XXI. Porta Coeli y Maravillas

Comprendemos bajo esta denominación el extenso distrito encerrado entre las calles de Jacometrezo, Fuencarral y Ancha de San Bernardo, hasta la plazuela de Santo Domingo.

Dicho distrito está dividido por mitad en toda su extensión desde esta plaza por las calles de Tudescos y Corredera alta y baja de San Pablo hasta su término en la puerta de Bilbao; y una y otra mitad, o sea el distrito entero, no tiene más antigüedad que la de mediados del siglo XVI. La parte de la derecha, comprendida entre las calles de Fuencarral y las Correderas, fue formada, según noticias fidedignas, en dicha época, a consecuencia de la venta hecha por D. Juan de Victoria Braeamonte, en 7 de Noviembre de 1542, de unas tierras que tenía en el arrabal de Madrid, fronteras al camino de Fuencarral», cediéndolas a censo por diez ducados perpetuos de oro al año, y reservándose un pedazo para labrar casa para él, como lo hizo en la calle que tomó su nombre de la Puebla Vieja de Juan de Victoria. Posteriormente, un hijo suyo del mismo nombre, en 17 de Agosto de 1597, concedió su licencia para dividir dicha tierra en noventa y cinco solares, con el censo anual de dos reales y una gallina, y con la condición de que habían de edificar en ellos casas bajo la traza que diere el alarife Francisco Lozano, cuyo censo viene pesando todavía sobre la mayor parte de las casas de dicha procedencia. Estos solares fueron en gran parte los que vinieron a formar las calles del Desengaño, Valverde, Barco, Olivo, Jacometrezo, Horno de la Mata y Corredera baja de San Pablo, hasta la de San Joaquín. En 1589 consta que de estos noventa y cinco solares poseía una parte el escribano Diego de Henao, y que fue uno de los que con los Victorias emprendieron esta pueblo y construcción, habiendo edificado la tercera, cuarta y quinta casa de la Corredera de San Pablo, con accesorias a una callejuela, que recibió, por esta razón, su apellido, y hoy por corrupción se llama calle del Nao.

Poco a la verdad de interesante ofrecen todas estas calles bajo el punto de vista histórico y artístico. De los edificios públicos en ellas construidos, el más considerable era el convento e iglesia de monjes de San Basilio, que se trasladaron a él en 1611 desde el sitio primitivo de su fundación, que era un cuarto de legua de Madrid, junto al arroyo de Abroñigal. Durante las exclaustraciones anteriores sirvió esta iglesia de parroquia de San Martín, y después de la de 1836 fue, con el convento, cuartel de artillería de la Milicia Nacional, después Bolsa de Comercio, y después, vendido este edificio y verificada en él una completa transformación, dio cabida al teatro llamado de Lope de Vega, a un molino de chocolate al vapor, a una imprenta, un café, un taller de coches y diversas habitaciones particulares[187]. La calle que corre por delante de él se llamó en un tiempo de los Basilios, y no sabemos desde cuándo ni tampoco por cuál razón le trocó después por el expresivo del Desengaño. Ignoramos también el origen de las contiguas de Valverde y de la Ballesta; pero el de la del Barco le bailamos perfectamente justificado con la figura que forma su pavimento, igual a la del casco de un buque.

El otro convento de clérigos menores de San Felipe Nerij llamado de Porta-Cœli, y situado al extremo de dicha calle del Desengaño, fue antes de los padres dominicos del Rosario y destinado, en 1613, a aquéllos, cuando vinieron huyendo de los levantamientos de Portugal y Cataluña; pero el templo actual, que hoy sirve de parroquia de San Martín, es moderno, construido en 1725, y nada tiene de particular.

Entre las calles de la Puebla y de Yalverde está el monasterio de monjas mercenarias descalzas conocidas por el nombre de D. Juan de Alarcón, venerable sacerdote a cuyo cargo corrióla fundación del mismo, verificada en 1609 a expensas de doña María Miranda, señora ilustre, natural de Burgos; el templo, concluido a mediados del siglo XVII, es poco notable, y en él se conserva el cuerpo del venerable fundador, y posteriormente se ha trasladado también el de la Beata Mariana de Jesús. Al otro extremo de dicha calle de la Puebla, y formando exclusivamente la manzana 371, está el hospital e iglesia llamados de San Antonio de los Portugueses, y actualmente de la Santa Hermandad del Refugio. Dicho hospital fue fundado por Felipe III para los naturales del reino de Portugal, y después de la separación de éste, quedó ampliado para los alemanes: y la hermandad del Refugio (a quien se concedió en 1701 el patronato y administración de esta Real casa e iglesia) tiene a su cargo, no sólo el sostenimiento de este piadoso hospital, uno de los más importantes establecimientos de beneficencia con que cuenta Madrid, sino también el colegio de las niñas huérfanas, propio de su instituto, y el suntuoso culto en la iglesia de San Antonio de Padua, que es uno de los templos más lindos y decorados, y está soberbiamente pintado al fresco por Lucas Jordán, Rizzi y Carreño, y enriquecido con bellos retablos, cuadros y esculturas.

