XXII. Afligidos y Leganitos

Vamos a concluir nuestro histórico paseo matritense con el cuarto de círculo comprendido entre la plazuela de Santo Domingo y calle Ancha de San Bernardo a la puerta de San Vicente y al Alcázar Real.

Esta plazuela de Santo Domingo llegó a ser centro de vitalidad de la nueva población que se fue formando en su derredor, viniendo a desembocar en ella hasta una docena de calles bastante principales, de las cuales, y sus respectivas barriadas, hemos tratado ya en su mayor parte hasta la Ancha de San Bernardo, quedándonos únicamente que decir de las de la Inquisición, Leganitos, Torija y la Bola, con sus respectivas travesías.

La calle de la Inquisición (después de María Cristina, y hoy de Isabel la Católica) tomó aquel nombre por el Consejo y tribunal del Santo Oficio, llamado de Corte, que estaba situado en las casas números 7 y 8 antiguos y 4 moderno, aunque posteriormente, a fines del siglo pasado, se trasladó el Consejo supremo a la nueva casa que hizo construir en la calle de Torija, de que hablaremos después; pero las cárceles y el tribunal de Corte continuaron siempre en la antigua, hasta 1820, en que quedó definitivamente suprimido este instituto. En aquellos memorables días 7, 8 y 9 de Marzo del año 20, en que el rey Fernando se vio obligado a jurar la Constitución de 1812, fueron forzadas estas prisiones por el pueblo, ávido de encontrar en ellas las horrendas señales de los tormentos y las víctimas desdichadas de aquel funesto tribunal; pero en honor de la verdad debemos decir que sólo se hallaron en las habitaciones altas que daban al patio dos o tres presos o detenidos políticos, uno de ellos el padre D. Luis Ducós, cura del hospitalito de los franceses, bien conocido por su realismo exagerado; y en los calabozos subterráneos, que corrían largo trecho en dirección de la plazuela de Santo Domingo, nada absolutamente que indicase señales de suplicios, ni aun de haber permanecido en ellos persona alguna de mucho tiempo atrás. Tendida después esta casa como de bienes nacionales, por una antítesis providencial sirvió de imprenta y redacción de periódicos exaltados, y después ha sido convertida en habitaciones particulares.

Más adelante, en esta misma calle, a su número 1 antiguo y 23 moderno, está la suntuosa casa que fue de los condes del Águila y de Trastamara, y comprende varios sitios hasta 35.210 pies, sobre uno de los cuales estuvo anteriormente la casa que el licenciado García de Barrionuevo y Peralta fundó para su hijo D. Bernardino. La del Conde de Trastamara, que hoy ocupa este sitio, era notable por la esplendidez de sus salones, y especialmente por las magníficas estancias llamadas las cuadras, caprichosamente enriquecidas de adornos, de flores y figuras en relieve, y con graciosos saltadores de agua en el centro; bellísimos salones, célebres por los suntuosos bailes dados en ellos por la grandeza en 1831, con asistencia de los reyes, y posteriormente por los que dio el general Narváez cuando la ocupaba y era de su propiedad. En la inmediata, número 25, que lo fue del Conde de Revillagigedo, se fundó y colocó, en 1830, por la reina D.ª María Cristina el Conservatorio de Música, que llevó su nombre. En esta casa estuvo, en 1823, la Suprema Asamblea (o lo que fuese) de la célebre sociedad secreta de los Comuneros de Castilla. Frontero de ella estuvo situado el convento de San Norberto, de padres canónigos premostratenses (los Mostenses), fundado en 1611, y antes las monjas de Santa Catalina, trasladadas luego por el Duque de Lerma a la calle del Prado. Tenían aquéllos una buena iglesia, parte de la cual se arruinó en 1740, y fue reconstruida de nuevo en 1773, con una bella portada, obra del célebre D. Ventura Rodríguez; pero demolido este edificio por los franceses, ha permanecido erial aquel sitio, hasta que últimamente se ha construido allí un mercado de hierro.

