ROMANCE DIEZ Y SEIS

del llanto de los castellanos

Muerto yace el rey don Sancho,
Vellido muerto le había;
pasado está de un venablo
que a la tierra le cosía.
Llorando están a par de él
obispos y clerecía;
llórale la hueste toda,
ricos hombres de Castilla,
Don Rodrigo de Vivar
es el que más lo sentía:
—¡Rey don Sancho, rey don Sancho,
muy aciago fue aquel día
en que cercaste a Zamora
contra la voluntad mía!
¡La maldición de tu padre
en mal hora se cumplía!

Levantóse Diego Ordóñez,
que a los pies del rey yacía;
la flor es de los de Lara
y lo mejor de Castilla:
—Que se nombre un caballero,
antes que se pase el día
para retar a Zamora
por tan grande alevosía.
Todos dicen que es muy bien,
mas nadie al campo salía;
mirando estaban al Cid
por ver si el reto él haría;
mas el Cid que los entiende,
desta manera decía:
—Yo me armé contra Zamora,
pues don Sancho lo quería;
muerto mi señor el rey,
juré de no combatirla;
grande deudo he con la infanta,
quebrantarlo no podía.

Allí hablara Diego Ordóñez
lleno de malenconía:
—Mal habéis jurado. Cid,
lo que jurar no debíais.

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