Guía de Nápoles

Vía Toledo

¡Via Toledo es una de las calles más bellas de Nápoles!

El escritor francés Stendhal, que amaba profundamente Nápoles, en la primera mitad del siglo XIX definió via Toledo como «la calle más populosa y alegre del mundo«. Y como podrás notar sigue siéndolo todavía a día de hoy, con sus animados locales comerciales es el centro napolitano de las compras, pero también cuenta con numerosos edificios históricos civiles y religiosos.

Mejor no ir en temporada alta como Semana Santa:

Empieza por tanto a recorrer esta arteria principal de la ciudad, que marca el límite oriental de los populares y genuinos «Quartieri Spagnoli», y que fue mandada construir a mediados del siglo XVI por el virrey Pedro Álvarez de Toledo donde antes se alzaba la muralla occidental de época aragonesa, que a su vez seguía en gran medida el límite de la ciudad grecorromana.

Quartieri Spagnoli

Para paliar los frecuentes enfrentamientos entre las tropas españolas y la población, el virrey acometió la construcción de los Quartieri Spagnoli a los pies de la colina de Sant’Elmo, una gran operación especulativa de la que se benefició uno de los yernos de don Pedro, el duque de Castrovillari, quien, tras arrendar gran parte de los terrenos a la cartuja de San Martino, los subarrendó a los oficiales y soldados españoles. otros parientes y aliados del virrey, como su primo y homónimo Pedro de Toledo, castellano de la fortaleza de San Telmo, adquirieron terrenos en la colina o, como Scipione di Somma, construyeron grandes mansiones suburbanas que aunaban las nuevas exigencias del ocio cortesano con las de la defensa militar.

Los Quartieri Spagnoli marcaron el primer término de la gran ampliación urbanística, inacabada a la muerte de don Pedro: una ciudad militar ligada a la ciudad de los servicios, de los nobles y del pueblo a través de la nueva calle Toledo – emblema del triunfo del nombre –, larga y más ancha que las demás, extendida entre la Puerta Real de las murallas y una esquina del Parque Real donde el virrey construyó, en sus últimos años, el nuevo palacio virreinal – de dimensiones y apariencia modestas, quizás para no despertar suspicacias tras la reciente revuelta –, cercano a su vez al muelle y, por tanto, a las galeras que podían facilitar tropas para alcanzar con rapidez las principales arterias de la ciudad antigua, con los Quartieri y los castillos como segura retaguardia. Esa zona prolongaba el trazado del núcleo grecorromano, sometido a un proceso de depuración desde 1533, cuando se dictaron los primeros bandos para demoler todos los obstáculos y despejar el carácter rectilíneo de las calles. Tanto las viejas como las nuevas vías configuraron un modelo de ciudad adecuado a las exigencias de seguridad y reputación, de acuerdo con la imagen clásica cultivada por la corte aragonesa, que pretendía rivalizar con otras ciudades italianas y visualizar el programa de gobierno virreinal ensalzado por los poetas cortesanos. Junto a la naturaleza sometida, todo el espacio urbano se reorganizó en función de similares criterios de racionalidad y magnificencia. Por ello, según el sistema aplicado con éxito para levantar las arquitecturas efímeras que jalonaron la visita del emperador Carlos V en 1535, don Pedro impulsó la unificación de los trabajos en 1545 al nombrar al arquitecto Ferdinando Manlio superintendente de todas las fábricas civiles y militares de la ciudad de Nápoles, con funciones similares a las asumidas más tarde por Vasari en la Florencia medicea. El control de los encargos y los pagos se unía al sometimiento de las actuaciones, tanto constructivas como decorativas, a un diseño homogéneo que, en último término, remitía a la autoridad del virrey

Se puede ir de la Piazza del Plebiscito a la Piazza Trieste e Trento y recorrer la Vía Toledo hacia plaza Dante: el itinerario será de alrededor de un kilómetro y medio.

A la izquierda encontrarás el Palacio Berio, reconstruido en la segunda mitad del XVIII por el hijo del gran arquitecto Vanvitelli, siguiendo el proyecto de su padre. En el jardín interior, si te asomas con discreción, podrás ver una bonita fuente adornada con la cabeza de un ciervo.

En la acera del lado opuesto, unos pasos más adelante, desembocas en la pintoresca plaza Duca d’Aosta. Tienes ante ti el Palacio Barbaja, donde a principios del siglo XIX vivió Gioacchino Rossini, genio de la ópera italiana de primeros del siglo XIX, compositor de Il barbieri di Siviglia (ver resumen en This is opera), entre otras grandes óperas.

