Apéndice Número 2º

DECLARACIÓN DE LAS ARMAS DE MADRID

URSARIA VEL MANTUA CARPETANA (MADRID)[212].

Arbustus atq. Ursus capit unde Ursaria nomen

Signant hanc urbem monte fuisse sitam.

Illa corona tamen, qua dumus cingitur urbi,

A Carolo Quinto munere fixa fuit.

Personet ut tanto dono decorata, Joannes

Mendocius meruit clarus honore quidem,

Mantua quem genuit foveat bona Mantua natu,

Quem genuit natu, Mantua mater alat.

Ergo tuum mitem foveas me Ursaria natu

Obtantem miatrem condecorasse sua.

Los cuales versos, declarados en nuestro común castellano, quieren decir que el oso y el madroño, de los cuales Madrid se llama Ursaria, como la llama Ptolomeo, dan a entender claramente los grandes montes que en su fundación en todo su contorno había, y la muchedumbre de osos que en ella se criaba, por ser tierra muy fértil y aparejada para ello y para cualquier género de caza, y sierpes y culebras, las cuales solía haber tan grandes y tan disformes, que destruían los ganados y toda la tierra, y no era negocio fácil y de poco momento el matarlas, así a ellas como a los lobos y osos que en ellas se criaban; y porque muchas veces los del pueblo las salían a matar y destruir, tuvo el origen y principio el llamar a los de Madrid los de la ballena, porque salían a allanar la tierra y a destruir los osos, sierpes, lobos y otros feroces animales, para que así la gente como los ganados anduviesen seguros y pacíficamente por los campos.

Y aun en nuestros tiempos soy yo testigo de vista que en la ribera del Jarama unos cazadores, siendo llamados para ello, mataron con harta astucia una sierpe que tenía más de once palmos de larga, la cabeza como la de un mastín, y poco más bajo tres cuartas de ella tenía dos brazos como de un palmo cada uno y cinco dedos en cada mano, la cual destruía toda la caza y comía las guardas, que no osaban, como dicen, asomar a la ribera.

De manera que de los osos y fieras que en esta comarca se criaban, y de su destrucción, se llamó Ursaria, y pocos años luí que estando los Reyes Católicos en esta villa, saliendo de sus Reales palacios a caza por la ribera del rio abajo, mataron un oso ferocísimo junto a la ermita del bienaventurado San Isidro, al cual piadosamente todos tienen portal por los grandes milagros que Nuestro Señor ha hecho por su intercesión, y la perseveración que en su cuerpo vemos casi desde el rey D. Alonso el VI, que ganó a Toledo y a Madrid, y por culpa del pueblo y sus ciudadanos, con ser el mismo santo de Madrid, no está canonizado; y los señores Reyes Católicos le pusieron con grande veneración en una capilla pequeña junto al altar mayor, en la iglesia del señor San Andrés, donde él fue enterrado; dejo sus grandes milagros, que están en un volumen en latín, porque mi principal intento no es poner aquí por extenso las cosas notables de este santo, ni las memorables que de Madrid hay que historiar, mas de declarar sus armas y divisa. Así que, desde antiquísimamente tomó este pueblo estas armas por la muchedumbre de osos que mataron, dejando llana y pacífica la tierra y toda su comarca de toda las ferocísimas bestias que hemos dicho, de la manera que los valencianos tienen por armas unos murciélagos, que ellos llaman rata perrata; lo cual fue, o por haber echado y alcanzado y vencido la idolatría y moros que en ella había, o porque comúnmente dicen que estando en el cerco de Valencia en la bandera y tiendas de los que la fueron a ganar, crió aquel murciélago. Y los napolitanos tomaron por armas un animal barbado, para denotar ser gentes para mucho y el continuo y ordinario trabajo, con el cual vencen y alcanzan todas las cosas.

