Guía de Nápoles

Capilla San Severo

Introducción

En una pequeña calle dentro del casco antiguo de Nápoles (Via Francesco De Sanctis, 19/21), muy próxima a la calle Benedetto Croce, conocida popularmente por napolitanos y turistas como Spaccanapoli (“corta Nápoles”), se halla esta impresionante capilla ligada al Palacio de Sansevero, perteneciente a la familia de los Príncipes de Sangro.

El edificio no sólo tiene una gran importancia histórico-artística, sino que alberga asimismo numerosos objetos misteriosos y reproducciones simbólicas que tienen que ver con la extraordinaria vida de Raimondo de Sangro, príncipe de Sansevero (1710-1771).

¡La Capilla Sansevero es uno de los lugares más misteriosos de Nápoles!

Los orígenes de la Capilla de Sansevero están vinculados a un episodio legendario. Narra Cesare d’Engenio Caracciolo en la Nápoles Sacra de 1623 que, en la década de 1590, un hombre inocente, arrastrado encadenado para ser llevado a prisión, pasa delante del jardín del Palacio de Sangro en la Piazza San Domenico Maggiore, y ve colapsar una parte de la pared de dicho jardín y aparecer una imagen de la Virgen. Él promete entonces a la Virgen, darle una lámpara de plata y una inscripción, si se reconociese su inocencia. Liberado de la prisión, el hombre fue fiel a la promesa, y esa imagen sagrada se convirtió en un lugar de peregrinación.

Poco después, el duque de Torremaggiore Giovan Francesco di Sangro, gravemente enfermo, se dirige a la Virgen para su curación y, ocurrido el milagro, como muestra de gratitud, donde había aparecido por primera vez la venerable efigie (hoy visible en la parte superior del Altar), hizo erigir una «capilla picciola» llamada Santa Maria della Pietà, o “Pietatella”. Sin embargo, fue el hijo de Giovan Francesco, Alessandro di Sangro, Patriarca de Alejandría, quien llevó a cabo a principios del seicento, grandes obras de transformación y expansión en la capilla original, convirtiéndola en un templo votivo real para albergar las tumbas de los antepasados ​​y futuros miembros de la familia.

A partir de 1749 Raimondo di Sangro, príncipe de Sansevero, empezó a encargarse de reorganizar el mausoleo de su familia, llamado «Pietatella», o Santa María della Pietà, que se remontaba a finales del siglo XVI. Apasionado de la alquimia, gran maestro masón e investigador, el príncipe hizo mucho más que reorganizarlo: transformó este lugar de sepultura en un laboratorio de inventos misteriosos.

Todavía hoy, la capilla es famosa especialmente por las impresionantes esculturas de la base de los pilares, que se alternan con los monumentos funerarios de los nichos laterales, concebidos como un homenaje a la dinastía, pero quizás también como despliegue de un virtuosismo artístico absoluto e innovador.

De hecho, el príncipe Raimondo supervisó durante más de veinte años todos los aspectos de la construcción de la capilla, eligiendo a los escultores, indicando los temas, sugiriendo soluciones y recomendando las largas lápidas que comentan las estatuas. A él se debe la misteriosa fórmula química de los colores utilizados para los frescos del techo, que en la práctica nunca han necesitado ni restauraciones ni limpiezas, y que se han mantenido como nuevos hasta hoy.

En cuanto entres en la capilla, tendrás de inmediato la impresión de estar en una espectacular galería de esculturas de mármol: de hecho, te encontrarás con diez grandes estatuas que simbolizan las «virtudes» especiales de las esposas de diez antepasados ​​del príncipe.

Sobre la puerta de entrada encontrarás el sepulcro de Cecco di Sangro, un militar al que se había dado por muerto debido a las heridas sufridas en combate. Su cuerpo ya había sido colocado en el ataúd, cuando de pronto se recuperó y salió del féretro, aterrorizando a los enemigos y poniéndolos en fuga. La escultura representa precisamente al príncipe «resucitado», que sale de la tumba enfurecido.

