Guía de Nápoles

Plaza del Plebiscito

Historia 

La plaza del Plebiscito es uno de los lugares más armoniosos de Nápoles.

Estás al final de la elegante via Toledo, en la grandiosa plaza que, con sus veinticinco mil metros cuadrados y su amplio pórtico semicircular, supone un espacio inesperado en el corazón de una ciudad con un urbanismo notablemente congestionado. Creada a finales del siglo XVIII en el ámbito de un proyecto urbano de estilo neoclásico, es el escenario fundamental de los grandes eventos populares de la ciudad.

Para tener una visión de conjunto de la plaza te aconsejo que te dirijas hacia su centro, aproximadamente a la altura de los dos palacios gemelos, es decir, el Palacio Salerno, que mira al mar, y el Palacio de la Prefectura, que mira hacia el interior.

El Palacio Real y el Palacio Salerno desde la columnata, con el Vesubio al fondo

Dando la espalda al Palacio Real, tienes ante ti la Basílica de San Francisco de Paula, neoclásica, con su fachada de ocho columnas y cúpula central flanqueada por dos cúpulas menores. En el espacio rodeado por la columnata semicircular puedes ver las estatuas a caballo del rey Carlos III, a la derecha, y de su hijo Fernando I, a la izquierda: la primera es del gran escultor del siglo XVIII Antonio Canova y la segunda fue diseñada por él y completada por un discípulo suyo.

¿Y el nombre de «plaza Plebiscito»? Se refiere al plebiscito por el que en 1860 el Reino de las Dos Sicilias se anexionó al Reino de Piamonte-Cerdeña, que luego se convertiría en el Reino de Italia.

La forma actual de la plaza, muy pintoresca, consiste en un semicírculo unido a un rectángulo, y es el resultado de varias remodelaciones realizadas a lo largo de los siglos, a partir del XVII.

Hasta finales del XVI se trataba de una explanada de tierra batida utilizada para las fiestas populares. Nivelada para edificar el Palacio Real, se convirtió posteriormente en el nuevo centro neurálgico de la ciudad, y en punto de encuentro de la nobleza de la época, que hasta entonces había sido reacia a explayarse más allá de los límites del centro histórico.

CURIOSIDAD: hay un juego muy extendido entre los napolitanos y turistas que visitan la plaza del Plebiscito. Se trata de atravesar la plaza con los ojos vendados, partiendo de la puerta del Palacio Real y pasando entre los dos caballos. Hasta ahora nadie lo ha conseguido.

Basílica de San Francisco de Paula

Por su tamaño y su espectacular arquitectura, la plaza del Plebiscito es escenario privilegiado de eventos políticos, sociales y culturales, entre ellos, sólo por mencionar uno de los más emocionantes, la ceremonia organizada para el funeral del querido cantante napolitano Pino Daniele. Durante la época de Navidad, sin embargo, el espacio monumental hace de marco a las creaciones de artistas contemporáneos, siempre muy discutidas y sorprendentes.

Te cuento ahora la historia de esta plaza, que como te decía se concibió con un estilo neoclásico. A principios del siglo XIX, cuando Napoleón puso en el trono de Nápoles a su cuñado Joaquín Murat, este espacio público se reorganizó finalmente de una forma más racional. Gracias a la demolición de varios conventos que se alzaban en este lugar se creó el «Foro de Joaquín», un emplazamiento monumental que serviría, entre otras cosas, para celebrar los fastos de la dinastía de Napoleón. A continuación se construyeron los dos palacios gemelos que puedes ver uno frente al otro: uno era la sede de los Ministros de Estado y el otro del Ministerio de Asuntos Exteriores.

Después de la caída de Napoleón, los Borbones volvieron al poder y la plaza cambió su carácter. El rey Fernando IV le devolvió su carácter religioso mandando erigir la iglesia de San Francisco de Paula, inspirada en el Panteón de Agripa de Roma, precedida por un pórtico semicircular entorno a la entrada. Y así, en 1846, se inauguró solemnemente de nuevo con el nombre de «plaza Ferdinandea» o «de San Francesco di Paola», en honor al santo que según el rey había propiciado su regreso al trono.

Si entras en la iglesia podrás comprobar que el interior también está inspirado en el Panteón, con un único e inmenso espacio circular, la cúpula con nichos cuadrados llamados casetones y la gran ventana redonda en la parte superior. Te sugiero que contemples el hermoso suelo de mármoles de colores, la decoración decimonónica y las obras de arte y el mobiliario procedentes de iglesias demolidas o modificadas en siglos anteriores.

En particular te señalo el altar mayor, realizado a mediados del siglo XVIII en pórfido, con incrustaciones de antiguas piedras preciosas, como ágatas y lapislázulis.

CURIOSIDAD: una de las dos estatuas de la plaza, la de Carlos III de Borbón a caballo, tiene una historia curiosa. En un principio debería haber sido una estatua de Napoleón, pero antes de estar terminada los Borbones regresaron al trono. Y al rey le disgustaba la idea de tener que deshacerse de todo el grupo, así que ordenó destruir sólo la estatua del emperador, salvando al caballo. Por lo que ahora Carlos III se encuentra subido al caballo de Napoleón.

Palacio Real, exterior

El Palacio Real, que dirige su larga fachada principal hacia la plaza del Plebiscito: es uno de los edificios más importantes de la historia política de Nápoles, pues está vinculado a la administración española, primero con los virreyes, o funcionarios reales, y luego con la dinastía reinante de los Borbones.