En las calles que median entre ésta y la de San Bernardo sólo hay que notar los extraños títulos de algunas de ellas, tales como la Garduña, En hora mala vayas (hoy travesía de la Parada), de Aunque os pese (ahora travesía de las Beatas) y de Sal si puedes (hoy Pretil Alto, que da a la plazuela de los Mostenses), cuyos nombres parece les fueron dados por los reñidos pleitos y discordias ocasionadas entre los terratenientes para el rompimiento de dichas calles.

No son menos extrañas las de la izquierda de esta calle a la de Leganitos, tituladas del Recodo, de San Cipriano, de la Cuadra, de Eguiluz, de San Ignacio y de Santa Margarita; únicamente las de la Flor Baja y de los Reyes tienen una regular anchura y proporciones. En esta última hay, señalada con el número 29, una casa que puede ser de mediados del siglo pasado, con una caprichosa fachada, que no carece de mérito.

La calle de Leganitos, que desde la plazuela de Santo Domingo corre hasta los confines de la población entre Norte y Oeste, es una extensa vía de regular caserío, aunque poco notable, como destinado a habitaciones particulares, excepto el edificio que sirvió de colegio Real de Santa Bárbara para niños músicos al servicio de la Real capilla, fundado por Felipe II en 1590, y que dirigió en tiempo de Fernando VI el célebre Carlos Broschi (Farinelli); y produjo en todos tiempos excelentes discípulos, conocidos en el mundo filarmónico. El nombre de Leganitos o Leganés, aplicado a esta calle y cuartel, era el mismo que de antiguo llevaba aquel sitio montuoso, y parece que viene de la voz árabe algannet álgannit, que significa las huertas, sin duda por las que habría, y de que aun existe alguna hacia la Montaña del Príncipe Pío. Entre ésta y la plazuela de Santo Domingo, por donde ahora van la calle de los Reyes y la de San Marcial, en el valle u hondonada formada entre ambas colinas, corría al descubierto una esgueva o 1 (arranco procedente de la parte alta de Santa Bárbara, obstáculo formidable para la comunicación con el nuevo distrito de los Afligidos, que fue disimulado en parte, durante siglos enteros, por medio de un puente que venía a estar frente a la calle de Leganitos, y está señalado en el plano de 1656. Posteriormente, en el siglo pasado, siendo gobernador del Consejo el señor Figueroa, se cubrió la famosa alcantarilla, que a pesar de su ancha boca para recibir las arroyadas de dicha calle alta, acasionaba en las grandes avenidas peligros y destrozos.

Pasada esta alcantarilla, y al final de la parte alta de dicha calle, formando la manzana 557 (última de las de Madrid en el orden de numeración), existe aún el considerable edificio, palacio viejo de los Duques de Osuna, con su extendida huerta, llamada en lo antiguo de las Minas. Esta casa, de gran suntuosidad, aunque muy deteriorada, ha tenido en nuestros tiempos varios usos, tales como fábricas y talleres, teatros caseros, y otros, además de estar ocupada en gran parte por la magnífica biblioteca del señor Duque propietario, hasta que últimamente fue trasladada a la del Infantado en las Vistillas. Hoy, comprada esta casa por S. M. el Rey, ha sido destinada a convento de San Vicente de Paul[192].

Entre dicha calle alta de Leganitos y la de San Bernardo, en la parte más propia del cuartel llamado de Afligidos, hay algunos objetos notables, como la elegante aunque pequeña iglesia parroquial de San Marcos, obra de mediados del siglo pasado, dirigida por el célebre arquitecto D. Ventura Rodríguez, que está sepultado en su bóveda. Dicha iglesia está situada en la calle de San Leonardo, y enfrente de ella, la pequeña capilla y casa recogimiento de mujeres Arrepentidas, fundada en el siglo pasado bajo la advocación de Santa María Egipciaca. A la entrada de la calle de San Bernardino hay, en la plazuela que lleva su nombre, otro convento de monjas capuchinas, fundado, en 1617, en la calle del Mesón de Paredes, y trasladadas a este sitio diez años después. Mucho más suntuoso y rico es el otro convento, situado en la plazuela que se forma hacia el extremo de la calle de Amaniel, fundado, en 1650, para las señoras comendadoras de Santiago, con un hermoso templo, notable por su espaciosidad y decoración, así como la elegante sacristía, en que están colocadas las estatuas de los reyes y grandes maestres de la Orden; en esta iglesia celebra ésta las funciones de su instituto, y su profesión los caballeros de la misma.

