ROMANCE TERCERO

El duelo que el conde don Sancho Díaz hacía en su prisión del castillo de Luna

Bañando está las prisiones
con lágrimas que derrama
el conde don Sancho Díaz,
ese señor de Saldaña,
y entre el llanto y soledad
de esta suerte se quejaba
de don Bernardo su hijo,
del rey Alfonso y su hermana:
«Los años de mi prisión,
tan aborrecida y larga,
por momentos me lo dicen
aquestas mis tristes canas.
Cuando entré en este castillo,
apenas entré con barba,
y agora por mis pecados
la veo crecida y blanca.
¿Qué descuido es éste, hijo?
¿Cómo a voces no te llama
la sangre que tienes mía
a socorrer donde falta?
Todos los que aquí me tienen
me cuentan de tus hazañas;
si para tu padre no,
dime para quién las guardas».

En vano Bernardo se esforzaba por servir al rey ganando para él muchas batallas: en vano le pedía como premio de cada una la libertad de su padre. Una vez logró que el rey se la ofreciera, viéndose muy acosado por los moros de Mérida; mas pasado el peligro, el rey se acordó del mal juramento que había hecho y no dejó salir al conde de las torres de Luna; sobre esto, con gran enojo desterró de su reino a Bernardo. Bernardo fortificó el castillo del Carpio, en términos de Salamanca, y desde allí hacía gran estrago en las tierras del rey Alfonso, usando del derecho de guerra que el destierro le daba.

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