XX. Línea del norte de la Puerta del Sol a la de Bilbao

Volviendo a nuestros paseos después del episodio que nos hemos permitido en el punto central de la Puerta del Sol, seguiremos ahora la línea septentrional, que tiene por límites las puertas de Santa Bárbara y de Bilbao (antes de los Pozos» comprendiendo al paso (para no dejarnos nada rezagado) la calle del Carmen, que parte del mismo punto y en la propia dirección hasta el postigo de San Martín, donde nos encontramos ya con el antiguo arrabal que antes describimos.

De las demás calles que parten de aquella plaza en todas direcciones hasta la de los Preciados inclusive, ya queda hablado en los capítulos respectivos, restándonos solamente hacer mención de las dichas del Carmen y de la Montera y sus traviesas hasta la de Jacometrezo inclusive, que enlaza la nueva población con dicho antiguo arrabal.

Hoy estas calles, importantísimos puntos mercantiles y favoritos del capricho y de la moda, son para Madrid lo que las calles Vivienne y de Richelieu para París, con la notable y sensible diferencia de que allí los preciosos objetos y mercancías que las decoran y embellecen son fruto de su industria indígena, mientras las de Madrid ya citadas no ostentan, por lo general, otra cosa que las ricas manufacturas extranjeras.

Hasta la misma población de estas calles es exótica (especialmente la de la Montera), compuesta en su mayor parte de naturales de Francia y otros países, aunque avecindados en Madrid. El lujo y multitud de los almacenes y tiendas de comercio en que están convertidos hasta los mismos portales de las casas; la infinidad de muestras o enseñas de las sastrerías, modistas, peluquerías, sombrereros y tiendas de telas y quincalla, que cubren literalmente las ventanas, los balcones, las fachadas casi todas; la animación consiguiente a este inmenso movimiento mercantil, y aun la misma forma de esta hermosa calle en suave pendiente desde su principio hasta la Puerta del Sol, ostentando en su centro una fuente moderna, inaugurada en 1833, aunque de forma impropia de aquel sitio (ya ha sido derribada), todo esto reunido contribuye al conjunto y especial fisonomía de esta interesante calle madrileña. El nombre de la Montera, que llevó desde los principios, quieren algunos que sea corrupción de la Montería, por ser el sitio por donde salían para las grandes monterías o cazas; y otros la atribuyen a cierta beldad que habitaba en ella en el siglo XVI, y era esposa del montero del Rey. Contiguo a la fuente, el sitio que media hasta cerca de la parroquia de San Luis sirvió en los siglos XVII y XVIII para la venta del pan, cuyos puestos o tinglados tenían delante una red defensiva, de que le ha quedado al sitio el nombre vulgar de la Red de San Luis. Posteriormente, y hasta hace pocos años, ha habido cajones para la venta de carnes, verdura y frutas, que se han quitado muy acertadamente de allí. La parroquia de San Luis, obispo, que se alza en el comedio de esta calle, fue erigida en 1541 como aneja de la de San Gines; hoy es una de las principales de Madrid, y su templo, construido a fines del siglo XVII, es de los más espaciosos y concurridos, aunque no tiene nada notable bajo el aspecto artístico. La portada es obra del corruptor don José Donoso, a quien se atribuye también el pesado ornato churrigueresco del retablo del altar mayor.

Entre esta calle de la Montera y la del Carmen desde la Puerta del Sol hasta la calle de Jacometrezo, la industria mercantil va invadiendo y monopolizando el sitio todo, en términos que apenas queda ya resto alguno de las antiguas construcciones que pudieran tener algún interés histórico. El único acaso que sirve de excepción es la iglesia del Carmen Calzado, y su convento, destinado hoy a las oficinas de la Deuda del Estado. Ya dijimos en su lugar que la casa mancebía pública, que estaba a principios del siglo XVII en el sitio donde ahora el palacio de los condes de Oñate, se mandó trasladar a ese punto por Real cédula de Carlos I, fecha 28 de Julio de 1541, lo cual se verificó comprándose para ello por la villa un sitio que tenía Juan de Madrid, mercader, y estaba a la cava de la Puerta del Sol, donde se construyó la nueva, casa de mujeres públicas. Pero más adelante, y habiendo ingresado este sitio dentro de la población y formándose una nueva calle, fueron expulsadas de él en el reinado de Felipe II, y designado para la fundación de un convento e iglesia de religiosos calzados de Nuestra Señora del Carmen, lo cual se verificó, diciéndose la primera misa en 17 de Enero de 1575. Es un templo muy espacioso y concurrido sobremanera, aunque poco notable. El convento contiguo es de creer que por su estado desaparezca muy pronto, dando lugar al ensanche de la plazuela-mercado y calles contiguas.

