mandó crear en el Soto de Migas Calientes, en el camino de El Pardo a orillas del río Manzanares. En 1774, Carlos III mandó trasplantarlo al paseo del Prado, lindando con Atocha, con espacio suficiente para el cuidado de la flora y las semillas que iban llegando de casi todas los continentes, especialmente a través de las muchas expediciones marítimas, oceanográficas y botánicas emprendidas en esa época. El recinto, cerrado por una elegante verja de hierro asentada sobre piedra, tiene dos puertas de acceso, una principal en el paseo del Prado, de corte clásico con columnas dóricas y frontón, y otra en la plaza de Murillo, que es la habitual.

Puerta principal del Jardín Botánico
Puerta del Jardín Botánico en el paseo del Prado, por el interior

Junto al Botánico, se celebraba desde 1925 una feria del libro de lance todos los años por el otoño, que quedó al fin instalada con carácter permanente en la cuesta de Moyano.

El edificio del Ministerio de Sanidad, frente al Museo del Prado, fue antes la Casa Sindical (en la parte trasera estuvieron las instalaciones del diario Pueblo), levantada en 1949 sobre el solar que dejó el palacio de Xifre, construido en 1865 por el arquitecto José Contreras como residencia del financiero José Xifre. Todos los detalles — la verja de cerramiento, la fachada, y hasta las habitaciones interiores— imitaban de una manera perfecta la época dorada de la arquitectura árabe. Y antes hubo una espaciosa casa con un espectáculo conocido como el Diorama, en cuyo salón principal estaba reproducido el interior del templo de San Lorenzo del El Escorial. Además de otros dioramas, disponía de una sala de física recreativa y estaba coronada por un torreón mirador desde el que se podía contemplar las cercanías de Madrid.

Palacio de Xifre
Palacio de Xifre, derribado en 1950
Palacio de Xifre
Interiort del palacio de Xifre

Pero todo ese amplio espacio y más — enorme manzana comprendida entre la Carrera de San Jerónimo, el paseo del Prado y las calles de Huertas, Jesús, Cervantes, San Agustín y la plaza de las Cortes— fueron desde principios del siglo XVII terrenos pertenecientes al duque de Lerma heredado posteriormente por los Medinaceli, con múltiples dependencias — un pueblo que se abastecía por sí mismo—, huertas, jardines, talleres, una plaza de toros de efímera duración, un convento de trinitarios (luego de padres capuchinos, con la iglesia de Jesús de Medinaceli en la que se venera la imagen del Nazareno tan querida por los madrileños) y un palacio majestuoso muy dañado durante la ocupación francesa, que se rehizo y se mantuvo hasta 1910 para en su solar levantar el Hotel Palace. El resto del terreno se había ido desmembrando con los años e incluso por él se abrió alguna calle nueva o se prolongaron otras.

Palacio viejo de Medinaceli
1857. Fachada a la Carrera de San Jerónimo del palacio viejo del duque de Medinaceli (hubo otro, también desaparecido, en la plaza de Colón)

En la plaza de Canovas del Castillo (Neptuno), a uno y otro lado, el ya citado Hotel Palace, inaugurado en 1912 para la cadena belga de hostelería propiedad de Georges Marquet, y el Ritz, el más lujoso de la ciudad, construido entre 1908 y 1910 para la Ritz Development Company y para alojar a las personalidades asistentes a la boda de Alfonso XIII con Victoria Eugenia de Battenberg. El solar del Ritz había estado ocupado antes por el Teatro Tívoli y por el Circo del Hipódromo.

Hotel Palace
Hotel Palace, que ocupa el solar del desaparecido palacio del duque de Medinaceli
Circo del Hipódromo
Circo del Hipódromo, en el solar que luego ocupó el Hotel Ritz

En la esquina de Neptuno con la plaza de las Cortes (mero ensanchamiento de la Carrera de San Jerónimo) se concluyó en 1806 el palacio del duque de Villahermosa, el último de estilo neoclásico en Madrid, obra de Antonio López Aguado, y que ocupa terrenos de otro palacio anterior de los duques de Maceda. Desde 1992, y reformado por el arquitecto Rafael Moneo, es sede del Museo Thyssen-Bornemisza, con una selección de arte occidental de los siglos XIII al XX, desde la época medieval hasta el vanguardismo, pasando por el Renacimiento, Impresionismo y Expresionismo. Se pueden contemplar cuadros de genios de la pintura como Carpaccio, Durero, Tiziano, Goya, Degas, Renoir, Matisse, Picasso, Kandisky o Rothko, entre otros muchos. Junto con el Museo del Prado y el Reina Sofía, en Atocha, forman el llamado Triángulo del Arte, posiblemente la mayor concentración de obras artísticas en el mundo. A este foco cultural se añade desde 2008 el espacio de divulgación cultural Caixa Forum, que ocupa el antiguo edificio de la Central Eléctrica del Mediodía (1899), frente al Botánico, transformado y remodelado para su nuevo uso por los arquitectos Jacques Herzog y Pierre De Meuron, y con un curioso jardín vertical diseñado por Patrick Blanc.

Museo Thyssen-Bornemisza
Museo Thyssen-Bornemisza en el antiguo palacio de Villahermosa
Museo Thyssen-Bornemisza. Habitación de hotel
Museo Thyssen-Bornemisza. Habitación de hotel, de Edward Hopper
Caixa Forum
El Caixa Forum

Siguiendo con el paseo del Prado, a continuación estaba el jardín de los condes de Monterrey, sobre el que la Congregación de Naturales de Navarra edificó en 1684 un hospital y en 1746 la iglesia de San Fermín, muy popular por su reloj que permitía la interpretación de variadas piezas musicales, divirtiendo así a la concurrencia del Paseo. Todo fue derribado en 1882 con motivo de las obras de construcción del Banco de España y de la prolongación de las calles de Zorrilla y de los Madrazo, y fue entonces cuando la Congregación decidió labrar una nueva casa en la calle de Eduardo Dato.

Hasta la calle de Alcalá, y volviendo por ella, se extendía el antiguo palacio del marqués de Alcañices, también conocido como duque de Sesto, en el solar que antes ocuparon las casas de Luis de Haro, marqués del Carpio y ministro privado de Felipe IV. Y tanto este espacio como el de San Fermín es el que corresponde al Banco de España, grandioso edificio de aire renacentista, con chaflán en plena plaza de la Cibeles, construido entre 1882 y 1891 según proyecto de Eduardo Adaro y Severiano Sainz de la Lastra. La ultima ampliación que ha tenido — esquina con Marqués de Cubas—, obra de Rafael Moneo, concluyo en 2006.

El Salón del Prado y el palacio de Alcañices
El Salón del Prado y el palacio de Alcañices

En la otra acera, nada más rebasar Neptuno, se abre la plaza de la Lealtad, tenida por un lugar simbólico para los madrileños, pues aquí se produjeron gran parte de los fusilamientos en la noche del 2 al 3 de mayo de 1808, víctimas de los franceses. En el centro de la plaza hay un monumento inaugurado en 1840, obra de Isidro González Velázquez, y dedicado a los caídos en estas jornadas, pero que se ha hecho extensivo a todos aquellos que dieron su vida por España, cuya memoria nos recuerda una llama que está encendida los 365 días del año. El edificio de la Bolsa de Comercio, fundada en 1831 y aquí trasladada en 1893 después de largo peregrinaje, realza con el estilo clásico que le imprimió Enrique Repullés la monumentalidad del entorno.

Plaza de la Lealtad
Plaza de la Lealtad. Al fondo, a la izquierda, se vislumbra el edificio de la Bolsa

Seguía la verja de los Jardines del Buen Retiro (no el parque del Retiro), en terrenos de la antigua huerta del Rey o de San Juan, por la ermita allí existente. Tras la revolución de 1868 se abrieron al público y se arrendaron a una empresa privada. Disponía de paseos, quioscos de helados, un templete para bandas de música y un teatro al aire libre. Al lado, en pleno paseo hubo otro teatro, el Felipe, amplio barracón de madera inaugurado en 1885 por un empresario muy popular, simpático y desvergonzado de entonces, Felipe Ducazcal (también tenía en arriendo el anterior), y en el que se estreno en 1886 la zarzuela Gran Vía, de Chueca. En todo este terreno se alzan ahora el Cuartel General de la Armada, la calle de Montalbán y, en otro de los chaflanes de la emblemática plaza de la Cibeles, el antiguo palacio de Comunicaciones (Central de Correos y Telégrafos), hoy sede del Ayuntamiento, construido entre 1905 y 1918 por Antonio Palacios y Joaquín Otamendi en un estilo inspirado en el gótico, lo que le da un aire de catedral.

