ROMANCE

de doña Alda

En París está doña Alda,
la esposa de don Roldan,
trescientas damas con ella
para bien la acompañar:
todas visten un vestido,
todas calzan un calzar,
todas comen a una mesa,
todas comían de un pan.
Las ciento hilaban el oro,
las ciento tejen cendal,
ciento tañen instrumentos
para a doña Alda alegrar.
Al son de tos instrumentos
doña Alda adormido se ha;
ensoñado había un sueño,
un sueño de gran pesar.
Despertó despavorida
con un dolor sin igual,
los gritos daba tan grandes
se oían en la ciudad.
—¿Que es aquesto, mi señora,
qué es lo que os hizo mal?
—Un sueño soñé, doncellas,
que me ha dado gran pesar:
que me veía en un monte,
en un desierto lugar,
y de so los montes altos
un azor vide volar:
tras del viene una aguililla
que lo ahincaba muy mal.
El azor con grande cuita
metióse so mi brial;
el águila con gran ira
de allí lo iba a sacar;
con las uñas lo despluma.
con el pico lo deshace.

Allí habló su camarera.
bien oiréis lo que dirá:
—Aquese sueño, señora,
bien os lo entiendo soltar:
el azor es vuestro esposo,
que de España viene ya;
el águila sodes vos,
con la cual ha de casar,
y aquel monte era la iglesia
donde os han de velar.
—Si es así, mi camarera,
bien te lo entiendo pagar.

Otro día de mañana
cartas de lejos le traen;
tintas venían de fuera,
de dentro escritas con sangre.
que su Roldan era muerto
en la caza de Roncesvalles.
Cuando tal oyó doña Alda
muerta en el suelo se cae.

Se conserva una versión del romance en el Cancionero de 1550. Es aún tradicional entre los judíos de Tánger, Tetuán, Salónica, Larisa, Rodas, etc., y a estas versiones pertenece el último par de versos, sin duda primitivo. Se ha creído que nuestro romance se inspiraba en la bellísima y breve estrofa de la Chanson de Roland relativa a la muerte de doña Alda, pero en realidad el romance no conoció el poema francés, sino una gesta española derivada de refundiciones francesas, en las cuales la muerte de Alda se contaba en muy diluidos episodios de tono melodramático. Por esto es un mérito exclusivo del romance español el haberse elevado por si solo a la más sobria poesía y a la más honda emoción, comparable a la del viejo poema francés, aunque sin tener con éste ningún detalle en común.

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