Segundo recinto murado de Madrid

Supuesto y recorrido ya en nuestro primer paseo el primitivo y reducido recinto de la villa de Madrid, vamos a hacerlo ahora del segundo, y ciertamente averiguado, con que aparece por primera vez en la Historia, en tiempo de la dominación de los moros, y el mismo con que fue reconquistada a fines del siglo XI por las armas victoriosas de Alfonso el VI de Castilla.

De este recinto, bastante mayor que el primero y fuertemente amurallado, no cabe la menor duda; tanto por haber permanecido gran parte de su fortificación hasta el siglo XVI, y hallarse descrita por testigos oculares, cuanto porque la hallamos clara y distintamente señalada en el Plano de Amberes (tantas veces citado en nuestra Introducción), y sobresaliendo por entre los edificios apiñados, construidos a sus pies, varios lienzos y cubos de la citada muralla por casi toda su extensión; aun ahora mismo, en nuestros días, se han hallado en varios de aquellos puntos, y con motivo de derribos recientes, restos de ella, que marcan perfectamente su dirección y forma.

Si esta muralla fue anterior a los moros y aun a los godos, y obra de los romanos del tiempo de Trajano, como quieren los historiadores matritenses, que adjudicaron a los griegos la primitiva de su pretendida Mantua, o si fue (como es muy verosímil) obra de los mismos musulmanes en su larga dominación, es cuestión que no pretendemos decidir. Bástenos saber que dicha muralla, que, según el testimonio de Marineo Sículo y Gonzalo Fernández de Oviedo, ostentaba ciento veintiocho torres o cubos, era de doce pies de espesor, de sólida cantería y argamasa, y que su dirección demostrada era la siguiente:

Arrancando por detrás del Alcázar, y en la parte baja, del lado que mira al Poniente (no, como repiten todos los historiadores, en el mismo Alcázar, sino así como decimos y está señalado en el plano), continuaba recta a la puerta de la Vega, que venía a estar frente al callejón de San Lázaro, y penetrando luego por el sitio de éste, bajaba a las huertas del Pozacho, que se hallaban en lo que después formó la calle nueva de la Puente (de Segovia), hacia las antiguas casas de la Moneda, dirigiéndose luego a ganar la altura frontera de las Vistillas por la Cuesta de los Ciegos. Ya en dicha altura, revolvía con dirección al Este por detrás del antiguo palacio del Infantado y calle de Don Pedro o de la Alcantarilla, hasta salir detrás de San Andrés al sitio conocido aún hoy por Puerta de Moros, por la que allí se abría, mirando al Sur. Continuaba después sobre los límites de la misma alcantarilla o cava, entre las que hoy se denominan Cava Baja y calle del Almendro, en dirección al sitio donde se abría la puerta llamada en lo antiguo de la Culebra o del Dragón, y después Puerta Cerrada, cuyo nombre retiene. Luego, siguiendo sobre la cava (foso) de San Miguel, se iba elevando por detrás de donde hoy está la Escalerilla de Piedra, hasta la altura de las Platerías, donde, como al frente de la calle de Milaneses, abría su puerta principal (la de Guadalajara). Penetraba luego por entre las calles del Espejo y de los Tintes (hoy de la Escalinata), a los Caños del Peral, y cambiando de dirección al frente de la subida de Santo Domingo, abría la última puerta 7 llamada de Balnadú, cerca del Alcázar, con el que seguía a cerrar después. Tal era el recinto verdaderamente averiguado del Madrid morisco, a que se pudieran añadir los dudosos arrabales extramuros (que, sin embargo, no aparecen mencionados hasta un siglo después de la conquista), y que fueron incorporados más tarde al resto de la villa. Seguiremos, pues, por ahora nuestros paseos por el interior de la muralla, y recorreremos luego los arrabales, que, andando el tiempo, habían de convertirse en centro de la población.

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El antiguo Madrid, 1861 by Ramón de Mesonero Romanos is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial 4.0 International License, except where otherwise noted.

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