NOTAS A LOS ROMANCES DEL CID

1.º Se publicó por primera vez en la Flor de varios y nuevos romances. Valencia, 1591 (licencia de 1588). Guillen de Castro lo
parafraseó en la primera jornada de sus Mocedades del Cid.

2.º Publicado en el Romancero del Cid, por Escobar, 1612. Aquí está acortado.

3.º Es un viejo romance derivado de los antiguos cantares de gesta, y continúa aún hoy tradicional en Andalucía y entre los judíos de Marruecos y de Argelia. Guillén de Castro lo insertó también en sus Mocedades del Cid, con otros muchos.

4.º Es también tradicional muy antiguo, derivado de las más tardías gestas medievales. Mantiene el particular espíritu que se observa en éstas de menosprecio a la realeza y exaltación del héroe, a la vez que reelabora con primorosa animación las vetustas imágenes fantaseadas por los juglares.

5.º Publicóse por primera vez en el Romancero general de 1600. El romancista esboza una pintura del lujo sencillo de tiempos patriarcales, y la colorea de un sentimiento de añoranza, oponiéndole en comparación las modas de fines del siglo XVI, con sus almidonados cuellos y estrepitosos hurracos. Esta contraposición crítica se hizo famosa, y una Premática nueva del año [15]93 a los cuellos y
excesivos trajes de España, decía:

vuelva aquella edad dorada

cuando el famoso Rodrigo

con su zapato de vaca

salía Pascuas y domingos.

Quevedo, con su deformadora comicidad, también recuerda nuestro romance:

Apreciábase el ajuar
que a Ximena Gómez dieron
en menos que agora cuesta
remendar unos gregüescos.

Andaba entonces el Cid
más galán que Gerineldos
con botarga colorada,
en figura de pimiento.

6.º Es un romance viejo (publicado por primera vez en la Silva de 1550); sin embargo, su asunto no es conocido de las antiguas gestas. El lugar de la escena, expresado en el verso primero, es desconocido, pero se ha hecho famoso por la alusión de Cervantes, cuando presenta al apaleado don Quijote «tendido en el Val de las Estacas».

7.º Se deriva de los poemas del siglo XIV, donde el conde Saboyano queda peor que en el romance, afrentado por el Cid, y éste habla al Papa con altanero desgarro. La lozana altivez del mozo de Vivar se hizo famosa, y el caballero de la Triste Figura la recuerda, ateniéndose al romance para consolarse de haber incurrido en una excomunión.

8.º y 9.º Estos dos romances tardíos (que aparecen en el Romancero general de 1600), por su artificiosa y elegante factura, son considerados, con razón, entre los mejores del Romancero cidiano.

10 y 11. Son un venerable fragmento épico donde aún alienta la gravedad histórica de la antigua poesía política juglaresca. En el cantar del rey don Fernando, que ya se recitaba a comienzos del siglo XIV, la desheredada infanta Urraca turba con sus descompuestos llantos el solemne silencio de la cámara donde agoniza el rey en Castil de Cabezón. De esta vieja escena derivan nuestros romances, ambos muy divulgados: sobre todo, el segundo es uno de los que dieron más elementos fraseológicos al idioma de los siglos XVI y XVII. Guzmán de Alfarache, rodeado de recuerdos tristes, acude a la frase «De una parte, me cerca Duero, por otra peña tajada», frase incluida como proverbio por Covarrubias en su Tesoro de la lengua, lo mismo que la otra de: «Todos dicen: amen, amen, / sino don Sancho, que calla», ambas fueron también usuales en Portugal. Muy recordado era, además, el desvergonzado dicho: «A los moros por dinero / y a los cristianos de balde» (sic). Era igualmente famoso el desaforado lamento de la hija del rey, memorable hasta en el rústico magín de Sancho Panza,
cuando discutiendo con su mujer, dice: «Si yo dijera que mi hija se arrojara de una torre abajo, o que se fuera por esos mundos como se quiso ir la infanta doña Urraca…». También se hicieron proverbiales las palabras del rey: así en el Privar contra su gusto, de Tirso, don Juan, oyendo multitud de querellas contra sí, pregunta a su criado, que también está quejoso, «¿Hay más? ¿Queda ya otra queja?» — «Allá en Castilla la Vieja / un rincón se me olvidaba». A pesar de tan extraordinaria popularidad, la tradición ha perdido casi por completo estos romances: sólo me son conocidas versiones de Sevilla y del Algarve e islas Azores.