El gran compositor se hospedó aquí gratuitamente gracias al temperamental empresario teatral Domenico Barbaja, justo en el periodo en el que el Teatro San Carlo estaba cerrado debido a un incendio que lo había devastado. El acuerdo consistía en que Rossini se alojaría gratis con la condición de que compusiera una ópera, concretamente Otelo (libreto italiano-español). Pero después de cinco meses de alojamiento y comida gratis, el empresario lo encerró dentro, conminándolo a que la terminara. Estaba cansado de esperar un trabajo que, en realidad, ¡ni siquiera había comenzado!

CURIOSIDAD: cuando finalmente Rossini compuso Otelo, la ópera no tuvo un gran éxito. El público no entendía por qué la historia tenía que terminar tan mal, con Otelo apuñalando a Desdémona. Pues bien, no te lo vas a creer, pero un tiempo después Rossini escribió otro final en el que Otelo y Desdémona ¡hacían las paces! No confundir esta ópera con la más conocida de Verdi que puede verse en este enlace al video y al libreto.

Palacio Zevallos

Casi has llegado a los «Quartieri Spagnoli», a la izquierda de via Toledo, a lo largo de las laderas de la colina de la Cartuja de San Martino. Esta retícula atestada de calles estrechas y regulares, también conocida como «Montecalvario», surgió a mediados del siglo XVI como conjunto de viviendas de bajo coste para albergar a los soldados de la guarnición española. Encontrarás aquí la Nápoles más pintoresca, hecha de sábanas tendidas, un tráfico imposible, un dialecto cerrado y una cálida humanidad.

A via Toledo da la vistosa portada del siglo XVII, obra de Cosimo Fanzago, del noble Palacio Zevallos Stigliano, que fue reformado a principios del siglo XX y transformado en sede de un banco, aunque ahora se ha convertido en museo.

Al entrar para visitar sus magníficas colecciones, descubrirás que el gran salón de la planta baja ha conservado las puertas del banco, de un elegante estilo modernista, el cual se creó en su momento cubriendo el patio con vidrieras.

Las colecciones proceden en gran parte de la colección de arte del Banco di Napoli, y las podrás encontrar en la primera planta. Tu recorrido comienza con una buena selección de pintores napolitanos del siglo XVII, le sigue una serie de vistas de la ciudad, empezando por una obra maestra absoluta de Gaspar van Wittel, a continuación, unas excelentes pinturas de artistas locales del siglo XIX y, finalmente, una sala dedicada al gran escultor napolitano Vincenzo Gemito, de formidable talento también como dibujante.

Pero en el museo podrás ver otra obra maestra absoluta: El martirio de Santa Úrsula, la última obra de Caravaggio. Terminado en mayo de 1610, el cuadro se envió inmediatamente a Génova por mar; menos de dos meses después Caravaggio moría en Porto Ercole, en la costa toscana. Aunque la tradición establece que el martirio de Úrsula se produce junto con el de numerosas compañeras, aquí sólo verás fluctuar unas pocas figuras en la penumbra. La formulación es rápida, esencial: una flecha, lanzada desde cerca, atraviesa a Úrsula debajo del pecho: más que dolor, parece expresar sorpresa y amargura. Observa cómo por todas partes los colores aparecen apagados, en tonos grises y marrones, excepto el rojo de las mangas del verdugo y del manto de la santa. En su desnuda esencialidad, este lienzo representa el punto final de una larga meditación sobre el sentido del sufrimiento, el martirio y la muerte.

CURIOSIDAD: entre las obras de Vincenzo Gemito expuestas en el Palacio Zevallos Stigliano, te señalo la bella estatua titulada El aguador: para realizarla, el escultor obligó al modelo a permanecer de pie sobre una piedra resbaladiza, recubierta de jabón. Así el escultor pudo reproducir el balanceo de las piernas en busca del equilibrio.

Tramo central

Sigue recorriendo via Toledo: a la derecha te encontrarás casi inmediatamente con el imponente Palacio Banco di Napoli, reconstruido en la primera mitad del siglo XX, aunque fundado casi cuatrocientos años antes, como se puede leer en las inscripciones con grandes caracteres que hay sobre las dos puertas que se abren a los lados de la fachada.