Las Correderas alta y baja de San Pablo, cuya línea continúa después la estrechísima calle apellidada (no sabemos por qué) de los Tudescos, hasta la plazuela de Santo Domingo, nada nos ofrecen de particular; y entre esta extensa línea y la paralela trazada por la calle Ancha de San Bernardo media la otra importante barriada de calles espaciosas en general, y bastante rectas, en la misma dirección, y sus traviesas. La más importante de aquellas es la llamada de Silva, en la que está la modesta iglesia y hospitalito de la parroquia de San Martín titulado de la Buena Dicha; por entre esta calle y la de San Bernardo hay un laberinto de callejuelas angostas y mezquinas, tituladas del Perro (que es la más estrecha de Madrid, como que no tiene más que ocho pies de latitud y no había en toda ella un solo portal), del Pozo, de la Justa, de la Cueva, de Peralta, de la Flor Alta, de la Estrella y del Clavel (ahora traviesa de Altamira), que formaron parte de la Puebla Nueva, verificada en el mismo siglo XVII por don Juan de Peralta, del que hablaremos después[188].

La calle de la Luna, que atraviesa horizontalmente con la del Desengaño este distrito, es muy importante por su situación; pero no cuenta tampoco monumentos públicos, y sí sólo algunas grandes casas, como la del Conde de Sástago, número 46, en que estuvo el antiguo banco de San Carlos, y después un teatrillo llamado de Buena vista, y la del Marqués de Llano, a la esquina de la calle de Panaderos, en que habitó algún tiempo el señor infante don Francisco de Paula y su familia, y en la que falleció la señora doña María Luisa Carlota, su esposa. Entre dicha calle y la del Pez median las rectas de San Roque, de la Madera Baja, de Pizarro (antes de la Magdalena), de Panaderos y de la Cruz Verde. Lo más memorable en ellas es el convento de monjas de San Plácido, situado al confín de la de San Roque a la del Pez, y fundado en 1623 por doña Teresa Valle de la Cerda; cuya iglesia, construida hacia la mitad de aquel siglo, bajo los planes de fray Lorenzo de San Nicolás, es, a juicio de algunos, de lo más notable de Madrid por su estilo clásico y belleza de ornato, además de las apreciables pinturas y esculturas con que fue enriquecida. El recuerdo histórico-anecdótico de este convento consiste particularmente en cierta aventura galante del rey D. Felipe IV, el que, según parece, prendado de una de las monjas de esta casa, llamada Margarita (a quien había visto por intervención de D. Jerónimo de Villanueva, protonotario de Aragón y patrono del convento, que tenía sus casas contiguas a él), siguió este galanteo profano en tal sitio y entre tales personas, a pesar de un piadoso ardid de la prelada, que dispuso sorprender al Rey exponiendo como difunta de cuerpo presente a la religiosa; terminó este escandaloso suceso, no sin haber dado motivo a un notable proceso por la Inquisición, que fue hasta Roma, aunque de allí se hizo desaparecer, y de que resultó castigado el protonotario. Dícese también que a costa del Rey y a demanda de la abadesa se colocó en la torre de esta casa el reloj, que aun hoy conserva, y que en el tañido de su campana recuerda el clamoreo de difuntos, en memoria de aquel suceso[189].