Tienen las armas de Madrid, sobre el madroño y la osa, la corona Real, cuya razón es que los años pasados de 1544, haciendo cortes en Valladolid el emperador Carlos V, rey de España, padre del serenísimo y católico rey D. Felipe, nuestro señor, vendo por procuradores de cortes de esta villa de Madrid D. Juan Hurtado de Mendoza, señor de Fresno de Torote, y Pero Juárez, acabadas las cortes les mandaron que entregaran sus memoriales, advirtiendo en lo que pedían se les hiciese merced; y el dicho D. Juan Hurtado, como tan ilustre, docto y magnánimo, suplicó que la merced que a él se le había de hacer en particular la hiciesen a su patria, y que le diesen una corona Real que en sus armas trajese. El Emperador, por la voluntad que siempre a Madrid tuvo, antes y después que en él se le quitasen las cuartanas, lo tuvo por bien y le hizo esta merced, y de este tiempo se puso en las armas de Madrid la corona Real, y a esta causa se llamaba Coronada villa de Madrid.

Dejo de decir cómo este pueblo ha sido siempre muy estimado de muchos emperadores, pues el emperador Constantino el Magno, hijo de la reina Elena, emperador treinta y cuatro de Roma y señor de España, en el año del Señor de doy, después de haber sosegado y allanado muchos alborotos que en estos reinos había, para que se conservasen en paz y el culto divino fuese en perpetuo aumento, dividió a España con parte de Francia en seis arzobispados, entre los cuales el cuarto fue el de Toledo, y señalándole los obispados que le habían de ser sufragáneos y sujetos, cuenta la crónica con estas palabras: «E mandó que le obediesen estos obispados, Lorca, Cartagena, Madrid, Ausis, Segovia, etc.». De adonde claramente paresce cómo, ahora 1230 años, era Madrid obispado, que se deja bien entender cuántos años antes fue edificada y poblada de muchos ciudadanos, y su distrito y buena comarca. Y pocos años ha que la iglesia de Santa María, que llaman Nuestra Señora de la Almudena, la cual se llama así porque en arábigo este vocablo almut quiere decir medida, y en la puerta que comúnmente llaman de Alvega está una figura de piedra a manera de la medida que en castellano llamamos media hanega, y porque dentro de esta antigua muralla no había más de este templo de Nuestra Señora; por eso se llama Nuestra Señora de la Almudena; era de canónigos regulares, y así paresce en una pintura que en el portal de la iglesia, por lo alto, estaba junto a un sepulcro que sobre una columna Labia, de piedra, a la manera y forma de una arca con una tapa de piedra negrísima, y treinta años habrá que, renovando el enmaderamiento de la techumbre de la iglesia, borraron los canónigos, que con sus capirotes o cogullas estaban pintados en los tabiques del enmaderamiento, a los cuales pintaban como iban muriendo. Todo lo que testifican todos los antiguos y ancianos ciudadanos de este pueblo, y vese muy claro en el libro de los milagros de San Isidro, donde cuenta un milagro que sucedió a un canónigo, sacando el cuerpo santo, por la gran falta de agua que había, dice allí que fue en la era de 1270, que es año del Señor de 1253. Tienen las armas de Madrid por orla siete estrellas en campo azul, por las que vemos junto al Norte, que llamamos en griego Bootes, y en nuestro castellano, por atajar cosas y fábulas, llaman el Carro, las cuales andan armas, junto a la Ursa; y por ser las armas de Madrid osa, tomó las mismas estrellas que junto a la Ursa, como hemos dicho, andan, por razón de que, como en tiempo de don Alonso VI, viniendo a ganar este reino de Toledo, el primer pueblo que ganaron fue a Madrid, y para denotar que así como aquellas siete estrellas que andan al rededor del Norte son indicio de la revolución y del gobierno de los orbes celestiales, así Madrid, como alcázar y casa Real y primeramente ganado, había de ser pueblo de donde los hombres conociesen el gobierno que por la asistencia de los reyes y señores de estos reinos de Madrid había de salir, y también porque este nombre Carpetano, como abajo declaramos, quiere decir Carro, por eso tomó las siete estrellas que en el cielo llamamos el Carro.

