ROMANCE OCTAVO

Carta de doña Jimena al rey

En los solares de Burgos
a su Rodrigo aguardando,
tan encinta está Jimena,
que muy cedo aguarda el parto;
cuando demás dolorida
una mañana en disanto,
bañada en lágrimas tiernas,
escribe al rey don Fernando:
«A vos, el mi señor rey,
el bueno, el aventurado,
el magno, el conquistador,
el agradecido, el sabio,
la vuestra sierva Jimena,
fija del conde Lozano,
desde Burgos os saluda,
donde vive lacerando.
Perdonédesme señor,
que no tengo pecho falso,
y si mal talante os tengo,
no puedo disimulallo.
¿Qué ley de Dios vos otorga
que podáis, por tiempo tanto
como ha que fincáis en lides,
descasar a los casados?
¿Qué buena razón consiente
que a mi marido velado
no le soltéis para mí
sino una vez en el año?
Y esa vez que le soltáis,
fasta los pies del caballo
tan teñido en sangre viene,
que pone pavor mirallo;
y no bien mis brazos toca
cuando se duerme en mis brazos,
y en sueños gime y forceja,
que cuida que está lidiando,
y apenas el alba rompe,
cuando lo están acuciando
las esculcas y adalides
para que se vuelva al campo.
Llorando vos lo pedí
y en mi soledad cuidando
de cobrar padre y marido,
ni uno tengo ni otro alcanzo.
Y como otro bien no tengo
y me lo habedes quitado,
en guisa lo lloro vivo
cual si estuviese enterrado.
Si lo facéis por honralle,
asaz Rodrigo es honrado,
pues no tiene barba, y tiene
reyes moros por vasallos.
Yo finco, señor, encinta,
que en nueve meses he entrado
y me pueden empecer
las lágrimas que derramo.

Dad este escrito a las llamas
non se faga de él palacio,
que en malos barruntadores
no me será bien contado».

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