En dicha calle de Amaniel, al número 11, está el hospital de mujeres incurables, precioso establecimiento de beneficencia, fundado por la Condesa viuda de Lerena, en 1803. Estuvo en diversos sitios hasta que, en 1824, fue trasladado a este edificio, que sirvió anteriormente al colegio de niñas huérfanas, fundado por Felipe V, y era conocido por el de Monterey, a causa de haber pertenecido la casa al Conde de este título, a quien la compró Su Majestad. E-Te precioso hospital sufrió considerablemente en el horroroso incendio ocurrido el día 8 de Julio de 1851, en que quedaron reducidas a cenizas diez y siete casas en las cuatro manzanas que dan a dicha calle y las del Portillo, del Cristo, del Limón y del Conde-Duque.

Este título y el de la puerta en que termina dicha calle nos trae a la memoria al poderoso valido de Felipe IV, D. Gaspar de Guzmán, conde-duque de Olivares, cuyo suntuoso palacio y jardines se alzaban en aquel sitio, y están representados en el plano antiguo hacia donde ahora el cuartel de Guardias. Dicho cuartel de Guardias de Corps, que ocupa por entero la manzana 550 en una extensión de 244.365 pies, es el edificio más vasto de Madrid, y fue construido en el reinado de Felipe V, bajo la dirección del arquitecto D. Pedro Rivera. Sirvió a este destino hasta la supresión de este Real Cuerpo; después, de colegio general militar, y ahora, de cuartel de caballería, y sus torres, de prisión militar, en que han sido custodiados muchos célebres personajes políticos[193]. El magnífico palacio contiguo, propio de los duques de Liria, de Berwick y Alba, construido, en 1770, bajo la dirección del celebre D. Ventura Rodríguez, es por su suntuosidad y buen gusto el primero de los edificios particulares de Madrid. Cerca de este palacio, hacia el Seminario de Nobles, hay una casa, señalada con el número 3, que es conocida por la Casa del Duende. En ella, según mis presunciones, habitó el famoso D. Fernando Valenzuela, privado de la reina viuda de Felipe IV, y que tuvo tan estrepitosa caída. Mas allá, al confín de la población, y formando con la cerca de su huerta parte de la general de la misma, se alza el suntuoso Seminario Real de Niños Nobles, fundado por el mismo rey D. Felipe V en 1725, y puesto bajo la dirección de los Padres de la Compañía de Jesús, hasta eme, a la extinción de éstos, recibió una nueva organización por disposición de Carlos III, y bajo la dirección del célebre general de marina D. Jorge Juan. Posteriormente, en nuestros días, volvieron a regentarle los jesuitas, hasta que, suprimidos después, sirvió de cuartel, y hoy de Hospital Militar, importantísimo y excelente establecimiento, uno de los primeros de que puede gloriarse la época presente. La huerta de este seminario, que comprende una vasta extensión de terreno, avanza un largo trecho más allá del portillo de San Bernardino, emparejando su esquina con la de la Montaña del Príncipe Pío, a cuya confluencia sobre este solar se ha construido la linda barriada llamada de Pozas.