La Cibeles con los jardines del Buen Retiro. 1895
1895. Ya se ha trasladado la fuente de la Cibeles al centro, el palacio de Linares se había rematado totalmente en 1900 y, a la derecha, aparece el arbolado de los
Jardines del Buen Retiro, espacio luego ocupado por el antiguo palacio de Comunicaciones (Central de Correos y Telégrafos), hoy sede del Ayuntamiento

Otro de los chaflanes de Cibeles, el izquierdo, está ocupado por la verja del amplio jardín del palacio de Buenavista. Se inicio su construcción en 1769 para los duques de Alba, que no llegaron a ocuparlo, con proyecto en principio de Ventura Rodríguez, sustituido después por el de Pedro Arnal. Quien sí lo habitó fue la nieta de los anteriores, la celebre duquesa de Alba que inmortalizara Goya, María Teresa Cayetana de Silva Álvarez de Toledo. Tras diversos usos, en 1848 se convirtió en sede del Ministerio de la Guerra. Actualmente alberga el Cuartel General del Ejército de Tierra.

Y en el otro chaflán, a la derecha, el Palacio de Linares, hoy Casa de América, construido para el financiero José Murga, marqués de Linares, por el arquitecto Carlos Colubí en 1873. Estuvo mucho tiempo deshabitado y dio lugar a leyendas de fantasmas de las que se escribió largo y tendido.

Plaza de Cibeles
Panorámica de la plaza de Cibeles con la fuente de la diosa, el Banco de España, los jardines y el palacio de Buenavista, el palacio de Linares y uno de los torreones del actual palacio de Cibeles, sede del Ayuntamiento

A continuación arranca el paseo de Recoletos, que llega hasta la plaza de Colón, donde se encontraba la Puerta de Recoletos, construida en estilo barroco durante el reinado de Fernando VI pero perteneciente a la antigua cerca de Felipe IV que rodeaba la ciudad. Toma el nombre del convento de la orden de los agustinos recoletos, que empezó a construirse en 1592 y estuvo en los terrenos ocupados actualmente por la Biblioteca Nacional y el Museo Arqueológico Nacional, así como por diversas manzanas de viviendas. Tenía el convento capillas tan populares como la de la Virgen de Copacabana y la del Cristo del Desamparo, de Alonso de Mena, llevado luego a la iglesia de San José. Y una bodega de gran nombradía, que despachaba vino a todo aquel que lo requería.

Vino de los Recoletos

pasa bien por los coletos

Paseo de RecoletosConvento de Agustinos Recoletos
Plano del paseo de Recoletos y antiguo grabado del convento de Agustinos Recoletos
Puerta de Recoletos
Puerta de Recoletos

Era este paseo el antiguo Prado de Recoletos, por el que discurría como en el Prado Viejo el arroyo del Bajo Abroñigal, y que ya con Felipe II tuvo un ligero adecentamiento al realizarse la plantación de una arboleda dispuesta en una única hilera. En tiempos de Fernando VII empezó a urbanizarse, y en 1864, siendo alcalde de Madrid el duque de Sesto, tomó su forma actual, con reformas posteriores a lo largo de los años. La última y polémica, según proyecto de Álvaro Sisa, la que pretendía actuar sobre todo el eje Prado-Recoletos y su entorno. Se puso en marcha en 2005, inspirándose en la concepción original del Salón del Prado, con ampliación de espacios peatonales e incremento de zonas verdes, pero los enfrentamientos por dirimir competencias entre los gobiernos de la Comunidad y del Ayuntamiento, además de la falta de presupuesto, paralizaron las obras. Sólo se han ejecutado obras puntuales, como el traslado del monumento a Colón a su emplazamiento primitivo o la reforma parcial del paseo de Recoletos.

Paseo de Recoletos. 1836
El inicio del paseo de Recoletos en 1836

Iniciando el recorrido de Recoletos por la izquierda, a continuación del hoy Cuartel General del Ejercito se encontraba la posesión del duque de Medina de Rioseco, donde se fundó en tiempos de Carlos II el convento antiguo de franciscanas clarisas de San Pascual, convirtiendo en iglesia el teatro de su palacio. Derribado el convento en el siglo XIX, se edifico la iglesia dedicada a ese santo.

Clarisas de San Pascual
Antiguo convento de clarisas de San Pascual

Se mantiene el palacio del duque de Sesto en el número 13, antes de llegar a Prim, construido en 1865 por el marqués de Cubas y hoy sede del Consejo General de la Abogacía Española.

Se hallaba a continuación el jardín del conde de Baños, que pasó después a ser propiedad del de Altamira, y que en el siglo XIX, con el nombre de Jardín de las Delicias, fue abierto al público: música, baños, bailes, diversiones.

Fuente de Recoletos. 1870

Fotografía de J. Laurent de 1870. Fuente de Recoletos. La posesión del conde de Baños, luego del conde de Altamira contaba con un jardín famoso que, en 1834, se abrió al disfrute público con el nombre de Jardín de las Delicias. Tenía una plazoleta central en la que se encontraba una fuente que constaba de un pilón octogonal del que se elevaba una columna rodeada de delfines y, sobre ésta, una taza con la figura de un sátiro. A principios de la década de los sesenta del siglo XIX el Jardín se integró en el paseo de Recoletos

El Café Gijón, en el paseo de Recoletos 21, fue fundado en 1888 por un emigrante asturiano en Cuba, Gumersido García. En el año 1910, el local fue traspasado a Benigno López (un barbero del barrio), con el acuerdo entre ambas partes de que no se cambiara jamás el nombre del establecimiento. A pesar de algunas reformas, la decoración sigue siendo la de siempre: mesas de mármol negro, sillones con fundas en rojo, paredes forradas con listones de madera y un sótano donde se llevaban y se llevan a cabo las tertulias. Por allí ha pasado toda la intelectualidad. Entre los más ilustres: José Canalejas, Santiago Ramón y Cajal, Pío Baroja, Benito Pérez Galdós, Jacinto Benavente, Valle Inclán, Severo Ochoa, Gómez de la Serna, Enrique Jardiel Poncela, Gerardo Diego, Jorge Guillén, Pedro Salinas, Rafael Alberti, Federico García Lorca, Luis Cernuda, Antonio Buero Vallejo, Camilo José Cela, Dionisio Ridruejo, José García Nieto, Antonio Gala, Luis García Berlanga, Juan García Hortelano, Fernando Fernán Gómez, Manuel Alexandre…

El Café Gijón
El Café Gijón

Entre las calles de Almirante y Bárbara de Braganza estuvo el primitivo Circo Price, antes de su instalación en 1874 en la plaza del Rey, en donde sucumbió a la piqueta en 1970. Ahora hay otro con el mismo nombre en la Ronda de Atocha.

El primer Circo Price
El primer Circo Teatro Price en el paseo de Recoletos.
Cada noche triunfaba el inigualable trapecista de la época Jules Leotard, francés de nacimiento, que por su peculiar y novedosa indumentaria para aparecer
en escena, consistente en unas ajustadas y provocadoras mallas, se las dio en llamar, por el nombre de su revolucionario portador, «leotardos»

Parte de ese solar del Price esta hoy ocupado por el palacio de la duquesa de Medina de las Torres, construido por Agustín Ortiz de Villajos en 1884, en la actualidad sede de la Fundación Mafre.

En el resto del solar, Miguel Aguado de la Sierra levantó en 1895 el palacio Elduayen.

Palacio de la duquesa de Medina de las Torres
Palacio de la duquesa de Medina de las Torres
Palacio Elduayen
Palacio del marqués de Elduayen

En el centro Colón abre el Museo de Cera y, desde 2014, sucursal del Casino de Torrelodones, después de que por prohibición del juego desapareciera el último en 1924 y de que tras su nueva aprobación en 1980, sòlo se permitiera que los casinos estuvieran a una distancia de 29 Km de los centros urbanos. Allí antes estuvo el palacio de Uceda, construido entre 1866 y 1870 por el arquitecto Mariano Andrés Avenoza. Tras ser adquirido por el marqués de Salamanca en 1876, hacia 1890 fue comprado por doña Ángela Pérez de Barradas y Bernuy, duquesa viuda de Medinaceli. Se derribó en 1965 y fue sin duda una de las más sonadas pérdidas del patrimonio arquitectónico madrileño.

Palacio de Uceda, luego de Medinaceli
Palacio de Uceda, luego de Medinaceli. En 1917 ardió perdiéndose innumerables obras de arte que decoraban su interior. Fue reconstruido y se mantuvo en pie hasta 1964, fecha en que se decidió su demolición con criterios especulativos
Incendio del palacio de Medinaceli en 1917
Incendio del palacio de Medinaceli en 1917

Y junto a los jardines de palacio de Medinaceli, el teatro Príncipe Alfonso, construido en 1863 como circo por el millonario Simón Rivas (Circo de Rivas era su nombre más popular) según proyecto del arquitecto José María Guallart. En 1870 paso a llamarse Teatro y Circo de Madrid, convertido en teatro lírico y sala de conciertos. En 1875, recuperó otra vez el nombre de Príncipe Alfonso, y fue a partir de esta fecha cuando se convirtió en uno de los teatros de moda de la ciudad hasta su demolición en 1898.

