Guía de Nápoles

Iglesia de Monteoliveto (Santa Ana dei Lombardi)

Introducción

¡Monteoliveto es una de las iglesias más impresionantes de Nápoles!

Estás a dos pasos de via Toledo, en el límite de los Quartieri Spagnoli, y acabas de desembocar en la recta con una ligera subida de via Monteoliveto. El Palacio Gravina, del siglo XV, con su patio renacentista, te da a entender que estás entrando en una zona monumental.  Empezarás a ver los arcos de un claustro porticado con galería: son las ruinas del antiguo convento de los olivetanos. Detrás de una simpática fuente barroca coronada por la estatua de un niño rey, en una plaza irregular, verás abrirse los profundos arcos de la iglesia de Monteoliveto.

Fundada en 1411, es uno de los complejos monumentales más importantes de la Nápoles aragonesa. Durante todo ese siglo y el siguiente, esta construcción de estilo gótico catalán se enriqueció continuamente con espléndidas obras de arte, especialmente esculturas renacentistas. El carácter fastuoso de la orden olivetana se reflejaba en el origen toscano de las obras maestras que llegaban hasta la iglesia: era como un pedazo de Florencia trasplantado en Nápoles. Piensa que entre los «patrocinadores» de este complejo monumental estaba la propia familia real aragonesa, así como un grupo de familias nobles que competían por decorar sus capillas situadas en los laterales de las naves.

Puedes imaginarte el monasterio como un paraíso en la tierra para los blancos monjes de la orden olivetana: cuatro claustros con jardines, fuentes, estatuas, obeliscos y bustos; una biblioteca repleta de códices miniados; y un refectorio con magníficos frescos de Giorgio Vasari. Cuando la orden fue suprimida en 1799, una parte del convento se transformó en cuartel y el resto se dividió en parcelas para su posterior construcción.

Unos años más tarde la iglesia cambió de nombre, heredando el de la vecina Santa Ana dei Lombardi, destruida por un terremoto, y de hecho, en las guías turísticas la encontrarás con ese nombre. Sin embargo, los napolitanos prefieren la antigua denominación de Monteoliveto, e ignoran por completo la «moderna», ¡aunque ya lleve en uso más de dos siglos!

CURIOSIDAD: cuando se le solicitó que pintase los frescos para el refectorio del monasterio de los olivetanos, el gran arquitecto Vasari respondió que era demasiado oscuro y que no podía trabajar en esas condiciones. Para animarlo a aceptar el encargo se tuvo que repintar toda la sala de blanco.

Visita

A pesar de que durante la última Guerra Mundial resultó gravemente dañada por los bombardeos, la iglesia de Monteoliveto conserva un patrimonio artístico excepcional, escondido detrás de una fachada poco llamativa.

En cuanto entres, a la derecha, al lado del atrio, encontrarás la Capilla Correale, realizada a finales del siglo XV por los hermanos Giuliano y Benedetto da Maiano: una joya perfecta del humanismo florentino enclavada en el corazón de Nápoles. A Giuliano se debe la airosa estructura arquitectónica del conjunto, mientras que Benedetto realizó el altar de mármol blanco, centrado en torno a la escena de laAnunciación, digna de rivalizar con las más sofisticadas creaciones de Botticelli y Filippino Lippi.

También en el lado derecho, atravesando tres salas decoradas con esculturas y frescos de los siglos XV y XVI, llegarás al Oratorio del Santo Sepulcro. Aquí puedes admirar el grupo estatuario titulado Lamentación sobre Cristo muerto, ocho estatuas de tamaño natural, realizadas por Guido Mazzoni, gran escultor en terracota originario de Módena, trasladado a la corte de Alfonso II de Aragón.

Este grupo estatuario es una de sus principales obras maestras, y te permite reconocer en el rechoncho y calvo José de Arimatea el retrato de Alfonso II, y en el estupefacto Nicodemo las facciones de su padre Fernando I.

Pasa ahora por la Capilla de la Asunción (donde verás un fresco con un monje de Giorgio Vasari) y llegarás a la Sacristía Vieja, que en un principio era el refectorio del monasterio.

El techo de esta sala rectangular, dividido en recuadros regulares, cuenta con unos imaginativos frescos de Giorgio Vasari, con personificaciones de virtudes cristianas, figuras, símbolos y elegantes decoraciones. Los colores brillantes y bien conservados crean un acertado contraste con los tonos cálidos de los paneles de madera, realizados por el monje olivetano Giovanni da Verona, insuperable especialista de la taracea. Puede que ningún otro artista haya sido capaz jamás de combinar con igual delicadeza los matices cromáticos de la madera, creando imágenes suspendidas entre la fantasía y la realidad, entre la verdad y el engaño. Como sucede a menudo en este tipo de trabajos, los paneles se basan en la ilusión óptica, simulando puertas entreabiertas en las que puedes distinguir accesorios litúrgicos, objetos sagrados e instrumentos musicales.

CURIOSIDAD: los paneles de la sacristía simulan también «ventanas» abiertas, que dan al paisaje y a bellos edificios, algunos totalmente inventados, otros en cambio reproducidos fielmente, como por ejemplo dos vistas de Castel Nuovo.

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