ROMANCE

de don Tristán de Leonís y de la reina Iseo, que tanto amor se guardaron

Herido está don Tristán
de una muy mala lanzada,
diérasela el rey su tío
por celos que de él cataba;
dióseía desde una torre
con una lanza herbolada:
el hierro tiene en el cuerpo,
de fuera le tiembla el asta.

Mal se queja don Tristán,
que la muerte le aquejaba;
preguntando por Iseo,
muy tristemente lloraba:
«¿Qué es de ti, la mi señora?
Mala sea tu tardanza,
que si mis ojos te viesen,
sanaría esta mi llaga».

Llegó allí la reina Iseo,
la su linda enamorada,
cubierta de paños negros,
sin del rey dársele nada:
«¡Quien vos hirió, don Tristán,
heridas tenga de rabia,
y que no hallase maestro
que supiese de sanallas!».

Júntanse boca con boca,
juntos quieren dar el alma;
llora el uno, llora el otro,
la tierra toda se baña;
allí donde los entierran
nace una azucena blanca.

La novela de Tristán, famosísima en toda Europa medieval, dejó en España como eco el precedente romance. Figuraba ya éste en el repertorio de las canciones de moda entre las damas de la Reina Católica, según vemos en un «juego trobado» que se celebró en 1495 entre las infantas y las damas de la corte.

Han llegado hasta nosotros cuatro versiones del romance, unas de fines del siglo XV y otras de comienzos del siglo XVI. En la tradición moderna está completamente olvidado.

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