Teatro Príncipe Alfonso
Teatro Príncipe Alfonso o Teatro Circo de Madrid sobre 1870
Cinematógrafo Príncipe Alfonso

Cinematógrafo Príncipe Alfonso. Al rebujo del gran éxito que había tenido el antiguo teatro Principe Alfonso, pasados unos años de su desaparición, se abrio en 1908 por los alrededores, concretamente en la esquina de la calle de Génova con la del General Castaños, esta sala cinematógráfica. Se ufanaba de contar con una clientela de clase alta, incluyendo la presencia de Alfonso XIII en algunas ocasiones. Alternó etapas de cine y teatro en su larga vida, siendo demolida a principios de los años sesenta

En el gran bulevar central, repleto de jardines y alguna terraza como la del histórico Café Gijón o la del Espejo, se realizan anualmente algunos eventos: la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión, la Feria de Artesania o, en el Día del Teatro (27 de marzo), la imposición de una bufanda blanca a la estatua en bronce de Valle-Inclán, que parece salir marchoso de su tertulia de café, y la entrega del premio «Alfiler de la bufanda».

Paseo de Recoletos en 1908
El paseo de Recoletos en 1908
Valle-Inclán
La terraza del Espejo
terraza del Espejo
Valle-Inclan con la bufanda blanca en el Día del Teatro

Por el otro lado del Paseo, en el terreno que hoy ocupa el palacio de Linares estuvo el Pósito o Alhóndiga, destinado a abastecer de trigo a la población en épocas de escasez.

En el número 4, el edificio de la Aurora Polar, antigua casa-palacio de D. Ramón Pla Monje y actual sede del Grupo Planeta, construido en 1880 por Agustín Ortiz de Villajos.

A continuación, entre las calles de Salustiano Olózaga y Recoletos, el palacio del marqués de Salamanca, hoy propiedad del BBVA, en terrenos que habían pertenecido a los marqueses de Montealegre y condes de Oñate y antes a la huerta del convento de Agustinos Recoletos que dio nombre al Paseo. Es obra de estilo clasicista italianizante de Narciso Pascual y Colomer entre 1846 y 1855, que fue ampliándose hasta 1945 en varias ocasiones por diferentes arquitectos. Inicialmente sólo tenía el cuerpo central, con un bello jardín, fuente de mármol de Carrara y cerrado todo el conjunto por una verja. Esa verja anuncia a los madrileños cada año la llegada de la primavera, pues se recubre con delicadas flores de glicina, con sus lilas en racimo, con la llegada del buen tiempo. Fue este palacio, que contribuyó de forma destacada a embellecer el paseo de Recoletos, convirtiéndolo en polo de atracción para otras residencias aristocráticas, teatro del esplendor del fastuoso, audaz y pródigo financiero José de Salamanca, impulsor del barrio de Salamanca y de numerosos negocios en sectores como el ferroviario, la construcción, la banca o la inversión bursátil. Aunque probablemente llegó a poseer en sus mejores momentos la mayor fortuna de España, murió pobre con una deuda de mas de seis millones de reales.

Palacio del marqués de Salamanca
El antiguo palacio del marqués de Salamanca

Seguía el suntuoso palacio de otro gran capitalista del siglo XIX, el del primer marques de Campo, luego de la marquesa de Manzanedo.

Palacio de don José Campo
El palacio de don José Campo hacia 1870

La quinta de los marqueses de Montealegre y condes de Oñate antes aludida, con casa y huerta.

La nueva y definitiva sede de la Biblioteca Nacional, donde el antiguo convento de Agustinos Recoletos. Esta institución fue fundada por el rey Felipe V en 1711 en la Casa del Tesoro, junto al Alcázar, y por Real Cédula de 1716 tiene el privilegio de obtener un ejemplar de cuantos libros se editan en España. Tras varios cambios, aquí recayó tras la inauguración del edificio en 1892, compartiéndolo con el Museo Arqueológico, que tiene su entrada por la calle de Serrano. Es obra de Francisco Jareño, en estilo neohelénico, concluida por Antonio Ruiz de Salces.

Biblioteca Nacional
La Biblioteca Nacional

La finca de la Solana, con casa y huerta, de los padres del Oratorio de San Felipe Neri (ya desaparecido, en la plaza del Ángel) completaba el lado derecho. En ella se edificó en 1793, durante el reinado de Carlos IV, la antigua Escuela de Veterinaria, aunque su consolidación científica no se produjo hasta el año 1815, y sus estudios en carrera superior de cinco años en 1847. Y allí, en 1861 se levantó la Casa de la Moneda (antes en la calle de Segovia), que con el tiempo también quedó pequeña y en 1964 cambió a la calle de Jorge Juan. Ahora, el tremendo espacio lo ocupan los Jardines del Descubrimiento, en los que se instalaron tres macro esculturas de hormigón, realizadas por Joaquín Vaquero Turcios, alusivas a la gesta de América, y en el subsuelo un centro cultural y el Teatro Fernán Gómez.

Fabrica de la Moneda de Colón
Casa o Fábrica de la Moneda de Colón, en el espacio hoy ocupado por los Jardines del Descubrimiento. La estatua de Colón se aprecia en el centro de la rotonda ajardinada de la plaza
Grabado Fabrica de la Moneda de Colón
Grabado de la Casa o Fábrica de la Moneda de Colón
Monumento a Colón
Monumento a Colón en el centro de la plaza, tal como fue su primitivo emplazamiento en 1886. Entre 1973 y 2009 estuvo en el ángulo suroeste de los Jardines del Descubrimiento

En la amplia y abierta plaza de Colón, la estatua del ilustre marino, obra de Arturo Mélida la parte arquitectónica, y la escultura de Jerónimo Suñol. Y al otro lado, las Torres de Colón, levantadas en 1976 por Antonio Lamela, en el solar de dos edificios gemelos con viviendas de alquiler, en una de las cuales vivió Benito Pérez Galdós.

Plaza de Colón 1898
La plaza de Colón en 1898. El monumento está en el centro, y se ve, a la izquierda, una pequeña parte del palacio Uceda-Medinaceli, y a la derecha, los dos edificios gemelos que fueron abatidos para la construcción de las Torres de Colón

El paseo de la Castellana era un barranco extramuros por donde corría el ya citado arroyo del Alto Abroñigal o de la Castellana, y que al final del reinado de Fernando VII empezó a terraplenarse y a acondicionarse como paseo arbolado. Su nombre primitivo fue el de las Delicias de la Princesa, en honor a la heredera de Fernando VII, pero popularmente fue conocido como paseo de la Fuente Castellana por la que se hallaba junto al Obelisco que se plantó en la actual plaza de Castelar, con motivo del nacimiento de la futura Isabel II.

Mapa CastellanaObelisco Fuente Castellana
Plano del paseo de la Castellana en sus orígenes y el obelisco de la Fuente Castellana al final del siglo XIX, sin el pilón original

En los planes del llamado Ensanche de Madrid, diseñado por el ingeniero y urbanista Luis María de Castro en 1860, y puesto en práctica a partir de 1869 coincidiendo con el derribó de la antigua cerca de Felipe IV que rodeaba la villa histórica, se contemplaba la creación de un barrio aristocrático en el eje de la Castellana, que entonces sólo llegaba hasta el antiguo Hipódromo, donde hoy se levantan los Nuevos Ministerios. El resultado fue la construcción de palacios ajardinados para la nobleza y alta burguesía y casas de vecindad de muy alta categoría para las capas más adineradas de la sociedad a lo largo del Paseo.

El palacio del marqués de Salamanca, en Recoletos, ya había dado la pauta de lo que sería la zona y animado a la aristocracia para construir allí sus residencias. Se convirtió, pues, en el lugar de moda, teatro de desfiles elegantes y área tranquila y sosegada.

Paseo de la Castellana 1860
El paseo de la Castellana en 1860. En primer término, la Fuente del Cisne, y, al fondo, el Obelisco de la Fuente Castellana

Sí existían muchas fincas por los alrededores, unas de recreo y las más de labor, varios cenadores rústicos, una fonda-café, la ya citada Fuente Castellana y Obelisco, en la hoy glorieta de Emilio Castelar, entonces un cruce de caminos, y la Fuente del Cisne, en la desembocadura de Eduardo Dato, en aquel tiempo paseo del Cisne. Pero las primeras construcciones del paseo de la Castellana, incluso adelantándose a las urbanizaciones previas del Ayuntamiento, fueron la casa de Bruguera, a la entrada, esquina a Goya y el palacio de Miguel Sainz de Indo, en el solar que hoy ocupa el edificio de la Unión y el Fénix, y alrededor una serie de lujosos hoteles de alquiler (el barrio de Indo) que también han desaparecido.

