Primer recinto de Madrid

Cuatro son, según queda expresado en la Introducción histórica, los recintos sucesivos de la villa de Madrid; desde su antiquísimo y dudoso origen hasta nuestros días. El primero (no demostrado, aunque verosímil) pertenece a aquella época remota en que se supone existía ya, con el pretendido nombre de MANTUA, y bajo la dominación de los griegos y romanos. Este recinto (según la constante tradición y algunos datos positivos que ha recogido la Historia) existió, al parecer, con tan breves dimensiones, como que sólo comprendía desde el castillo o Alcázar, hasta la puerta de la Vega; y desde allí, revolviendo rápidamente por la cuesta de Ramón a espaldas de donde luego se alzaron las casas de Malpica o de Povar y la de los Consejos, tornaba a la calle o plaza de la Almudena, como frente a la del Factor, por donde corría luego la muralla a cerrar de nuevo por el pretil con el Alcázar. Dicha muralla primitiva (que debió desaparecer en un tiempo remoto e ignorado), dicen los cronistas que se hallaba flanqueada por varias torres, entre ellas una, llamada Narigués, donde ahora estaban las casas de Malpica, sobre las huertas del Pozacho, y otra independiente y extramuros, aunque contigua, llamada Torre Gaona, hacia el sitio donde estuvieron después los Caños del Peral. Finalmente, las dos únicas entradas o puertas que interrumpían la continuidad de dicha muralla, y limitaban a tan breves términos el perímetro de la villa, eran las de la Vega, al Poniente, y el Arco de Santa María, mirando a Oriente, en la que después se llamó calle, o más bien plazuela de la Almudena, frente de la embocadura de la calle del Factor.

Tan modesta fue la cuna de la futura capital de dos mundos; y excusado es decir que, embebida después en una población infinitamente mayor, no quedó de ella rastro alguno, ni piedra sobre piedra, de sus primitivas construcciones. Allí, sin embargo, tuvo Madrid su fundación primera, sus primitivos muros, su primera iglesia, su primera fortaleza y Alcázar Real; y aunque todos estos monumentos materiales hayan desaparecido con el transcurso del tiempo, quédale todavía a aquel modesto recinto la gloriosa ejecutoria de su remoto origen, y sus nobles tradiciones históricas, continuadas después, en la serie de los siglos, como parte principal de más importante conjunto; los recuerdos, en fin, de la primitiva villa del Oso y el Madroño, cuna de su infancia, símbolo y monumento de su antiquísima fundación.

En este sentido es como nos cumple hoy recorrer este breve recinto, consagrándole nuestros primeros paseos históricos por el antiguo Madrid; pero excusado es repetir que, como quiera que sus primitivas condiciones quedaron envueltas en la noche de los siglos, habremos necesariamente de contemplarle, no con las que entonces pudo tener, sino con las que adquirió después y nos ha trasmitido la Historia, o el tiempo ha respetado.

Empezaremos, pues, por el ALCÁZAR, que, según las más probables conjeturas, fue la verdadera causa de la fundación de Madrid, a quien la sana crítica no halla fundamento bastante para conceder existencia anterior a la dominación de los sarracenos.

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El antiguo Madrid, 1861 by Ramón de Mesonero Romanos is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial 4.0 International License, except where otherwise noted.

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