ROMANCE

de la pérdida de Antequera

La mañana de San Juan,
al tiempo que alboreaba,
gran fiesta hacen los moros
por la vega de Granada.
Revolviendo sus caballos
y jugando de las lanzas
ricos pendones en ellas
broslados por sus amadas,
ricas marlotas vestidas,
tejidas de oro y grana,
el moro que amores tiene
señales de ello mostraba,
y el que no tenía amores
allí no escaramuzaba.
Las damas moras los miran
de las torres del Alhambra;
también se los mira el rey
de dentro de la Alcazaba.

Dando voces vino un moro,
sangrienta toda la cara:
—¡Con tu licencia, buen rey,
diréte una nueva mala:
el infante don Fernando
tiene a Antequera ganada;
muchos moros deja muertos,
yo soy quien mejor librara,
y siete lanzadas traigo,
la menor me llega al alma;
los que conmigo escaparon
en Archidona quedaban!

Cuando el rey oyó tal nueva
la color se le mudaba.
Mandó tocar sus trompetas
y sonar todas al arma;
mandó juntar a los suyos,
para hacer gran cabalgada.

El dolor causado en Granada al saberse la pérdida de Antequera en 1410 era asunto ya de varios romances cuando se compuso el de La mañana de San Juan. Éste muestra bien el refinado artificio que predomina en el Romancero morisco, pues hace surgir el trágico efecto de la noticia después de dilatarse en la descripción del festival bullicioso de la corte. La villa de Antequera se rindió el de setiembre: no obstante, el poeta escoge el día de San Juan por ser fiesta muy señalada, que juntamente con los cristianos celebraban los moros, lo mismo en Oriente que en Andalucía: los hombres de las dos religiones confraternizaban ese día en sus alegrías, cambiaban entre sí presentes, engalanaban sus casas y personas, todo a pesar de que los alfaquíes condenaban severamente la participación en tales regocijos cristianos.

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