La inmensa posesión conocida con el nombre de la Montaña del Príncipe Pío no quedó incluida dentro de la cerca general de Madrid hasta los tiempos de Carlos III; mide más de seis millones de pies superficiales; fue de los marqueses de Castel-Rodrigo, cuya casa se unió después por enlaces con la del Príncipe Pío de Saboya. En el plano antiguo está dividida en varios trozos de huertas, llamadas de Buitrera, del Molino Quemado, de las Minillas, de la Florida, etc., y estaba entonces, como decimos, fuera del portillo de San Joaquín (hoy de San Bernardina) y de la tapia que bajaba recta desde Afligidos al puente del Parque de Palacio, donde después la fuente de la Regalada, a la bajada de San Vicente. Esta inmensa posesión, perteneciente al Real patrimonio, fue cedida por S. M., en usufructo, al Serenísimo señor infante D. Francisco, y de sitio áspero e inculto que era antes, vino a transformarse en un precioso parque, huertas y jardines, que la generosidad de su augusto poseedor franqueaba al público, proporcionándole uno de sus más gratos desahogos; y con los nuevos edificios, cuartel y caserío emprendidos en ella, constituirá muy luego un distrito muy importante de Madrid[194].

Fuera de esta montaña cercada, hacia la parte que da a la plazuela de Afligidos, está la casa y la capilla que la Marquesa de Castel-Rodrigo, doña Leonor de Moura, fundó en el siglo XVII, y en la que se venera una copia de la Cara de Dios estampada en el lienzo de la Verónica, preciosa alhaja vinculada en el mayorazgo, que se expone al público en la Semana Santa. Frente a esta casa y capilla estuvo, en la misma plazuela de Afligidos, el convento de San Joaquin, de padres premostratenses, vulgo de Afligidos, cuyo título (aplicado después a todo el distrito) le tomaron de una imagen de Nuestro Señora que se veneraba en el altar mayor de su iglesia. Hoy ha vuelto al dominio de sus patronos, los señores condes del Montijo, y está destinado a habitaciones particulares.

Cruzando aquella grandísima posesión de la Montaña y la Florida, se rompió, en el inmortal reinado de Carlos III, la bajada llamada Cuesta de Areneros; se formó, a la parte baja, el paseo de la Florida; magnifica bajada y puerta de San Vicente; se levantó, frontero de ella, el inmenso edificio de las Caballerizas Reales, otra de las colosales obras de aquella época, en cuya asombrosa superficie (que por la bajada de San Vicente presenta una línea de 700 pies) hay, además de suntuosos patios, verdaderas plazas, interminables galerías o cuadras, capaces de contener con toda comodidad quinientos caballos; el magnífico guadarnes, espléndidas cocheras y otras mil dependencias, además de las habitaciones correspondientes para la multitud de empleados, hasta el número de 486; y al otro lado, en fin, y con destino a convento de Padres de San Gil (aunque no llegaron a ocuparle), el otro espacioso edificio que mira a la calle de San Marcial, y hoy es cuartel de Artillería; fue construido bajo la dirección del arquitecto D. Manuel Martín Rodríguez, sobrino y discípulo de D. Ventura, el cual conservó en él el orden severo y el buen gusto propio de aquél, revelándose a primera vista su intención de reflejar en su extensa fachada la del clásico monasterio de San Lorenzo del Escorial.

Subiendo por la calle Nueva (hoy de Bailén), en que tienen su entrada principal las Reales Caballerizas, se alzó al opuesto lado, también en el reinado de Carlos III, y con destino a casa-habitación de los secretarios de Estado, el elegante edificio que tiene su entrada contigua al convento de doña María de Aragón. En él habitó el famoso ministro Conde de Floridablanca, y también, en tiempo de su mayor prepotencia, el célebre valido de Carlos IV, D. Manuel Godoy, príncipe de la Paz; después sirvió al Consejo del Almirantazgo; luego, de Biblioteca Real; posteriormente encerró los ministerios de Hacienda, Gracia y Justicia, Guerra y Marina, hasta que ha venido a quedar en él sólo este último y el Museo Naval, muy importante establecimiento creado hace pocos años. La construcción de todas estas colosales obras corrió a cargo del general de ingenieros D. Francisco Sabatini, que levantó al mismo tiempo, para su propia habitación, la cusa contigua a la de Ministerios, frente a las Caballerizas Reales.