Llámase por otro lado en latín Mantua Carpetana, tomando el nombre de los montes y puertos que llamamos de la Fuenfrida y de Guadarrama, que en latín se llaman Carpentano, y así los llama Julio César en sus Comentarios, y para diferenciar de la Mantua italiana se llama Mantua Carpetana; así la llama Ptolomeo, y la pone en 40° de latitud y pocos minutos más o menos, y de longitud 11′ 4″, y llámanse los montes Carpetanos, primero, porque quiere decir el Carro, porque toda esta tierra hasta llegar a estos puertos eran los trajineros y recueros de este instrumento de carros (que en latín, como digo, se llama carpentana), de donde se llamó Carpetana, por los llanos y planicies que en todos estos términos hay. Este nombre de Mantua tiene después que los draconíferos (que en la carta del Ayuntamiento arriba hemos dicho) ampliaron al pueblo con nuevos muros, y por la magnitud con que la habían adornado la llamaron Mantua, como si dijeran mayor; y aunque es verdad que los romanos también traían por armas los dragones, como lo dice Vegecio, De Re militari, llamándolos con este término draconíferos, así como en el lugar arriba dicho se declara, los principales que de ellos usaban por banderas fueron los griegos. Y así las armas de Atenas fueron dragones, y el emperador Epaminondas, griego natural de Tebas, osaba de estas armas, como lo referimos de las historias antiguas, recopiladas curiosa y elegantemente por Juan Pierio, en el libro quince, donde abundantemente trata de todas estas insignias de dragones y quien usaba de ellas; llámase este pueblo Madrid, y dejando patrañas aparte, este nombre es arábigo, y quiere decir en nuestro castellano «lugar ventoso y de aires sutiles y saludables, de cielo claro y sitio y comarca fértil».

Y por tanto, Madrid es ilustre en lo que hemos dicho, como en las cosas que por cualquier respeto se pueden pedir; quiero decir, en las que hacen a un pueblo calificado, que son las necesarias para la congrua sustentación y uso humano, como es abundancia de pan, vino, aceite, caza, carnes, frutas y todo género de legumbres, leña, y finalmente, aguas dulces y muy saludables, que así en el pueblo como por doquiera que salgan hay tanta frescura con la frecuencia de las fuentes, que admira ver en una salida que llaman el Prado de San Jerónimo ocho fuentes de muy excelente agua, y ellas en sí bien pulidas y fabricadas, con ornato de grandes arboledas y huertas de mucha recreación. Dejo otras, de la salida que llaman de Leganitos, donde hay cinco caños de muy excelente agua, con gran frescura de huertas, y los caños que llaman del agua de Lavapiés, la cual dicen que sana la enfermedad de la piedra y la deshace. Y no son de callar las dos fuentes santas: la primera, la que hizo el bienaventurado Santo Domingo, en el año del Señor de 1218, de la cual llenan por devoción para muchas enfermedades incurables, y de la fuente de San Isidro, en la cual ha habido muchos milagros, como parecen en su vida, en la cual están historiados, que son muchos los que Nuestro Señor en esta fuente ha hecho, y muy notables.

Y finalmente, dejando las fuentes del monasterio de la serenísima Princesa, que arriba hemos dicho, de Nuestra Señora de Atocha, y de San Jerónimo y San Francisco, de todos los jardines particulares, son tantas las fuentes, que es cosa de admiración ver tantas y tan ilustremente adornadas, de piedra de sillería y tan excelente obra, que adorna maravillosamente el pueblo, por lo cual se dice Madrid ser armada sobre agua.

