Guía de Nápoles

Palacio Real de Caserta

Historia

¡El Palacio Real de Caserta es uno de los lugares más fabulosos de Campania!

Prepárate para sumergirte en la atmósfera de una pomposa corte dieciochesca en uno de los mayores y más espectaculares edificios civiles italianos, rodeado por el frescor de un fantástico parque surcado por las aguas y repleto de estatuas y fuentes.

Pero primero, un poco de la historia: este palacio real fue construido por deseo de Carlos de Borbón y su esposa Amelia de Sajonia, en 1752. El motivo era estratégico: transferir al interior la sede administrativa del reino para alejarla de Nápoles, donde estaba expuesta a posibles bombardeos de escuadras navales extranjeras; el Palacio Real de Portici, aunque de nueva construcción, parecía inadecuado para una corte de nivel europeo y para sus oficinas gubernamentales. Y así, siguiendo el modelo de Versalles, se escogió una zona llana a menos de treinta kilómetros del centro de Nápoles y a los pies de la colina en la que se alza el antiguo pueblo de Casertavecchia. El rey compró la finca por unos 490.000 ducados, pero gastó doce veces más en construir el palacio real: más de 6 millones de ducados, ¡una verdadera locura! Y piensa que el proyecto inicial incluía fundar una ciudad en torno al palacio real y el inmenso parque circundante, que se conectaría con Nápoles mediante una nueva carretera, pero se tuvo que renunciar a ello por falta de dinero.

El palacio real se concibió precisamente para desafiar a Versalles en tamaño y esplendor; lo diseñó el arquitecto Luigi Vanvitelli, nacido en Nápoles y totalmente «italianizado», aunque era hijo del pintor holandés Gaspar van Wittel.

La muerte del arquitecto y la partida de Carlos hacia España, donde fue coronado rey en 1759, causaron varias interrupciones en las obras y la reducción del tamaño del proyecto; por ejemplo, se eliminó la cúpula que habría dominado el cuerpo central. Por otra parte, Carlos no vivió nunca en él: en 1764 las partes finalizadas hasta ese momento fueron ocupadas por familias sin hogar, y no fue hasta diez años más tarde cuando Fernando IV pudo finalmente trasladarse a la nueva sede, donde pudo desfogar su pasión por la organización de fiestas, las batidas de caza y las representaciones en el teatro de la corte.

CURIOSIDAD: el palacio real también se debe al genio del ingeniero Francesco Collecini, creador del llamado Acueducto Carolino, de 40 kilómetros de largo: piensa que para llevar el agua al parque ¡atraviesa cinco montañas y tres ríos!

Exterior

El estilo del Palacio Real marca la transición desde la arquitectura tardobarroca a la sobriedad formal del primer neoclasicismo. Poniéndote delante te das cuenta enseguida: el arquitecto Vanvitelli lo concibió como un enorme bloque rectangular, dividido en el centro en cuatro patios por dos brazos perpendiculares. En el cruce de los brazos, en el corazón del complejo, una gran sala octogonal de dos plantas alberga la escalera de honor, que te permite acceder al piso superior. El resultado es un palacio de dimensiones asombrosas; treinta y seis metros de alto, con seis plantas y un subterráneo, 34 escaleras y escalinatas y 1.200 habitaciones iluminadas por 1.790 ventanas. ¡Todo ello rodeado por un parque de 120 hectáreas!

Junto al principal responsable colaboraron un arquitecto local como director de la obra, un maestro de obras lombardo, una multitud de escultores y pintores, un arquitecto de jardines parisino y un botánico inglés para el cuidado del parque y el jardín. Los proyectos, modelos y dibujos los puedes ver en el interior del palacio real, durante el recorrido de la visita.

Para su construcción se movilizaron todas las canteras de mármol y piedra del reino de las Dos Sicilias, mientras que en las inmediaciones de la obra se instalaron hornos para la cocción de los ladrillos; en las fábricas de tapices se preparaban los lienzos procedentes de las manufacturas de la cercana San Leucio, a sólo tres kilómetros de distancia. Como mano de obra se empleó a cientos de condenados a galeras, cuya pena se conmutó por la de trabajos forzados; incluso se sacó a presos de las costas del norte de África. En total, en la construcción del palacio real se empleó a cerca de 3.000 personas.

La larga fachada principal da a una gran plaza en forma de semicírculo. Admira la sencilla elegancia de las dos filas de ventanas, en las que se alternan frontones triangulares y semicirculares, y aprecia la sobriedad con la que gracias a unas sencillas columnas corintias se obtiene un efecto de ligera protuberancia del sector central y de las alas. Sin embargo, ten en cuenta que en este tipo de edificios la fachada más esplendorosa era siempre la que daba al jardín.

CURIOSIDAD: en 1861, cuando el Palacio Real se convirtió en patrimonio del Reino de Italia, se envió a un grupo de funcionarios piamonteses para que compilaran un inventario de la decoración y el mobiliario. Cuando se encontraron con el «bidé», se quedaron perplejos, porque nunca habían visto uno, y escribieron: «Objeto de uso desconocido en forma de guitarra».

Interior

Accediendo a través de la fachada principal, la entrada te introduce en el inmenso atrio que recorre todo el palacio abriéndose a los patios interiores; exactamente en el centro encontrarás el vestíbulo octogonal del cual parte el monumental cuerpo de la escalera de honor.