Entre dicha calle del Carmen y la de Jacometrezo están las traviesas de los Negros, miserable callejuela, que se convertirá pronto en una continuación de la nueva de Tetuán, o en una elegante galena de cristales; la de la Salud y del Olivo, altas y bajas, las de San Jacinto, del Horno de la Mata, de Chinchilla y de la Abada (que recibió este nombre a causa de una abada o rinoceronte hembra que trajeron del Brasil y enseñaban en ella unos portugueses), y en todas ellas no hay un objeto digno de mención especial[186]. La de Jacometrezo, una de las más pasajeras, estrechas y peor cortadas de Madrid, fue llamada así a causa del célebre escultor y lapidario de Felipe II Jácome de Trezzo, natural de Milán y autor de la famosa obra del tabernáculo del Escorial, que habito en dicha calle, en la casa de su propiedad, construida por Juan de Herrera en el sitio que ocupa hoy la del número 15, que es moderna; la antigua de Jácome Trezzo no tenía más que un solo piso, y fue después que de Jácome, de Juan Bautista Bordelasco, milanes también; luego de Juan Escarajigo, Juan Valdivieso y Juan Bautista Justiniano; y en el siglo pasado perteneció a D. Pedro Saavedra Fajardo Barnuevo y Villarasa. Alguna otra casa antigua existe en dicha calle, aunque reformada, tal como las del mayorazgo de Horcasitas, a la plazuela de Moriana y calle de Hita, de los Marqueses de Villadarias; las del mayorazgo de Rivadeneyra y de Ibañez de Segovia (Mondéjar) con vuelta a la de la Verónica, y la del Duque de Solferino a la de Tudescos no existen ya, ni tampoco otras que lian sido sustituidas recientemente por nuevas construcciones.

Las calles paralelas de Fuencarral y de Hortaleza, que van desde la de la Montera a terminar en los límites Norte de la villa, presentan a su entrada, dando frente a dicha calle de la Montera, un prolongado trapecio, que por su posición ventajosa (después de la del Buen Suceso, la más preferente de Madrid), por su forma regular y considerable, merecía bien haber sido escogido para un edificio público y de grande importancia; pero desgraciadamente lo fue a mediados del siglo último por D. Pedro de Astrearena, marqués de Murillo, que reunió también las contiguas de Apodaca y del Marqués de la Vera, formando una sola sobre aquella extendida superficie de 32.000 pies, con tres enormes y poco elegantes fachadas, que han dado lugar al dicho vulgar de los madrileños para caracterizar todas las cosas de mayor apariencia que fondo relativo: la casa de Astrearena, mucha fachada y poca vivienda. Especialmente es de sentir que continuase dicho edificio con los dos adjuntos ya citados, por cuyo sitio debía prolongarse utilísimamente la calle de San Miguel a dar frente a la del Desengaño y de la Luna, comunicación tan necesaria entre los barrios al Oriente y Norte de Madrid.

La calle de Hortaleza, renovada, como su paralela la de Fuencarral, casi del todo en estos últimos años, apenas ofrece ya edificios de interés histórico. El convento de padres agonizantes de San Camilo de Lélis, que daba frente a ambas, ha sido sustituido con casas particulares; las demás de los antiguos mayorazgos todas están reformadas o han desaparecido igualmente; y de edificios públicos, sólo merece mención el extenso Colegio Calasanzio de padres de las Escuelas Pías, fundado en 1753, y su templo, bajo la advocación de San Antonio Abad, vasto y suntuoso edificio aquél, donde reciben esmerada educación literaria un número considerable de niños de las primeras familias de Madrid en clase de pensionistas, y la primaria más de setecientos de las clases menesterosas, gratuitamente. Frente de este colegio está la casa Real titulada de Santa María Magdalena de mujeres arrepentidas, vulgo Recogidas, trasladadas a este sitio desde el Hospital de peregrinos, en 1623, y su modesto templo; de cuyo establecimiento, a fines del siglo pasado, fue capellán y rector el sencillo y popular poeta D. Francisco Gregorio de Salas, que vivió y murió en el cuarto bajo de dicha casa. Al fin de la calle se alzaba, hasta hace pocos años, el convento de mercenarios descalzos de Santa Bárbara, fundado en 1012 sobre el sitio que ocupaba la antigua ermita de aquella santa, y contigua, a él existió la casilla y huerta que ocupó la beata Mariana de Jesús, y en que falleció en 1624. Los restos de la iglesia y convento, después de haber sido destinado a fábrica de fundición y extendida huerta, han desaparecido del todo, para dar lugar a la construcción de casas particulares y rompimiento de nuevas calles, que forman hoy una extensa y elegante barriada. Frente de este convento, en unos inmensos eriales propios de la villa, en el dilatado espacio de más de 155.000 pies, se levantó, a fines del siglo pasado, y con destino a la matanza y saladero de carnes, el sólido edificio que hoy sirve para cárcel pública, y sus accesorios para el ramo de la limpieza; terminando la calle con el mismo antiguo, mezquino y ridículo portillo (hoy derribado) que daba salida a la ronda y caminos de la Fuente Castellana, muy parecido, si no es el mismo, que aparece ya pintado en el plano de 1656.