Quinta de Bruguera 1895
La Quinta de Bruguera en 1895
Palacio de Indo
Palacio de Indo

A principios del siglo XX, ya con todo el Paseo construido hasta el Hipódromo, estas eran las edificaciones en la acera izquierda:

Entre Colón y Alcalá Galiano:

  • Palacete de Luis de Silva y Fernández de Córdoba. Desaparecido. Su solar es parte del utilizado para las Torres de Colón.
  • Palacete de don Tomás Ametller. Permanece. Desde 1930, que fue reformado
  • Palacio del marqués de Villamejor. Permanece. Fue sede de La Presidencia del Gobierno hasta 1976 que se trasladó al palacio de la Moncloa. Ahora es sede ministerial.
Palacio del marqués de Villamejor entre 1906 y 1914
Antiguo palacio del marqués de Villamejor y posteriormente residencia de don Carlos de Borbón, sede de la Presidencia del Gobierno y ahora sede ministerial. Fotografía realizada entre 1906 y 1914

Entre Alcalá Galiano y Fernando el Santo:

  • Palacio de Alcalá Galiano. Permanece. Es sede ministerial.
  • Palacio del duque de Arión. Desapareció. La sede de una entidad bancaria desde 1966 se alza en su lugar.
  • Casas de la marquesa de la Puente y Sotomayor. Permanecen. Están rehabilitadas para oficinas.
Palacio del duque de Arión
Palacio del duque de Arión

Entre Fernando el Santo y Zurbarán:

  • Edificio de viviendas esquina a Fernando el Santo. Permanece el exterior. El interior se derribó para construir oficinas.
  • Palacio del marqués de Fontalba. Permanece. Es sede de la Fiscalía del Estado.
  • Casa palacio de don Pablo del Puerto. Permanece. Es sede de la Comisión Nacional del Mercado de Valores.
Palacete Fontalba
Palacio Fontalva

Entre Zurbarán y Marqués de Riscal:

  • Palacio del duque de Santa Elena. Desaparecido. Su lugar lo ocupa la Embajada de Alemania desde 1966.
  • Palacio del conde de la Eliseda. Permanece. Fue sede de Falange Española antes de la Guerra Civil, sede de la Delegación Nacional de la Juventud y en la actualidad del Instituto de la Juventud.
Restos palacio del duque de Santa Elena
Pabellón octogonal del jardín del antiguo palacio del duque de Santa Elena.
Derribaron el palacio para construir la sede de la Embajada de Alemania y esto es lo único que se dignaron conservar

Entre Marqués de Riscal y Jenner:

  • Palacio del marqués de Mudela. Permanece con un añadido en la parte posterior. Es sede de una entidad bancaria.
  • Palacio de los condes de San Bernardo. Desapareció. Su lugar lo ocupa el edificio Pirámide con oficinas, en el centro de un bello jardín.

Entre Jenner y Eduardo Dato (antiguo paseo del Cisne):

  • Palacio de Indo (antes aludido). Derribado para construir el palacio del duque de Montellano, también desaparecido. El solar lo ocupa el edificio de la Unión y el Fénix.
Palacio del duque de Montellano
Palacio del duque de Montellano
Fuente del Cisne.1864
Fuente del Cisne en el paseo de la Castellana. 1864. Se encontraba situada en el mismo lugar donde hoy se alza el paso elevado que une Eduardo Dato (que de esta fuente tomó su antiguo nombre de paseo del Cisne) y la calle de Juan Bravo. El cisne provenía del claustro del
derribado convento de San Felipe el Real, en la calle Mayor.

Entre Eduardo Dato y Rafael Calvo:

  • Barrio de Indo. Desaparecido. Hoy se levanta allí una sede bancaria

Entre Rafael Calvo y General Martínez Campos (entonces paseo del Obelisco):

  • Palacete de Edmundo Alcock. Permanece. Es sede de la Fundación Rafael del Pino, fundador de la empresa Ferrovial.
  • Colegio y convento de San José de Cluny. Desaparecido. Nuevo edificio de una entidad de seguros desde 1980.
  • Legación de Hungría. Desaparecido. Un edificio de oficinas desde 1989.
Palacete Edmundo Alcock
Palacete Edmundo Alcock
Fuente Castellana

Fuente Castellana. Su historia es accidentada. Fue erigida en 1833 para conmemorar en nacimiento de la futura Isabel II, según proyecto de Francisco Javier Mariategui, y sustituyó a una antigua fuente que recogía el agua del arroyo Castellana. La columna con pedestal se erguía sobre un pilón flanqueada por esfinges de bronce con surtidores en la boca. En 1869 se sustituyó el pilón por un jardincillo. En 1906 fue retirada y reemplazada por el actual grupo escultórico de Emilio Castelar, de Mariano Benlluire. En 1914 fue de nuevo instalada en la plaza de Manuel Becerra, donde volvió a ser la fuente que fue en sus orígenes. En 1869, de nuevo traslado al Parque de la Arganzuela, embellecida con un impresionante estanque y surtidores. Pero con la remodelación de este parque en 2011 dentro de la operación Madrid Río, de nuevo ha perdido el estanque y los juegos de agua. Por motivo de esta fuente, el paseo del General Martínez Campos que frente a ella desembocaba, fue en tiempos el del Obelisco

Entre General Martínez Campos y García de Paredes:

  • Palacio del duque de Aliaga. Desaparecido. Varios edificios de oficinas y el Hotel Castellana, inaugurado en 1953.
Palacio del duque de Aliaga
Palacio del duque de Aliaga

Entre García de Paredes y José Abascal:

  • Hotel de Cristino Martos, luego palacio del conde de Motrico. Desaparecido. Edificio de La Caixa, de 1978.

Entre José Abascal y Bretón de los Herreros.

  • Hotel de Abascal, luego del duque de Almenara Alta. Desaparecido. En el solar se levantan la casa donde vivió de Gregorio Marañón, de 1944, convertida en edificio de oficinas, y el hotel Esperia.

Y, entre Bretón de los Herreros y la plaza de San Juan de la Cruz (no existía):

  • Escuela Nacional de Sordomudos y Ciegos. Permanece. Hoy es el Centro Superior de Estudios de la Defensa Nacional (CESEDEN).
Antigua Escuela Nacional de Sordomudos y Ciegos
Antigua Escuela Nacional de Sordomudos y Ciegos

En la acera de la derecha, entre Goya y Hermosilla:

  • Casa de Bruguera (antes aludida). Desaparecida. Pequeño edificio comercial y Hotel Fénix.

Entre Hermosilla y Ayala:

  • Embajada de Alemania. Desaparecida. Edificio IBM desde 1968 y hoy de una entidad aseguradora
  • Iglesia Evangélica Alemana. Permanece con el mismo cometido.
  • Casas de viviendas de alquiler. Permanecen
Antigua Embajada de Alemania
Antigua Embajada de Alemania
La Castellana en 1930. Iglesia Evangélica Alemana
El paseo de la Castellana en 1930. A la derecha, en casa de menor altura, se ve la Iglesia Evangélica Alemana, que permanece, y al lado, la verja de la Embajada Alemana, edificio que sí ha desaparecido

Entre Ayala y Marques de Villamagna:

  • Jardín-Recreo Salamanca. Cada noche de primavera y verano se abría al público y contaba con proyección de cinematógrafo, pista de patinaje, verbena, quiosco de conciertos y otras variadas diversiones. Desaparecido. Edificios de viviendas y comerciales, edificio Cúspide de oficinas de alquiler y antiguo edificio de Unión de Explosivos Río Tinto, hoy de oficinas de alquiler.

Entre Marqués de Villamagna y José Ortega y Gasset (antigua Lista):

  • Palacio de Anglada, luego del marqués de Larios. Desaparecido. Hotel Villa Magna, construido en 1972.
Palacio de Anglada
Palacio de Anglada

Entre José Ortega y Gasset y Marques de Villamejor:

  • Casas de Zenobia Camprubi, primer y único amor de Juan Ramón Jiménez, y de la princesa Ratazzi, sobrina de Napoleón Bonaparte. Permanece el edificio, para la sede de la Fundación Banco de Santander.
Casa Zenovia Camprubi
En este edificio vivieron Zenobia Camprubi, el amor de Juan Ramón Jiménez, y la princesa Ratazzi, sobrina de Napoleón Bonaparte

Entre Marqués de Villamejor y General Oráa (no tenía salida entonces Juan Bravo a la Castellana, y sí la calle de Martinéz de la Rosa, en forma de «S»):

  • Edificio de redacción y talleres del periódico ABC. Permanece. Es el actual centro comercial ABC Serrano.
  • «La Ladera», pendiente que descendía de la futura calle de Serrano a la Castellana con doce hoteles unifamiliares, como una especie de pequeña ciudad-jardín. Uno de ellos fue sede de Radio Nacional de España, y aquí vivieron, entre otros, el conde de Romanones, los marqueses de Urquijo, la infanta doña Eulalia de Borbón y Adelaida Larra (la «dama de las patillas»), hija del escritor y amante del rey Amadeo. Desaparecidos. Hoy el amplio espacio, a uno y otro lado del puente de Juan Bravo, da para varios edificios de oficinas, sedes bancarias, la Dirección General de Seguros y el antiguo edificio Bankunión, con la fachada en aluminio anodizado, también hoy sede de oficinas.
  • Huerta de Canovas, llamada así por haber sido en su día finca de cultivo de patatas y hortalizas. Luego los marqueses de la Puente y Sotomayor edificaron allí su palacio. Antonio Canovas del Castillo casó en segundas nupcias con Joaquina de Osma, hija de los marqueses, quien recibió de sus padres, como regalo de boda, el palacio. Posteriormente pasó a la marquesa de Argüelles. Desaparecido. En el solar se levanta la embajada de los Estados Unidos, con entrada por Serrano, y el edificio de Seguros Catalana Occidente.
Palacio Huerta de Cánovas
Palacio de los marqueses de la Puente y Sotomayor (Huerta de Cánovas)

Entre General Oráa y López de Hoyos (entonces Pinar):

  • Casa de viviendas de alquiler de Dolores Gutiérrez. Desaparecida. Actualmente se encuentra el edificio que fue de Nacional Hispánica Aseguradora, hoy de oficinas diversas.
  • Hotel del conde de la Maza. Desaparecido. Viviendas.
Palacete de los condes de la Maza
Palacete de los condes de la Maza

Entre López de Hoyos y Salas:

  • Palacio del duque de Hijar. Permanece. Embajada de Portugal.
  • Palacete de Moreno Benítez. Permanece. Dependencias oficiales.

