SÍGUENSE OTROS ROMANCES

de Roncesvalles y de los doce Pares, y este primero es de la muerte de don Beltrán

Con la grande polvareda
perdieron a don Beltrán
y nunca lo echaron menos
hasta los puertos pasar.
Siete veces echan suertes
quién lo volverá a buscar,
todas siete le cupieron
al buen viejo de su padre:
las tres le caben por suerte
y las cuatro por maldad:
—Que me toque o no me toque,
yo a mi hijo he de vengar.
Vuelve riendas al caballo
para haberlo ele buscar.
Por la matanza va el viejo,
por la matanza adelante;
los brazos lleva cansados
de los muertos rodear:
vido a todos los franceses
y no vido a don Beltrán.
A la bajada de un prado,
asomando a un arenal,
vido estar, en esto, un moro
que velaba en un adarve;
hablóle en algarabía,
como aquel que bien la sabe:
—¿Caballero de armas blancas
si lo viste acá pasar?
Si lo tienes preso, moro,
a oro te lo pesarán;
y si tú lo tienes muerto,
desmeló para enterrar,
porque el cuerpo sin el alma
muy poco dinero vale.
—Ese caballero, amigo,
dime tú qué señas ha.
—Armas blancas son las suyas,
y el caballo es alazán,
y en su carrillo derecho
él tenía una señal
que siendo niño pequeño
se la hizo un gavilán.
—Ese caballero, amigo,
muerto está en aquel pradal,
dentro del agua los pies
y el cuerpo en el arenal;
siete lanzadas tenía
desde el hombro al carcañal,
y otras tantas su caballo
desde la cincha al pretal.

Tradicional y muy popular en el siglo XVI. O entonces hay dos principales versiones, con diferentes variantes cada una: conservo de ellas el arcaísmo poético de asonantar a con ae. Hoy subsiste aún el romance en la tradición de Galicia y Portugal. Una versión, recogida en la provincia de Orense, comienza:

Quedos, quedos, cavaleiros,
que o rey os mandou contare
que faltaba Valdovinos
no río de Malpasare.
Sete sortes se votaron
ô qui o iba dir buscare.

Muchos versos de este romance eran proverbiales antes. Un gracioso en la comedia Desde Toledo a Madrid, de Tirso, contando cómo al salir de la capital habían perdido la ciudad de vista, dice:

hasta que en una vereda

con la grande polvareda

perdimos a don Beltrán.

Quevedo muy a menudo hallaba gracia en este verso: así, cuando la moda del cuello azul fue sustituida por la de las valonas, el cuello antes de morir confiesa sus culpas, y, entre ellas, los grandes gastos que se hacían en los polvos de tinte.

Los polvos azules truje
del rebelado flamenco,
y con la gran polvareda
perdimos a don Dinero.

Otro verso, «Los brazos lleva cansados», se aplicó en un romance a lo divino, hablando de Cristo con la cruz a cuestas. Cristóbal de Castillejo se burla del caballero achacoso, comenzando la sátira: «Por la dolencia va el viejo. / y por la dolencia adelante».

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