Durante la segunda mitad del siglo XVI, los virreyes españoles habían desarrollado iniciativas urbanísticas y arquitectónicas destinadas a dejar su impronta en la ciudad: por ejemplo con los famosos «Quartieri Spagnoli», en las proximidades del centro histórico, y que servían de residencia a las tropas. La idea del palacio surgió a mediados del siglo XVI, debido a la necesidad de tener una sede, digna del rango de la corona de España, en la que acoger al rey Felipe III, quien sin embargo murió sin haber visto nunca Nápoles.

El Palacio Real se inició en el año 1600 según un proyecto del arquitecto Domenico Fontana, gran protagonista de la renovación urbana de Roma en años anteriores. Como ves, el edificio aprovecha por completo la anchura de la plaza, lugar perfecto para los desfiles militares, y se concibió como un solemne complejo tardorrenacentista. Pronto se convirtió en punto de referencia para el desarrollo de esta zona, encontrando continuidad poco después con la apertura de la Universidad, en el extremo opuesto de via Toledo, en el edificio que actualmente alberga el Museo Arqueológico Nacional.

La fachada tiene dos plantas superiores y un pórtico que da a un patio de honores. En la parte posterior, que da al mar, podrás visitar sus hermosos jardines, conectados con el Castel Nuovo a través de un puente del siglo XVII colocado sobre el antiguo foso.

Aunque con el paso de los siglos el palacio ha sufrido diversas restauraciones y modificaciones, ha conservado sustancialmente su aspecto original, puesto en riesgo posteriormente por los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial y por el hecho de ser utilizado como club de oficiales por las fuerzas aliadas. El mayor cambio lo ha sufrido la fachada, que originalmente estaba recorrida en su totalidad por un pórtico. En el siglo XIX se decidió introducir en las hornacinas las estatuas de los soberanos que reinaron sobre Nápoles y la Italia meridional.

Estatua de Carlos V

CURIOSIDAD: entre las estatuas de los reyes realizadas a finales del XIX destaca la de Carlos V, obra del escultor napolitano Vincenzo Gemito. El artista estaba literalmente obsesionado con la figura del emperador: de noche lo oía murmurar y moverse, y llegó a lanzar piedras contra su estatua. Gemito terminó así en un hogar de acogida para enfermos mentales, del que se fugó después de pasar dos años recuperándose. Nota del editor: según la Wikipedia la historia es otra: el encargo era una estatua de Carlos V en mármol, que era el material menos querido por Gemito, y el resultado del trabajo fue, en su opinión y también de la crítica, por debajo de su capacidad. Gemito sufrió una crisis nerviosa y se recluyó en un apartamento de un dormitorio, y pasó también períodos de hospitalización en un psiquiátrico. Durante los siguientes 21 años, produjo solo dibujos mientras permaneció ingresado, hasta que en 1909 comenzó a esculpir de nuevo. Esta fase de su arte fue, de hecho, entre la más apreciada por los críticos modernos y contemporáneos. En los últimos años, Gemito se dedicó a la orfebrería en oro y plata, y sus obras son muy admiradas en la actualidad.

Palacio Real, interior

El estilo de la decoración se corresponde con las tres épocas principales de la historia del palacio: lugar de representación de los virreyes desde el siglo XVII, a continuación aposentos privados de los Borbones y Joaquín Murat (cuñado de Napoleón, mariscal de Francia y rey de Nápoles entre 1808 y 1815) entre los siglos XVIII y XIX, y por último, residencia de los Saboya. Precisamente aquí nació Víctor Manuel III, el rey de Italia que reinaría durante más tiempo, desde 1900 hasta después del final de la Segunda Guerra Mundial. Como verás, el estilo predominante es el neoclásico, aunque alberga una gran cantidad de cuadros del siglo XVII y varios muebles y tapices procedentes de París y Parma.

A los aposentos reales llegas desde el patio de honores, subiendo la suntuosa escalinata, que fue reformada a mediados del siglo XIX después de que el palacio fuera devastado por un incendio. Los mármoles con los que está revestida la escalera no son un simple adorno decorativo, sino que tienen un valor simbólico: de hecho, proceden exclusivamente de canteras del Reino de las Dos Sicilias.

En la parte superior de la escalinata encontrarás un pasillo que recorre todo el patio y te da acceso a las diferentes partes: los aposentos privados de los soberanos, el pequeño teatro de la corte, la capilla, etc.

El recorrido incluye hasta treinta estancias monumentales decoradas. Entre las más llamativas te recomiendo, siguiendo el orden de tu visita, el exquisito Teatro de la Corte, realizado a mediados del siglo XVIII; la decimonónica Sala del Trono; la Sala del Gran Capitán, con un retrato atribuido a Tiziano; y el estudio personal del rey, decorado con muebles parisinos realizados para Napoleón.

En los aposentos de la reina, presta especial atención a la Sala de los Paisajes y a la Primera sala de estar, ambas con excelentes pinturas del siglo XVII.

La visita termina con el enorme Salón de Hércules y con la Capilla Palatina, donde verás una especialidad napolitana: un gran belén con más de 300 estatuillas.

CURIOSIDAD: en el Aposento de las Fiestas, construido a mediados del siglo XIX en un ala del Palacio Real, puedes visitar la Biblioteca Nacional, con cerca de dos millones de volúmenes, incluidos rollos de papiro realmente inestimables y muy delicados: de hecho, se encontraron carbonizados en una villa de Herculano, que quedó sepultada por la famosa erupción del Vesubio del 79 después de Cristo.

Visita en video al Palacio Real:

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