12. Publicado por primera vez en el Cancionero de romances, como introducción a nuestro romance trece.

13. Ya explicamos en la introducción cómo este bello romance nació de la gesta guerrera del cerco de Zamora. Lo utilizaron Guillén de Castro en Las hazañas del Cid y Lope de Vega en Las almenas de Toro. El amor de la infanta por su vasallo (que es invención de nuestro romance, desconocida de los juglares medievales), sirvió también de tema poético a Corneille. Muy grande fue la popularidad del Afuera, afuera, Rodrigo, en los siglos dorados de nuestra literatura: el verso «Acordársete debiera / de aquel buen tiempo pasado», se usó entonces como frase hecha. También en Portugal «Afora, afora, Rodrigo» hubo de ser cantadísimo, tanto, que aun hoy se conserva tradicional en el Algarve.

14. Hago converger aquí cuatro versiones conocidísimas, y muy divergentes, de un viejo romance del cerco de Zamora, procurando dar claridad a las confusiones que en ellas se advierten.

15. Derivado del Cantar del rey don Sancho. Este romance (al menos parte de él) es de los más viejos conocidos: ya se le cita como tradicional en el siglo XV. Era muy recordado en la época clásica, desde Guzmán de Alfarache, cuando maldice de un desvergonzado alguacil: «que si ladrón era el padre / mayor ladrón es el hijo»; hasta el presbítero mejicano Hernán González de Eslava, que volvía a lo espiritual: «Guarte, guarte, pecador, / no digas que no te aviso…».

16. Sigo en parte un romance de Lucas Rodríguez.

17. Se conservan tres variantes de este romance publicadas en el siglo XVI. La singular fórmula de reto que pronuncia Diego Ordóñez deriva del Cantar del rey don Sancho, que se conocía en el siglo XIII, y responde, sin duda, a prácticas jurídicas medievales. Fue famosísima en la Historia y en la Poesía, y aun la imita Bretón de los Herreros en su Vellido Dolfos.

18. Se funden aquí dos romances Tristes van los zamoranos, de Tímoneda, y Ya se salen por la puerta, publicado en el Cancionero sin año. ¡Cuantísimas veces, desde el Paso de las aceitunas, de Lope de Rueda, se repitió el «Todos duermen en Zamora», que Torubio aplica allí al ver cómo nadie de su casa le responde!; en La discreta enamorada, de Lope, para tranquilizar a un galán nocherniego, le dice su criado: «Todos duermen en Madrid, / hasta el viejo Arias Gonzalo».

19. Popular ahora todavía entre los judíos de Grecia y Asia Menor. Los primeros versos, famosísimos más que todos, aluden a la enseña bermeja de Zamora y al postigo llamada hoy de la Traición, que se conserva en la muralla de la ciudad.

20. Hay tres versiones antiguas; yo sigo principalmente la manuscrita de fines del siglo XV o principios del XVI (que se halla en el Museo Británico), por ser la más antigua y la que conserva más recuerdos de las gestas medievales, hasta el punto de reflejar todavía algunos versos del viejísimo Poema de Mío Cid, los que describen el abandono en que el desterrado deja sus casas de Vivar.

21. Arreglo del publicado por vez primera en el Romancero de Escobar.

22. Refundo aquí varios romances, tardíos, incluidos en el Romancero de Escobar.

23. El episodio de la fuga del rey Búcar, tal como se refería en el Poema del Cid, que se cantaba en el siglo XIII, tuvo una larga elaboración tradicional, cuyo último extremo es el presente romance. En él, como siempre sucede en el tránsito de la poesía épica a la épico-lírica, la leyenda del Cid ha dejado atrás su primitivo terreno heroico para lanzarse en la región de la aventura novelesca y fantástica. Poseo versiones de la tradición actual recogidas en León, Zamora, Sevilla, Cataluña, Algarve, Tánger, Tetuán y Larache.

24. Romance en fabla publicado por primera vez en el Romancero del Cid de Escobar. Aunque no tradicional, es conocidísimo, y algunos de sus versos son muy recordados: «Si no vencí reyes moros…», «Cosas tenedes el Cid…».

25. Es de fines del siglo XVI. Aparece en la séptima parte del Romancero general de 1600. Quevedo encontró tonos mucho más burlescos para tratar esta misma escena en otro muy conocido romance.

26. Utilizo dos versiones, aparecida una antes de mediar el siglo XVI, en el Cancionero de Amberes, y otra posterior, en el Romancero de Escobar.

27. Romance tardío; del Romancero de Escobar.

28. Del Romancero general de 1600.

29. Se conservan dos versiones de este romance en el Cancionero sin año, de Amberes (anterior a 1550), y en la Silva de Zaragoza de 1550.

30. Romance tradicional que apareció solo en un pliego suelto popular del siglo XVI.

31. Este romance tradicional, que es una continuación de nuestro número veintinueve, apareció en dos versiones muy distintas: una en el Cancionero de Amberes, de 1550, y otra en la Silva de Zaragoza, del mismo año. Ambas están mal recordadas, y la de la Silva cuenta en dos formas diversas el comienzo del combate de los caballeros del Cid con los de Carrión.

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