La otra calle, llamada de Fuencarral, está aun más completamente renovada y aprovechada por las nuevas y elegantes construcciones particulares, habiendo desaparecido casi del todo el antiguo caserío que, por otro lado, carecía de importancia y de monumentos públicos, religiosos ni civiles; siendo en este punto, aunque una de las calles principales de Madrid por su extensión de 3.676 pies, y el número de sus casas, que llega al 103 por la izquierda y 92 por la derecha, con población de 3.057 habitantes, la única acaso que no cuenta en su recinto una sola iglesia, ni más edificio público que el Hospicio de San Fernando. Pero las casas modernas en general son importantes, aun algunas que quedan de los siglos anteriores, como la del Marqués de la Torrecilla, que antes fue el de Montellano (número 55 nuevo), frente a la calle de Santa María del Arco, y la antigua del Marqués de Navahermosa; la que fue del Marqués de la Mina y vivieron en nuestros días el de Ariza y la Duquesa de San Fernando, y alguna otra, no desdicen de las modernas de los duques de Veragua, esquina a la de Santa María del Arco; las construidas sobre el solar de los Agonizantes, la del Marqués de Morante (antes del Conde de Cedillo), esquina a la calle de San Mateo, y otras. La pequeña casa número 8 antiguo fue mandada construir a principios de este siglo por D. Leandro Fernández de Moratín, y en ella vivió durante los últimos años de su residencia en Madrid, hasta 1813. La dirigió su amigo el arquitecto don Silvestre Pérez, y sólo tenía piso principal, con dos ventanas antepechadas; hoy se halla renovada, con dos pisos y dobles balcones, y señalada con el número 17 moderno. La que fue del famoso ministro de Carlos III Conde de Aranda, y sirvió en nuestros días de cuartel de infantería, ha sido demolida recientemente, presentando una superficie de 35.275 pies, aprovechada para construir el nuevo edificio del Tribunal de Cuentas.

Frontero Je este sitio se trasladó, durante la minoría de Carlos II y la regencia de su madre doña Mariana de Austria, el hospicio fundado en la calle de Santa Isabel por la congregación del nombre de María; pero el extenso edificio actual es obra del siglo XVIII, haciéndose notable, aun más eme por su solidez y espaciosidad, por la extravagante y famosísima portada con que plugo decorarle al célebre arquitecto D. Pedro Rivera, y que viene siendo desde entonces el tipo más señalado del extraño gusto que se apellidó churrigueresco. En cuanto a la importancia y régimen interior de este grande establecimiento, primera casa de socorro de Madrid, sería largo e importuno detenerse a reseñarlos, cuando son generalmente conocidos, y en el día puede ser citado como modelo de buena administración. La calle de Fuencarral termina por su derecha con la extendida posesión donde están los pozos de la nieve, que llega a tocar por el paseo de la Ronda con la no menos extensa del Saladero, y polla izquierda concluía la calle con casa y jardín, construida a principios del siglo actual por D. Francisco Bringas, público sitio de recreo hace pocos años bajo el nombre de Jardín de Apolo, que comprendía en su cerca toda la antigua manzana 478. Hoy este jardín está ocupado por suntuosos edificios modernos. Entre ambas posesiones se alzaba en el mismo sitio la antigua puerta de los Pozos de la nieve, la moderna de fines del siglo último, apellidada actualmente de Bilbao, que era de forma muy regular, y ostentaba en sus dinteles las honrosas cicatrices ocasionadas por la artillería de Napoleón en los primeros días de Diciembre de 1808.

De las calles traviesas entre ambas de Fuencarral y de Hortaleza, sólo la espaciosa de San Mateo tiene alguna importancia, y principalmente por el antiguo cuartel que fue de Guardias españolas de infantería, que comprende 54.550 pies de sitio, y hoy sirve para los cuerpos de la guarnición. Las demás calles traviesas, llamadas antiguamente de Santa María la Vieja, ahora travesía de San Mateo, de San Lorenzo, de Santa Brígida, de San Juan (ahora de la Farmacia), de San Pedro y San Pablo (hoy de Hernán Cortés), del Arco de Santa Marín, del Colmillo y la del Piojo (ahora continuación de la de las Infantas), no ofrecen ningún oh jeto digno de mención especial.

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El antiguo Madrid, 1861 by Ramón de Mesonero Romanos is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial 4.0 International License, except where otherwise noted.

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