ROMANCE CUARTO

De cómo Bernardo niega el Carpio al rey

Las cartas y mensajeros
del rey a Bernardo van,
que vaya luego a las cortes
para con él negociar.
Bernardo, como es discreto,
mal recelado se ha,
las cartas echó en el fuego.
los suyos mandó juntar:
—Cuatrocientos sois, los míos,
los que coméis el mi pan.
nunca fuisteis repartidos,
agora os repartirán:
en el Carpio quedan ciento
para el castillo guardar;
los ciento por los caminos,
que a nadie dejéis pasar;
doscientos iréis conmigo
para con el rey hablar;
si mala me la dijere,
peor se la he de tornar.

Con esto luego se parte
y comienza a caminar;
por sus jornadas contadas
a la corte fue a llegar.
De los doscientos que lleva,
los ciento mandó quedar
para que tengan segura
la puerta de la ciudad;
con los ciento que le quedan
se va al palacio real:
cincuenta deja a la puerta
que a nadie dejen pasar,
treinta deja a la escalera
para el subir y el bajar,
con solamente los veinte
a hablar con el rey se va.

A la entrada de una sala
con él se vino a topar;
allí le pidió la mano,
mas no se la quiso dar.
—Dios vos mantenga, buen rey,
y a los que con vos están.
—Bernardo, mal seas venido,
traidor hijo de otro tal;
dite yo el Carpio en tenencia,
tú tómaslo en heredad,
—Mentides, buen rey, mentides,
que no decides verdad, que nunca yo fui traidor,
ni en mi linaje lo hay.
Acordársevos debiera
de aquella del Encinal,
cuando gentes enemigas
allí os trataron tan mal,
que os mataron el caballo,
y aun a vos querían matar;
Bernardo, como traidor.
el suyo vos fuera a dar;
con una lanza y adarga
de entre ellos os fue a sacar.
El Carpio entonces me distes
por juro y por heredad;
prometísteme a mi padre,
no me guardastes verdad.
—Prendedlo, mis caballeros,
que atrevido se me ha.

Todos le estaban mirando,
nadie se le osa llegar.
Revolviendo el manto al brazo.
la espada fuera a sacar.
—¡Aquí, aquí, los mis doscientos.
los que comedes mi pan,
que hoy era venido el día
que honra habedes de ganar!
El rey, como aquesto vido,
procuróle amansar:
—Malas mañas has, sobrino,
no las puedes olvidar;
lo que hombre te dice en burla,
de veras vas a tomar.
Yo te do el Carpio. Bernardo,
por juro y por heredad.
—Aquesas burlas, el rey,
no son burlas de burlar.
El castillo está por mí,
nadie me lo puede dar;
quien quitármelo quisiere,
yo se lo sabré vedar.

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