El vestíbulo y la escalinata son las verdaderas joyas arquitectónicas del Palacio Real. El vestíbulo, enlace entre los cuatro patios, es el centro de todo el edificio; la escalinata, por su parte, es un espectáculo de estilo y funcionalidad. Los tramos están decorados con estatuas de leones, y sobre uno de ellos se sienta la estatua del rey Carlos de Borbón, en la hornacina central. A su alrededor puedes ver esculturas dieciochescas que se alternan con estatuas procedentes de las excavaciones de las antiguas ciudades sepultadas por el Vesubio.

Dos tramos te conducen hasta el vestíbulo inferior y un único tramo central te lleva hasta el superior, frente a la Capilla Palatina, con tribuna reservada para el rey: esta es la parte del palacio más claramente inspirada en el palacio real de Versalles.

Los aposentos reales, compuestos por el salón de los Alabarderos, el salón de las Guardias y el salón de Alejandro, que se corresponde con el centro de la fachada principal, se construyeron bajo la dirección de Carlo Vanvitelli, hijo del primer arquitecto, y no se finalizaron hasta el siglo XIX. Para pintar los frescos de las salas y decorarlas con mármoles y estucos se llamó a los mejores artistas del reino.

Los aposentos reales incluyen docenas de salas, todas decoradas y amuebladas en el estilo en boga entre los siglos XVIII y XIX. Después de la Segunda Guerra Mundial, cuando el Palacio Real fue modificado, aunque también dañado, para su uso como sede del mando aliado, se necesitaron varias décadas para restaurarlo y reabrirlo al público.

En la actualidad el recorrido te sorprenderá por su riqueza y armonía. Quedarás fascinado por las vistas dieciochescas de los puertos del reino napolitano, obra de un gran paisajista alemán; pero también por el fantástico belén con cerca de 1.200 estatuillas, así como por el dormitorio de Fernando II, el último rey borbónico, que murió en 1859 a causa de una enfermedad contagiosa, después de lo cual se quemaron todos los muebles de la habitación.

Aquel fuego resultó profético: un año después, Garibaldi entraba en el Palacio Real, entregando el monumento y todo el reino de Nápoles a Víctor Manuel de Saboya.

CURIOSIDAD: en la simbólica «primera piedra» del Palacio Real hay grabada una inscripción que dice: «El palacio y la estirpe de los Borbones durarán mientras esta piedra no vuele hacia el cielo con su propia fuerza». Al parecer, ¡no todas las profecías se cumplen!

Parque

El escenario del Teatro de la Corte, construido por Vanvitelli, se organiza de tal manera que se puede abrir ofreciendo una panorámica del parque, que desde el primer momento se consideró una parte indispensable del proyecto del Palacio Real. A partir de aquí puedes disfrutar de un espectáculo muy diferente al del edificio, tan inmenso y un poco severo: un paraíso verde bañado por la luz de la fantástica naturaleza mediterránea, con preciosos detalles escultóricos y arquitectónicos. El parque es tan grande que incluso lo atraviesa una línea de autobús, que al menos parcialmente puede hacerte menos pesadas las largas aunque espléndidas excursiones a pie.

El parque está organizado en torno a un curso de agua que discurre por un canal rectilíneo de unos tres kilómetros en ligera pendiente, por detrás de la fachada del Palacio Real, y está adornado con cascadas, estatuas y fuentes.

El jardín rectangular que se encuentra inmediatamente detrás de la fachada posterior, denominado «parterre», está organizado de acuerdo con las reglas del jardín a la francesa, según el modelo de Versalles, con parterres regulares y caminos que dibujan recorridos geométricos. En las partes laterales, por el contrario, está inspirado en el nuevo concepto de parque «a la inglesa», con grupos de árboles, prados y manchas de vegetación que parecen espontáneas y naturales. Al fondo a la izquierda, encontrarás el gran estanque de la Peschiera, que servía para proporcionar pescado siempre fresco a la cocina de la corte.

La rotonda de la Fuente de la Canasta te lleva hasta el puente de Hércules. A partir de aquí comienza un grandioso escenario de plantas y agua, alimentadas por la maravillosa cascada que recibe el suministro del acueducto Carolino.

Bordeando la Peschiera, llegas a la cascada de los Delfines. Más allá de un largo prado te aguarda la grandiosa Fuente de Eolo, con 29 estatuas de los vientos, dispuestas sobre rocas artificiales. Subiendo un poco más a lo largo de un estrecho estanque con siete rápidos, llegarás a la Fuente de Ceres, y luego a la Fuente de Venus y Adonis. Pero el verdadero golpe de efecto es la Gran Cascada, en la que dos grandes estanques representan El baño de Diana y Acteón transformado en un ciervo. Y si te das la vuelta verás unas vistas fantásticas de los Campos Flégreos y el golfo de Nápoles.

CURIOSIDAD: el Palacio Real de Caserta se utilizó como localización para el palacio real de la reina Amidala en La amenaza fantasma, y luego de la reina Jamila en El ataque de los clones, capítulos de la saga de Star Wars, así como en Misión Imposible 3, con Tom Cruise.

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