ROMANCE

de la linda Alba

—¡Ay, cuan linda que eres, Alba,
más linda que no la flor;
blanca sois, señora mía,
más que los rayos del sol!
¡Quién la durmiese esta noche
desarmado y sin temor;
que siete años había, siete,
que no me desarmo, no!
—Dormidla, señor, dormidla,
desarmado y sin pavor;
Albertos es ido a caza
a los montes de León.
—Si a caza es ido, señora,
cáigale mi maldición:
rabia le mate los perros
y aguilillas el falcón,
lanzada de moro izquierdo
le traspase el corazón.
—Apead, conde don Grifos,
porque hace muy gran calor.
¡Lindas manos tenéis, conde!
¡Ay, cuan flaco estáis, señor!
—No os maravilléis, mi vida,
que muero por vuestro amor,
y por bien que pene y muera,
no alcanzo ningún favor.
—Hoy lo alcanzaréis, don Grifos,
en mi lindo mirador.

Ellos en aquesto estando,
Albertos toca el portón;
—¿Qué es lo que tenéis, señora?
¡Mudada estáis de color!
—Señor, mala vida paso,
pasóla con gran dolor.
que me dejáis aquí sola
y a los montes os vais vos.
—Esas palabras, la niña,
no eran sino traición.
—¿Cuyo es aquel caballo
que allá abajo relinchó?
—Señor, era de mi padre,
y envíalo para vos.
—¿Cuyas son aquellas armas
que están en el corredor?
—Señor, eran de mi hermano,
y agora os las envió.
—¿Cuya es aquella lanza
que tiene tal resplandor?
—Tomadla, Albertos, tomadla,
matadme con ella vos,
que aquesta muerte, buen conde,
bien os la merezco yo.

En el siglo XVI se publicaron diversas redacciones del anterior romance. Modernamente está difundidísimo por todas partes; a pesar de su asunto tan poco infantil, es de los más cantados por las niñas en el corro. El verso «lanzada de moro izquierdo…» se hizo proverbial. Este tema de la mujer infiel es uno de los que el Romancero español tiene de común con la canción popular de otros pueblos, tanto románicos como teutónicos: y la coincidencia no es tan sólo en el asunto, sino en la forma de desarrollarse el diálogo entre el marido y la adúltera. El romance español sirvió de base a Lope de Vega para una comedia y un auto, titulados ambos La locura por la honra, y fue imitado por el romántico francés Émile Deschamps en su balada Le retour du chatêlain.

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