ROMANCE SÉTIMO

del singular concilio habido en la ciudad de Roma

A concilio dentro en Roma
el Padre Santo ha llamado;
por obedecer al Papa
allá fue el rey don Fernando;
con él iba el Cid Ruy Díaz,
muchos señores de estado.
Por sus jornadas contadas
en Roma se han apeado;
el rey, con gran cortesía,
al Papa besó la mano;
no lo quiso hacer el Cid,
que no lo había acostumbrado.

En la iglesia de San Pedro
don Rodrigo había entrado,
viera estar las siete sillas
de siete reyes cristianos;
viera la del rey de Francia
junto a la del Padre Santo,
y la del rey su señor
un estado más abajo.
Vase a la del rey de Francia,
con el pie la ha derribado;
la silla de oro y marfil
hecho la ha cuatro pedazos;
tomara la de su rey
y subióla en lo más alto.
Habló allí un honrado duque,
que dicen el Saboyano;
—¡Maldito seas, Rodrigo,
del Papa descomulgado,
porque deshonraste un rey,
el mejor y más preciado!
—Dejemos los reyes, duque,
ellos son buenos y honrados,
hayámoslo los dos solos
como muy buenos vasallos,
Y allegóse cabe el duque,
un gran bofetón le ha dado.
El Papa cuando lo supo,
al Cid ha descomulgado;
oyéndolo don Rodrigo
ante el Papa se ha postrado:
—Si no me absolvéis, el Papa,
seríaos mal contado,
que de vuestras ricas ropas
cubriré yo mi caballo.
El Papa, padre piadoso,
tal respuesta le hubo dado:
—Yo te absuelvo, don Rodrigo
absuélvote de buen grado,
con que seas en mi corte
más cortés y mesurado.

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