El autor de la escultura realizó también el altar mayor de la capilla, con el grupo del Entierro de Cristo.

Para las tumbas de sus padres, que encontrarás en la parte posterior de la capilla, Raimondo di Sangro quería dos estatuas de un virtuosismo realmente espectacular. Buscó por toda Italia artistas que fueran capaces de realizar lo que tenía en mente.

A la izquierda puedes ver la tumba de su madre, que murió cuando el príncipe era un niño. Está simbolizada por la estatua de la Modestia (Pudicizia en italiano), una escultura que representa a una mujer completamente cubierta por un sutil velo semi-transparente, ceñido a la cintura con una guirnalda de rosas, lo que da una idea de las formas y los rasgos faciales. Está esculpida con la técnica de los «paños mojados» del «Cristo velato», aunque usando una variante, y cambiando la mano que la esculpió, siendo el resultado increíble. Está dedicada a Cecilia Gaetani dell’Aquila d’Aragona, madre del Principe Raimondo, muerta un poco antes de cumplirse un año del nacimiento de su hijo. La estatua fue realizada por Antonio Corradini, quien murió en 1752, el año de creación de la Pudicizia, como lo demuestra una placa en la base del trabajo. Es considerada la obra maestra de Corradini, autor de otras figuras veladas, por su capacidad de moldear el velo que se adhiere de forma natural al cuerpo de la mujer.

El padre del príncipe, Antonio, después de la muerte de su joven esposa, llevó una vida disoluta, para luego arrepentirse. Por ello, en su tumba, puedes ver de frente la estatua de un hombre que se libera de una red: simboliza al padre que se arrepiente y se libra de los pecados. La espectacular estatua se titula Desengaño y es obra del escultor genovés Francesco Queirolo.

CURIOSIDAD: Raimondo di Sangro gastó enormes sumas de dinero en la decoración de la capilla familiar. Cuando agotó su inmenso patrimonio, comenzó a contraer deudas cada vez más grandes. Estaba a punto de quedar en la ruina, pero lo salvó su primogénito al casarse con una mujer rica. De este modo, con la dote de la nuera, consiguió pagar las deudas.

Cristo velado

Pero la estatua más famosa de todas las de la capilla es el Cristo velado, que puedes ver en el centro. Inicialmente, el príncipe di Sangro se la solicitó al mismo autor de la Modestia, pero el escultor veneciano tenía ya más de ochenta años y no estaba en condiciones de realizar una obra tan exigente. Por lo que el encargo pasó al joven napolitano Giuseppe Sammartino, que había trabajado en todas las obras importantes de la Nápoles del siglo XVIII, demostrando un extraordinario talento inventivo en el campo de la escultura, desde las grandes estatuas hasta las estatuillas para los belenes.

La escultura representa a Cristo bajado de la Cruz y cubierto por un velo fúnebre transparente. Con increíble virtuosismo, Sammartino hace que aflore la anatomía bajo los pliegues del sudario, añadiendo a continuación la corona de espinas, las tenazas y los clavos. Se pensó incluso que se había realizado con un tejido «petrificado» gracias a los mejunjes químicos del príncipe, pero los análisis han confirmado que el Cristo velado es una escultura de mármol, un prodigio de virtuoso sin «trucos». Por último, entre todas estas estatuas tan elaboradas, te sorprenderá la sencillez de la tumba del príncipe Raimondo, ubicada en el pasaje que conduce a la sacristía.

CURIOSIDAD: en dos hornacinas de la cripta, decorada con un suelo en forma de laberinto, puedes ver dos macabras «máquinas anatómicas»: un hombre y una mujer sin músculos y disecados, para resaltar el sistema circulatorio. Se trata de una paciente reconstrucción anatómica realizada con hierro, cera y restos humanos reales.

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