Las murallas son de pedernal finísimo, de lo que se saca fuego; tiene en su contorno 190 torres, de las cuales son muchas caballeros, fortísimas, y no puedo dejar de sentir cómo cada día las derriban, y finalmente, en todo este territorio hay mucho pedernal, y particularmente en las canteras de Madrid, que llaman las almadrabas de Vallecas, donde hay tanta abundancia, que basta y es muy suficiente para todos los edificios de la casa Real y de todo el pueblo, los cuales son tantos y tan ordinarios, que no es pequeña exageración decir que la abundancia de pedernal basta para todos, porque no hay calle ni barrio donde no haya nuevos edificios, con que el pueblo está muy adornado y va en mucho adelantamiento: de manera que es tanta la copia, que aunque toda la furia del planeta Marte, que influye cólera y fuego, por lo cual fingieron los poetas que era dios de las guerras, influyera en este pueblo, no podrá, a mi parecer, hacer mayor efecto.

Por lo cual, enviando el rey D. Enrique III, padre del rey D. Juan II, a Ruy González de Clavijo, su camarero, y después lo fue del rey D. Juan, porque muriendo el padre en Toledo, quedó el rey D. Juan de veinte meses, y así este caballero, natural de Madrid, fue camarero de estos dos reyes, como digo; fue embajador al gran Tamborlan, que fue en el año del Señor 1400; el cual Tamborlan, de vaquero vino en poco tiempo a ganar a su propia tierra, que era Scitia, y todos los Medos, Albanos, Mesopotamia, Partos, Persianos y a las dos Armenias, y pasando el rio Eufrates con seiscientos mil de a pie y trescientos mil de a caballo, sujetó la Asia Menor y cautivó a Bayaceto, rey de los turcos, de la familia de los Otomanos, al cual traía ignominiosamente en una jaula; por no parecer interpolar lo que vamos tratando, verá esta historia el curioso lector en Rodiginio, libro XII, y en Pedro Cisnito, capítulo I; siendo, pues, este Clavijo embajador del rey Enrique III de España, queriendo el gran Tamborlan mostrar algunas cosas notables, le dijo: «Mira esta ciudad y la fortaleza de sus murallas». El cual respondió: «No te maravilles, señor, de ver esto, porque el gran León de España, mi señor, tiene una ciudad, que se llama Madrid la Ursaria, que es hoy más fuerte, porque está cercada de fuego y armada sobre agua, y entran en ella por Puerta Cerrada; y más, sepa tu alteza que en esta ciudad hay un tribunal donde los alcaldes son los Gatos, y los procuradores son los Escarabajos, y los Muertos andan por las calles». Y fue la historia que una puerta de esta villa se llama la Puerta Cerrada, que antiguamente llamaban la Puerta de la Culebra, por lo que arriba dijimos en la carta del Ayuntamiento. Y hubo una familia de ciudadanos, principales en este pueblo, que se llamaban los Gatos, y otros que se llamaban los Escarabajos, todos gente honrada, y otros había que se llamaban los Muertos, porque yendo a la guerra muchos vecinos de este pueblo, acabada la guerra volvieron a sus casas, quedándose algunos o en las fronteras o pasando en Italia; siendo preguntados los que habían venido por los ausentes, dijeron que creían que eran muertos; y pasando algunos días, entendiendo todos que ya eran muertos, cuando los vieron venir, algunos maliciosos los llamaban luego los muertos, y de aquí les quedó este nombre. De todo lo cual quedó muy admirado el gran Tamborlan, y en especial de lo que le dijo este Embajador, mostrando una puente el gran Tamborlan, que su señor, el León de España, tenía una puente donde se apacentaban diez mil cabezas de ganado, lo cual dijo por el rio de Guadiana, el cual se hunde diez leguas por debajo de tierra, a diez o doce leguas de Mérida, en Extremadura.

Finalmente, que de lo que este Clavijo pasó con el gran Tamborlan, y las cercas de piedra y la mucha agua que en este pueblo hay, tomó por divisa muchos eslabones hiriendo en pedernal, como lo declara maravillosamente este emblema y figura.

(El emblema que inserta Hoyos va estampado en la página siguiente).

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El antiguo Madrid, 1861 by Ramón de Mesonero Romanos is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial 4.0 International License, except where otherwise noted.

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