Entre María de Molina (no existía entonces) y Pedro de Valdivia:

  • Barrio de Monasterio. Conjunto de hotelitos construido por Mariano Monasterio y Arenal, que de simple peón, pasó a ser uno de los mayores contratistas de obras. Desaparecidos. Edificios de viviendas.
Hotel de Mariano Monasterio
Uno de los hotelitos del barrio de Monasterio

Y, entre Pedro de Valdivia y Vitruvio (no existía), en el llamado Cerro del Viento, o también Altos del Hipódromo o Colina de los Chopos:

  • Palacio de la Industria y de las Artes. Permanece. Hoy, el edificio alberga el Museo de Ciencias Naturales y la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales.

Tres plazas evitan la monotonía de este inicial paseo de la Castellana: la ya citada de la Fuente Castellana y Obelisco, hoy de Emilio Castelar, con el monumento a él dedicado obra de Benlliure y erigido en 1908. En la glorieta de Gregorio Marañón, se puso en 1885 la estatua ecuestre del general Manuel Gutiérrez de la Concha, marqués del Duero y héroe en las guerras carlistas, realizada por Andrés Aleu. Y en la plaza de San Juan de la Cruz se inauguró en 1883 el monumento a Isabel la Católica, de Manuel Oms, que luego se trasladó frente al Museo de Ciencias Naturales para colocar en su lugar una fuente luminosa de Carlos Buigas. En los jardines del Museo se encuentra asimismo el Monumento a la Constitución de 1978, un cubo en mármol de Macael del arquitecto Miguel Ángel Ruiz-Larrea.

Museo de Ciencias Naturales
Museo de Ciencias Naturales

También lo hace el puente o paso elevado que une las calles de Eduardo Dato y Juan Bravo, por encima de donde estuvo en tiempos la fuente del Cisne. Fue realizado en 1970 por los ingenieros José Antonio Fernández Ordóñez y Julio Martínez Calzón, y a ellos se debe la iniciativa del Museo de Escultura al aire libre debajo del mismo, con obras de vanguardia, entre ellas la famosa Sirena Varada de Chillida.

La Sirena Varada de Chillida
La Sirena Varada, de Chillida, en el Museo de Escultura al aire libre bajo el puente Eduardo Dato-Juan Bravo en la Castellana

Durante el invierno, apenas si hay algún que otro paseante en la Castellana, pero cuando llega el buen tiempo se transforma, incluido Recoletos y, en menor medida, el paseo del Prado, por el fenómeno de las terrazas, que inundan las tardes y noches de bullicio, alegría y diversión.

El paseo de la Castellana en 1930
El paseo de la Castellana en 1930

Al final de la Castellana de entonces, actuando como un tapón que impedía su expansión, estaba el Hipódromo, inaugurado en 1878. Era ya el tercero, pues antes hubo uno en la Casa de Campo y otro en el paseo del Huevo (calle Almagro). Estaba rodeado de un camino arbolado — del Hipódromo— y tenía, además de la tribuna en uno de los laterales del recorrido, otra popular en el exterior para los que no podían pagar la entrada, el «tendido de los sastres» en los Altos del Hipódromo, junto al hoy Museo de Ciencias Naturales. Fue un lugar de cita aristocrática. En los días de carreras, el desfile por la Castellana de fastuosos carruajes, conducidos por los propios caballeros, resultaba animado y pintoresco, incluso los «guardias de orden» obligaban a los coches ordinarios a circular en dos filas paralelas, mientras que en el centro del Paseo lo hacían los de postín. Las señoras elegantes, a su vez, aprovechaban la ocasión para lucir los trajes y los tocados más vistosos.

Hipódromo de la Castellana
El Hipódromo de la Castellana. Se inauguró el 31 de enero de 1878 haciéndolo coincidir con los fastos de la boda real entre el Rey Alfonso XII
y doña María de las Mercedes de Orleans y Borbón. Ocupaba el espacio de los actuales Nuevos Ministerios
Hipódromo de la Castellana
El Hipódromo de la Castellana. 1905
Hipódromo de la Castellana
Una de las tribunas del Hipódromo de la Castellana

En 1916 y según diseño de Núñez Granés, se intento la creación de una enorme y monumental plaza circular en este lugar, integrada en un plan global de prolongación de la Castellana. No llegó a realizarse, y hubo que esperar a 1932 para que el Gobierno de la República, y por iniciativa del su ministro de Obras Públicas don Indalecio Prieto, asumiera con algunas modificaciones las ideas que el arquitecto y urbanista Secundino Zuazo, junto con el alemán Hermann Jansen, habían desarrollado para la expansión de la ciudad en un concurso de anteproyectos realizado en 1929, galardonado con el segundo premio (el primero se había declarado desierto, posiblemente por envidias corporativistas).

Proyecto Núñez Granés pa ra la ampliación de la Castellana
Proyecto Núñez Granés para la ampliación de la la Castellana, que arrancaba con una gran plaza en el lugar del antiguo Hipódromo
Proyecto Zuazo para los Nuevos Ministerios
Proyecto Zuazo para los Nuevos Ministerios
Diseño de Zuazo para las arcadas de los Nuevos Ministerios
Diseño de Zuazo para las arcadas de los Nuevos Ministerios

Se empezó con el derribo del Hipódromo, el inicio de la construcción en parte de su solar de los Nuevos Ministerios, la urbanización del primer tramo de la ampliación de la Castellana y el comienzo de la perforación del enlace ferroviario (el «tubo de la risa») entre las estaciones de Atocha y la futura de Chamartín, pero no hubo tiempo para más…

Zuazo en las obras de los Nuevos Ministerios
1935. Secundino Zuazo (en el centro, con sombrero y gabardina blanca) en una visita a las obras de los Nuevos Ministerios con un grupo de arquitectos

Acabada la Guerra, se reanudó la obra de los Nuevos Ministerios con otros arquitectos y con importantes modificaciones, inaugurándose en 1942. Hoy luce las estatuas de Indalecio Prieto, obra de Pablo Serrano, colocada en la esquina con la plaza de San Juan de la Cruz en 1984, y la de Largo Caballero, de Pepe Noja, en el pórtico, realizada en 1985.

paseo de la Castellana en 1941
El paseo de la Castellana en 1941, con los Nuevos Ministerios a punto de concluir
Indalecio Prieto. Nuevos Ministerios
Estatua de Indalecio Prieto junto al complejo de los Nuevos Ministerios

Por otra parte, La Junta de Reconstrucción de Madrid, cuya Oficina Técnica dirigía Pedro Bidagor, recogió ideas de Zuazo (había sido su maestro), pero para la prolongación de la Castellana — avenida del Generalísimo— añadió una serie de plazas enlazadas, con edificios monumentales y abundancia de cúpulas y obeliscos, tan del gusto del Régimen, que afortunadamente, con el Plan de Ordenación de la Castellana de 1954, sufrió importantes modificaciones impuestas por la realidad, además de la especulación y el interés de los promotores de la edificación. Sí contemplaba la creación de AZCA (Asociación Zona Comercial Manzana «A») que pretendía descentralizar el comercio, y cuyo concurso fue fallado a favor del proyecto presentado por el arquitecto Antonio Perpiñá, inspirando en el modelo del Rockefeller Center de Nueva York, que incluía zonas de tipo social, cultural y de recreo. El resultado real, como se ve, dista mucho de lo pretendido.

Así pretendieron que fuera el complejo AZCA
Disparatado proyecto franquista para AZCA y la prolongación del Paseo de la Castellana
Mapa prolongación CastellanaProlongación de la Castellana
Prolongación de la Castellana y dibujo de las Cuatro Torres Business Area (CTBA) de Joaquín González Dorao

La nueva Castellana, en general, consolidada como centro de negocios y escaparate del poder económico, es la que tenemos, una especie de autopista y de ruta de travesía de la ciudad. Entre sus edificios, muchos de ellos con alturas rayanas con lo imposible, destacamos, además del ya citado de los Nuevos Ministerios:

En el cruce de la castellana con Vitruvio, el Alto Estado Mayor, de Gutiérrez Soto, levantado entre 1949 y 1953.