Al banco parece que lo observan los bustos y las cabezas, insertados en medallones, del Palacio Monaco di Lapio, situado casi enfrente. Si puedes acercarte para curiosear en el elegante patio, descubrirás dos encantadoras fuentes. La de la derecha está decorada con el grupo escultórico de Venus y Adonis, mientras que en la de la izquierda destaca una cabeza con corona de príncipe y el escudo de armas del linaje de los Monaco, barones de Lapio, de ahí el nombre del palacio.

Continuando con tu camino dejarás a la izquierda la via Emanuele de Deo, dedicada al joven de sólo veintidós años que fue torturado y ahorcado por haber tomado parte en la revolución de 1799. Un poco más adelante verás una portada con un escudo de armas sustentado por dos cuernos de la abundancia: es el Palacio Lieto.

En el número 148 podrás ver el Palacio Tocco di Montemiletto, también llamado Palacio Tapia en recuerdo del juez español que en la segunda mitad del siglo XVI primero lo construyó y luego lo agrandó, de forma que se adaptase a su nueva posición social, cuando fue nombrado presidente de la Cámara Real. Sin embargo, del estilo barroco original ahora sólo queda la portada, mientras que su actual aspecto neoclásico se debe a la reforma realizada a principios del XIX por los nuevos propietarios, los príncipes de Montemiletto. Por desgracia, en esta reestructuración se perdieron los valiosos frescos de Luca Giordano.

CURIOSIDAD: via Toledo se cruza con la via Paolo Emilio Imbriani, dedicada al alcalde que después de la unificación de Italia decidió rebautizar via Toledo con el nombre de «via Roma». Pero los napolitanos son muy tradicionales, y durante más de un siglo continuaron impertérritos llamándola via Toledo, hasta que en 1980 se recuperó su denominación original.

Metro

Has llegado al ensanche que se corresponde con la estación «Toledo» de la primera línea del metro, eje del circuito de «Estaciones de arte del metro de Nápoles».

En el cruce con la via Armando Diaz te encontrarás con la moderna estatua de acero del Caballero de Toledo, obra de un escultor sudafricano. ¿Ves esas tres estructuras hexagonales cubiertas con azulejos azules y ocres? Hacen de claraboyas del vestíbulo de la estación que está debajo, y te dan una idea de su original decoración subterránea.

Aunque no tengas que coger el metro, te sugiero que bajes a casi cincuenta metros de profundidad para admirar de primera mano esta obra maestra del arte contemporáneo, espectacular y monumental «contenedor», a su vez, de sorprendentes creaciones de artistas de renombre mundial. Desde su inauguración, que tuvo lugar en 2013, la estación de Toledo ha obtenido un enorme éxito, no sólo por su funcionalidad, pues permite moverse alrededor de los barrios de Carità y Quartieri Spagnoli sin quedar atrapado en los atascos del horrendo tráfico napolitano, sino también y sobre todo por su diseño, obra de un arquitecto español, y que ha recibido prestigiosos premios de arquitectura.

Así, mientras contemplas los dos gigantescos mosaicos con escenas y personajes típicamente napolitanos que decoran el entresuelo y la pared frontal de la escalera mecánica, a medida que desciendas sentirás el placer de dejarte envolver por el celeste y el azul cobalto de la impresionante Galería del mar, de Bob Wilson, una obra que con sus mosaicos temáticos te transportará al fondo del mar.

CURIOSIDAD: en el número 343 de via Toledo, donde ves la tienda de H&M, puedes encontrar el ecléctico Palacio Buono, reconstruido con formas académicas en la primera mitad del siglo XX, y que anteriormente tenía el extraño nombre de Monte dei Poveri Vergognosi. ¿Y sabes por qué se llamaba así? Porque era el refugio de todos los pobres que se avergonzaban de pedir limosna.

Palacios nobiliarios

En el número 348 de via Toledo te encontrarás con el Palacio Cavalcanti, con base de bloques de forma almohadillada y portada encajonada entre dos columnas. Antes de llegar a la plaza Carità, en el número 352 verás el Palacio del Nunzio Apostolico, sede de la misión diplomática de la Santa Sede ante el Reino de Nápoles primero y luego ante el Reino de las Dos Sicilias.

Antes de cruzar la plaza Carità, gira un momento a la izquierda en via San Liborio, y tras avanzar unos pasos echa un vistazo al patio del siglo XVIII del Palacio Trabucco: al fondo podrás contemplar una escalera muy original, ubicada sobre tres secuencias de arcos con aberturas escalonadas: una verdadera joya.

