Orígenes comunes con la canción épico-lírica del occidente de Europa.

En el mismo siglo XV, en que se desenvolvían en España los romances de asunto heroico, florecía en Europa, y en España también, una canción épico-lírica de asunto novelesco, no histórico. Esa canción usaba preferentemente el dístico y otras estrofas propias de las canciones líricas.

De esa canción lírico-narrativa tenemos en España una muestra casi tan antigua como los romances de origen épico, y es la conocida canción de los Comendadores, que se refiere a una tragedia doméstica ocurrida en Córdoba el año 1448, canción que sabemos era muy popular en 1501; su forma métrica es la preferida por la lírica erudita de la Edad Media, o sea el estribote, estrofa de cuatro versos monorrimos con estribillo. Más común es la forma lírica popular, análoga a la galaico-portuguesa, de dísticos alternados, con frecuente repetición de ideas, como se ve en el romance de Moriana, envenenadora de su amante desleal:

Moriana, Moriana,
¿qué me diste en este vino,
que por las riendas le tengo,
y no veo el mi rocino?

Moriana en el estrado
¿qué me diste en este trago,
que por las riendas le tengo,
y no veo al mi caballo?

No se me da por mi muerte,
aunque temprano lo digo;
por la pobre de mi madre,
que jamás me verá vivo.

No se me da por mi muerte,
aunque temprano la hallo;
por la triste de mi madre,
que ya no me verá sano.

Esta canción de Moriana la encuentro citada en la primera mitad del siglo XVI. En 1577 el músico Salinas menciona otra semejante en su estructura eminentemente lírica, embarazosa para el libre y natural curso del relato:

Pensóse el villano que me adormecía,
tomó espado en mano, fuese andar por villa;

pensóse el villano que me adormidaba
tomó espada en mano, fuese andar por plaza.

Esta clase de narraciones de metro lírico son o ignoradas o no tenidas en cuenta por los críticos de Romancero. Yo, de mí, recuerdo que, en mis primera tiempos de colector de romances, cuando me salía a paso una de ésas, la desechaba, no la recogía. La causa de tal desdén es que estas canciones no se incluían en las colecciones de romances de los siglos XVI y XVII; eran sentidas como género literario diverso, menos noble que el romance asonante seguido, y por su parte, también el público sentía una preferencia absorbente por el romance de asonancia uniforme, y atrajo a esto forma la mayoría de las canciones de metro lírico. Así, las dos canciones citadas viven hoy convertidas en romance de asonancia única:

—¿Qué me diste, Moriana,

qué me diste en este vino?

—Tres onzas de solimán,

cuatro de acero molido,

—Sáname, buena Moriana,

que me casaré contigo.

—No puede ser, don Alonso,

que el corazón te ha partido.

—¡Ay triste de la mi madre,

que ya no verá a su hijo!

De igual modo, muchos otros romances monorrimos recogidos hoy de la tradición tuvieron en lo antiguo versificación lírica; y a pesar de ello, esta absorción de las formas líricas por el metro propio de la vieja epopeya es un fenómeno hasta hoy no observado. Notémoslo en lodo su gran interés, como confirmación del especial carácter del Romancero español. Todo el Romancero tiende así a revestir una forma épica que le distingue de las canciones narrativas de los demás países.

Como el exterminio de las formas líricas fue en España casi completo, cabe sospechar que algunos de los romances recogidos modernamente de la tradición en forma monorrima uniforme, tuvieron en lo antiguo un metro lírico, análogo a los varios que usan las canciones provenzales, francesas o piamontesas. Pero aunque el metro no haya sido semejante, el hecho es que en el Romancero tradicional hay muchos asuntos análogos a los cantados en otros pueblos del occidente de Europa: la doncella que vestida de soldado va a la guerra; la adúltera muerta por su marido; el caballero que vuelve de la guerra y habla con su esposa sin que ésta le haya reconocido; la condesita que peregrina para buscar a su marido ausente y le encuentra a tiempo de impedirle celebrar una nueva boda. Asuntos novelescos de este tipo son muy abundantes en el Romancero.

Licencia

Flor nueva de romances viejos Copyright © by Ramón Menéndez Pidal. All Rights Reserved.

Compartir este libro