Esquina a Joaquín Costa (un puente elevado sobre la Castellana la une a Raimundo Fernández Villaverde), el antiguo Instituto Nacional de Reforma y Desarrollo Agrario (IRYDA), hoy con otras dependencias oficiales, levantado en los años cincuenta por José Tamames.

Edifici del Alto Estado Mayor
Edificio del Alto Estado Mayor en la esquina del paseo de la Castellana con Vitruvio

En la zona de AZCA, terrenos confiscados a la UGT y delimitados por el paseo de la Castellana y las calles de Raimundo Fernández Villaverde, Orense y General Perón, sólo el Corte Inglés (obra de Luis Blanco Soler terminada en 1964) y otros pequeños establecimientos responden a la idea primigenia de gran centro comercial para descongestionar la ciudad histórica, el resto son edificaciones para oficinas de alquiler a cual más alta, moderna y atrevida. Entre otros: el edificio Trieste, de Genaro Alas y Pedro Casariego, construido entre 1969 y 1974; la torre del BBVA (1974-1980), de Sáenz de Oiza; el edificio Hederra (años setenta), de Manuel Aymerich; el edificio Bronce (1987), de Ricardo Magdalena y Pablo Roldán; la torre Picasso (1989), de Minoru Yamasaki el inicio y finalizada por Genaro Alas; el edificio Sollube (1985), de José Luis y Félix Iñiguez de Onzono; el edificio Cadagua, antigua sede del Banco Zaragozano (1977), de Emilio de la Torriente Castro y José Luis Arias Gil, y la Torre Europa (1982), de Jose Luis Oriol e Ibarra. Desapareció en 2005 por incendio el edificio Windsor (1969-1974), de los mismos arquitectos que el Trieste, y que, para colmo, estaba dotado de un sofisticado sistema de seguridad anti-fuego. En su lugar, se alza una torre de oficinas y ampliación del Corte Ingles (2011), de los arquitectos Pablo Muñoz y Pedro Vilata.

AZCA
AZCA (Asociación Zona Comercial Manzana «A»)

En la plaza de Lima, el Palacio de Congresos y Exposiciones (1964-1965), de Pintado Riba, con un enorme friso de cerámica policromada diseñado por Joan Miró y añadido en 1980.

Entre Concha Espina y Rafael Salgado, el estadio Santiago Bernabeu del Real Madrid, de Manuel Muñoz Monasterio, inaugurado en 1947.

Entre General Yagüe y Pintor Juan Gris, el antiguo Ministerio de Información y Turismo de Manuel Fraga, hoy con otra sede ministerial, construido por José Osuna en 1960.

Entre Panamá y Alberto Alcocer, el Ministerio de Economía y Hacienda, de Antonio Perpiñá en 1973.

En la plaza del Cuzco, el edificio Cuzco IV de oficinas, de Mariano García Benito, inaugurado en 1979.

Palacio de Conbgresos y Exposiciones
Palacio de Congresos y Exposiciones

Y en la plaza de Castilla, las dos torres que conforman la llamada Puerta de Europa, inclinadas la una hacia la otra 15° respecto a la vertical, con una altura de 114 metros y 26 plantas, obra de los arquitectos estadounidenses Philip Jonson y John Burgee e inauguradas en 1996. El Obelisco supermoderno diseñado por Santiago Calatrava y regalo de Caja Madrid al pueblo madrileño en 2009, de 92 metros de altura y seis de diámetro. Y el parque público del Canal de Isabel II, con un centro de exposiciones temporales y el antiguo depósito elevado, conservado como construcción singular.

Plaza de Castilla
Plaza de Castilla. Puerta de Europa

Pasada la Plaza de Castilla, el último tramo de la Castellana es prácticamente una autopista urbana. Sólo cabe destacar:

El antiguo edificio de Prensa y Radio del Movimiento — Arriba—, hoy con dependencias oficiales, construido en 1963 por Francisco de Asís Cabrero y Torres Quevedo.

El parque empresarial Cuatro Torres Business Área, construido entre 2004 y 2009 en los terrenos de la antigua ciudad deportiva del Real Madrid, con los cuatro rascacielos más altos de Madrid: la Torre Caja Madrid, de 250 metros de altura, del arquitecto Norman Foster; la Torre Sacyr Vallehermoso, de 236 metros, de Carlos Rubio Carvajal y Enrique Álvarez-Sala; la Torre de Cristal, de 249 metros, de César Pelli, y la Torre Espacio, de 223 metros, obra del estudio de arquitectura Pei, Cobb Freed & Partners.

La Ciudad Sanitaria de la Paz, construida para conmemorar los 25 años transcurridos desde el final de la Guerra Civil por José Martín Marcide en 1964.

Panorámica prolongación Castellana
Panorámica del último tramo de la prolongación de la Castellana con la puerta de Europa y las Cuatro Torres Business Área

Y al final de la Castellana, frente a la Paz, la colonia San Cristóbal, construida por Secundino Zuazo para los empleados de la EMT en 1949, ejemplo peculiar de la arquitectura popular de la posguerra, conocida como «Los Nichos» por la particular forma exterior de las viviendas.

Colonia San Cristóbal
Colonia San Cristóbal

 

BARRIO DE SALAMANCA

En los planes del llamado Ensanche de Madrid, diseñado por el ingeniero y urbanista Luis María de Castro en 1860, y puesto en práctica a partir de 1869 coincidiendo con el derribo de la antigua cerca de Felipe IV que rodeaba la villa histórica, se contemplaba la creación de un barrio burgués hacía el este de la ciudad. La cerca por esta zona discurría desde la puerta de Recoletos (en la actual plaza de Colón) por las hoy calles de Jorge Juan y Serrano, llegaba hasta la puerta de Alcalá y bordeaba el Retiro.

Lo que conocemos como barrio de Salamanca, que no existe oficialmente como tal, es sólo una pequeña parte del distrito actual de ese nombre, comprendido entre la Castellana, Recoletos, Alcalá, O´Donnell, avenida de la Paz (M-30), avenida de América y María de Molina. Y con seis barrios: Recoletos, Castellana, Goya, Lista, Fuente del Berro y Guindalera.

Barrio de Salamanca

Los cuatro primeros, que corresponden al genuino barrio de Salamanca, con una estructura reticular muy definida y calles perpendiculares, han conservado su característica de barrio burgués a pesar de las modificaciones naturales impuestas por los años. Fuera del área prevista y controlada por el Plan Castro, se originó un desarrollo urbano más espontáneo, que dio lugar a los barrios de la Guindalera y de la Fuente del Berro.

La quinta de la Fuente del Berro fue una residencia campestre que a principios del siglo XVII formó don Bernardino Fernández de Velasco, duque de Frías, al final de la actual calle de Jorge Juan, junto al arroyo del Alto Abroñigal (actual M-30), con casa, jardines, huerta, viña, palomar, cuatro fuentes, estanques y árboles frutales, y que en 1630 fue adquirida por Felipe IV. La fuente del Berro, cuyas aguas eran muy apreciadísimas por las gentes, pasó a ser pública, mientras que la finca, con variados dueños a lo largo de los años, la compró el Ayuntamiento en 1948 y poco después la abrió como parque público. Constituye un romántico y recoleto jardín que sus antiguos propietarios fueron convirtiendo en un pequeño jardín botánico. El antiguo palacete es ahora centro cultural.

Parque de la Fuente del Berro
Parque de la Fuente del Berro

En el barrio de la Guindalera es de destacar el denominado barrio de Madrid Moderno, una serie de hotelitos de dos plantas con jardín que a partir de la última década del siglo XIX construyó el empresario Julián Marín entre la quinta de Nogueras o de los Leones (actual parque de Eva Perón) y el lugar donde hoy se asienta la plaza de toros de las Ventas. Estaban provistos de electricidad, agua, gas y alcantarillado, y atrajeron a numerosas personas de la alta sociedad. Apenas si quedan algunos en la calle de Roma.

Barrio del Madrid Moderno
Algunos de los hotelitos del Madrid Moderno

El verdadero artífice del barrio de Salamanca en su inicio fue don José de Salamanca, marqués de ese título, que ya tenía concebido un plan inmobiliario antes de que se proyectase el Ensanche, y para ello había ido comprando tierras de labrantía por encima de su palacio del paseo de Recoletos, con las que sumó, tras nuevas adquisiciones en 1864, una superficie de más de 4 kilómetros cuadrados. Mientras que en la Puerta del Sol costaba el terreno a 540 reales el pie, él había pagado cuatro por gran parte de los suyos. El proyecto consistía en la construcción de 350 casas repartidas en manzanas de ocho o doce edificios con una altura de tres pisos más la planta baja. Hubo quién le vaticinó un desastre financiero, ya que aquello estaba lejísimos. Así fue, pero no por ese motivo. La causa fue la falta de infraestructura urbanística, que tuvo él que llevar también a cabo, lo que incrementó los costos y las ya naturales dificultades de una obra de tal envergadura.