Volviendo sobre tus pasos cruza la puerta del cercano Palacio Mastelloni y déjate sorprender por la escalera, aún más espectacular y monumental de este otro patio donde, por cierto, se encuentra desde hace más de 150 años la tienda de pianos más antigua de la ciudad.

En la plaza Carità puedes curiosear entre los puestos de un popular mercado y ver el imponente Palacio del INA, diseñado durante la época fascista. Los napolitanos siguen llamando a esta plaza de forma familiar «Salvo d’Acquisto», en honor del vicebrigadier al que está dedicado el moderno y polémico monumento que ves en el centro, construido en los años 70.

En el número 368 de via Toledo, detente para observar el Palacio Della Porta, que muestra el escudo de este noble linaje sobre la puerta.

Luego pasa junto a las cortas escalinatas que conducen a las tres portadas de la iglesia barroca de San Nicolás alla Carità, del siglo XVII, en cuyo proyecto colaboró el pintor Francesco Solimena, apodado «L’Abate Ciccio», autor de los frescos del techo y de los retablos de los lados.

Tu recorrido termina bordeando el Palacio del Conservatorio dello Spirito Santo, donde se acogía a las hijas de las mujeres de la calle y a las jóvenes pobres, mientras que ahora alberga la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Nápoles. Engloba además la iglesia del Espíritu Santo, del siglo XVI y restaurada en el XVIII, con una hermosa cúpula.

CURIOSIDAD: en 1943, con veintitrés años, el vicebrigadier de los carabineros Salvo D’Acquisto se proclamó autor de un atentado del que era inocente con el fin de salvar a 22 personas que iban a ser fusiladas por los alemanes, ocupando él su lugar. En 1986 se abrió una causa de canonización para el heroico carabinero.

Plaza Dante

Después del Conservatorio dello Spirito Santo, haz un pequeño desvío hacia la izquierda, por un angosto barrio popular, y llegarás a dos importantes monumentos. El primero es la interesante iglesia de la Santísima Trinidad dei Pellegrini, hoy capilla de un hospital, con un hermoso interior lleno de interesantes lienzos del siglo XVII. Un poco más adelante encontrarás el enorme Palacio Tarsia, inmenso edificio nobiliario incompleto y hoy en día en condiciones precarias. Sería uno de los edificios privados más espectaculares de Nápoles, ¡por lo que todos esperamos que se restaure pronto! Su patio exterior se ha transformado en una pequeña plaza, en la que todavía puedes reconocer sus elementos arquitectónicos barrocos.

Volviendo a via Toledo, en el lado derecho puedes ver alineados, uno al lado del otro, dos importantes palacios nobiliarios: son el Palacio Carafa di Maddaloni, construido a finales del XVI según proyecto de Cosimo Fanzago, y el hermoso Palacio Doria d’Angri, de planta trapezoidal, obra de Vanvitelli. En primer lugar, en su fachada de mármol blanco distribuida en tres órdenes, busca el balcón que está sobre las columnas dóricas de la portada: fue desde allí desde donde Garibaldi anunció, en 1860, la anexión del Reino de las Dos Sicilias al Reino de Italia.

Después de este emblemático palacio, tu paseo termina de la mejor manera en la parada final de la plaza Dante, recientemente peatonalizada. Diseñada por el gran Vanvitelli, recibe también el apelativo de Foro Carolino, y es una joya del urbanismo del siglo XVIII; tiene una elegante estructura en semicírculo y en el centro la estatua ecuestre del rey Carlos III de Borbón. Las veintiséis estatuas que ves en la parte superior aluden a las virtudes del rey. A través de la gran hornacina central entras en una histórica institución de enseñanza situada en el exconvento de San Sebastián, que tiene dos claustros, uno medieval y otro renacentista.

En un lado de la plaza Dante puedes admirar la fachada rococó de la iglesia de San Miguel Arcángel, del siglo XVIII, con un interior igualmente bello, con exquisitas decoraciones del mismo siglo. La iglesia también de denomina «San Michele a Port’Alba», por el nombre de la cercana puerta del siglo XVII.

CURIOSIDAD: durante el periodo fascista, un famoso futbolista, Attilio Sallustro, fue premiado por su presidente con uno de los primeros automóviles Balilla. Encantado, lo probó precisamente por la via Toledo. Desgraciadamente atropelló a un peatón, el cual fingió estar gravemente herido para sacar dinero del incidente. Pero tan pronto como supo que el conductor era su futbolista preferido ¡dio marcha atrás!

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