La calle del Pez tampoco nos ofrece más que algunos caserones antiguos, como el número 24, conocida también por la casa del Pez, por el que tenía esculpido en su fachada, no sabemos con qué motivo. La número 18, del Marqués de Villariezo, acaba de ser derribada, habiendo desaparecido también hace pocos años la mezquina fuente que a su salida a la Ancha de San Bernardo llevaba el nombre del Cura, por haberla costeado el párroco de Colmenar. En la calle Alta de la Madera, al número 26 nuevo, existió hasta hace poco, que fue reedificada de planta, una casa que fue propiedad de D. Francisco Quevedo y Villegas, y luego de su descendiente D. José Bustamante y Quevedo; por cierto que no hace mucho que nos sorprendió el verla denunciada como mostrenco o de ignorado dueño en el Diario Oficial, cuando consta la posesión y propiedad de dicho señor Bustamante, quien sin duda reclamaría su derecho. Esta casa ha sido derribada y construida de nuevo. En el Registro de aposento y Planimetría de 1751 se ve que esta casa «pertenecía entonces a herederos de doña María Villegas, que fue anteriormente de doña Margarita Quevedo, Gabriel Ruiz y Miguel de Santa Ana; de este último, en 1616. Tiene de sitio 5.167 pies». La calle del Molino de Viento se llamó así porque, en efecto, existía uno en lo alto de ella, y está pintado así en el plano del siglo XVII. La de Don Felipe se llamó del Rosario de Don Felipe (no sabemos la razón), y la plazuela de San Ildefonso se ensanchó algo con el derribo de esta iglesia en tiempo de los franceses, que luego fue reconstruida y sirvió de anejo de la parroquia de San Martín, y hoy de parroquia independiente. Dicha plazuela estuvo ocupada por los cajones para la venta de comestibles, hasta que, a consecuencia del incendio de ellos, ocurrido en 1836, se construyó el pequeño aunque útilísimo mercado cubierto, primero de su clase establecido en Madrid. De las calles del Escorial, de Jesús del Valle, del Rubio, del Tesoro, de las Minas y de las Pozas no sabemos la etimología ni la historia; y de las grandes paralelas altas del Espíritu Santo, de San Vicente, de la Palma y de San Miguel (ahora de Daoiz y Velarde) sólo podemos decir que, sin disputa, son las más rectas y alineadas de Madrid, aunque su situación extrema y el gran desnivel de su suelo las han hecho permanecer todavía en un estado miserable y raquítico, con su menguado caserío de un solo piso por lo general, y careciendo de población, de vitalidad y de comercio.

El convento de monjas carmelitas llamado de las Maravillas (cuyo nombre también lleva este distrito), sito entre las calles de la Palma Alta y de San Pedro (ahora del Dos de Mayo), es el único edificio religioso de todo él. El nombre de las Maravillas le fue dado por una imagen de Nuestra Señora que se venera en su iglesia; ésta es bastante espaciosa y arreglada, y tiene en su altar mayor un magnífico retablo de mármoles, obra del siglo pasado, que es de lo más bello y elegante que se halla en las iglesias de Madrid. Esta calle de San Pedro continuaba en el siglo XVII hasta la tapia, y al fin de ella había un portillo, llamado también de las Maravillas, que está señalado en el plano, y quedó luego cerrado dentro de la posesión de Monteleon[190].

Este famoso palacio de los Marqueses del Valle y de Terranova (nietos de Hernán Cortés), con su huerta, comprende nada menos que la inmensa superficie de 617.248 pies hasta más allá del portillo de Fuencarral o de Santo Domingo, y quedó muy maltratado en un horroroso incendio ocurrido en 1723; debió ser, por los restos que aun liemos alcanzado, un edificio de la primera importancia. Distinguíase, a lo que parece, por su magnífica escalera, pintada al fresco por Bartolomé Pérez, famoso artista, yerno de Juan de Arellano, en 1695 (que por cierto murió en esta operación, cayendo desde un elevado andamio), por sus extendidos y magníficos salones, decorados con el mayor gusto cuando le habitaba la famosa Duquesa de Terranova, camarera mayor de la reina doña María Luisa de Orleans, esposa de Carlos II; y tanto, que mereció después servir de mansión a la reina doña Isabel Farnesio y sus hijos los infantes D. Luis y doña María Antonia, que se retiraron a él a la muerte de su esposo y padre el rey Felipe V. En nuestros días adquirió este famoso palacio otra celebridad más imperecedera, cuando, sirviendo de Parque de Artillería, el glorioso día Dos de Mayo de 1808, fue el punto principal del alzamiento del pueblo de Madrid contra los franceses, y el sitio donde se inmortalizaron los héroes D. Luis Daoiz y D. Pedro Velarde, capitanes del cuerpo de Artillería, defendiendo la puerta a la calle que hoy lleva sus ínclitos nombres, y antes se llamaba de San Miguel y San José, y da frente a la de San Pedro Nueva, hoy del Dos de Mayo, por donde atacaron las columnas enemigas. En los restos de este edificio existe una fábrica de maquinaria y fundición, y el inmenso espacio erial de su antigua huerta, que sale largo trecho más allá de la puerta de Fuencarral, está llamado a sustentar una barriada entera de calles y edificios de importancia.