El marqués de Salamanca
Don José María de Salamanca y Mayol, marqués de Salamanca

Fue, en fin, la aventura de un hombre fastuoso y pródigo, tan arriesgada y personal como todas las suyas. De burgués medio pasó a ser marqués y conde, diputado y ministro en varias ocasiones, impulsor de numerosos negocios en sectores como el ferroviario, la construcción, la banca o la inversión bursátil. Tres veces amasó una gran fortuna — sus mejores momentos la mayor de España— y tres veces se arruinó. Cuando murió dicen que sólo tenía en el bolsillo un billete de veinte duros, una moneda de plata de dos pesetas y unas cuantas de cobre de diez y cinco céntimos. Y una deuda de más de seis millones de reales.

La primera calle abierta fue la de Serrano, y las primeras manzanas que se construyeron entre los años 1863 y 1871, dirigidas por el arquitecto Cristóbal Lacumberri, fueron las comprendidas entre las calles de Villanueva y Goya, verdaderos modelos de construcciones de esa clase, con amplios portales para carruajes, habitaciones espaciosas, dos escaleras, y a más de los anchos patios que correspondían a cada edificio, un dilatado jardín en el centro de cada manzana, detalle este del jardín que no se siguió en el resto de las manzanas ni tampoco en la altura y volumen de las edificaciones. Las plantas principal y segunda fueron proyectadas como auténticos palacetes, con los mejores materiales, y fueron las primeras casas de Madrid en tener agua corriente, las primeras cocinas de carbón mineral, los primeros termos de agua caliente, los primeros «water closet»; después sería el alumbrado eléctrico en 1883, el gas… Más tarde los primeros ascensores. Después el teléfono, la calefacción… Eran casas para gente muy acomodada. El único motivo de crítica fueron las fachadas, sin variedad y con la única decoración de los frontones superiores de los balcones, que contrastaban con los bellos y recargados palacios y palacetes que se construyeron por la zona.

La calle de Serrano en 1870
La calle de Serrano en 1870
Construcción barrio de Salamanca. 1872
Grabado que muestra la construcción de las primeras casas del barrio de Salamanca en el sector más occidental, en la calle de Caudio Coello, sobre el año 1872.

En el año 1890 tenían declarada su residencia en el barrio 75 nobles, que pasaron a 138 en el año 1910 (8 duques, 79 marqueses, 39 condes y 12 barones).

Entre los palacios que aún se conservan destacan: el de Zabálburo, en la calle del Marqués del Duero 7, construido en 1878; el de Arenzana, en Salustiano Olózaga 9, construido en 1879 y hoy embajada de Francia; el de los marqueses de Amboage, de 1917, ocupado hoy por la Embajada de Italia, en Juan Bravo esquina a Velázquez; el de Tejada, en la esquina de Príncipe de Vergara y Padilla; el de Saldaña, en el número 32 de Ortega y Gasset; el de Rafal, de 1919, hoy Embajada de Bélgica, en Castello 73; el del duque del Infantado, de 1907, en Núñez de Balboa 70, luego propiedad de Pedro Gallo y de Juan March; el Lázaro Galdiano, convertido en museo de la interesante colección artística atesorada por su propietario, en Serrano 122; el del conde de Cedillo, de 1923, en General Oráa 9, en el que vivió Ramón de Valle-Inclán, y el de la Trinidad, que perteneció a la marquesa de Larios, en Francisco Silvela esquina a Coslada.

Palacio Amboage
Palacio Amboage
Palacio de saldaña
Palacio de Saldaña

En 1871 se había inaugurado la primera línea de tranvía tirado por mulas que hubo en Madrid, la que hacía el recorrido desde el barrio de Salamanca al de Pozas, en Argüelles, pasando por Sol. Hasta los años treinta del siglo XX, la estación de tranvía estuvo en Serrano esquina a Maldonado, donde hoy se halla la iglesia de los jesuitas.

Estación de tranvías de Serrano
1870. Estación de tranvias en construcción en la calle de Serrano, esquina a Maldonado, entonces en el límite de Madrid
Inauguracion del tranvía en Madrid en 1871
Inauguración del tranvía en Madrid en 1871

A las afueras de la Puerta de Alcalá hubo varias plazas de toros: la primera, de madera y desmontable, instalada en 1739 más o menos al comienzo de la futura calle de Velázquez; en 1743 se sustituyó por otra, también de madera, a la altura de Serrano, en terrenos que habían sido utilizados como Quemadero de la Inquisición, y en 1749 se construyó una de obra entre las actuales calles de Serrano y Claudio Coello. Fue la primera plaza estable de Madrid, pero cuando empezó la construcción de barrio de Salamanca, como entorpecía el normal desarrollo de las obras, fue derribada en 1874 para inmediatamente construir una nueva en el lugar que hoy ocupa el Palacio de los Deportes. En 1931 se inauguró la ultima y definitiva, la Monumental de las Ventas, obra del arquitecto José Espeliú.

plaza de toros de la Puerta de Alcalá
Primera plaza de toros estable de Madrid, construida en 1749 y denominada de la Puerta de Alcalá
Antigua plaza de toros en el solar del hoy Palacio de los Deportes
Plaza de toros construida en 1874 denominada de Goya o de la Fuente del Berro. Ocupaba el solar del hoy Palacio de los Deportes en la avenida de Felipe II

La intervención del marqués de Salamanca concluyó en 1880, cuando las construcciones habían llegado hasta Diego de León, donde está hoy la embajada de Estados Unidos, y tenían la calle de Velázquez como límite.

A partir de los años 20 y 30 del pasado siglo, el barrio se extiende hasta Príncipe de Vergara, y luego, poco a poco, al resto.

A partir de los 50, casi todos los palacetes con jardines y viviendas residenciales se demuelen y se hacen casas de pisos y oficinas. De los 60 hasta ahora se produce el cambio de un barrio eminentemente residencial a otro de oficinas y tiendas. Y son muchos los edificios señoriales que se rehabilitan para dar paso a apartamentos más pequeños.

Calle de Velázquez en 1930
La calle de Velázquez con bulevar en 1930

Una característica del barrio de Salamanca son sus miradores de hierro y cristal en las fachadas, destinados no sólo para mirar sino también para aislar del frío y de los ruidos. Se instalaron en las nuevas casas construidas entre 1880 y 1920. El piso principal tenía el mejor mirador, y conforme se iba ganando altura, se hacía más simple y más pequeño.

Cuatro han sido las grandes arterias principales, paralelas a la Castellana, que conformaron el barrio: Serrano, Velázquez, Príncipe de Vergara y Conde de Peñalver. A las que se suman las principales perpendiculares: Alcalá, Goya, José Ortega y Gasset (antigua Lista), Juan Bravo y María de Molina.

Por los años sesenta desaparecieron los antiguos bulevares de Velázquez, Príncipe de Vergara, Francisco Silvela y Doctor Esquerdo, Tan sólo queda el de Juan Bravo.

Calle de Príncipe de Vergara en 1930
La calle de Príncipe de Vergara también con bulevar en 1930

La parroquia por excelencia del barrio de Salamanca es la de la Concepción, en la calle de Goya esquina a Núñez de Balboa, construida después de la Guerra Civil en estilo neogótico.

Destaca también la iglesia de San Manuel y San Benito en la calle de Alcalá, frente al Retiro, construida en 1911 por Fernando Arbox en traza neobizantina, con una esbelta cúpula y airoso campanile.

Iglesia de la Concepción
Iglesia de la Concepción

En Núñez de Balboa 43, la iglesia de San Jorge de los Británicos, de Teodoro Anasagasti, concluida en 1926 con mezcla de estilos gótico, mudéjar y bizantino.

En la calle de Serrano 104, la iglesia de San Francisco de Borja, de los jesuitas, construida entre el año 1946 y 1950 según proyecto de Francisco de Asís Fort. Como dato histórico, el coche que llevaba al almirante Carrero Blanco cuando fue asesinado él y su conductor por ETA, fue a caer en la azotea de la propia iglesia, por la fachada a Claudio Coello.

Iglesia anglicana de San Jorge
Iglesia anglicana de San Jorge, en la confluencia de las calles Núñez de Balboa y Hermosilla

En la plaza de Manuel Becerra, la iglesia de Covadonga, levantada en 1915 y reconstruida en 1940, en cuyo altar mayor se venera una imagen de la Virgen con esa advocación que perteneció al convento de San Plácido de la calle del Pez.

Pero la más antigua es la de San Andrés de los Flamencos, construida en 1884 en Claudio Coello, y desde 1980 sala de exposiciones y de conciertos de un centro cultural en que fue convertido el antiguo hospital y hospedería de ese nombre al que pertenecía.

