Orígenes heroicos más tardíos.

Y el Romancero no sólo es épico-heroico en lo que deriva de las primitivas gestas: él por sí solo cantó asuntos nacionales después que la epopeya había cesado de hallar inspiración en la vida actual: él lo mismo que la epopeya extensa antigua, trató de informar al pueblo de los sucesos que ocurrían y preocupaban a la nación. Así surgieron los romances de don Pedro el Cruel, compuestos casi todos en el partido de los Trastamaras, hostil al monarca. Así nacieron los romances fronterizos y los moriscos mas viejos, para divulgar los encuentros y sucesos ocurridos en la guerra contra el reino moro de Granada. Sabemos que los reyes no dejaban de valerse de los cantores populares para propagar noticias: Enrique IV, mandó hacer un romance sobre cierta campaña en tierras de Granada y mandó a los cantores de la capilla real que lo asonasen; y de igual modo en la capilla de los Reyes Católicos se componían y cantaban otros romances sobre las últimas reconquistas granadinas.

Es cierto que entre las canciones tradicionales de muchos pueblos las hay referentes a batallas y otros sucesos de interés público; pero, aun así, el Romancero se distingue por tener una singular nobleza histórica: en la frontera de Granada resurge, después de más de dos siglos de olvido, la empresa de la Reconquista, que durante cinco largas centurias había sido la obra capital de España, su gran colaboración en la historia de la cristiandad: ésta es la guerra cantada en los romances fronterizos y moriscos, los cuales por eso aparecen revestidos de la más honda significación nacional; los protagonistas de los romances son las figuras centrales de la historia: los reyes de Castilla y los de Granada, el príncipe Abenámar, el maestre de Calatrava, el conde de Niebla, el obispo de Jaén, don Alonso de Ayunar (el hermano del Gran Capitán), al lado de otros de segunda fila, comendadores, alcaides, caballeros, adalides, que representan el esfuerzo difuso, el poderoso esfuerzo de la colectividad en la secular contienda. La canción tradicional de cualquier otro pueblo no sintetiza de este modo la vida nacional aplicada a empresas de valor humano.

Hallamos en las viser danesas y suecas asuntos de la historia nacional en la Edad Media, como las viser de Marsk Stig; también en las baladas inglesas aparecen figuras de claro valor representativo, ora de nobles, ora de populares, como los grandes antagonistas Douglas y Percy o el generoso forajido Robin Hood, pero no tienen por fondo el gran suceso histórico, como los romances españoles. Y en cuanto a las canciones francesas, si se exceptúa la prisión del rey Francisco, no recuerdan ningún suceso de importancia en la historia. Lo mismo cabe decir de los cantos alemanes. Aquí, pues, tenemos una de las causas principales por las que se puede decir que España es el país del Romancero.

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