La hermosa y espléndida calle Ancla de San Bernardo, llamada en un principio de los Convalecientes, por el hospital que estuvo situado en ella y había fundado, en 1579, el venerable hermano Bernardino de Obregon, es una de las primeras y más importantes vías del Madrid moderno, por su extensión de 3.228 pies, por su anchura, y por la importancia de sus edificios públicos y particulares, algunos de los cuales han desaparecido en nuestros días, y otros levantádose de nuevo.

Contiguo al sitio en que estuvo el antiguo hospital referido del venerable Obregon, fundó, en 1626, el monasterio del Orden de San Bernardo Alonso de Peralta, contador de Felipe II, que yacía en su iglesia, en el presbiterio, bajo un suntuoso mausoleo. Esta iglesia y convento han desaparecido del todo hace algunos años, para dar lugar a la construcción de las dos casas particulares números 21 y 23. Más hacia el principio de dicha calle existió hasta poco há la iglesia y convento que fue de padres dominicos del Rosario, que, como queda dicho ya, estuvieron primero en Porta-Cœli, y se trasladaron, en 1646, a esta casa, que había fundado para ellos el marqués de Monasterio, D. Octavio Centurión; en la iglesia se veneraba la célebre y devota efigie del Santo Cristo del Perdón, obra del escultor Pereira y una de las más veneradas de Madrid. El convento estuvo dedicado, después de la exclaustración, a cuartel de guardias alabarderos, y hoy, derribado, permanece en solar.

Otro edificio religioso de mayor importancia hubo en la misma calle, y era el que se alzaba mas adelante, conocido por la casa Noviciado de padres jesuitas, y a la extinción de éstos, ocupado por los Padres del Salvador. Era una suntuosa fábrica, especialmente la iglesia, clara, espaciosa y elegantemente adornada, en la cual había un magnífico altar de mármoles y bronces, dedicado a San Francisco de Regis, que fue construido en Roma y creemos que no exista ya; y en su bóveda, el suntuoso sepulcro de la célebre duquesa de Alba doña María Teresa, trasladado hoy al cementerio de San Isidro. Coronaban la fachada de esta famosa iglesia dos torres laterales, que contribuían a embellecer la espaciosa calle de San Bernardo. Pero destinado este edificio a Universidad Central, en que se refundió la de Alcalá, los arquitectos encargados de su reparación o apropiación a aquel objeto, juzgaron del caso echarle abajo y sustituirle por otro de nueva planta, que por cierto nada tiene de particular. Entre las muchas demoliciones de edificios religiosos verificadas en la última época, ninguna, a nuestro entender, ha sido tan sensible y menos justificada como la de la hermosa iglesia del Noviciado.

Todavía al extremo de la calle existen dos templos y casas religiosas: el primero, al número 81, es el convento e iglesia de monjes benitos, apellidados de Monserrat, que fugitivos del levantamiento de Cataluña, en tiempo de Felipe IV, vinieron a Madrid, y tuvieron primero su morada en la quinta del Condestable (la huerta de Frías, hacia el arroyo de Abroñigal), y luego fueron trasladados al punto que hoy ocupa. La iglesia está sin concluir, y su fachada tiene una torre del caprichoso gusto apadrinado a principios del pasado siglo por el arquitecto D. Pedro Rivera. En esta iglesia está sepultado el célebre coronista de Indias D. Luis de Solazar y Castro, cuya rica biblioteca y manuscritos que allí se conservaban pasaron a la de las Cortes. El convento, después de la exclaustración, sirvió de casa corrección de mujeres, la llamada Galera, y después de la traslación de éstas a San Fernando, está ocupado hoy por una comunidad de monjas. Frente a este monasterio está situado el más moderno, en fundación verificada por la señora doña Manuela de Centurión, marquesa de Villena, en 1798; es de religiosas de San Francisco de Sales, conocido por las Salesas Nuevas, para distinguirle del otro del Barquillo, fundado por la reina D.ª Bárbara. Su iglesia, aunque pequeña, es de muy buen gusto y está adornada con bellos retablos de mármol. Suprimido éste en 1836, pasaron las monjas al otro convento a reunirse con aquella comunidad, estableciéndose en éste provisionalmente la Universidad Central; pero después que ésta ocupó el del Noviciado, han vuelto al suyo las monjas. Últimamente, la casa núm. 80 de dicha calle, que da a la de Daoiz y Velarde, y que, según nuestras noticias, fue del Conde de Colomera, y antes del Duque de Abrántes, fue trasformada en convento de monjas franciscas de Santa Clara en la última década de Fernando VII; pero ahora sirve de Escuela Normal.