El convento de religiosos Agustinos calzados, fundado por doña María de Córdoba y Aragón, en 1590, en el sitio que entonces se llamaba las Vistillas del Rio, estuvo ocupado por estos, que tenían en él su colegio y cátedras de Cánones y Disciplina eclesiástica, hasta su extinción en 1836. Su hermosa iglesia es de figura oval, cuya traza y pinturas corrieron a cargo del célebre Dominico Teutocópoli (el Greco), y fue convertida en breves días, y en los primeros de 1814, en salón de sesiones para las Cortes generales del Reino, en que trabajó con entusiasmo una gran parte de la población de Madrid, si bien a pocos días de estrenado por ellas (el 11 de Mayo del mismo año), con motivo de la abolición de la Constitución a la llegada de Fernando VII de vuelta de su cautiverio en Francia, fue destrozado por el populacho, y arrastradas las estatuas y emblemas alegóricos, y la lápida que renovaba el artículo de la misma Constitución: «La potestad de hacer las leyes reside en las Cortes con el Rey». Vuelta la iglesia al culto divino, y los padres al convento, hubieron de abandonarle de nuevo en 1820, en que tornó a su destino de salón de Cortes, y luego a los padres en 1824, hasta que, a la extinción de éstos en 1836, ha sido definitivamente dispuesto y convertido en Palacio del Senado.

La calle del Reloj, que corre a su costado, avanzaba en los siglos anteriores hasta la de Torija (que en el plano antiguo se apellida de Corito), y en ésta se alzó, a fines del siglo pasado, la casa principal donde estaba el Consejo supremo de la Inquisición, y sobre cuya entrada hemos alcanzado a leer el terrible lema: Exurye, Domine, etjudica causam tuam. Después ha servido, en nuestros días, de Ministerio de Fomento, llamado luego de lo Interior y de la Gobernación. Después se han instalado en él sucesivamente la embajada de Francia, un hotel inglés y una imprenta. Todas estas calles, desde la de Torija hasta la de la Estrella y Silva, fueron formadas, en su mayor parte, a consecuencia de la Puebla Nueva, verificada por D. Joaquín de Peralta en el siglo XVII, y una de las principales de ellas recibió el nombre de la calle de la Puebla Nueva[195], hoy del Fomento, y también la pequeña callejuela hoy travesía de Altamira se llamó de la Puebla de Peralta.

El real monasterio de la Encarnación, de religiosas agustinas, fue fundación de la reina doña Margarita, esposa de Felipe III, y construido a su costa, bajo los trazos y dirección del arquitecto Juan de Mora. La iglesia, que es preciosa por su forma y por sus riquísimos adornos, quedó reformada en el siglo pasado por D. Ventura Rodríguez; pero parte del monasterio fue demolido, a la verdad innecesariamente, en estos últimos años, cuando salieron de ellas religiosas para otros conventos. Hoy se halla reconstruido en parte, y han vuelto aquéllas a ocuparle. La iglesia, que, como decimos, es de las más ricas y ostentosas de Madrid, sirve de parroquia ministerial de Palacio. La casa de la calle de las Rejas, cuyos accesorios daban trente a este monasterio, y después se amplio con fachada principal a la plazuela de doña María de Aragón, fue de los marqueses de Santa Cruz, y antes, de D. José Portocarrero y Pelláres; en el sitio de ella estuvieron en el siglo XVI las caballerizas del príncipe D. Carlos, y en nuestros días se convirtieron en palacio de S. M. la Reina madre[196]. Al Duque de Alburquerque, marqués de Cabraita, correspondió el otro edificio contiguo, que hoy sirve de Biblioteca Nacional.

Desde aquí empiezan las nnevas calles formadas a la regularizacion de la magnífica Plaza de Oriente del Real Palacio, con los espléndidos nombres de San Quintín, de Pavía, de Felipe V, de Carlos III, de Lepanto, etc., y por consecuencia, volvemos a los términos del Real Alcázar, donde tuvieron principio estos paseos, quedándonos únicamente que recorrer en uno el antiguo Sitio Real del Buen Retiro, y otro final de circunvalación por el exterior de Madrid.

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El antiguo Madrid, 1861 by Ramón de Mesonero Romanos is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial 4.0 International License, except where otherwise noted.

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