ROMANCE DE REDUÁN

—Reduán, bien se te acuerda
que me diste la palabra
que me darías a Jaén
en una noche ganada.
Reduán, si tú lo cumples,
daréte paga doblada,
y si tú no lo cumplieres,
desterrarte he de Granada;
echarte he en una frontera
do no goces de tu dama.

Reduán le respondía
sin demudarse la cara:
—Si lo dije, no me acuerdo;
mas cumpliré mi palabra.

Reduán pide mil hombres,
el rey cinco mil le daba.
Por esa puerta de Elvira
sale muy gran cabalgada.
¡Cuánto del hidalgo moro,
cuánta de la yegua baya,
cuánta de la lanza en puño,
cuánta de la adarga blanca,
cuánta de marlota verde,
cuánta aljuba de escarlata,
cuánta pluma y gentileza,
cuánto capellar de grana,
cuánto bayo borceguí,
cuánto lazo que le esmalta,
cuánta de la espuela de oro,
cuánta estribera de plata!
Toda es gente valerosa,
y experta para batalla:
en medio de todos ellos
va el Rey Chico de Granada.

Míranlo las damas moras,
de las torres de la Alhambra.
La reina mora, su madre,
de esta manera le habla:
—Alá te guarde, mi hijo,
Mahoma vaya en tu guarda,
y te vuelva de Jaén
libre, sano y con ventaja,
y te dé paz con tu tío,
señor de Guadix y Baza.

Los romances moriscos son romances compuestos por los cristianos desde el punto de vista moro. El de Reduán es famoso en la literatura por su arrogante diálogo y su lujo descriptivo. Es de antigüedad considerable, al menos en su primera mitad, pues proviene del recuerdo de un infructuoso ataque que en dirigió contra Jaén Mohámed VII de Granada, acompañado del alcaide Reduán. Éste, el mejor caballero granadino, cayó muerto ante los muros de la ciudad combatida. La segunda parte del romance es sospechosa de modernidad, o al menos de retoque, por introducir el nombre del Rey Chico, en lugar del de su antecesor Mohámed.

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