Varias son las casas particulares de la grandeza en esta extendida calle. Figura en primera línea la señalada con el número 18, que fue de los marqueses de Leganés, y después de los condes de Altamira. A fines del siglo pasado el poseedor de este ilustre título proyectó reformar aquella hermosa fábrica, bajo los planes del célebre don Ventura Rodríguez, en unos términos verdaderamente tan magníficos, que no hubiera tenido, sin duda alguna, rival en Madrid; pero desgraciadamente no llegó a verificarse más que una parte de aquel proyecto, que es la que da a la calle de la Flor Alta. Contiguo a ella, y señalada con el número 28, está, aunque reformada últimamente, la del mayorazgo que fundaron D. Gabriel Peralta y D.ª Victoria Grimaldo, y comprende diversos sitios, que fueron propios de los Villaroeles y Peraltas, de quienes desciende su poseedor hoy, el Marqués de Palacios, duque de la Conquista. Esta casa tiene el recuerdo de haber sido la que habitaba y sirvió de prisión al célebre ministro de Felipe III D. Rodrigo Calderón, marqués de Siete iglesias, y de donde salió para ser degollado en público cadalso el 21 de Octubre de 1621.

El suntuoso edificio moderno, número 67, en que hoy está el Ministerio de Gracia y Justicia, fue construido en el siglo pasado por la Marquesa de la Sonora, donde estaba la casa del Marqués de la Regalía; ocupa un espacio de 22.000 pies entre la calle de los Reyes y la de la Manzana, y es una de las construcciones particulares más sólidas y regulares de Madrid. No llegó, sin embargo, a ser concluido, habiendo permanecido inhabitado casi un siglo, hasta que adquirido hace pocos años por un particular, le concluyó éste, y vendió después al Gobierno para colocar en él el referido Ministerio de Gracia y Justicia. De otras varias casas de importancia de esta calle pudiéramos hacer mención; pero por no dilatar más esta cansada relación nos limitaremos a llamar la atención sobre la nueva y elegantemente reparada del número 72, propia de los marqueses de Mejorada y de Guadalcázar, que comprende la extensión de 52.857 pies. En ella vivió a fines del siglo pasado su propietario, casado con la célebre y erudita señora doña María Isidra de Guzmán y la Cerda, hija de los condes de Oñate, natural de Madrid, y que fue graduada de doctora en la universidad de Alcalá, a los diez y siete años de edad, en 1785. En nuestros días sólo la habíamos visto habitada un corto espacio de tiempo por la señora Duquesa viuda de San Fernando, y no estando ruinosa, no acertamos a comprender el motivo de tal abandono, que acaba de tener fin con las costosas obras hechas en ella recientemente.

Terminaba, en fin, esta calle con la antigua y mezquina puerta, también derribada, que sustituyó y heredó el nombre de Santo Domingo de la que estaba en aquella plazuela y limitaba el antiguo arrabal de Madrid; pero generalmente era conocida por el de puerta de Fuencarrral habiendo sido una de las principales o de registro hasta que se trasladó éste a la de los Pozos o Bilbao. Su colocación y su fábrica material eran las mismas impropias y ridículas que contaba ya en el siglo XVII; y al tenor de lo reclamado por la opinión pública y la necesidad, vino en fin a tierra para dejar avanzar por aquel lado los límites de Madrid, ya de hecho prolongados a la parte exterior con el nuevo hospital de la Princesa, construido sobre el sitio que en los siglos anteriores soportaba las hogueras de los autos de fe, y que aun conservaba el funesto nombre de el Quemadero[191].

Licencia

Icon for the Creative Commons Attribution-NonCommercial 4.0 International License

El antiguo Madrid, 1861 by Ramón de Mesonero Romanos is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial 4.0 International License, except where otherwise noted.

Compartir este libro