San Andrés de los Flamencos
Antigua iglesia de San Andrés de los Flamencos, en la calle de Claudio Coello

En Claudio Coello se levanta también el convento de Santo Domingo, fundado por el propio santo Domingo de Guzmán, que perdió su antiguo emplazamiento en la cuesta y plaza del mismo nombre durante la revolución de 1868, y que allí fuera fundado en 1218. Las dominicas conservan la pila en la que fue bautizado Santo Domingo, regalada por el rey Fernando III el Santo para que fuera utilizada en el bautizo de los miembros de la realeza de España. Desde entonces, éste ha sido su cometido. Y también guardan de su antiguo convento la imagen de la Madonna de Madrid, de unos 50 cm de altura, en madera policromada, que representa a la Virgen sentada con el Niño sobre su pierna izquierda. Es del siglo XIV, y quizá donada por doña Constanza, nieta del rey D. Pedro I, que fue priora del convento en esa época.

Convento de Santo Domingo
Convento de Santo Domingo, en la calle de Claudio Coello

En Príncipe de Vergara se encuentra el convento carmelitano de Maravillas, trasladado aquí en 1904 tras varias vicisitudes, y tras haber sido expulsadas en 1869 de su antiguo en la plaza del Dos de Mayo.

En 1965 desapareció en Ortega y Gasset, esquina a Velázquez, el convento de la Concepción Jerónima, fundado por doña Beatriz Galindo en 1509 en la calle de ese nombre y aquí trasladado en 1890. Ahora se encuentra en el Goloso.

Colegios importantes son el del Pilar, de los padres marianistas, construido en 1916 en la calle de Castelló, con una iglesia de estilo neogótico; el de Loreto, más conocido por las ursulinas, en Príncipe de Vergara, también neogótico; el de las Madres de Jesús y María, fundado en 1917 en la calle de Velázquez y en 1927 trasladado a Juan Bravo, y el Calasancio, en Conde de Peñalver, utilizado durante la Guerra Civil como cárcel, y por ese motivo sede de la Hermandad y Cofradía de Nuestro Padre Jesús el Divino Cautivo, bella imagen que todos los Jueves Santo, por la tarde, sale en procesión por las calles del barrio.

Colegio del Pilar
Colegio del Pilar

El antiguo Gran Hospital de la Beneficencia General del Estado, situado en Diego de León esquina a Conde de Peñalver, fue inaugurado en la posguerra. Hoy ha pasado a ser Hospital de la Princesa, fundado éste en 1857 en la glorieta de Ruiz Jiménez para conmemorar el natalicio de la infanta Isabel Francisca, entonces, como primogénita de Isabel II, heredera de la corona y princesa de Asturias.

Al final de la avenida de Felipe II, se encuentra el palacio de los Deportes, construido en 1960 en el solar de la antigua plaza de toros conocida como de la Fuente del Berro. El recinto deportivo se incendió en 2001 y fue reconstruido en 2005.

Antiguo Palacio de los Deportes
Pistas del antiguo Palacio de los Deportes en 1968

Junto al Palacio de los Deportes, en la calle de Jorge Juan, se alza la nueva Casa de la Moneda, trasladada aquí en 1964 desde su anterior ubicación en la plaza de Colón.

Entre O´Donnell y Alcalde Sáinz de Baranda se encuentra la denominada Torrespaña, conocida popularmente como el Pirulí. Es una torre de comunicaciones, con los estudios de TVE al lado, desde los que se emiten los telediarios y los programas informativos. Tiene una altura de 220 metros y fue inaugurada en 1982.

Permanece el mercado municipal de la Paz con entradas por Lagasca, Ayala y Claudio Coello, edificado en 1882 con estructura de hierro. Y desapareció el antiguo de Torrijos, en la calle del General Díaz Porlier, construido en 1932 y ahora sustituido por uno nuevo.

Mercado de la Paz
Mercado de la Paz

Desapareció también el teatro Beatriz, en la calle de Hermosilla, lugar elegido por Federico García Lorca para estrenar Bodas de Sangre el 8 de Marzo de 1933, convertido ahora en restaurante. Por el contrario, el cine Alcalá-Palace se convirtió en teatro y el Vergara cambió su nombre por el de Conde Duque Goya. No han tenido la misma suerte otras muchas salas cinematográficas hoy desaparecidas: Becerra, Benlliure, Carlos III, Carlton, Cid Campeador, Duplex-Cinema, Fantasio, Felipe II, Jorge Juan, Juan de Austria, Narváez, Peñalver, Richmond, Roma, Salamanca, San Remo, Tívoli, Universal, Velásquez, Voz.

El barrio de Salamanca es buena zona de bares de tapeo y restaurantes. Entre otros: Casa Domingo y Cervecería Santa Bárbara, en Alcalá; La Casa del Abuelo, El Barril, y Los Torreznos, en Goya; José Luis, en Serrano; La Giralda IV, en Claudio Coello; La Farmacia, en Diego de León; Casa Poli y la Taberna de Daniela, en General Pardiñas; Casa Carola y Don Cocido, en Padilla; Estay, en Hermosilla; Handicap, en General Oráa, Jurucha, en Ayala; La Casa de la Viña, en Montesa; La Tierruca, en General Díaz Porlier.

Taberna Casa Carola
Taberna Casa Carola en la calle de Padilla

El barrio de Salamanca es un barrio con prestigio, que ha representado tradicionalmente a la alta burguesía, el conservadurismo y el dinero En él se encuentran los pisos más caros de la ciudad. Se puede decir que es un barrio de ricos, de «pijos»… y para algunos «zona nacional».

En sus calles podemos encontrarnos los comercios más lujosos y chic de la ciudad —í está la «milla de oro»—, además de gran número de galerías de arte y restaurantes de categoría.

La «milla de oro» es un espacio delimitado por la Castellana, Príncipe de Vergara, Juan Bravo y Jorge Juan. Un cuadrado, con las calles de Serrano y Ortega y Gasset como principales puntos de referencia, en el que se concentran las boutiques más prestigiosas y con más glamour de la ciudad: Loewe, Adolfo Domínguez, Roberto Verino, Versace, Dolce & Gabanna, Armani, Louis Vuitton, Victorio & Lucchino, Elena Benarroch, Valentino, Hermés, Chanel… Y grandes firmas de joyería, como Suárez, Brooking, Bvlgari, Carrera y Carrera, Wempe o Cartier.

Fiesta de la moda Vogue Fashion´s Night Out
Fiesta de la moda Vogue Fashion´s Night Out en la calle de Serrano

A estas tiendas exclusivas se suman dos centros comerciales, El Jardín de Serrano, en la calle de Goya 6 y 8, con primeras firmas de moda, y ABC Serrano, donde se funden la modernidad de su zona comercial y los cien años de historia de la estructura del edificio que hasta 1989 albergó la sede de Prensa Española, editora de Blanco y Negro y del periódico ABC.

Farmacia Manera 1905
En contraposición a la modernidad… la antigua farmacia de Manera, en la calle de Serrano, en 1905
frontón Recoletos
Y otra antigüedad: el Frontón Recoletos, construido en 1935 en la calle Villanueva por ingeniero Eduardo Torroja y el arquitecto Secundino Zuazo. Sufrió graves daños durante la Guerra Civil y en 1973 fue demolido. Durante algún tiempo albergó la sección de baloncesto y de balonvolea del Real Madrid

Las «niñas de Serrano» y los «pijos» de hoy

Por los años cincuenta y sesenta del pasado siglo, hacerse novio con una niña de Serrano era la cima en la escalada social, el «braguetazo» elevado a su máxima expresión, como vulgarmente se decía. Eran ricas, rubias, guapísimas, elegantes, distinguidas, educadas en los mejores colegios (incluso del extranjero), montaban a caballo, jugaban al tenis… y hasta sabían idiomas. Vamos, unos encantos de criaturas, casi de película. La situación era la misma para el caso de pescar a un chico, todos «hijos de papá» y universitarios, también jinetes y practicantes del tenis o de otros deportes de ricos… y hasta algunos con coche propio.

Ahora, los hijos e hijas de aquellos y mucho advenedizo — una banda— tratan de imitarles en una forma una tanto cursi y artificial, y — hay que decirlo— hasta un pelín hortera. Es lo que se denomina ser «pijo».

Pijos
Tatuajes pijos

Se reconocen por su languidez, por su hablar afectado y gangoso, por la capacidad de pronunciar la palabra «sabes» y «o sea» (al final de frase remarcando la «s») un montón de veces por minuto y por su aspecto: el pelo liso, unas gigantescas gafas de sol que tapan la cara con mucho estilo y la ropa fucsia de ellas; los jerséis por los hombros y los náuticos de ellos. Suelen llevar las Reebok blancas con cordones de colores dañinos para la vista, polos de Lacoste o Ralph Lauren y, en general, ropa de marca. Y juegan al pádel (ellos siempre utilizan la palabra original en inglés: «paddle»).

O sea, super ideal ¿no?

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